El Ikigai, las zonas azules y la longevidad (Gustavo Gonzalez Urdaneta)

 El Ikigai, las zonas azules y la longevidad

Gustavo Gonzalez Urdaneta

Miami, 20 noviembre 2020

 

Hace unas semanas tuve la oportunidad de oír una entrevista sobre un pueblo rural al norte de Okinawa con el mayor índice de longevidad del mundo. El que hablaba había viajado a ese insólito lugar a entrevistar a los más ancianos para que le contaran sus secretos para vivir tantos años con motivación y energía. Eso despertó mi interés por saber algo mas de lo que él llamaba Ikigai, los secretos de Japón para una vida larga y feliz que se centra en una de las claves de la eterna juventud: tener una “razón de ser”.

 Ikigai es una palabra japonesa que no tiene una traducción exacta. El Ikigai es el sentido de la vida o aquello que te hace levantarte con ilusión cada día. Algo tan sencillo y escaso en estos días. La palabra se compone uniendo iki que significa vida o “estar vivo”, y gai, que significa “lo que vale la pena y tiene valor”. Traducido literalmente seria, pues, “aquello por lo que vale la pena vivir”. Según los japoneses todos albergamos un Ikigai. O incluso varios, en nuestro interior, aunque aún no lo sepamos.

 Quien captó mi atención con el concepto de Ikigai mencionó las zonas azules, lugares en el mundo donde se encuentran las personas más longevas que superan los 100 años. Esto me llevó a investigar un poco más sobre el tema y probablemente la denominación fue usada por primera vez en un artículo científico de un equipo de demógrafos que investigaron los centenarios de Cerdeña.

 Acababa de comenzar el siglo XXI cuando el astrofísico Michel Poulain y el gerontólogo Gianni Pes tuvieron una idea: investigar en qué pueblos del mundo había un alto porcentaje de personas que vivían más de 100 años. Así, el belga y el italiano comenzaron por lo más sencillo: abrir un mapamundi encima de una mesa y empezar a investigar sus propios países. Solo unos días después, acababan de descubrir la que sería la primera Zona Azul. Los dos investigadores, sobre ese plano abierto, fueron marcando con un rotulador azul los pueblos en los que encontraban habitantes que superaran el siglo de vida. Cuál fue su sorpresa cuando descubrieron que una zona en concreto destacaba por encima del resto con claridad: el centro de la isla de Cerdeña. Mucha gente alcanzaba los 100 años y, lo más sorprendente, es que en la gran mayoría de los casos lo hacían en estupendas condiciones de vida.

 De pronto, Michel Poulain y Gianni Pes, descubrieron que una parte minúscula de su mapa de trabajo se había teñido de azul. Era el centro de la isla de Cerdeña. Mientras intentaban encontrar las razones de la longevidad de los sardos, para identificar el lugar específico en el que centrarían su investigación, lo llamaron Zona Azul. Desde ese momento el nombre quedó asociado a los lugares en que los habitantes gozan de una extraordinaria longevidad en buenas condiciones de vida. Ambos publicaron los resultados de su estudio, algo que llamó la atención del periodista Dan Buettner. ¿Y si Cerdeña no fuera la única Zona Azul del mundo? Dicho y hecho, decidió ponerse a investigar para tratar de saber si había lugares similares en el planeta, además de tratar de descubrir por qué.

 Así fue como Buettner salió por el mundo a buscar otras regiones en el que el fenómeno se repitiera; quería averiguar si existía algún patrón, características que se reprodujeran y explicaran la situación. Buettner estaba acostumbrado a la aventura. Sus raides en bicicleta atravesando continentes habían tenido cierta resonancia. Había escrito libros y filmados documentales con sus travesías. Pero esto era distinto. No alcanzaba con la osadía y la curiosidad del explorador, necesitaba un apoyo científico. Así respaldado por la National Geographic y la Sociedad de Gerontología de Norteamérica, y acompañado por varios especialistas, salió por el mundo a buscar regiones en las que las personas viven más tiempo. Y a tratar de dar con los motivos.

