La búsqueda de la longevidad e inmortalidad (Gustavo Gonzalez Urdaneta)
La
búsqueda de la longevidad e inmortalidad
Gustavo
Gonzalez Urdaneta
Miami
27 marzo 2025
Uno se vive quejando de que la vida al
final no es la que esperábamos después de haber disfrutado tanto para llegar al
piso octavo de la vida, en realidad, estamos satisfechos de cómo nos ha ido
pero al final la vida se empieza a complicar un poco y nos da por reflexionar
sobre longevidad-inmortalidad y/o calidad de vida. Hace unos nueve años leí un
artículo titulado los Animales que no envejecen cuyo subtitulo rezaba
que hay especies que no solo no pierden sus capacidades físicas con la edad,
sino que además rejuvenecen. Si hay un tema que trasciende edades es el de la Inmortalidad. No hay alquimista,
hechicero, escritor o simple mortal que no lo haya buscado o fantaseado con ese
tema. Los alquimistas no sólo se dedicaban a perseguir una receta que les
permitiera transformar las sustancias sin valor en oro, sino que también
estaban decididos a encontrar el “elixir de la vida” o “elixir de la inmortalidad”:
un líquido que fuera capaz de crear vida y, además, otorgar la inmortalidad a
cualquiera que ya estuviera vivo cuando la tomara.
En el artículo se decía que “Los seres
humanos (y la inmensa mayoría de animales) ha conseguido que algunas especies
no envejezcan. Y lo ha conseguido sin recurrir a pócimas extrañas”. En ese
sentido da varios ejemplos pero hay dos muy curiosos. Uno era el de las
langostas y, el otro, de las medusas. Las primeras, no sólo no pierden sus
capacidades físicas con la edad, sino que incluso se vuelven más fértiles y,
además, no paran de crecer. En teoría, las langostas sólo pueden morir cazadas,
a causa de alguna enfermedad o por complicaciones durante la muda de su
caparazón, pero no porque su organismo se deteriore con el tiempo. De hecho, se
estima que la langosta más vieja que se ha encontrado tenía unos 140 años. Esta
característica se llama "senescencia despreciable" y también la
presentan algunos tipos de tortuga, el erizo de mar rojo, el mejillón
antártico, los peces de la especie Sebastes aleutianus y alguna
salamandra.
Pero las medusas han llevado el tema de
la inmortalidad a un terreno mucho más ambicioso. Las reinas de la longevidad
son las medusas de la especie Turritopsis dhornii, que tienen la inusual
habilidad de volver a su estado de pólipo (el “estado larvario” de este animal)
cuando notan que su vida corre peligro, ya sea porque se encuentran bajo algún
tipo de presión medioambiental o porque estén heridas, enfermas… O simplemente
demasiado viejas. Durante este proceso, sus células viejas se regeneran por
completo y se convierten en células de otros tipos, por lo que la medusa
reemerge de este estado completamente rejuvenecida y lista para vivir otra
vida. En teoría estas medusas podrían continuar este ciclo de manera indefinida
y serían, teóricamente, inmortales. O al menos eso ocurriría en un lugar donde
no tuvieran depredadores.
La inmortalidad o vida eterna, en los
ámbitos religioso y filosófico, es el concepto que supone la existencia
indefinida o infinita que consigue superar a la muerte. A lo largo de la
historia y en diferentes culturas y religiones aún en la actualidad, los seres
humanos han mostrado la esperanza de vivir para siempre o existir más allá de
la muerte. La idea de inmortalidad es considerada entre algunos filósofos como
la respuesta a la angustia y al miedo que produce en el ser humano la
conciencia de su mortalidad y contingencia. Esa ansia crearía y desarrollaría
el concepto de inmortalidad; y constituiría además el núcleo de la antropología
de la religión.
