La Trampa de la Superficialidad (Gustavo Gonzalez Urdaneta)
La Trampa de la
Superficialidad
Gustavo Gonzalez Urdaneta
‘El
pensador’ de Rodin nos parece completamente fuera de moda. Nuestro ideal de
pensamiento humano profundo y creativo ha cambiado. Las múltiples ventajas y
utilidades de internet tienen como contrapartida el triunfo de la
superficialidad y la distracción. La facilidad de la web nos ‘indispone’
mentalmente para la concentración que exige el pensamiento crítico y profundo,
internet hace que disfrutemos de ser superficiales.
La trampa de la superficialidad en que hemos caído
se nos ha convertido en un ‘black hole’ (hueco negro) cuya densidad se ha visto
incrementada por tres tendencias mundiales: la globalización(diversidad), la
revolución digital(conectividad) y el peso del tiempo en nuestras
decisiones(velocidad). La sinergia entre ellas aumenta la complejidad y la
incertidumbre que nos llevan a optar por lo rápido, lo simple y lo fácil, es
decir, lo que no no cuesta tiempo, ni reflexión ni esfuerzo. El peligro de la
superficialidad.
La mente superficial jamás podrá conocer grandes
profundidades. Puede tener abundancia de conocimientos, de información, pero la
superficialidad es una actitud que se toma en la vida y nace por diversos
factores, pero en especial por carencia de autenticidad, incapacidad de
reflexionar, por baja autoestima asi como falta de inteligencia emocional. La
mente superficial solo desea conseguir resultados.
La superficialidad se manifiesta como inconstancia
y volubilidad en la voluntad; como capricho en los afectos; como puerilidad en
el humor; como debilidad en las resoluciones; frivolidad en el trato; y, a
menudo, como sensualidad e incluso desenfreno. Se relacionan con este defecto
la imprudencia, la mediocridad, la tibieza, la banalidad y la pereza.
Escribía Pío XII, anticipándose a su tiempo: “Es
de suma importancia formar cuidadosamente el sentido crítico de los jóvenes, a
la edad en que se abren a la vida cívica y social. No ciertamente para halagar
el gusto por la crítica a la que dicha edad está excesivamente inclinada, ni
para favorecer su espíritu de independencia. Se trata de enseñar a pensar y
vivir como hombre, en un mundo en que los medios de difusión de las noticias y
las ideas han adquirido una fuerza de penetración tan apremiante. Saber leer un
periódico, juzgar una película, criticar un espectáculo, saber, en una palabra,
conservar el dominio del juicio y de los propios sentimientos contra todo
cuanto tiende a despersonalizar al hombre, esto se ha convertido en una
exigencia de nuestro tiempo”. Profecía luminosa.
En los
veinticinco años que llevamos desde que se inventó la world wide web ha habido
una suerte de triunfalismo, de utopía, y no hemos pensado críticamente sobre
los efectos que puede tener en nosotros. Al usar la tecnología para ampliar
nuestra mente nos parecemos más a máquinas y si pensamos como máquinas perdemos
la conexión entre nuestra mente y nuestro proceso biológico natural.
Solo a través de tu memoria personal obtendrás
riqueza intelectual, conocimientos, porque establece conexiones entre lo que
conoces, has vivido, has experimentado. Cuando solo te basas en conexiones
externas pierdes tu propia identidad, y acabas teniendo una personalidad más
plana. Internet hace que deseemos respuestas instantáneas, lo que hace mucho
más difícil un pensamiento lento, contemplativo y profundo, porque nos están
entrenando para lo contrario, para ‘surfear’. La metáfora dominante para la mente
es el computador y no ves ninguna necesidad de ejercitar tu memoria porque
piensas que internet es tu propia memoria, lo cual es una completa distorsión
de lo que ocurre, de la parte de experiencia.