 Buettner comenzó a trabajar con la intención de hallar nuevas regiones en las que vivir más de un siglo en buenas condiciones de salud fuera bastante común. Cuál fue su sorpresa cuando, tras varios meses de investigación, consiguió encontrar otros cuatro lugares en el mundo con características similares: Okinawa (Japón), la Península de Nicoya (Costa Rica), la Isla de Icaria (Grecia) y Loma Linda (California).

 La publicación de su estudio en la prestigiosa revista en noviembre 2005 pronto tuvo una repercusión impresionante pues, no en vano, pasó a ser uno de los números de National Geographic más vendidos de la historia. Pero ¿qué tenían en común? ¿Cuál era el extraño hilo conductor entre cinco poblaciones repartidas por el mundo? Pronto consiguieron hallar una serie de factores comunes que se repetían en las cinco Zonas Azules del mundo. Así, en primer lugar se encontró un importante factor genético, al que se le unieron una serie de elementos indispensables. Pero no era suficiente con la predisposición de nuestro genoma, sino que a ello era necesario sumar elementos como buen clima, contar con importantes zonas naturales, alimentos sanos al alcance de la población, que sea un lugar donde la paz impere, que se viva en comunidad y donde haya buen acceso al sistema de sanidad.

 Existen factores que coinciden en dichas poblaciones como la buena salud física y mental, tradición alimentaria saludable, respeto a la unión familiar, sólida fe y espiritualidad, movilidad constante y un propósito de vida. En una de las visitas más recientes de Buettner a Costa Rica, definió las Zonas Azules como “un concepto del estilo de vida y el medio ambiente que produce longevidad. Son lugares donde las personas se trasladan caminando más que en carro, comen más plantas que carne en una dieta que incluye frijoles o granos como maíz, donde la familia es su razón de ser y es lo número uno. Tienen grupos de amigos con los que comparten hábitos saludables”.

 Dentro de los primeros hallazgos está la zona de Cerdeña, y uno de los puntos curiosos de la investigación fue que en otras regiones la relación de mujeres ancianas respecto a hombres era de 4 a 1. En este lugar es de 1 a 1, los hombres viven tanto como las mujeres. Sentado en la puerta de su casa en Seulo, un pueblito del centro de Cerdeña, un anciano conversa con un vecino mucho más joven que vino a escuchar su consejo. El hombre mayor, con el rostro apergaminado, gesticula con las manos gruesas y áridas por haber trabajado toda su vida. Habla con energía y es escuchado con respeto, casi con devoción. Ese hombre tiene 102 años. Y no es una rareza, ni una excepción en ese pueblo. Varios de los pocos más de 1000 habitantes tienen más de 100 años. Un milagro de la longevidad. En esa zona de Cerdeña, la Barbagia, las personas nonagenarias y centenarias representan un porcentaje importante de la población.   

 Okinawa Japón aportó otro dato curioso a la investigación y fue el concepto de Ikigai, este concepto japonés, que ya mencionamos, se asocia al sentido de la vida y se asocia a la longevidad de sus habitantes. Como oímos, el Ikigai es el motivo de vivir y la razón por levantarse cada mañana.

 Loma Linda es una comunidad adventista, se encuentra a más de una hora de Los Ángeles. A comparación de las otras Zonas Azules que islas o penínsulas, Loma Linda no lo es pero funciona como tal, ya que existe un aislamiento y contacto con otras costumbres. La religión y la fe tiene gran influencia en la investigación. Por otro lado, Icaria está aislada del resto de Grecia, no tiene puertos naturales. Esa característica produjo, que se fortalecieron los lazos internos tanto sociales como los familiares. Poseen una cultura propia y con menos contaminación del exterior.

 Y sin dejar de lado a Costa Rica, los protagonistas de esta zona se benefician de la presencia del mar, un clima agradable y una alimentación que se basa en frutas, maíz, entre otras. Aunque sus jornadas laborales son difíciles, no gozan de grandes lujos más que los fuertes lazos familiares, de amistad y el optimismo con el que viven. Definitivamente la Península de Nicoya es un lugar que destaca por la belleza de su entorno, por su gran gama de atractivos turísticos, sus áreas de conservación y viene a sumar las historias de estas personas que han superado el promedio de vida de Costa Rica (cercana a los 80 años) y que muestran al mundo cómo llevar una longevidad saludable.