En la búsqueda de la inmortalidad se ha
analizado la evolución del pensamiento sobre la longevidad a través de la
historia. La búsqueda de la longevidad ha sido una constante a lo largo de la
historia de la humanidad, desde las antiguas civilizaciones hasta la era
moderna. La longevidad se ha considerado un objetivo deseable, asociado con la
sabiduría, la experiencia y el poder. En la antigua China, por ejemplo, la
longevidad era un símbolo de virtud y se asociaba con la inmortalidad. En la
Grecia clásica, se buscaba la longevidad como un medio para alcanzar la
excelencia moral e intelectual. En la medicina tradicional, la longevidad ha
sido un tema de interés desde tiempos remotos, con la búsqueda de elixires de
la juventud y remedios para prolongar la vida. A lo largo de la historia, la
longevidad ha sido un tema recurrente en la literatura, la filosofía y la
religión, reflejando la importancia que ha tenido en la mente y el espíritu
humanos a lo largo de los siglos.
Hace unos cinco años, tuve la
oportunidad de oír una entrevista sobre un pueblo rural al norte de Okinawa con
el mayor índice de longevidad del mundo. El que hablaba había viajado a ese
insólito lugar a entrevistar a los más ancianos para que le contaran sus
secretos para vivir tantos años con motivación y energía. Eso despertó mi
interés por saber algo más de lo que él llamaba Ikigai, los secretos de Japón
para una vida larga y feliz que se centra en una de las claves de la eterna
juventud: tener una “razón de ser”. En noviembre 2020 escribi un artículo “El
Ikigai, las zonas azules y la longevidad” con mis notas al respecto. https://ramm1943.blogspot.com/2020/11/el-ikigai-las-zonas-azules-y-la.html
Acababa de comenzar el siglo XXI cuando
el astrofísico Michel Poulain y el gerontólogo Gianni Pes tuvieron una idea:
investigar en qué pueblos del mundo había un alto porcentaje de personas que
vivían más de 100 años. Así, el belga y el italiano comenzaron por lo más
sencillo: abrir un mapamundi encima de una mesa y empezar a investigar sus
propios países. Solo unos días después, acababan de descubrir la que sería la
primera Zona Azul. Los dos investigadores, sobre ese plano abierto, fueron marcando
con un rotulador azul los pueblos en los que encontraban habitantes que
superaran el siglo de vida. Ambos publicaron los resultados de su estudio, algo
que llamó la atención del periodista Dan Buettner. ¿Y si Cerdeña no fuera la
única Zona Azul del mundo? Dicho y hecho, decidió ponerse a investigar para
tratar de saber si había lugares similares en el planeta, además de tratar de
descubrir por qué.
Sus hallazgos se pueden encontrar en su
libro The Blue Zones Solution (La Solución de las Zonas Azules, en
español). Tras varios meses de investigación, consiguió encontrar otros cuatro
lugares en el mundo con características similares: Okinawa (Japón), la
Península de Nicoya (Costa Rica), la Isla de Icaria (Grecia) y Loma Linda
(California).
Pero ¿qué tenían en común? ¿Cuál era el
extraño hilo conductor entre cinco poblaciones repartidas por el mundo? Pronto
consiguieron hallar una serie de factores comunes que se repetían en las cinco
Zonas Azules del mundo. Así, en primer lugar se encontró un importante factor
genético, al que se le unieron una serie de elementos indispensables. Pero no
era suficiente con la predisposición de nuestro genoma, sino que a ello era
necesario sumar elementos como buen clima, contar con importantes zonas
naturales, alimentos sanos al alcance de la población, que sea un lugar donde
la paz impere, que se viva en comunidad y donde haya buen acceso al sistema de
sanidad.
Existen factores que coinciden en dichas
poblaciones como la buena salud física y mental, tradición alimentaria
saludable, respeto a la unión familiar, sólida fe y espiritualidad, movilidad
constante y un propósito de vida. En una de las visitas más recientes de
Buettner a Costa Rica, definió las Zonas Azules como “un concepto del estilo de
vida y el medio ambiente que produce longevidad. Son lugares donde las personas
se trasladan caminando más que en carro, comen más plantas que carne en una
dieta que incluye frijoles o granos como maíz, donde la familia es su razón de
ser y es lo número uno. Tienen grupos de amigos con los que comparten hábitos
saludables”.
