Siria: Siete años de guerra subsidiaria Gustavo Gonzalez Urdaneta


Siria: Siete años de guerra subsidiaria
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 21 abril 2018

Tras siete años de combates y bombardeos, gran parte del país está en ruinas y su población está profundamente traumatizada.  Lo que comenzó como un levantamiento pacífico contra el presidente Bashar al Asad en marzo de 2011 se convirtió en una brutal y sangrienta guerra civil subsidiaria que ha arrastrado a potencias regionales e internacionales.

En marzo de 2011, en la ciudad sureña de Deraa, un grupo de adolescentes que pintaron un grafiti en la pared de su escuela “Es tu turno, Doctor”, en referencia a Al Asad, que es oftalmólogo, fueron arrestados y torturados por las fuerzas de seguridad. El hecho provocó protestas prodemocráticas, inspiradas por las manifestaciones populares conocidas como la Primavera Árabe que en ese momento se extendían en los países de la región (Túnez, Egipto y Libia)   y que clamaban más  democracia y derechos para sus poblaciones.  

Las más grandes protestas se produjeron en Damasco y Alepo el día 15 de marzo, la fecha en la que se conmemora el inicio del conflicto en Siria, y se extendieron por varios días y por diferentes partes del país. Los simpatizantes de la oposición comenzaron a armarse, primero para defenderse y después para expulsar a las fuerzas de seguridad de sus regiones. Se formaron cientos de brigadas rebeldes para combatir a las fuerzas del gobierno y lograr el control de ciudades y poblados. Empezaron las deserciones de militares sirios que se unían a los rebeldes, aglutinados en el ESL-Ejército Sirio Libre formado en julio 2011. El país se sumió en la guerra, los bombardeos de las fuerzas sirias se multiplicaron y en el 2012, los combates llegaron a Damasco, la capital, y a la segunda ciudad del país, Alepo.

Para entonces el conflicto ya se había convertido en más que una batalla entre aquéllos que apoyaban a Al Asad y los que se oponían a él. Y adquirió pronto características sectarias enfrentando a la mayoría sunita del país, contra los chiitas alauitas, la rama musulmana a la que pertenece el presidente. Esto arrastró a las potencias regionales e internacionales, lo cual añadió otra dimensión al conflicto.

Hasta el 2012, la mayoría pensaba que el final del régimen estaba cerca, pero entonces Al Asad consiguió ayuda de sus aliados. Primero de Irán y del movimiento chií libanés Hezbolá, que mandó a su milicia a luchar con Al Asad y le aportó avances que lo salvaron y le dieron mucha motivación. Irán movilizó a las milicias (chiís) de Paquistán, Afganistán, Irak y a la guardia revolucionaria iraní, que entrenó y apoyó a las fuerzas del régimen y  salvó a Al Asad casi de hundirse en ese momento. Por otra parte, los rebeldes fueron creciendo y obteniendo armas, una parte de ellas financiadas por Arabia Saudí y Catar y destinadas especialmente a los grupos islamistas.

La rebelión armada de oposición ha evolucionado significativamente desde el comienzo de la guerra. Lo que se conoce como "la oposición" -es decir, quienes desean la destitución del presidente Al Asad- está formada por numerosos grupos rebeldes que incluyen tanto combatientes rebeldes moderados y seglares como el ESL así como grupos islamistas y yihadistas. Y entre estos últimos han figurado tanto el autodenominado EI-Estado Islámico como el Frente al Nusra, un grupo que en sus comienzos estaba afiliado a al Qaeda y que a principios de 2017 se fusionó con otros cuatro grupos islamistas para convertirse en Tahrir al Sham. Los combatientes del EI terminaron creando "una guerra dentro de una guerra" enfrentándose tanto a la oposición moderada como a otros grupos islamistas así como a las fuerzas del gobierno.

Y en el conflicto también participan los grupos kurdos basados en el norte de Siria además de fuerzas de otros países. Efectivamente, de una forma u otra en la guerra en Siria también se han involucrado Arabia Saudita, Turquía y EE.UU. junto a otros de sus aliados por lo general en apoyo a algunos grupos rebeldes o en contra de los islamistas, así como Rusia e Irán, de lado de Al Asad.

Aunque EE.UU. ha apoyado a algunos grupos rebeldes con armamento y equipos, ese apoyo se ha visto limitado por el temor a que las armas terminen en manos de los grupos yihadistas. En septiembre del 2014, una coalición internacional liderada por EEUU, con Jordania, Bahréin, Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Catar lanzaron los primeros ataques aéreos contra posiciones en Siria del grupo yihadista EI-Estado Islámico, concretamente sobre la provincia de Raqa, bastión de facto de los integristas, en la frontera con Irak.

Rusia comenzó también ese septiembre atacando a “los terroristas del EI” pero además, ha bombardeado a grupos rebeldes y ha conseguido que el régimen de Al Asad, que hacia medio año estaba al borde del colapso, se fortalezca. La campaña aérea rusa para "estabilizar" el gobierno de Al Asad, ha fortalecido las posiciones de las fuerzas sirias. La sobrevivencia del mandatario sirio es vista por el Kremlin como crucial para mantener los intereses de Moscú en ese país y en la región. Y así, en 2015, Rusia lanzó una campaña aérea sostenida para estabilizar al gobierno sirio tras una serie de derrotas infligidas por la oposición. El apoyo militar ruso fue clave para que el gobierno de Al Asad pasara a la ofensiva y recuperara buena parte del territorio que había perdido en zonas clave como Alepo (norte).

