La Crisis de Occidente (Gustavo Gonzalez Urdaneta)

La Crisis de Occidente
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami. 20 octubre 2919

Cuando hablamos de crisis nos referimos a una situación insostenible, que requiere cambios sustantivos, y nuestro argumento es que no solo la economía y la política sino también las culturales, éticas, epistémicas, y ecológicas del sistema-mundo moderno/colonial capitalista se encuentran sumidas en esta condición.

En la filología griega, Krisis –“decisión”– procede de Krio –“yo separo, decido, juzgo”– y de ambos se desprende “crítica”. Por ende estar en crisis significa una coyuntura crítica en la que se decide la suerte del sistema mismo. Lo contrario de krisis es kairos, que en la filosofía griega y romana era la “oportunidad”, el “momento justo”, la grieta temporal de la intervención divina. La krisis es también nuestro kairos.

Por lo tanto, las crisis sistémicas se deben entender como momentos de grandes riesgos y sufrimientos para la mayoría de la humanidad, largas coyunturas de hambrunas, desempleos, guerras, violencias múltiples, pérdidas de vida y recursos; pero también como periodos de emergencia de nuevos modos de vida y de insurgencia de movimientos y alternativas libertarias y de equidad.      

Suele llamarse por Occidente el conjunto formado por America y diversos países que comparten básicamente un mismo sistema social, económico y cultural, como es el caso de la Unión Europea. Su relación con la ubicación geográfica es incierta y muy relativa. Y por crisis, declive pendiente o decadencia, un principio de debilidad, cuando no de ruina. La crisis financiera que comenzó en 2007 y emergió con crudeza en 2008 está marcando un cambio en el equilibrio del poder económico entre Oriente y Occidente. La geoeconomía parece ganar terreno a la geopolítica. Este es el concepto de occidente usado aquí.

La crisis de la civilización occidental comienza con ella misma. En su entraña trae consigo el germen de la crisis. Esta crisis se manifiesta en mil formas a lo largo del tiempo. El crack del 29, la crisis de las puntocom (2001), la crisis del 2008, la crisis de la educación (2010), crisis del cambio climático (2015), crisis de sociedad como la violencia, la corrupción, la desigualdad económica-social,… Recientemente leía que querer restablecer el estado natural de buena relación entre la persona, su grupo social, la actividad económica y la Naturaleza, paradigma del buen vivir/vivir bien, eliminando algunas de sus manifestaciones, es como querer eliminar los efectos perversos de una planta contaminante, eliminando algunas de sus hojas.

Hace más de seis décadas, en 1955, el intelectual afro-caribeño, Aimé Césaire declara que “una civilización que se prueba incapaz de resolver los problemas que crea es una civilización decadente.” De inmediato añade que “una civilización que decide cerrar sus ojos a sus problemas más cruciales es una civilización enferma” y que “una civilización que usa sus principios para trampa y engaño es una civilización muriente.”  Esto lo escribía después de la gran depresión de los años 30 y de dos grandes guerras de occidente, y en el contexto de una ola ascendente de movimientos en Asia, África y el Caribe por la descolonización de los imperios europeos que imperaban desde el largo siglo XVI. Hoy día, podemos decir que fue una aseveración profética si lo consideramos como pronóstico de la crisis actual de la civilización occidental capitalista.

Treinta años más tarde de la caída del muro de Berlín (1989), el primer poder mundial no sólo ha pasado por el ataque terrorista de las torres gemelas de Manhattan (2001), sino fue arrastrado por una de las peores crisis financieras de su historia, la crisis originada por las hipotecas chatarras (sub prime) y sus secuelas (2008), ni siquiera hablar de las guerras invencibles en Afganistán e Irak, y el surgimiento de nuevos poderes que vienen cuestionando con cada vez más ímpetu la hegemonía autodeclarada de Occidente: China y la India.


