El Prisma de la Pobreza, la Educación y la Desigualdad en Latinoamérica
El Prisma de la Pobreza, la Educación y la Desigualdad
en Latinoamérica
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 14 abril 2020
Siempre se dice
que la mejor manera de combatir la pobreza y la violencia es con educación. Lo
que nunca se aclara es si la educación la deben recibir los pobres para seguir
siendo pobre pero con buenos modales o si también la deben recibir los que
hacen que haya más pobres, para empezar a preocuparse para que no los haya. Al
respecto, Nelson Mandela decía que “mientras que la pobreza, la injusticia y la
desigualdad existan en el mundo, ninguno de nosotros debería realmente
descansar” y consideraba que “la educación es el gran motor personal”
Los dos primeros
objetivos de desarrollo del milenio son terminar la pobreza extrema y lograr la
educación primaria universal antes del 2030. Estas dos metas están
estrechamente relacionadas entre sí. Para reducir la pobreza, ejercer el
derecho a la educación es fundamental. Los líderes mundiales se reunieron en la
sede de las Naciones Unidas para abordar la disparidad en 2015 y establecieron
17 Objetivos Globales para terminar con la pobreza extrema para 2030. Objetivo
Global 4: Educación de calidad tiene como objetivo "acabar con la pobreza
en todas sus formas en todas partes".
Entre los problemas a afrontar al
respecto está como lograr romper el círculo vicioso de la pobreza, que la
educación sea un derecho humano básico inalienable y reconocer que es una parte
vital del desarrollo sostenible.
La falta de
acceso a la educación es un importante predictor de pasar la pobreza de una
generación a la siguiente, y recibir una educación es una de las principales
formas de lograr la estabilidad financiera. En otras palabras, la educación y
la pobreza están directamente vinculadas. El problema es que alrededor de 258
millones de niños y jóvenes no van a la escuela en todo el mundo, según datos
de la UNESCO publicados en 2018.
Los niños no
asisten a la escuela por muchas razones, pero todos provienen de la pobreza.
Las familias que viven en la pobreza a menudo tienen que elegir entre enviar a
sus hijos a la escuela o satisfacer otras necesidades básicas. Algunos niños se
ven obligados a quedarse en casa haciendo tareas para el bien de todos o
necesitan salir a trabajar para contribuir al presupuesto familiar. La escuela
sigue siendo demasiado cara para las familias más pobres.
La educación
promueve el crecimiento económico porque proporciona habilidades que aumentan
las oportunidades de empleo y los ingresos que es una condición básica para
contribuir a reducir la desigualdad. Casi 60 millones de personas podrían
escapar de la pobreza si todos los adultos tuvieran solo dos años más de
escolaridad y 420 millones de personas podrían salir de la pobreza si todos los
adultos completaran la educación secundaria, según la UNESCO.
La educación
aumenta las ganancias en aproximadamente un 10% por cada año adicional de
escolaridad. Por cada $ 1 invertido en un año adicional de escolaridad, las
ganancias aumentan en $ 5 en países de bajos ingresos y $ 2.5 en países de
ingresos medios bajos.
El 10% de la
población mundial, 770 millones de personas, sobreviven cada día con menos de
1,90 dólares. Son extremadamente pobres... económicamente. Estar por encima de
este nivel de ingresos no asegura automáticamente tener una vida digna, una en
la que se come al menos tres veces al día y los hijos no mueren de una diarrea.
Expertos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se han
aliado con la Iniciativa para el Desarrollo Humano y contra la Pobreza de la
Universidad de Oxford (OPHI, por sus siglas en inglés) para saber cuántos seres
humanos sufren carencias múltiples y simultáneas más allá del dinero. Son 1.300
millones, una cuarta parte de la población de los 104 países que se han
estudiado en el primer Índice de Pobreza Multidimensional global, publicado en
el 2018.
Con datos sobre
desnutrición, años de escolarización, estado de las viviendas, el combustible
con el que cocinan y así hasta 10 indicadores sobre salud, educación y nivel de
vida, los especialistas han sido capaces de calcular no solo el número de
pobres multidimensionales —que sufren carencias de al menos un tercio de estos
indicadores—, sino también el grado, en función del tipo, la cantidad e
intensidad de las privaciones, e incluso dónde viven y qué edad tienen.