Nuestro cerebro, como demuestran las evidencias científicas
o históricas, cambia en respuesta a nuestras experiencias, y la tecnología que
usamos para encontrar, almacenar y compartir información puede, literalmente,
alterar nuestros procesos neuronales. Además, cada tecnología de la información
conlleva una ética intelectual. Asi como el libro impreso servía para centrar
nuestra atención, fomentando el pensamiento profundo y creativo, Internet
fomenta el picoteo rápido y distraído de pequeños fragmentos de información de
muchas fuentes. Su ética es una ética industrial de la velocidad y la
eficiencia. La Red nos está reconfigurando a su propia imagen, volviéndonos más
hábiles para manejar y ojear superficialmente la información, pero menos
capaces de concentración, contemplación y reflexión. Sería de esperar que
pronto surja un nuevo pensamiento crítico.
Otro buen ejemplo, aparte de Internet, del impacto
de la tecnología en esta marcada tendencia a la superficialidad vienen de la
mano de la cultura del PowerPoint. Franck Frommer, en su libro “El pensamiento
PowerPoint” hace un recorrido por el impacto que esta herramienta ha tenido en
una manera de comunicar y construir el pensamiento, con efectos devastadores.
Steven Pinker, científico y lingüista, defensor de las posibilidades de la web
para generar conocimiento, avisa: “Si lo que usted busca es profundidad
intelectual, no recurra a un PowerPoint o a Google”. Recuerda un poco al
directivo que antes de empezar a escuchar una presentación pregunta: ¿Usted
trae un PowerPoint o sabe de lo que viene a hablar?.
Ser superficial es un defecto que tenemos todos
los seres humanos. Somos superficiales cuando nos dejamos llevar por lo que
vemos, por aquello que nos emociona, que nos causa reacción porque el
superficialísimo muchas veces significa placer. Nuestro primer juicio suele ser
visual, luego materialista y, por tanto, superficial. Así somos los seres
humanos, y así funcionan las relaciones humanas. En un mundo material queremos
vivir en otro totalmente ideal. Es claro que la gran mayoría de las personas
que viven en un mundo superficial no se han dado cuenta de que: No todo en la
vida es superficial.
La superficialidad no es parte del humano, ha sido
parte del humano anhelar cosas, tenemos que recordar que todos nacimos sin nada
y del mismo modo nos vamos. Algunos especialistas dicen que la superficialidad
es una defensa contra sentimientos más profundos que pueden movilizarnos,
angustiarnos, alterarnos; según ellos detrás de una actitud superficial suele
haber alguien huyendo de sus emociones. Todos tenemos algo de superficiales, y
por más ridículo que parezca, muchos se sienten orgullosos de serlo. El
materialismo nos está dominando y poco a poco nos volvemos más superficiales. Todo
se debe, en parte, a la perdida de los valores y la ética humana, la cultura,
la irracionalidad y la publicidad, causas del materialismo: la materia es lo
primero.
Las redes sociales hacen de nosotros meros actores
y de nuestros amigos, espectadores, lo que alimenta el narcisismo, es decir, un
mundo en el que todo se vuelve alrededor de mí: mi estatus, mis tuits, mis
fotos…En pocas palabras, si no las sabemos manejar, las redes sociales nos
pueden llevar a la dependencia, superficialidad y narcisismo. La experta en
coaching Sylvia Hart Frejd dice que “Nos hemos vuelto un 40% menos empáticos
ante las necesidades de los demás y un 30% más narcisistas”.
La tecnología se ha convertido en la arquitectura
de nuestras intimidades. En línea, caemos en la ilusión de compañía, reuniendo
a miles de amigos de Twitter y Facebook, y confundiendo tweets y publicaciones
en el muro con comunicación auténtica. Vivimos en la cultura de las opiniones.
Hoy en día todos tienen el derecho a una opinión. Y todas las opiniones deben
valer lo mismo, nadie es mejor que el otro, no importa que unos hayan cultivado
su mente y otros no. Umberto Eco habló sobre esto: “Las redes sociales le dan
el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar
después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados
rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la
invasión de los necios.”