Durante el siglo XX, la humanidad vivió
una revolución en cuanto a longevidad. En las naciones de altos ingresos, la
esperanza de vida al nacer aumentó en aproximadamente 30 años, gracias a los
avances en salud pública y medicina. La mortalidad, que inicialmente disminuyó
entre los más jóvenes, continuó su reducción entre las personas de mediana y
avanzada edad. Sin embargo, una cuestión ha permanecido en el aire: ¿este
fenómeno se prolongará a lo largo del siglo XXI?
Un reciente análisis demográfico
actualizado en National Geographic en octubre 2024, basado en estadísticas
vitales nacionales de los países con las poblaciones más longevas del mundo
–entre ellos, Australia, Francia, Japón y España–, apunta a una desaceleración
notable en las mejoras de la esperanza de vida desde 1990. Según el estudio,
desde ese año, los incrementos en la longevidad han comenzado a frenarse y, lo
más alarmante, el porcentaje de personas que alcanzarán los 100 años será
sorprendentemente bajo. De hecho, se estima que solo un 15% de las mujeres y un
5% de los hombres podrían llegar a ser centenarios. Yo, al igual que muchos de
ustedes, sigo pensando, sin ninguna razón, que estaremos en esos porcentajes.
En la actualidad, el pensamiento sobre
la longevidad ha evolucionado hacia un enfoque más integral, que combina la
ciencia, la ética y la filosofía. Se busca no solo prolongar la vida, sino
mejorar la calidad de esta, promoviendo un envejecimiento activo y saludable.
Además, se exploran temas como la ética de la prolongación de la vida, la
igualdad de acceso a las tecnologías que la hacen posible, y el impacto social
y económico de una población longeva. Esta evolución del pensamiento refleja la
complejidad y la importancia creciente del tema de la longevidad en la sociedad
contemporánea.
Los avances científicos han tenido un
impacto significativo en la forma en que percibimos la longevidad. Con el
descubrimiento de la estructura del ADN y el desarrollo de la genética, se ha
abierto la posibilidad de comprender mejor los mecanismos subyacentes al
envejecimiento y la longevidad. Además, la investigación en áreas como la
medicina regenerativa y la terapia génica ha generado nuevas perspectivas sobre
la posibilidad de prolongar la vida humana de manera significativa.
La comprensión cada vez mayor de los
procesos biológicos asociados con el envejecimiento ha llevado a un cambio en
la percepción de la longevidad, alejándonos de la noción de la vejez como una
etapa inevitable de deterioro y acercándonos a la idea de que el envejecimiento
es un proceso modificable y, en última instancia, controlable. Estos avances
científicos han estimulado un renovado interés en la búsqueda de la
inmortalidad, planteando interrogantes éticos y filosóficos sobre las
implicaciones de una vida humana prolongada. La creciente convergencia entre la
ciencia y la longevidad ha dado lugar a un cambio en la forma en que abordamos
el envejecimiento, fomentando una mentalidad de prevención y optimización de la
salud a lo largo de toda la vida. Este enfoque holístico ha llevado a un mayor
reconocimiento de la importancia de la nutrición, el ejercicio y otros factores
de estilo de vida en la promoción de la longevidad y el bienestar.
En resumen, la longevidad se refiere a
la capacidad de vivir durante un periodo de tiempo prolongado y en buen estado
de salud. Es decir, no solo se trata de vivir muchos años, sino de hacerlo
manteniendo una buena calidad de vida. Creo que al final esto último -calidad
de vida-es lo difícil de lograr con todo lo nos ocurre a lo largo de ese
trayecto llamado vida.
Muy interesante éste tema Gustavo, también es longevo pero fascinante. Gracias por compartir.
ReplyDeleteQue interesantísimo todo lo que ha investigado en torno al tema! Me devoré el artículo y sentía necesidad de conocer más. Excelente capacidad de análisis!
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