Los datos
muestran que de los 1.300 millones de pobres, el 46% lo son de manera
"severa", es decir, sufren carencias en al menos la mitad de las
dimensiones que cubre el índice. En cuanto a la distribución geográfica, el 83%
se concentra en dos regiones: África subsahariana con 560 millones —el 58% de
su población—, de los que 342 millones son severos, y Asia meridional con 546
millones —el 31% de sus habitantes—, 200 millones de ellos en la forma más
extrema. Distinguen también el nivel de pobreza en áreas urbanas y rurales,
1.100 millones residen en estas últimas. La mitad de ellos son niños, es toda
una generación cuyas vidas están atrapadas en la pobreza.
La pobreza en
América Latina se mantuvo estable en 2017, pero aumentó la pobreza extrema,
alcanzando su nivel más alto desde 2008, mientras que la desigualdad se ha
reducido apreciablemente desde 2000. La CEPAL lanzó su informe Panorama Social
2018, que incluye nuevas revisiones de la metodología utilizada por el
organismo para estimar la pobreza monetaria en la región, así como nuevas
mediciones sobre desigualdad funcional, gasto social y doble inclusión laboral
y social.
En 2017, el
número de personas viviendo en la pobreza llegó a 184 millones (30,2% de la
población, incluye México), de los cuales 62 millones se encontraban en la
extrema pobreza (10,2% de la población, el porcentaje más alto desde 2008). Aun cuando la región logró importantes avances
entre las dos décadas pasadas, desde 2015 se han registrado retrocesos,
particularmente en materia de pobreza extrema lo cual orienta hacia la
necesidad de impulsar políticas públicas complementarias de protección social e
inclusión laboral y redistributivas en materia de ingresos.
Nos encontramos
frente al fenómeno de la “pobreza dura”, aquella que no alcanza a ser
erradicada por medio de los actuales procesos de crecimiento económico,
incluyendo la inversión de capitales extranjeros y el desarrollo del comercio
exportador. El problema de la “pobreza dura” es que la comunidad, tanto
nacional como internacional, pueda considerarla como un fenómeno “natural” y, aceptarla
como algo “natural” y que ella no puede ser derrotada es tan grave como afirmar
que gran parte de la población no puede ni tiene posibilidades de vivir con
dignidad y ejercer sus derechos.
El informe
también destaca que la desigualdad de ingresos se ha reducido apreciablemente
en la región desde principios de la década de 2000. El promedio simple de los
índices de Gini (donde 0 representa ausencia de desigualdad y 1 desigualdad
máxima) de 18 países de América Latina bajó de 0,543 en 2002 a 0,466 en 2017.
La disminución anual promedio del índice fue del 0,3% entre 2014 y 2017. Los
sistemas de protección social han tenido un rol importante en los años
recientes para contener deterioros distributivos, según el organismo.
Mientras los
derechos civiles y políticos buscan garantizar las libertades básicas, los
derechos económicos, sociales y culturales (DESC) buscan reducir las
desigualdades. No es posible ejercer plenamente la libertad, sin mínimas
condiciones de igualdad. La razón de ser de los DESC es la promoción de la
igualdad. La dignidad del ser humano se diluye cuando no tenemos libertad, pero
también cuando la pobreza coarta nuestras posibilidades de crecer como
personas. La dignidad no se puede ejercer sin libertad, pero tampoco se
sostiene sin igualdad. Por eso los derechos de la libertad y de la igualdad son
indivisibles e interdependientes.
La condición necesaria
para la superación de la pobreza es el crecimiento económico; pero esta
condición necesaria no es suficiente. Una de las causas de la pobreza se
encuentra en la vergonzosa distribución de los ingresos, es decir, en la
desigualdad: desigualdad en la distribución de la riqueza, desigualdad en la
concentración de los ingresos, desigualdad de oportunidades, desigualdad de
género. Son estas desigualdades las que atentan contra la posibilidad de muchas
personas de alcanzar una calidad de vida decente y ejercer sus legítimos
derechos. La desigualdad en la distribución del ingreso sigue sin modificarse y
continúa siendo ésta la característica más preocupante del desarrollo de la
región. En América Latina el 10% más rico supera en 20 veces o más el ingreso del
40% más pobre.
Las políticas
económicas constituyen la variable explicativa más importante para entender
tanto el aumento o disminución de la pobreza, como la mayor o menor equidad en
la distribución de los ingresos. Hasta el momento, la aplicación de estas
políticas ha llevado a una mayor concentración de la riqueza, al aumento de la
exclusión social, de la desocupación, de la informalidad y de la precariedad
del empleo, todos fenómenos estrechamente asociados a la pobreza.