 Solemos jugar con la imaginación. Recrear un día perfecto o diseñar un lugar ideal en el que nacer. Ese sitio soñado debería tener, entre otras cosas, clima amable, naturaleza prolífica, alimentos sanos y sabrosos al alcance de la mano, la posibilidad de vivir bien en cualquier etapa de la vida: que los jóvenes sean educados con dedicación, que los viejos sean cuidados con amor. Donde haya paz, reine la tolerancia y no existan las tensiones cotidianas. Un lugar en que se viva en comunidad, en el que la cooperación sea norma y en el que impere la paz. Una descripción casi utópica. Sin embargo, Buettner y su equipo encontraron cinco de estos sitios.

En esas cinco zonas, que se dan en culturas y continentes diferentes, se presentan factores que se comparten, que se repiten. Dan Buettner simplificó la cuestión mediante la realización de un diagrama de Venn, esos gráficos en la que en la intersección de los círculos vemos los elementos que hay en común. Allí en esas zonas de semejanzas y coincidencias aparecieron: la familia, no fumar, una alimentación cercana a lo vegetariano, consumo cotidiano de verduras y frutas, una constante y moderada actividad física e involucramiento frecuente en actividades sociales.

El Dr. Valentín Fuster y Josep Corbella en su libro “La ciencia de la larga vida” al reflexionar sobre estos estudios llegan a dos conclusiones. Por un lado afirman que “los habitantes de las Zonas Azules no eligen vivir como viven. No se cuidan porque quieran cuidarse. Simplemente viven cómo se vive en su comunidad”. La segunda se desprende de la premisa anterior: “Cuidar la salud no puede considerarse únicamente una responsabilidad individual. Es sobre todo una tarea colectiva”.

Vale la pena destacar una sexta zona azul, Vilcabamba, una ciudad ubicada en la provincia de Loja, al sur de Ecuador. Es la urbe más austral de este país sudamericano y se le conoce como "el valle sagrado de la longevidad". Esta ciudad del sur de Ecuador ganó fama en la década de 1970, cuando científicos se interesaron por descubrir la razón por la que la mayoría de sus habitantes vivían más de 100 años.

Una de las causas a la que se le atribuye esto está relacionada con el agua del lugar, que contiene, entre otros, minerales como oro y plata coloidal, así como magnesio y calcio. Hay gente que señala otros factores, como el clima, la ubicación del valle, la alimentación y el ejercicio físico de sus habitantes.

En Vilcabamba, además, se practica la agricultura ecológica, donde se produce alimentos sanos, que apunta a ser uno de los pocos donde no se utilicen los químicos (en las siembras) para evitar, justamente, la contaminación. Sus habitantes tienen una dieta bastante sana, con una alimentación baja en grasa y con alto contenido de fibra, con legumbre, granos, hortalizas y cereales. A esto se le atribuye la bajísima incidencia de enfermedades cardiovasculares. Aunado a ello, hay la sana costumbre de salir a caminar o trotar a tempranas horas de la mañana. Lo que se suma con el esforzado trabajo en el campo.

Continuando con nuestra reflexión inicial sobre el Ikigai, a lo largo de la vida atravesamos numerosos cambios personales. Algunos plantean pequeñas mejoras, otros nos ayudan a deshacernos de malos hábitos. Algunos incluso pueden conllevar una transformación tan radical que prácticamente nos hacen empezar de cero. ¿Cómo afrontar una situación así? La historia moderna de Japón nos brinda un enfoque muy lúcido para gestionar este tipo de situaciones. Se conoce como el efecto Shinkansen por el tren bala de Japón, uno de los símbolos del renacimiento económico del país tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial. Hoy, los especialistas denominan así a la capacidad de llevar a cabo una revolución personal, social o profesional. La idea es que para conseguir una mejora basta con hacer retoques, pero para lograr una auténtica transformación hay que cambiarlo todo. El efecto Shinkansen puede ser muy práctico cuando una pareja está en crisis, al final de la vida laboral o tras haber sufrido un grave problema de salud.

