Mi primera elección presidencial en EE. UU.(II): Historia, politica y tradiciones Gustavo Gonzalez Urdaneta

 

Mi primera elección presidencial en EE. UU.(II): Historia, politica y tradiciones

Gustavo Gonzalez Urdaneta

Miami, 12 noviembre 2020

 

En estos seis años en EE. UU. he ido observando y aprendiendo un poquito sobre politica y tradiciones. Por ejemplo, muchos piensan que la reelección de un presidente pudiera resultar en que se eternice pero, ese riesgo, ya se lo plantearon otros norteamericanos que eran más ilustrados en filosofía y política y estudiando la historia romana y europea en general, crearon un sistema muy propio de ellos para evitar ese riesgo, el “check and balances”: “Controles y contrapesos”, principio de gobierno en virtud del cual las ramas separadas (ejecutiva, judicial y legislativa) están facultadas para evitar acciones de otras ramas y son inducidas a compartir el poder.

 

En 1787, varios estados de EE. UU., se reunieron para actualizar los Artículos de la Confederación, que era la forma actual en que los estados trabajan juntos como un grupo. El objetivo era crear una Constitución de los EE. UU. que le daría al gobierno central poder para actuar a nivel nacional, pero sin quitarle los derechos a ningún estado ni a su pueblo. En concreto, querían evitar un gobierno que copiara al rey de Inglaterra y su parlamento.

 

El poder del nuevo gobierno se dividió en tres ramas, creando una clara separación de poderes. Las tres ramas del gobierno son:

El poder ejecutivo (presidente, vicepresidente y gabinete) ejecuta las leyes; el poder legislativo (Congreso: Senado y Cámara de Representantes) hace leyes y el poder judicial (Tribunal Supremo y otros tribunales federales) interpreta las leyes. Una vez que se establecieron estas ramas, el Congreso se dió cuenta de que debían asegurarse de que ninguna rama pudiera simplemente superar a las demás. Aquí es donde entró el sistema de controles y contrapesos.

 

Hablando de tradiciones, relacionadas con el check and balances, el “lobbying” en los EE. UU. tiene como objetivo convencer al Senado, a la Cámara de los Representantes y al poder legislativo de los estados. Los lobistas representan también los intereses de sus clientes o de organizaciones que tratan con federales, estados, sucursales del poder ejecutivo o de la corte. La actividad de lobby, tanto para individuos como para grupos y corporaciones, está protegida por el derecho a la petición en la primera enmienda de la Constitución de EE. UU. Los lobistas tratan con los parlamentarios para explicarles las metas de las organizaciones que representan.

 

Existe una creencia persistente sobre esta tradición que comenzó entre el 1868 y el 1877, durante la administración de Ulysses S. Grant. Como su mujer no lo dejaba fumar en la Casa Blanca, Grant disfrutaba de sus puros en los patios (en inglés lobbies) del cercano Willard Hotel. Los políticos y los que buscaban favores políticos, como lo veían a menudo por ahí, aprovecharon este momento de tranquilidad para encontrarse con él ya que estaba más bien dispuesto. Aunque hay que señalar que antes de esta anécdota este término ya se utilizaba en el Reino Unido.

 

Volviendo al tema electoral, en realidad, la brevísima Constitución norteamericana no dice nada al respecto de cuantos periodos puede gobernar un Presidente. Cuando a George Washington fueron a proponerle que se lanzara para un tercer período, respondió: "Two terms is enough." O sea, dos períodos es suficiente. Esto se tomó como regla consuetudinaria, hasta que Franklin Delano Roosevelt (FDR), fue reelecto tres veces (1932, 1936, 1940, 1944) y falleció en pleno ejercicio, en 1945. A los norteamericanos les salió bueno FDR, quien superó la Gran Depresión, estableció el New Deal y lideró a USA y a las naciones democráticas durante la II Guerra Mundial en su lucha contra al fascismo...  Pero algunos dijeron. ¿Qué tal si FDR hubiera sido un psicópata asesino como Hitler, Stalin o Mao? Para evitar esa lotería humana, aprobaron la enmienda XXII, que permite sólo una reelección continua e inmediata. Si pierdes esa reelección, te vas a tu casa, gracias por tu trabajo, dedicación y entrega, pero no te debemos nada. USA es el país de la obsolescencia programada, y la Presidencia no podía escaparse de ese valor sacrosanto. Creo que, como leí recientemente, eso ha instituido que, o son capaces de producir un nuevo líder cada 8 años, o se acaban como nación. 

 

Con esto de mi primera eleccion presidencial también se aprende un poquito de historia. Como todos hemos leído en los medios, CNN, NBC, AP, New York Times y Fox News, entre otros, dan ya como presidente de EE. UU. a Joe Biden y a Kamala Harris como vicepresidenta. De certificarse ese resultado, Trump es el quinto presidente en no ser reelegido en los últimos 100 años.