Cada vez nos cuesta más concentrarnos en una sola
tarea durante mucho tiempo seguido sin mirar nuestros móviles para comprobar si
hemos recibido algún whatsApp. La doctora en Sociología y Psicología de Harvard
y profesora del MIT, Sherry Turkle, tras veinte años estudiando las nuevas
tecnologías y entrevistando a miles de personas sobre sus vidas ‘conectadas’, ha
llegado a la conclusión de que “esos pequeños aparatos que llevamos en nuestros
bolsillos son tan poderosos que no solo transforman lo que hacemos, sino
también quiénes somos”. La tecnología digital está reconectando nuestros
cerebros para la distracción y la adicción. Así, casi sin darnos cuenta, las
redes sociales nos empujan a desarrollar comportamientos adictivos que, hasta
hace pocos años, nos habrían parecido de pésima educación, como chatear por
WhatsApp con amigos en medio de una comida familiar o en una conferencia,
durante la disertación del ponente.
Hemos desarrollado una nueva forma de estar
‘juntos, pero solos’, lo que provoca que nuestras relaciones se vuelvan cada
vez más superficiales e impersonales, hasta el punto de que podemos estar
conectados con muchas personas a la vez, pero sin establecer una verdadera
comunicación con ninguna de ellas. Una de las consecuencias más graves de ‘vivir
en las redes sociales’ es que muestran una realidad que no existe, porque en
ellas damos una imagen falsa de nosotros mismos, aquella que nos interesa
ofrecer en cada momento. Las virtudes de la conversación persona a persona son
atemporales, y nuestra tecnología más básica, la conversación, responde a
nuestros desafíos modernos. Tenemos todo para empezar, nos tenemos el uno al
otro. ¿Realmente vivimos o hacemos que
vivimos?
Tengamos presente, sin dejar de reconocer que son
una asombrosa herramienta de comunicación, las redes sociales están plagadas de
amenazas tales como los hackers, estafadores, robo de identidad, ciberacoso,
robo de información y un conjunto creciente de riesgos a nuestra seguridad.
La educación de la reflexión, que anticipó Pío
XII, se hace absolutamente esencial y urgente en una circunstancia como la
nuestra, en la que la televisión, Internet, cine, revistas, publicidad, y el consumismo
influyen más que todos los colegios y universidades juntos, arrastran sin
oposición alguna hacia la superficialidad. Vivimos en gran medida de
impresiones, sensaciones, impulsos emocionales. Y por eso la inestabilidad
caracteriza nuestras vidas. No es bueno dejarse llevar de la verborrea de
palabras e imágenes que bombardean la conciencia, sin dejar tiempo para
reflexionar, para separar el grano de la paja, la apariencia de la realidad.
Ser reflexivo es profundizar en el ser de las cosas, en su valor y en su
sentido Una juventud se pierde si no hay educadores que la hagan reflexionar.
Tenemos otras dificultades, aparte de la trampa de
la superficialidad, que caracterizan la situación en la que todavía vivimos y
que tienen que ver con el espejismo encantador de las burbujas y la exaltación
de la estupidez.
La ambición desmedida y la falta de sentido común
han propiciado una cultura de burbuja, como la del Mar del Sur o la de los
tulipanes holandeses. Al hilo de la Compañía del Mar del Sur, organización
comercial privada formada en 1711 por el Ministro de Hacienda británico, Robert
Harley. surge el nombre de burbujas para
referirse a un montón de compañías de dudosa viabilidad. La creación de dicha compañía
surgió como parte de un plan para financiar al gobierno inglés: los titulares
de deuda pública debían cambiarla por acciones de la nueva empresa. A cambio,
el gobierno concedía a la compañía una renta perpetua de 576.534 libras al año,
que se distribuirían como dividendos entre los accionistas. La empresa también
recibió los derechos exclusivos del comercio con América del Sur y América
Central de ahí el nombre de "Compañía de los Mares del Sur". Esta
burbuja económica conocida como la Burbuja del Mar del Sur fue una de las
crisis bursátiles más devastadoras de la historia del capitalismo.