Jack Welch, antiguo presidente de General Electric, vio claro este concepto después de una visita a Japón en 1993. El ejecutivo estadounidense era consciente de que en su empresa se aplicaba la ley del mínimo esfuerzo, y se preguntaba cómo conseguir que los empleados asumieran más riesgos y compromisos. En Tokio conoció a Eiji Mikawa, responsable de la sucursal japonesa de la compañía, que obtenía resultados mucho mejores que la matriz. El directivo le explicó que la mentalidad de sacrificio y capacidad de cambio tenían su origen en la experiencia vivida en su país, de la que el tren bala era un destacado exponente.

En pleno ecuador del milagro económico japonés, durante los preparativos para los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964, el Gobierno instó a Japan Railways a que encontrara el modo de aumentar significativamente la velocidad de sus convoyes. Por entonces, los más rápidos alcanzaban los 90 kilómetros por hora. “Si quieres que un tren vaya 10 kilómetros por hora más rápido, añade más caballos de fuerza al motor”, explicó Mikawa. “Pero si necesitas que pase de 150 a 300, tienes que pensar completamente diferente”. Eso me recuerda una cita de Einstein “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.

Al investigar sobre el llamado “milagro japonés”, que tuvo lugar entre 1960 y1980, cuando Japón pasó de la devastación de la posguerra a ser la segunda economía mundial, se descubre el efecto Shinkansen y, de su aplicación en la ingeniería, se pasa a aprovechar los mismos principios para acelerar los éxitos personales. Pero no todo en la vida es hacer las cosas mejor y mas rápidamente. Es necesario que nuestro pasado ilumine nuestro camino hacia un futuro en el que cumplamos nuestros propósitos. En Oriente lo llaman aceptar el paso del tiempo, porque lo único que no cambia es el cambio, vale pena indagar y comprender para tomar el control del tren de nuestra vida y saber como nos afectaron los cambios del pasado. Así estaremos preparados en el futuro cuando las vías se bifurquen y tengamos que tomar decisiones cruciales.

Nuestro ikigai se parece mucho al cambio: es una constante que nos acompaña siempre y va mutando según la fase de la vida en la que estemos. Nuestra razón de ser es diferente a los quince años que cuando tenemos sesenta. Es esencial estar en sintonía en cada etapa de nuestro ikigai. Nuestro ikigai es como una radio: cuanto mejor sintonicemos con él, mayor será la sensación de que nuestra vida tiene un sentido. Aquello que podemos conseguir en la vida está limitado por el alcance de nuestra imaginación y la nostalgia del pasado nos ayudará a reflexionar sobre lo ya vivido para conocernos mejor. Conócete a ti mismo. Ser consciente de nuestro pasado da sentido a la historia de nuestra vida. Redescubrirnos nos da pistas para discernir cual es nuestro verdadero ikigai y no dejarnos arrastrar por el peso del pasado ya que somos libres de decidir lo que queremos ser y hacer en cada momento. Debemos prepararnos para vivir grandes cambios y sorpresas mientras disfrutamos de un nuevo paisaje. La vida no viene con lazo pero es un regalo, pero hay que saberla vivir.

En la esfera personal, el efecto Shinkansen puede aplicarse en un buen número de situaciones. Por ejemplo, cuando, tras muchas refriegas y discusiones estériles, una pareja se da cuenta de que no es capaz de entenderse. En ese caso, ambos necesitan plantearse una manera totalmente distinta de relacionarse, juntos o separados, en una nueva etapa. ¿Otros contextos? Después de un despido, al final de nuestra carrera profesional o tras un grave problema de salud. En esas coyunturas es necesario reconsiderar las rutinas y empezar a vivir de un modo radicalmente diferente, como un renacimiento.