 

El primer presidente en no conseguir un segundo mandato en los últimos 100 años fue Herbert C. Hoover en las elecciones presidenciales de 1932. En este año, Estados Unidos sentía profundamente los efectos del crack de Wall Street de 1929 y la Gran Depresión. Su oponente, FDR, ganó 472 votos electorales, mientras que Hoover obtuvo 59. La gran promesa de Roosevelt, y su posterior política estrella, fue el ‘New Deal’, una serie de grandes reformas en industria, agricultura e impuestos, entre otros, para mejorar la situación del país, que incluían un mayor papel del estado en la economía.

 

Hubo que esperar 44 años, hasta 1976, para que otro presidente perdiera las elecciones. Pero este caso es especial, ya que el entonces ocupante de la Casa Blanca, Gerald Ford, no había sido elegido en las urnas: obtuvo la vicepresidencia de los Estados Unidos en 1973 tras la renuncia del anterior vicepresidente, Spiro Agnew, tras ser condenado por evasión fiscal. Un año después, el escándalo Watergate, un caso de espionaje y acoso a opositores políticos por parte del gobierno descubierto en 1972, forzó al presidente Nixon a dimitir, y Ford accedió así a la presidencia en 1974, para abandonarla en 1977 tras perder las elecciones de 1976 frente al candidato demócrata Jimmy Carter.

 

Fue precisamente Jimmy Carter el siguiente presidente en perder la reelección, cuatro años después, en 1980, contra Ronald Reagan. La popularidad de Jimmy Carter había caído debido a que en 1979 fueron secuestrados 66 ciudadanos estadounidenses en Irán, y a que la economía estadounidense se resentía a consecuencia de la subida de precios del petróleo.

 

Y el último presidente en no repetir mandato fue George H. W. Bush en 1992 contra Bill Clinton. Existe la creencia popular de que perdió debido a que el candidato independiente Ross Perot obtuvo gran parte del voto republicano, mito desmentido en el documental ‘The Perot Myth’ de FiveThirtyEight y ESPN. Las otras razones que se han dado es una recesión económica tras el fin de la Guerra Fría y de la Guerra del Golfo, la pérdida de apoyo de las bases republicanas al incumplir su promesa de no crear nuevos impuestos y que tras la disolución de la URSS su política exterior perdió popularidad.

 

Así pues, los expresidentes no reelegidos perdieron las elecciones en situaciones de recesión económica, crisis políticas o escándalos. En 2020 el mundo entero se ve envuelto en una crisis provocada por el coronavirus, el New York Times ha acusado a Trump de prácticas cuestionables para pagar menos impuestos y el presidente ha chocado con movimientos como Black Lives Matter. Algunos piensan que estos factores han tenido un impacto negativo en la votación del actual presidente de los Estados Unidos y otros los ven como situaciones que le han favorecido dada sus actuaciones frente a ellas. E incluso si pierde las elecciones habría que esperar un tiempo para conocer las razones de su derrota ya que ciertas correlaciones no implican causalidad.

 

Aun falta mucho por averiguar de las demandas de fraude interpuestas por el equipo de Donald Trump pero la historia nos enseña que eso no es nuevo. Las acusaciones de fraude ya son algo "normal" no dije "bueno" ni que sean “ciertas”. Eso se aclarará. Pero las hubo de parte de los demócratas en la elección Gore vs. Bush Jr., las hubo en las de Hillary vs. Trump, y porque nó, las pueda haber en las de Trump vs. Biden. Y acudieron a los tribunales, y nadie acusó de troglodita a Gore por ejercer su derecho a la revisión judicial, los jueces verán si hay mérito para una revisión o un reconteo, que no necesariamente para una nueva votación.

 

Mark Twain dijo, existen las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas. Haciendo referencia de cómo se pueden manipular las estadísticas para ciertos fines nada de éticos. Churchill decía que solo se fiaba de las estadísticas que había manipulado. Me uno a la fuerte crítica que se han hecho a las empresas encuestadoras, los medios de comunicación (desinformación) quiénes claramente han cometido un abuso y error muy graves constituyéndose en voceros de los resultados electorales actuales y me atrevo a decir que han sido «intencionalmente» groseros, con un sesgo político de una bajeza profesional sin precedentes.

 

En un acto inédito, el jueves 5 de noviembre, algunas de las principales cadenas televisivas de Estados Unidos –ABC, CBS, MSNBC, NBC-, decidieron interrumpir su cobertura del discurso del presidente Donald Trump, mientras éste denunciaba irregularidades en el proceso electoral, registradas por su equipo en varios estados. Es la primera vez en la historia contemporánea que un conjunto de emporios televisivos opta por censurar al jefe del Poder Ejecutivo y jefe de Estado y actuaron de manera coordinada.