Por empezar la segunda década del siglo XXI, coincidente con la tiranía y el caos imperando en Venezuela, el mundo que conocemos se ve envuelto en una serie de crisis que por primera vez en la historia de la humanidad se juntan de manera explosiva y catastrófica, y que, además, gracias a la globalización de los mercados, de los medios de comunicación y de la contaminación, se han mundializado: crisis financiera, económica, de deuda estatal, ecológica, sobrepoblación, alimentaria, valores, energética, militar y crisis espiritual. Una suma de crisis mezcladas tan íntimamente unas con otras que no conseguimos distinguir entre causas y efectos. Porque los efectos de unas son las causas de otras, y así hasta formar un verdadero sistema.

Todos los indicios apuntan a que ya no se trate de una crisis más, entre otras, tal como era la Gran Depresión de los años 1920, sino de una crisis de un modelo de civilización que, después de más de cuatrocientos años de aparente superioridad, llega a su fin, en una decadencia que se convierte en descomposición vertiginosa ante la mirada incrédula de propios y ajenos. El mundo se “desoccidentaliza” y es cada vez más multipolar.

Hoy, el vector de la mayoría de los cambios es internet. Casi todas las crisis recientes tienen alguna relación con las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información. Los mercados financieros, por ejemplo, no serían tan poderosos sin las autopistas de la comunicación que internet ha puesto a su disposición. Más que una tecnología, internet es pues un actor de las crisis. Basta con recordar el rol de WikiLeaks, Facebook y Twitter en las recientes revoluciones democráticas en el mundo árabe y de internet en los sistemas electorales de occidente.

Si gobernar es prever, vivimos una evidente crisis de gobernanza. Los dirigentes actuales no consiguen prever nada. La política se revela impotente. El Estado que protegía a los ciudadanos ha dejado de existir. Hay una crisis de la democracia representativa: “No nos representan”, dicen con razón los “indignados”. 

La gente constata el derrumbe de la autoridad política y reclama que vuelva a asumir su rol de conductor de la sociedad por ser la única que dispone de legitimidad democrática. Se insiste en la necesidad de que el poder político le ponga fin al poder económico y financiero. Otra constatación: una carencia de liderazgo político a escala internacional. Los líderes actuales no están a la altura de los desafíos.


Desde el punto de vista antropológico, estas crisis se están traduciendo en un aumento del miedo y del resentimiento. La gente vive en estado de ansiedad y de incertidumbre. Vuelven los grandes pánicos ante amenazas indeterminadas como pueden ser la pérdida del empleo, los choques tecnológicos, las biotecnologías, las catástrofes naturales, la inseguridad generalizada… Todo ello constituye un desafío para las democracias. Porque ese terror se transforma a veces en odio y en repudio. En varios países europeos, ese odio se dirige hoy contra el extranjero, el inmigrante, el diferente. Está subiendo el rechazo hacia todos los “otros” (musulmanes, gitanos, subsaharianos, “sin papeles”, etc.) y crecen los partidos xenófobos. La diáspora venezolana ha sufrido en carne propia este sentimiento de países hermanos en Latinoamérica y allende los mares. ¡Veneco, váyanse de aquí!


El crash de 2008 es solo un pequeño sobresalto comparado con la próxima crisis que se nos viene encima. Si 2008 nos enseñó algo, es la importancia de estar atentos cuando los tiempos todavía son buenos. Nos encontramos en un largo periodo de expansión económica y los analistas de JP Morgan prevén que la expansión económica dure por lo menos hasta el segundo semestre de 2019. En un informe de septiembre, JPM destaca que el fin de la bonanza económica llegará por culpa de un problema de liquidez. Y cuando empiecen las turbulencias, los programas informáticos que toman decisiones bursátiles actuarán de manera implacable, derribando los fondos y las acciones que hagan falta. Y si los gobiernos no son capaces de gestionar esta crisis de manera correcta, se producirán graves disturbios y tensiones sociales, mucho peores de las vividas en el periodo 2008-2013 en Europa.