A pesar de la historia, las burbujas parecen tener
un encanto especial para los humanos, al menos para algunos. Como decía Charles Mackay: “Se ha dicho que
los hombres piensan en rebaños; veremos que enloquecen en rebaños, pero
recuperan la sensatez poco a poco, de uno en uno”. Así que la tarea es dura y
de largo plazo.
Otra dificultad que tenemos que enfrentar es la
exaltación de la estupidez. En realidad, la inmediatez que lleva a la
superficialidad es el regalo envenenado de la estupidez. Decía Bertrand Russell
que “Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a
que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de
dudas”. Pues parece que con el paso del tiempo esta percepción no ha mejorado.
De la mano de la superficialidad y la ambición, la estupidez se ha instalado en
un nivel impensable. La estupidez es la fuerza oscura más poderosa que
dificulta el crecimiento del bienestar humano y la felicidad. Einstein decía
que hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana y a veces dudaba
del universo. A uno le parece que el nivel de estupidez que hemos alcanzado es
realmente relevante y según Paul Tabori, la estupidez humana no tiene fin.
¿Qué nos está pasando? Vivimos tiempos realmente complicados. Estamos
en plena crisis social, económica y política. Nos sentimos desbordados por los
acontecimientos, dentro de un espacio turbulento, en un torbellino de información
y declaraciones que parecen cargadas de razón y desaparecen de un día para
otro. Mucho ruido y pocas referencias estables a las que agarrarnos. Nos hemos
dejado arrastrar por la superficialidad, la ambición y la estupidez.
Pues bien ¿Qué hacemos? Desde el punto de vista de
la sociedad como sistema de innovación al servicio del progreso se hace
indispensable activar una cadena de compromisos y alinearlos en un objetivo
común. Personalmente considero que, entre todos los disponibles, algunos serian
prioritarios: los valores, la tecnología en un sentido amplio, el conocimiento,
la cooperación, el liderazgo y la gestión del tiempo.
En cuanto a la tecnología digital debemos
maximizar su utilidad y minimizar su capacidad para destruirnos. Para ello, se
aconseja utilizarla para transmitir información necesaria rápidamente, pero
nunca para tratar de resolver un conflicto ni para comunicar pensamientos y
emociones más profundos. Y, aunque cada vez nos cueste más, tomarnos la
molestia de quedar con nuestros amigos y conocidos si queremos saber realmente
cómo se encuentran. Necesitamos volver a aprender a conversar frente-a-frente, escucharnos
los unos a los otros porque, a menudo, es en los momentos sin editar, en esos
momentos en los que dudamos, tartamudeamos o nos quedamos en silencio, cuando
nos revelamos a los demás.
Frente a la superficialidad, no queda sino la
profundidad y el rigor, volver a recuperar la importancia de los detalles, de
los matices. Los matices son como puntos de sutura de las relaciones a través
del diálogo para activar la cooperación. Recuperar los valores que nos
transmitieron nuestros abuelos y padres, recuperar la necesidad espiritual y el
valor de la familia. Y el buen consejo de Pio XII: la educación de la reflexión
en la juventud. Por otra parte, frente al encanto embriagador de las burbujas
no nos queda sino la perseverancia, la consistencia y el trabajo duro.
Recuperar el valor de la modestia y lo que llamo la paz espiritual interna,
estar conformes con uno mismo. Y frente a la estupidez necesitamos la
inteligencia. Necesitamos escuchar a los mejores, involucrarlos y que
participen en el campo de juego.
Por último, coincido con quienes piensen que, probablemente,
la mayor causa de la actual crisis venezolana y la principal amenaza y peligro
al futuro de nuestra democracia sean la superficialidad, la ambición y la
estupidez.