Por lo demás, Irán, que es chiita, es otro aliado cercano de Al Asad. Siria es el principal punto de tránsito de armamentos que Teherán envía al movimiento chiita Hezbolá en Líbano, el cual también desde abril 2013 ha enviado a miles de combatientes para apoyar a las fuerzas sirias. Y se cree que Teherán ha gastado miles de millones de dólares al año para fortalecer a las fuerzas del gobierno sirio, ofreciendo asesores militares, armas, crédito y petróleo.  

Donald Trump dio a entender durante su campaña electoral que la guerra en Siria no era una de las prioridades de su gobierno pero después cambió. El 6 de abril de 2017 la Casa Blanca sorprendió a muchos cuando, por primera vez en el conflicto, ordenó un ataque que involucró 58 misiles de crucero contra las fuerzas de Al Asad. La acción militar estadounidense fue en respuesta a un devastador ataque con armas químicas que, según se denunció, había sido llevado a cabo días antes por el gobierno sirio. Según el Pentágono, el bombardeo -el primero de EEUU contra el régimen de Asad- destruyó "el 20% de la aviación siria". El ataque estadounidense provocó la condena de los aliados de Damasco: Rusia, Irán y Hezbolá.

Un año después, el 14 de abril de 2018, y con el apoyo de los gobiernos británico y francés, Washington realizó otra operación aérea en respuesta a un nuevo ataque el 7 de abril con armas químicas contra la población civil de Douma, en Guta Oriental. En esta oportunidad, la acción militar atacó supuestas infraestructuras de armas químicas de Siria, que incluyeron un centro de investigación, instalaciones de almacenamiento y puestos de comando. Si bien estos últimos bombardeos fueron descritos como "ataques de una noche", Trump amenazó con tomar más medidas militares si el gobierno sirio usa armas químicas en el futuro. "Estamos preparados para mantener esta respuesta hasta que el régimen sirio deje de usar agentes químicos prohibidos", aseveró Trump.

Por su parte, para contrarrestar la influencia de Irán, su principal rival en la región, Arabia Saudita, también ha enviado ayuda militar y financiera importante a los rebeldes, incluidos los grupos con ideologías islamistas. Los rebeldes de la oposición siria han atraído varios grados de apoyo de otras potencias regionales, como Qatar y Jordania. Turquía también ha apoyado a algunos de estos grupos y en el sureste del país, Israel ha chocado con fuerzas apoyadas por Irán y Siria, en una prueba más de que el conflicto se ha convertido en una "guerra subsidiaria" entre rivales regionales.

El mapa de quién controla cada zona de Siria actualmente está lleno de divisiones. Siria comparte fronteras con Turquía por el norte, con Irak por el este, con Israel, Jordania y el mar de Galilea al sur, y con Líbano y el mar Mediterráneo por el oeste. En resumen, Al Asad tiene gran parte del oeste, casi toda la frontera con Líbano, Alepo en el norte, otras en el centro y en Deir Ezzor. Los rebeldes tienen gran parte de la provincia de Idlib fronteriza con Turqia y áreas cerca de Damasco y en Homs. Los kurdos tienen el norte de la frontera con Turquía y parte de la iraquí a excepción de las que controlan los rebeldes. El EI estaba en la frontera este con Irak, algunas zonas del norte, centrales y áreas pequeñas en el sur pero desde octubre 2017 perdieron la mayoría de los territorios que habían ocupado.

No hay cifras confiables sobre el número de personas que han muerto o heridas en el conflicto. Algunos cálculos colocan la cifra de muertos en más de 470.000. Casi la mitad de la población siria de 23 millones, antes de la guerra, ha sido desplazada por el conflicto. Cerca de 70% de la población no tiene acceso a agua potable, una de cada tres personas no puede satisfacer sus necesidades alimentarias básicas, más de dos millones de niños no van al colegio y una de cada cinco personas vive en la pobreza. Según la ONU se necesitan US$3.200 millones de ayuda para los 13,5 millones de personas, incluidos seis millones de niños, que requieren asistencia humanitaria dentro del país.

El final del conflicto no parece próximo y no está claro quién ganará la guerra asi que la solución política luce como la mejor estrategia. Sin embargo, todos los intentos de cese al fuego y acercamiento entre las partes no han tenido éxito. Las conversaciones de paz de 2014, conocidas como Ginebra II, se interrumpieron y se responsabilizó a Siria por no aceptar discutir las demandas de la oposición. Las conversaciones de enero 2016, promovidas por EE UU y Rusia, fueron suspendidas por la ofensiva del gobierno sirio en la ciudad norteña de Alepo. En enero de 2017, Rusia, Irán y Turquía anunciaron un acuerdo para un cese del fuego parcial, que tampoco llegó a tener éxito. Y, más recientemente, sólo se han logrado acordar treguas parciales -no siempre respetadas- para permitir la llegada de ayuda humanitaria a lugares como Guta Oriental.
Hoy, siete años después, gran parte del país está en ruinas y su población está profundamente traumatizada por la guerra. Tal como señalan los expertos, una cosa es cierta: la reconstrucción de Siria, una vez que se logre poner fin al conflicto, será un proceso extremadamente largo y difícil. Visto el desarrollo del conflicto en Siria, cabe preguntarse si en verdad existe un plan para un cese del fuego y  una transición de poder en Siria.





Comments

  1. Siria no tiene salvacion a menos que intervenga la comunidad internacional, aunque sea solo con las armas. El análisis que he leído asombra por crueldad del gobierno y sus aliados. Como todo en la vida, llegará el momento de la liberación. Lamento la muerte de inocentes niños y adultos, con un dolor asentado en la rebelión contra el gobierno de Al Asad.

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