Costumbres que se han perdido (III): El Picoteo o baile juvenil (Gustavo González Urdaneta)

 Costumbres que se han perdido (III): El Picoteo o baile juvenil

Gustavo González Urdaneta

Miami 12 marzo 2023

 

En la Venezuela de los años 50's y 60's se le decía "picoteo" a una fiesta bailable, con música puesta en un tocadiscos o picó, anglicismo basado en las palabras inglesas pick up.  El “picoteo” era una reunión de amigos por contribución de todos, comidas y bebidas, y se llevaban discos de las casas a la fiesta, la cual se hacía en casa de alguno, que tuviese las comodidades, amplia, de fácil acceso para todos. Su nombre provenía por ser animadas por picó, un equipo para reproducir discos de acetato, en los años 40 y 50 los discos eran de un material muy frágil y se rompían con facilidad si se dejaban caer al piso, por lo cual había un encargado del picó, y de los discos, además, era necesario cambiar la aguja del picó con frecuencia porque se desgastaba. Para cada picoteo se debía comprar una caja de agujas, por eso en esos años se decía con sorna “habrá un picoteo en la casa de Fulano, animado por la Orquesta Picó y su cantante Agujita” …

 

Entre los picós, las marcas que recuerdo, entre otras, estaban los RCA Victor, Philips, Motorola, Silvano, Admiral, Emerson y General Electric. Normalmente constaba de un mueble mediano, liviano y a veces con radio incorporado; para que el disco sonara bien era importante un implemento muy pequeño y agudo: la aguja, sin esta no hay sonido musical; las agujas son el complemento directo del “equipo musical” y las vendían en una pequeña caja como las de fósforos, las había baratas y caras, las baratas duraban poco y por ello al gastarse podían rayar el disco, las caras por supuesto eran más duraderas pero el asunto era el costo. Normalmente el costo de la caja de agujas estaba en el presupuesto del picoteo.

 

Para las fiestas se planeaba todo: desde la casa para la reunión, que debía ser cómoda, con un buen patio, recibo y sala, los baños contaban, mejor si había dos, el sitio debía ser accesible y no peligroso. Siempre había un amigo o vecino con una buena casa o quinta que podía prestarla para el picoteo, esto era importante porque así se podía calcular la cantidad de amigos para también estimar los costos por consumo per capita, pues el baile era por contribucion, que era valor de la entrada y consumo que normalmente era entre 10 y 15 bolívares, las muchachas no pagaban solo contribuían con algo hecho en sus casas, podía ser un dulce, una torta guarapita suave, discos, sanduches, etc., según sus posibilidades, el dueño de la casa ni pagaba ni ponía pero siempre contribuía; estos picoteos por contribucion se iniciaban, normalmente, a partir de las cinco de la tarde hasta no se sabe. Durante la época escolar los picoteos siempre eran los sábados y en vacaciones se podía escoger cualquier día pero siempre mandaba el día que decidiera la dueña de la casa que solían preferir también los fines de semana.

Fue en El Rosal, en Caracas, donde tuve mi “primer” picoteo. Solíamos hacerlas en la casa de unos vecinos que quedaba enfrente de la de mis padres pero ocupaba el terreno de dos casas pues la mitad era puro jardín con matas frutales, aparatos infantiles (columpios y tobogán) y una casa de muñecas del tamaño nuestro. La casa tenía un patio interno grande donde hacíamos los picoteos. Los vecinos eran cinco, tres varones y dos hembras. Los varones estaban en el San Ignacio y las niñas en el San Jose de Tarbes de la Florida. Nosotros éramos cuatro, dos y dos y estudiábamos en los mismos colegios que ellos. En El Rosal había más varones que niñas así que la mayoría de las invitadas eran amigas de mi hermana y de las vecinas que solían ser compañeras en El Tarbes de la Florida o de otros colegios de niñas de la época.