Otra grave preocupación planetaria: la crisis climática. La cumbre sobre cambio climático organizada por la ONU -Climate Action Summit 2019, en Nueva York el pasado 23 de septiembre- fue clave para calibrar las perspectivas de éxito futuro en la lucha contra el calentamiento.  No quedan ni 10 años, ni 5 años. Quedan sólo 15 meses. Ese es el tiempo que dispone la comunidad internacional para ajustar y adecuar el Acuerdo de París a la emergencia climática. Fecha tope: diciembre del 2020. Lugar: Glasgow (Escocia). Es la última oportunidad para lograr un clima estable. En ella deberán presentar sus nuevos deberes todos los países. Será la única oportunidad para evitar que el calentamiento se escape de las manos.
 
Preocupante la situación política y social mundial. Considerando el llamado Informe Bachelet, presentado en julio 2019 a la ONU, sobre sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela, no solo es una vergüenza y un día negro mundial para la comunidad internacional y los derechos humanos, como han comentado varios a la prensa, sino un reflejo de la crisis política y social mundial el que 105 países de 196 votaran, el pasado jueves 17, a favor de Venezuela para convertirse en un estado miembro del Consejo de los DD HH de la ONU para el período que inicia en enero de 2020. ¿Cuánto habrán costado esos 105 votos? ¡Indignante!¡Inaudito! ¡Increíble! ¡Frustrante!

En resumen, el concepto crisis representa condiciones en la cuales se imponen transformaciones estructurales ya que las formas y normas fundamentales de funcionamiento de un sistema social no solo no funcionan bien, pero lo que es peor generan situaciones de caos, malestar colectivo, carencias, violencias y resistencias.  ¿De dónde surgen históricamente estas situaciones de crisis?, ¿Cuál es su carácter?, ¿Cuáles son sus dinámicas principales?, ¿Qué hacer?

En su definición como momentos de malestar múltiple y profundo, las crisis son periodos de enormes sufrimientos, riesgos y dificultades, pero como épocas insostenibles que demandan cambios fundamentales también pueden ser eras de grandes transformaciones con el potencial de producir un contrato social más justo e igualitario, coyunturas donde podemos dar a luz futuros posibles, donde estamos más aptos para crear fuertes suertes de liberación. La crisis abre la posibilidad de potenciar plenamente nuestras capacidades como sujetos históricos. Nuestro gran reto es construir un nuevo pacto social y modos de existencia colectiva e individual dándole contenido concreto y positivo del buen gobierno y buen vivir desde nuestras múltiples trincheras de lucha y dimensiones de vida.


La crisis de la civilización es un producto humano. Ha sido una decisión tomada por todo el grupo social. Y como tal, es otra decisión del grupo social que revertirá esta situación. Pero, las soluciones planteadas son una respuesta a medias, sin mayor efecto real. La razón es que dejan intacto el mecanismo que genera las grandes desigualdades socioeconómicas, así como el de la depredación de la Madre Tierra, y el de la marginación y olvido de la mayoría de la población. 

Una de las dificultades para predecir las crisis es la irracionalidad con que actúa el ser humano en momentos de incertidumbre y no existen modelos que reflejen con precisión los aspectos predecibles de la naturaleza humana. La respuesta no está ni en las leyes, ni en la teoría y menos en la tecnología. Es un problema moral; podemos trasladar el asunto al campo de la filosofía, pero solo hallaremos consuelo y desahogo a nuestras frustraciones.

A la par de preocuparnos, encontrar soluciones y tomar en serio los riesgos existenciales que vivimos, como el cambio climático, la sobrepoblación y el deshielo antártico, entre otros, hay que contrarrestar los sesgos pesimistas y los profesionales del pesimismo, que reciben atención y crédito desmedidos. Y que alimentan la sensación de crisis que galopa por el país y por el resto del mundo, de la que beben los liderazgos mesiánicos aquí y allá.
Hay quienes piensan que es necesario reinstalar el sistema socio-económico que permitió la reciprocidad, la complementariedad, la solidaridad y la diversidad. Y este mecanismo, tan simple de recordarlo, consiste en reinstaurar el principio de que la totalidad del valor agregado por los pueblos y naciones pertenece a cada uno de sus ciudadanos, y en partes más o menos iguales. Y este principio se sustenta en la propiedad colectiva de los activos (físicos y financieros) de la actividad económica. Este es el mecanismo que sustentó el paradigma de la cultura del Buen Vivir o Vivir Bien.