El aumento de la brecha entre ricos y pobres se ve
reforzado por políticas económicas basadas casi exclusivamente en los
beneficios del mercado y en una escasa institucionalidad reguladora por parte
del Estado. En el campo específico de la educación, las políticas públicas han
tendido a reproducir, si no a incrementar, la segmentación social, ofreciendo a
los sectores de menores ingresos una educación de peor calidad que la ofrecida
a los estratos medios y altos. Los sistemas educativos, que en el pasado fueron
canales de movilidad social y vehículos de integración, se han convertido cada
vez más en circuitos segmentados para pobres y ricos, generándose con ello un
peligroso circuito de reproducción intergeneracional de la desigualdad.
La educación es en sí mismo un bien público y un
derecho humano fundamental y el no cumplimiento del derecho a la educación hace
prácticamente quimérico el esfuerzo de los países para combatir la pobreza, las
desigualdades, la exclusión y fortalecer la ciudadanía democrática. Por eso se
dice que el derecho a la educación es el epítome de la interdependencia e
indivisibilidad de todos los derechos humanos. El ejercicio del derecho a una
educación de calidad está fundado en cuatro principios: la obligatoriedad, la
gratuidad, la no discriminación y la participación.
En consecuencia, sólo el ejercicio pleno del derecho a
la educación, entendido éste como el derecho a recibir una educación de buena
calidad, obligatoria y gratuita, que no discrimine y sea participativa, puede
ayudar a responder a las demandas que los países latinoamericanos le hacen a
los sistemas educativos para superar las condiciones de pobreza y sus
derivados: la desigualdad, la exclusión, la segmentación social y cultural, la
corrupción y la debilidad democrática de nuestras instituciones.
Desde este punto de vista, se trata de incorporar en
las políticas educativas un enfoque de la educación como Derecho Humano, que
posibilite el ejercicio de los demás Derechos Humanos, amplíe las capacidades
de las personas para el ejercicio de su libertad y consolide comunidades
pluralistas basadas en la justicia.
Como ya les cítara, uno de los principales puntos de
quiebre en este prisma de la pobreza, educación y desigualdad es como romper el
círculo vicioso de la pobreza. Para entender el funcionamiento del círculo
vicioso de la pobreza es preciso recalcar que una condición muy importante para
que un país se desarrolle es que exista crecimiento económico y este
crecimiento depende de que las empresas realicen inversión de capital (físico y
humano). Por tanto, a largo plazo, no puede haber desarrollo económico en un
país sin un tejido empresarial fuerte y competitivo. Para el desarrollo
económico, también de los países pobres, es vital el papel de la empresa. Un
sector empresarial dinámico y fuerte genera empleo, reduce la inmigración
descontrolada, incrementa los ingresos fiscales, eleva la renta y el bienestar
y permite ofrecer bienes y servicios de mejor calidad a un menor costo.
Creo que fue el sueco Gunnar Myrdal, premio Nóbel de
Economía (1974), quien acertó a explicar en qué consiste este círculo vicioso.
Muy en resumen, consiste en señalar que los países pobres tienen ciudadanos con
rentas muy bajas y que la poca renta que tienen la destinan fundamentalmente al
consumo, es decir, no tienen capacidad de ahorro. Sin capacidad de ahorro no
pueden invertir (no hay formación de capital). Y sin inversiones no aumenta la
producción, ni la productividad, ni el empleo. Sin aumentar la producción un
país se estanca y se empobrece. Un país pobre no ahorra, consume casi toda su
renta para poder sobrevivir. Si solo se producen bienes de consumo no se
producen bienes de inversión y sin inversión (incremento de capital) no hay
crecimiento económico.
Lo llamativo, en la historia de la humanidad, es el
hecho de que, en un determinado momento histórico, un cierto número de países
fueron capaces de romper el círculo vicioso de la pobreza e iniciar el camino
hacia la prosperidad creciente de todos sus ciudadanos. Recientemente, de
acuerdo con las cifras del Banco Mundial, 15 países de África al sur del Sahara
y de Europa y Asia Central, Oriental y Meridional, dentro de los 114 estudiados
en el periodo 2000 y 2015, han registrado las mayores bajas anuales en puntos
porcentuales de las tasas de pobreza extrema. Y en los últimos 25 años, más de
1000 millones de personas lograron salir de la pobreza extrema, y actualmente
la tasa mundial de pobreza es la más baja de que se tenga registro. Este es uno
de los mayores logros de la humanidad en nuestros tiempos. Si bien, en los 25
años transcurridos entre 1990 y 2015, la tasa de pobreza extrema bajó, en
promedio, un punto porcentual por año —de casi el 36 % al 10 %—, sólo disminuyó
un punto porcentual entre 2013 y 2015.