Bibliografia
[1] Sylvia Hart Frejd,
“The digital invasion. How technology is shaping you and your
relationships”, July 2013 (book)
[2] Franck Frommer,
“El pensamiento PowerPoint”, septiembre 2011(libro)
[3] Nicholas Carr,
“The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains”, July 2011 (book) [4] Charles
Mackey, “Extraordinary popular delusions and the madness of crowds”, August
2018 (book)
[5] Belén Manrique, “Superficialidad, narcisismo y dependencia: riesgos de
redes sociales”,
Revista Misión, abril 2015
[6] Francisco A. Franco, “El lado obscuro de las redes sociales”, enero 2018
(libro)
[7] Jose Luis Larrea, “Superficialidad y estupidez”, El País, enero 2013
[8] Equipo pedagógico Ágora, “Educar en la reflexión (III): El peligro de
la superficialidad”,2018
[9] Sherry Turkle,
“Alone together: Why we expect more from technology and less from each
other”, January 2011 (book)
[10[ Sherry Turkle,
“Reclaiming conversation: The power of talk in a digital age”, October 2015
(book)
Excelente artículo. Alarmante realidad. Y creo que los que así lo entendemos tenemos una tarea por delante, con nuestro entorno, con nuestros hijos y nietos, aunque parezca difícil pues la tecnología nos lleva por delante, educarles para pensar, reflexionar, compartir actividades interesantes y fomentar hábitos de lectura, investigación, manualidades,etc. Formarlos como seres pensantes. Hay trabajo por hacer...
ReplyDeleteMuy interesante papi, es así existen muchas personas que solo están por estar sin aportar nada de valor. Aunque he podido de observar que la generación de los Millennials y X son un poco más "curiosos" y no aceptan las noticias sin escudriñar un poco mas allá.
ReplyDeleteExcelente artículo. Alarmante realidad. Y creo que los que así lo entendemos tenemos una tarea por delante, con nuestro entorno, con nuestros hijos y nietos, aunque parezca difícil pues la tecnología nos lleva por delante, educarles para pensar, reflexionar, compartir actividades interesantes y fomentar hábitos de lectura, investigación, manualidades,etc. Formarlos como seres pensantes. Hay trabajo por hacer...
ReplyDeleteExcelente artículo jefe, totalmente de acuerdo. Vemos de forma alarmante como se pierde la comunicación, y prevalece la superficialidad. Veo jóvenes solas y amargadas y solo sonríen para tomarse fotos en instegran. Mucho éxitos!
ReplyDeleteEn el artículo “Unas veces se gana, otras se aprende” recibí comentarios de dos grandes amigos; uno me daba las gracias pues considera que minimizar la superficialidad de los tiempos en que vivimos, es una tarea tan titánica como ingrata y otro esperaba que alguna vez lo extendiera buscando otros elementos. Lo que para uno es sentarse a escribir, puede ser para otra persona salir a trotar, o pintar, hacer yoga, o lo que sea. La verdadera esencia del tiempo para uno mismo es hacer algo que involucre disfrute, algo que nos guste hacer. Algo que nos ayude a encontrarnos a nosotros mismos. Estuve totalmente de acuerdo y un poco de ahí el sentido de este artículo.
ReplyDeleteAnteriormente, el pensar empezaba por buscar información a partir de la cual aportábamos nuestras propias visiones y deducciones. Hoy en dia nos quedamos en la primera etapa sin ningún interes en aportar nuestras apreciaciones y conclusiones. Las facilidades tecnológicas nos incitan a buscar, pero no a reflexionar y nos desentendemos del pensamiento crítico.
No todo es culpa de la mayor cantidad de información disponible pues, si a ver vamos, al estar más informados se hace más difícil de ser manipulados, pero evidentemente tampoco implica capacidad de desarrollar pensamientos más complejos. Como padres y abuelos debemos seguir el consejo de Pio XII y educar a nuestros hijos y nietos en la reflexión.
Por cierto, por esas razones que solo se explican por la tecnología, algunos comentaristas si salen identificados, como mi hija Adriana “Nana” pero el primer “unknown”, es mi hermana Maria Eugenia que luego repitió me imagino a ver si le salía con su nombre, pero, el segundo “unknown”, no logré ubicarlo pero le agradezco su interes y muy cierta su impresión. Hubo otro amigo, Alvaro Rotondaro, que me envió su comentario por WhatsApp y quedamos en vernos para continuar conversando