Como en todo reajuste, hay una serie de pasos que conviene seguir. El primero y más importante, localizar cuál es esa área de nuestra vida que precisa de un cambio radical. Una vez se tome conciencia de que problema abordar eso supondrá el inicio de una pequeña revolución, hay que replantear de cero todos los hábitos relacionados, diseccionándolos a través de la pregunta: ¿existe un modo mejor de hacer esto? En última instancia, siempre resulta conveniente buscar el apoyo de expertos, así como de personas que hayan vivido una experiencia similar. Porque, tal como se decía en El gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, a veces “hay que cambiar todo para que nada cambie”.

En el extremo opuesto del efecto Shinkansen está el Kaizen, un proceso de mejora continua a partir de pequeños cambios diarios en una misma dirección. Se empezó a aplicar también en el Japón de mediados del siglo XX. Una de las empresas que lo desarrolló fue la compañía de coches Toyota, donde las aportaciones de los trabajadores para mejorar el sistema, por nimias que sean, son valoradas y premiadas. Muchos de esos cambios minúsculos acaban derivando en un notable incremento de calidad, lo cual ha situado al fabricante de coches como una de las marcas de automóviles más consolidadas del mundo. Ambos sistemas, el Kaizen y el Shinkansen, pueden complementarse, pero hay que saber que obedecen a distintas necesidades: la primera busca el cambio progresivo, y la segunda, una transformación radical.

En Japón durante los años ‘50, la ocupación de las fuerzas militares estadounidenses trajo consigo expertos en métodos estadísticos de control de calidad de procesos que estaban familiarizados con los programas de entrenamiento denominados TWI (Training Within Industry) que durante la posguerra se convirtieron en instrucción a la industria civil japonesa, en lo referente a métodos de trabajo (control estadístico de procesos). Estos conocimientos metodológicos los impartieron William Edwards Deming y Joseph Juran; y fueron muy fácilmente asimilados por los japoneses.

Es así como se encontraron la inteligencia emocional de los orientales (la milenaria filosofía de superación), y la inteligencia racional de los occidentales y dieron lugar a lo que ahora se conoce como la estrategia de mejora de la calidad kaizen. La aplicación de esta estrategia a su industria llevó al país a estar entre las principales economías del mundo. La palabra kaizen, etimológicamente, se refiere a cualquier cambio a mejor, ya sea grande o pequeño, puntual o continuo, de forma similar a la palabra «mejora» en español.

Estés donde estés y logres lo que logres, recuerda siempre que todo está por hacer y todo está en tus manos.


PD: Para quienes les interese el tema, pueden ver estos dos videos: https://youtu.be/6L1kSz21TAg   y  

https://youtu.be/tYYXCOjmQKo

    

 

 

  

 

 

 

 