¿Qué pueden hacer los países pobres? Si un país está
atrapado en el círculo vicioso de la pobreza porque carece de ahorro nacional
puede buscar fuentes externas para financiar su desarrollo económico. ¿Cuáles
son esas fuentes de financiación exterior? Todos conocemos o hemos leído sobre las
diversas opciones: Exportaciones, inversión extranjera directa, créditos
internacionales, Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y también a través de
donaciones privadas y las remesas que envían los emigrantes también pueden
financiar la inversión. Pero para atraer empresas extranjeras, hace falta una
serie de condiciones como un marco jurídico en el que el país receptor
garantice el derecho de propiedad y permita exigir el cumplimiento de los
contratos.
Desgraciadamente, no todas las empresas privadas
(nacionales y extranjeras) se encuentran en la mejor situación para generar
empleo, inversión y capital humano. Las situaciones que impiden la competencia,
como puede ser el monopolio y el oligopolio, la corrupción, el control de
precios, la aplicación de elevados aranceles a las importaciones o a las
exportaciones y las subvenciones estatales, disminuyen la capacidad de la
empresa privada para reducir la pobreza. En cambio, cuando los Gobiernos son
limpios y democráticos, la administración pública es eficiente, se suprimen los
favoritismos y los trámites burocráticos excesivos y se fomenta la competencia,
entonces, las empresas están en mejor situación para combatir la pobreza.
En los últimos cinco años se sumaron a la pobreza
extrema en América Latina 17 millones de personas. Mientras en 2014 había 46
millones en esta situación, en 2018 subieron a 63 millones, según datos de la CEPAL.
La extrema pobreza depende en gran medida de los programas sociales y cuando
los recursos asignados disminuyen, ésta sube de inmediato. Actualmente, una de
cada 10 personas en la región vive en condiciones extremadamente pobres; es
decir, sus ingresos no le permiten subsistir.
Lo complejo es que la mayor parte de las personas con
escasos recursos económicos vive del trabajo informal, lo que no les permite
ahorrar para la jubilación ni tener un mínimo de estabilidad para enfrentar
eventos como la enfermedad de un miembro de la familia o el nacimiento de
nuevos hijos. El 42% de los empleados en América Latina gana un ingreso
inferior al sueldo mínimo en sus respectivos países. Es decir, cuatro de cada
10 trabajadores tienen un trabajo considerado técnicamente como indecente
porque no les permite cubrir la canasta básica de necesidades.
Es de esperar que en la inclusión laboral se encuentra
la solución a muchos de los problemas pues es lo que les da el empoderamiento,
la autonomía económica a las personas y los capacita para adaptarse al cambio y
contribuir a la sociedad. En la región se necesita crecimiento económico y
mayor gasto social para combatir la pobreza y la extrema pobreza.
Tengamos confianza en que el camino por transitar en Latinoamérica
para fracturar el prisma entre pobreza, educación y desigualdad no se convierta
en algo como el castigo de Sísifo, que mejoren a ritmo lento pero antes de
llegar a las metas propuestas para el 2030, bajen de nuevo, repitiéndose una y
otra vez el frustrante y absurdo proceso.
"Lo que se les dé a los niños, los niños darán a
la sociedad" Karl A. Menninger
Claro, preciso articulo de Gustavo, armado con cifras que revelan tercos hechos cuyas consecuencias estan para los que quieran verlas.
ReplyDeleteNo solo Latinoamerica esta presa en ese prisma. Tambien el gran pais del Norte donde la pobreza y la desigualdad crecen a pesar del extraordinario desarrollo que ese pais ha experimentado, como lo revela con claridad meridiana el New York Times en su seccion The America We Need, que recomiendo a los interesados en este tema crucial.
Otros problemas potencian estos de la Desigualdad y la Pobreza, como son el crecimiento poblacional y el Cambio Climatico. Aquel pues la Tierra y sus recursos son finitos y el segundo pues los quiebres en la dinamica de la Biosfera afectaran mas a los mas pobres pues estos tendran menos recursos para defenderse. Sobre este ultimo punto la tragedia de Katrina es un vivo ejemplo. La pelicula sur-koreana, Parasitos, muestra otra faceta, cuando describe la exclusion en una sociedad rica y tecnificada, que sin embargo no da igual oportunidades a sus habitantes, lo cual revela que no solo con educacion se resuelve el problema.