 

Ya fijada la casa se hacía la lista de los invitados, era para chequear el pago antes de la fecha fijada para el picoteo y, quien no pagaba no entraba, salvo que llevara algo equivalente en especie para consumir; las jóvenes podían llevar una o dos amigas o hermanas. Los organizadores eran los cobradores de la entrada y eran quienes compraban los insumos que se consumían en la fiesta; normalmente eran barriles de cervezas de los famosos sifones; el hielo, refrescos, limones y ron para una guarapita, diablitos, atún vasos de cartón etc. La selección de los invitados era muy importante sobre todo las muchachas que fueran buena gente, bonitas o feas pero que bailaran bien y que tuvieran permiso hasta tarde. Bastaba una semana para levantar un baile, no más de uno al mes, eran unas reuniones sanas, no había excesos de licor, no había drogas (no se conocían) no habían enemigos, aunque no faltaban discusiones y peleas sin consecuencias posteriores.

 

Llegado el día y la hora del picoteo, los organizadores asumían la responsabilidad del éxito; en la casa prestada ese día estos eran los conductores de la conducta general; llegaban los invitados solos, en pareja o grupos, el responsable del manejo del equipo de sonido, equivalente a un DJ de hoy tenía que estar atento al momento del inicio del baile, el preparaba los set: boleros, un paso doble, un merengue y una guaracha, normalmente 2 boleros para calentar los motores, lo demás era música caribeña danzones, cumbias, merecumbé, chachachás, merengues, panameñas, mambos, etc. y una que otra música americana, como Fox trox, Swing, pero no mucha.

 

Los sifones fríos de cerveza Caracas eran la bebida preferida, cada uno se servía no había mesonero, la guarapita y otras bebidas estaban en unas poncheras de vidrio con un cucharón, todo estaba en la mesa, los pasapalos, refrescos y a veces se conseguía un barril para meter el hielo. La música no paraba sino para cambiar las agujas y cuando el operador musical pedía relevo. Los dueños de la casa y algunas chaperonas estaban atentas de todo, ojo pelao, porsia. El papel de la chaperona era supervisarnos para prevenir conductas ilegales (p. ej., beber en exceso o uso de drogas) y generalmente rendian cuenta a los padres de las jóvenes que participaban en el picoteo. Su presencia era una garantía de la virtud de la joven en cuestión. El baile a medida que pasaban las horas se hacía más alegre, se intercambiaban parejas, se hacían colas, trenes hasta que se amarra o levantaba la pareja de la noche con la posibilidad de que fuese un primer amor de estudiante, que flor de un día es.

 

Cabe señalar que los asistentes a tales fiestas eran jóvenes y el fuego de la juventud corría por sus venas, era el tiempo de las primeras conquistas amorosas y para ello esgrimían sus mejores “armas” románticas para lograr la atención del objetivo determinado; el cálculo y la posibilidad se mentalizaban para proceder en consecuencia. La verdad es que, en nuestro caso, teníamos tremendo grupo con algunas niñas bien lindas. Normalmente eran nuestras hermanas y sus amigas y compañeras de colegio, así como familiares de otros compañeros ignacianos. Por hombres ni nos preocupábamos pues sobraban. La verdad es que todos bailábamos con todas y no recuerdo noviecitos, pero si se asociaban algunas parejas. Hubo algunos “empates” y hasta unos llegaron, con el tiempo al matrimonio, pero fueron los menos.

 

Los contemporáneos que hayan vivido y sentido tales y sublimes momentos saben que es verdad lo expuesto; y si cierran los ojos y evocan profundamente, ellos y ellas revivirán gratos momentos: vale la pena. La música de la época era interpretada por orquestas tales como, Luis A. Larrain, Billos, Sonora Matancera, Casino de la Playa, Xavier Cugat, Aldemaro Romero,  Orquesta Aragón, Hermanos Belisario, Noro Morales, Orquesta América etc. Alfredo Sadel ere el galán y cantante de moda con su paso doble Diamante Negro y sus boleros melosos.