 

Estos medios argumentaron que no podían “transmitir mentiras”, porque Trump hablaba sin presentar “pruebas” del fraude. Pero no hace falta sino una lógica muy elemental para saber que en donde se deben presentar pruebas es ante un juez, y los medios no son parte del Poder Judicial. Los emporios dijeron que suspendieron la cobertura de Trump por considerar que éste también incitaba al odio, a la violencia y a la polarización. Bajo estos supuestos, los medios no podrían cubrir ninguna manifestación caótica, conflictos armados, y mucho menos una guerra, ya que estos ejemplos son expresión de violencia, división y choque de las partes enfrentadas. Los ciudadanos tienen derechos y ningún medio puede decidir lo que deben conocer o deben dejar de conocer.

 

Los medios no tienen derecho de callar a nadie. ¿Quién votó por ellos?  Como bien refería Jacques Maritain, “cuando la persona humana carece de derechos, no hay ya derecho en ninguna parte, ni por consiguiente autoridad”. La información no es una vil mercancía, no puede ser ofrecida u ocultada con criterios comerciales y electoreros. Estos emporios del mainstream han venido ejerciendo un poder metaconstitucional, cuya agenda oculta manipula la información a su conveniencia, y a espaldas de los ciudadanos. Inyectan antivalores y modelos de conducta, definen lo que es correcto e incorrecto, y norman una opinión pública que cada día despierta más.

  

No se tienen aún pruebas de un fraude pero todo este escenario es bastante extraño, ya que nos acostamos el día de la elección con Trump ganador y nos despertamos al día siguiente con un Biden por las nubes. Algo no cuadra y sigue sin cuadrar. Quizás el presidente se precipitó en decir que había ganado, pero los medios de comunicación y la prensa deberán al menos hacer un mea culpa. Acá no se puede manipular de tal manera a la opinión pública, haciendo parecer ganador a un candidato cuándo la elección es tremendamente competitiva. Trump ganó en los estados más pobres y el buen Biden se impuso con una diferencia abrumadora en California, Nueva York y los estados más ricos. Es muy fácil ser socialista en un país rico.

 

Como decía Saúl Godoy recientemente en su artículo “Cuando clarea”, estas elecciones de los EEUU no sólo han sido las más complicadas, rudas y competidas de la historia de ese país, sino que van a dejar una secuela de hechos, iniciativas, efectos y traumas que la gente aún no asimila y no lo hará en lo inmediato, ya que no se sabe aún quién es el ganador de la oficina de la presidencia; hay tendencias, expectativas, proyecciones, pero las sorpresas han sido tantas, los cambios de dirección de los votantes tan radicales, que hay cierto escepticismo aún en los analistas más curtidos y en los políticos más realistas.

 

Nunca debemos mirar a America con ojos de venezolanos, ni con categorías analíticas importadas de Europa, por muy prestigiosas que éstas sean. Norteamérica es excepcional, en el sentido de que es diferente al resto de las democracias del mundo, es la democracia más vieja del planeta, la que más ha durado sin un golpe de Estado, la que ha sobrevivido a cuatro magnicidios y medio (Reagan se salvó por dos centímetros), una guerra civil, a dos guerras mundiales, un ataque terrorista siempre haciendo sus elecciones cada cuatro años, y por algo será. Como dijo Gloria Montero recientemente, “si bien es cierto que la política exterior del Norte nos afecta, estas no fueron nuestras elecciones. Los Americanos decidieron. La realidad es que la mayoría se creen expertos en política, pero muy pocos realmente conocen los hechos más allá de la información que manejan los medios”. Lo que no podemos negar es que Venezuela sí tiene mucho del cual agradecer a Trump.

 

Estados Unidos sigue en vilo y con un conteo de votos que se percibe como «fracturado» en los estados «bisagra». Este mecanismo ha terminado por frenar también la certeza de saber quién será el presidente de la nación por los próximos cuatro años. En el panorama —por demás complejo— se agregó una dosis mayor de dificultad: las demandas legales que interpuso la campaña del presidente Donald Trump en estados clave. Dichas acciones enmarcadas dentro de los estatutos han alcanzado a los estados de Pensilvania, Michigan, Nevada y Georgia.

 

Mi posición en estas elecciones norteamericanas, en las cuales ejercí por primera vez mi derecho a voto, no ha cambiado mucho respecto a mi posición mencionada cuando, como simple observador, presencié el triunfo de Trump en el 2016. No me gustan ninguno de los dos pero voté por quien creo ha ayudado más a Venezuela en los últimos veinte años. En cuanto al resultado final, la única verdad es que aún no hay presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y que se sigue un proceso legal de auditoria que se debe preservar y mantener la constitucionalidad del país. Es visible que muchos no han aprendido la lección sobre ciudadania y el valor que representa el respeto a la ley….

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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