Bibliografía
1.      Agustin Lao, “Crisis de la civilización occidental capitalista y movimientos antisistemicos, University of Massachusetts Amherst, Noviembre 2011, DOI: 10.25100/nc. v0i9.902
2.      Hugo Salinas, “Crisis de la civilización occidental”, America Latina en movimiento, Julio 2011
3.      Ignacio Ramonet, “El mundo occidental en crisis” LE MONDE diplomatique, Septiembre 2011
4.      Néstor Parrondo, “La próxima crisis va a ser la peor en 50 años’, GQ, Septiembre 2019
5.      Corso Serra, Crisis de Occidente ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Quien? ¿Dónde? ¿Qué hacer? (libro), Kindle, December 2014
6.      Luis Sáez Rueda et.al., “Occidente enfermo: Filosofia y patologías de civilización”, Universidad de Granada, (libro) Kindle, Diciembre 2011.
Fernando Huanacuni, “Buen Vivir/Vivir Bien”, Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas - CAOI – 

Comments

  1. Después de leer tu excelente ensayo, aproveché el uso de un texto con el tema de la civilización. Hay un parentesco entre ambos trabajos, y por eso copio aquí, parcialmente, algunas ideas sobre la civilización:
    Thomas Mann puso como título de su compilación de ensayos: Nobleza de espíritu. El escritor fue un aristócrata que advirtió la oposición entre cultura y civilización, de acuerdo con la naturaleza del ser alemán en tiempos de contradicción entre lo popular, es decir lo que concierne a la Civilización, frente a la cultura, con una connotación humanista y estrictamente individual en la cultura. La idea aristocrática implica el cultivo de sí mismo que tiene cada individuo. El término “Civilización” se asocia a la dimensión social y por tanto colectiva.
    Este es el tema fundamental de su ensayo titulado: Consideraciones de un apolítico: La civilización politiza a la cultura, cuando es ésta la que se sustrae de la vida pública en situaciones políticas determinantes de la manera de ser, de pensar y de sentir.
    En resumen, Mann establece un orden en el que hay tiempo para la reflexión, para el desarrollo de la conciencia privada. Los valores humanísticos clásicos, cuyas raíces filosófico-políticas se hallan en Sócrates y Platón, privilegian la vida de la mente. Implican una confianza fundamental en la fuerza, siempre imperfecta pero continua, del espíritu humano, no sólo frente al sufrimiento personal sino también frente a la recurrente presencia de la barbarie en la historia.

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  2. Excelente articulo estimado Gustavo. En el veo un grito de angustia ante el destino del Hombre y de la civilizacion actual. Sin temores ni encasillamientos ideologicos planteas las causas de la misma y señalas, mas que soluciones, conductas que trascienden los paradigmas actuales, cambios revolucionarios en nuestras interacciones entre nosotros y la Biosfera de la cual formamos parte.
    Existe un proyecto educativo conocido como The Big History Project, que aspira enseñar desde la mas temprana edad que somos, en el sentido mas amplio del termino, miembros de la misma especie, compartiendo con otros organismos vivos una minuscula gota de vida, el planeta azul, en medio de la vastedad de un Universo que ansiamos comprender. David Christian, Ph. D., profesor de Modern History Macquarie University ha estado dictando cursos en Big History desde 1980 y es co-fundador junto con Bill Gates de este proyecto y de la Big History School for K-12 online courses, ademas de desarrollar un silabario para estudios a nivel primario. Tiene un libro con el mismo titulo, The Big History, sobre el tema.
    Los retos son enormes, ojala consigamos crear un imaginario colectivo que nos ayude a transitar ese camino, un mito unificante, en el sentido que plantea Yuval Noah Harari en su magnifico libro Sapiens, A brief History of Humankind.

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