 

Tremendas fiestas, todos jóvenes, alegres, llenos de vida: estamos hablando de los finales de los 50 e inicios de los 60; Caracas una ciudad bella que comenzaba a despertarse en los 50 y pico para nunca más volver atrás, dejando imperecederos recuerdos en la mente y corazón. Si, Caracas marcó una juventud que la vivió y que la recuerda con amor, pues en cada uno de nosotros está fijada esa época feliz, por eso sus cantores se dieron banquete con los temas inspirados en ella.

 

En los años cincuenta se construyó una doble imagen de los jóvenes, por un lado, estaban los jóvenes respetables e inocentes, bien educados destinados y dispuestos a reproducir el orden social establecido por los adultos, y por otro, estaban los jóvenes rebeldes, los que cuestionaban el mundo heredado por sus padres. Durante la era escolar la mayoría éramos jóvenes que imitábamos el sentido de la moda de nuestros padres conservadores. Los muchachos vestían pantalones, camisas abotonadas y chaquetas. El calzado de los muchachos incluía zapatos de gamuza o de vestir y zapatos deportivos. Las muchachas vestían faltas amplias y sweaters. El calzado de las muchachas incluía zapatos adornados, zapatos planos y zapatillas de ballet.

 

A finales de 1950, mientras el resto del mundo luchaba por recuperarse de la Segunda Guerra Mundial, Venezuela tenía el cuarto PIB per cápita más rico del mundo. El país era 2 veces más rico que Chile, 4 veces más rico que Japón y 12 veces más rico que China. A pesar de que hasta 1958 Venezuela se encontraba bajo la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, los venezolanos vivían una época próspera económicamente y llena de oportunidades. Los precios del petróleo subieron, empresas extranjeras invirtieron y se construyeron algunas de las obras arquitectónicas más importantes del país que aún se mantienen hoy en día. A principios de los 60 entramos a la universidad y nuestro entorno juvenil dio un giro social muy diferente. Se cambiaron los picoteos por las fiestas en los clubs sociales y empezamos a encontrarnos con las mismas jóvenes pero ya en las discotecas con las consabidas chaperonas, que al final terminaban convirtiéndose en nuestras panas. Época de las serenatas y los piropos.

 

Venezuela en los años 50 y 60 era reconocida como una de las 5 naciones con mayor crecimiento nacional, por ende, estaba en la mira de muchos países no solo por su explotación petrolera, también por la elegancia, riqueza y lujos que estaban presentes en sus calles y en sus habitantes. Un gran recuerdo de nuestras décadas juveniles que siempre ha permanecido en los pavos (as) o pavitas, palabras que se usaban para describir a los jóvenes contemporáneos.

 

Los fenómenos sociales, políticos, estéticos, que se encadenaron en este período explican su singularidad: La Revolución Cubana, la guerra de Vietnam, las guerrillas, las comunas, el movimiento Hippie, Los Beatles y los Rolling Stones, el Zen, las drogas psicodélicas, el mayo francés, el pop, los recitales de Evtuchenko, las canciones de Bob Dylan, la Beat Generation, los hapenings, la reminiscencia de Hiroshima, el movimiento antibélico, el terror planetario ante la amenaza de la Bomba H, el Black Power, los nadaístas, los patoteros de Caracas, el Amencan Way Life, la Alianza para el Progreso, la crisis de Praga y el suicidio de Jan Palach, entre otros. Son asesinados Kennedy y Martin Luther King y muere Marilyn Monroe, la que, al decir de uno de sus biógrafos "da un perfume de espliego al dramático diseño de los años 60".

 

“El tiempo, que todo lo cambia, muda también nuestro carácter; cada edad tiene sus placeres, su particular genio y sus costumbres propias” Nicolás Boileau 

 

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