Comments

  1. Hace poco, conversando con un amigo le comentaba que, aunque se considera que apenas el veinte por ciento de la población tiene sueños lúcidos (estado de conciencia similar al de la vigilia mientras sueña), hay técnicas para inducir y mejorar nuestra capacidad cerebral para encontrar la respuestas que despiertos no nos llegan. Le decía que, con cierta frecuencia, me pasa uno de los dos desencadenantes principales de la lucidez onírica: en el sueño me encuentro en una situacion inesperada o extraña que no me suele suceder despierto y eso me permite darme cuenta de que estoy dormido y sigo en el episodio consciente de que estoy soñando. Incluso puedo interactuar con la mente dormida y despertarme si la situacion es incómoda o de peligro. Incluso, he podido volver rápidamente al sueño pero ya consciente de que estoy dormido porque segundos antes estaba despierto. A veces me doy cuenta de que me estoy observando a mí mismo en un sueño.
    Les comento esto porque en el artículo hice una referencia tangencial al sueño lúcido cuando jugamos con la imaginación para diseñar un lugar ideal en el que vivir cónsono con la descripción de las zonas azules. Pues, una vez que logramos la lucidez, las posibilidades son casi ilimitadas ya que podemos acceder a rincones de nuestra mente que en el mundo caótico y estresante que nos rodea no podemos alcanzar en forma consciente. Los sueños pueden potenciar nuestra capacidad de aprendizaje y, por lo tanto, favorecer nuestro ikigai incluso cuando dormimos.
    Cuando te descubras pensando en sueños, si te das cuenta de que sabes que estas dormido, no pierdas la oportunidad de aprovechar esos valiosos minutos. Te encuentras dentro de uno de esos raros sueños lúcidos que te abren la puerta a tu conocimiento más profundo. Y quizás el secreto de tu ikigai se encuentre detrás de una de esas puertas.
    Una de las sensaciones que he recibido de los amigos que conocen Tokio es que, da la sensación de estar en el futuro y, hay, una obsesión por la perfección que pudiera calificarse de agobiante, un poco inhumano. Hay una lección positiva que han aprendido algunos que han vivido allá cierto tiempo y que se expresa a través de una palabra, Ganbarimasu, que significa “esforzarse al máximo para conseguir un objetivo”. Es una palabra que usan los japoneses cuando se enfrentan a un reto, ya sea personal, deportivo o de trabajo e implica “no rendirse nunca” y eso es admirable en ellos. Aparentemente, ponerse metas personales muy altas es la clave para activar el “efecto Shinkansen” en su interior, que combinado con el poder del Ganbarimasu, del esfuerzo continuo, convierte sus sueños en realidades.
    Tenemos que aceptar que los occidentales somos cómodos por naturaleza pero, si los venezolanos queremos rescatar nuestra libertad, debemos superarnos y hacer un cambio radical en nuestra forma de luchar contra el régimen actual. Creo que, tanto nuestros pseudo líderes políticos actuales, como una gran parte de los venezolanos, deberíamos imitar a los japoneses. La perseverancia es uno de los valores más presentes en la mente de los japoneses y tienen un objetivo en la vida, un ikigai que les hace superar los obstáculos y seguir adelante. No es posible seguir esperando un milagro exterior sino apoyarnos en la perseverancia, ya paciencia tenemos, pero tenemos que adoptar la filosofía del Ganbarimasu y no parar nunca hasta que los objetivos se hayan conseguido. Como dijo Einstein “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo” y “no basta hacerlo bien, para tener éxito hay que hacer lo necesario”
    Estés donde estés y logres lo que logres, recuerda siempre que todo está por hacer y todo está en tus manos




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  2. Como siempre el incansable Gustavo nos ilustra con esa interesante reflexion sobre la longevidad en condiciones de vida satisfactorias para uno y para los que aun nos acompañan. Y que lejos estamos de esa zonas azules dispersas por el mundo que parecieran inalcanzables en las condiciones de vida de las grandes ciudades, donde cada dia aumentan su poblacion. Los conceptos Ikigai, el Shinkansen, el Kaisen, propios de esa cultura que pareciera tan lejana y que sin embargo se ha extendido por Occidente y en particular en EEUU, principal mercado de exportación del Sake japones y amante de la tradicional comida de ese país. La disciplina de una vida sana, comida saludable, ejercicios, contacto con la Naturaleza, la amistad y vida familiar, eso estaría a nuestro alcance unido a una genética particular. El Ikigai también representa una meta a conseguir, que a nivel personal nos llevaría a una vida mas plena, mas útil. Y en lo colectivo, en lo publico, el Shinkansen y el Kaisen que ayudarian a construir una mejor sociedad.
    El comentario sobre mundo onirico que Gustavo agrega al final de su escrito es tema escogido por la psicología en los trabajos de Freud sobre la interpretación de los sueños y en el análisis de los símbolos de Jung. Y en la actual disciplina de la Neurociencia tema de estudio. Algunos tienen la capacidad de construir fantasias oníricas, que sufren o que disfrutan. La mayoría somos solo agentes pasivos, receptores de sueños incomprensibles, tal vez reflejo de nuestras inquietudes, expectativas. Si esas experiencias oníricas son capaces de influir en nuestra vida es un tema abierto.
    El famoso y prolifico escritor de Ciencia Ficcion, Stanislaw Lem, escribió una novela, Solaris, donde los sueños cobran vida afectando a quienes los soñaron.
    mccs
    30/11/2020


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