Y en un horizonte muy cercano la disrupcion que causara la entronizacion de la Inteligencia Artificial en la sociedad.
La crisis del Coronavirus ha hecho aflorar los males de un sistema que da primacia al mercado, a la inexistencia de regulaciones, pues estas impiden el desarrollo de la libre empresa y potencian la intervencion del Estado, a la competencia en lugar de la cooperacion, a la ausencia de entendimiento ante un enemigo comun. Y tristemente han mostrado tambien la codicia; es inaceptable que empresas que estan haciendo fortunas con la crisis, como las empresas de entregas a domicilio, mantengan a sus trabajadores sin la adecuada proteccion y sin pagos por enfermedad. Faltaria incluir en el prisma la codicia humana, contra la cual la Iglesia siempre se ha enfrentado con valentia y decision.
Tal ves esta pandemia que ha arrodillado al Mundo nos ayude a comenzar a quebrar ese prisma que acertadamente Gustavo describe.
Don Mario, agradecido por sus comentarios, muy pertinentes que ilustran dos realidades: la primera es que el prisma no es solo triangular, solamente la desigualdad conforma, como mínimo, un prisma nonágono, sin considerar el resto de los derivados de la pobreza. El segundo es que Latinoamérica y África no tienen la exclusividad de estos prismas, sin embargo, de los 15 países con mayor grado de desigualdad en el mundo, 12 están en América Latina, una región cuya tasa de homicidios triplica la media mundial, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La razón es la misma: el fracaso de sus sistemas educativos como instrumento para impulsar la movilidad social.
ReplyDeleteEs muy cierto que el gran país del Norte se ve afectado por su decrecimiento en varios parámetros que lo convertían en la primera potencia mundial. Por ejemplo, hace una generación Estados Unidos tenía la mayor proporción de licenciados universitarios del mundo. Hoy solo ocupa el quinto lugar entre los países desarrollados y empata en el noveno puesto en nivel de estudiantes graduados entre jóvenes de entre 25 y 34 años. En 2010 China licenció más ingenieros y científicos que ningún otro país del mundo, incluido EE UU. En los últimos 35 años, el porcentaje de empleos en la economía de EE. UU. que requieren educación superior creció del 28% al 59%, una cifra que podría llegar al 63% en 2020, según un reciente estudio de la Universidad de Georgetown.
En gran parte de la historia mundial, la principal fuente de inseguridad fue la naturaleza. Es muy cierto, como cita Don Mario, que el cambio climatológico y la superpoblación inciden gravemente en la pobreza y la desigualdad. Otro factor es que las sociedades capitalistas se han orientado hacia la innovación y el dinamismo, hacia la creación de nuevos conocimientos, nuevos productos y modos de producción y distribución. Todo esto ha cambiado el lugar de inseguridad de la naturaleza a la economía. América Latina se juega mucho en el envite. En 1960, las materias primas, que representan el grueso de sus exportaciones, representaban el 30% del PIB mundial, mientras que en la década actual apenas el 4%.
Como Don Mario ha señalado, la Inteligencia Artificial (IA) podría generar una mayor desigualdad, el desplazamiento neto de los trabajadores por las máquinas podría exacerbar la brecha entre el rendimiento del capital y el rendimiento del trabajo. Aunque la historia sugiere que sea una combinación de tecnología y empleos, es casi seguro que, en el futuro, el talento, más que el capital, representará el factor crítico de la producción. No obstante, al trabajar juntos, los robots y los seres humanos pueden aumentar y complementar las habilidades de los demás.
Como mensaje final, pero una de las principales motivaciones de estas reflexiones, quiero destacar que la desigualdad socioeconómica es la bandera que aprovechan continuamente los políticos “populistas” para emerger. Así lo hizo Hugo Chávez en 1998 en Venezuela ante el descontento socioeconómico provocado por 40 años de democracia bipartidista alterna con sensibilidad social decreciente mal manejada y está emergiendo el Podemos en España en el 2020 después de 38 años de alternabilidad en el gobierno entre el PP y el PSOE.
Gracias por la atención prestada al artículo y los comentarios aportados. Me despido, invitándolos a compartir sus experiencias, anécdotas y análisis en el blog Factótum Ignacianos.