Las Malvinas y otras Islas de la Discordia (I) (Gustavo Gonzalez Urdaneta)

 

Las Malvinas y otras Islas de la Discordia (I)

Gustavo Gonzalez Urdaneta

Miami 27 de marzo 2021

 

Alrededor del mundo hay unas 60 disputas territoriales activas y de ellas unas 30 involucran islas, según una lista elaborada por Paul K. Huth, experto en el tema en la universidad estadounidense de Maryland. Una gran parte de los conflictos por islas - Islas de la Discordia - diferentes cada una en tipo e intensidad, se encuentra en Asia y África, pero las turbulencias africanas han sido mucho menos combativas que las asiáticas.

 

El próximo 2 de abril se cumplen 39 años de la ocupación armada de Las Malvinas por Argentina.

Recordemos un poco su historia. John Byron, el abuelo del poeta británico Lord Byron tenía un mal día. La enfermedad había debilitado a su tripulación en el HMS Dolphin, forzándola a tumbarse en hamacas. Los marineros se balanceaban en medio del calor pegajoso de los trópicos, mientras su barco navegaba lentamente a través del Pacífico. Ansiosa por controlar el Atlántico Sur, la Armada británica le había encomendado al almirante Byron que eligiera una isla frente a la costa sudamericana para que los barcos pudieran reabastecerse para luego intentar dar con una ruta alternativa a las Indias Orientales.

 

Entre junio de 1764 y mayo de 1766, Byron completó su propia circunnavegación, esta vez al mando como capitán del HMS Dolphin, siendo la primera circunnavegación que empleó menos de 2 años.​ Durante este viaje, pasó por las islas Malvinas, que ya estaban ocupadas por Francia y las reclamó para Gran Bretaña, aunque no dejó ningún asentamiento. Está incursión será una de las catalizadoras de la crisis diplomática por las islas Malvinas de 1770. Más tarde Byron descubrió varias islas del archipiélago Tuamotu (descubrió las islas de la Decepción y las islas del Rey Jorge), dio su nombre a una de las islas Gilbert, y descubrió algunas islas de las Tokelau, y finalmente visitó Tinian en las islas Marianas del Norte.

 

La crisis diplomática por las islas Malvinas de 1770 enfrentó a España y el Reino de Gran Bretaña en torno a la cuestión de la soberanía de las Islas Malvinas. La crisis se originó con el establecimiento clandestino que los británicos levantaron en la isla Trinidad, en el oeste de Malvinas, y llevó al borde de la guerra a España y Francia con el Reino Unido.  

 

El descubrimiento de las Islas Malvinas es motivo de controversias; fueron ocupadas en forma sucesiva por España, Francia, Argentina y Reino Unido. Argentina considera que estos territorios se encuentran ocupados por una potencia invasora, y los considera parte de su provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Jurídicamente, la Organización de las Naciones Unidas lo considera un territorio de soberanía todavía pendiente por definición, entre el Reino Unido —que lo administra desde 1833— y Argentina, que reclama su devolución.

El 24 de marzo de 1976, un grupo de militares encabezado por Rafael Videla, derrocó al gobierno legítimo de Isabel Perón, elegida dos años antes. El país sufría una crisis económica grave y una fuerte oposición por la violación de los derechos humanos y los sucesivos gobiernos de Viola y Galtieri únicamente pudieron alargar la agonía. Precisamente fue este último, en 1981, quien vio en las Malvinas la oportunidad de recuperar la confianza popular confiando todas sus cartas a una operación que no calculó los pros y los contras de la intervención y con escasa vistas de éxito.   

 

Por la otra parte, en el año 1982 el Reino Unido se encontraba en una difícil situación económica, el Partido Conservador que estaba en el poder sufría un notorio desgaste, la popularidad de su primer Ministro, Margaret Thatcher, estaba en descenso y en ese tiempo había huelgas en las minas de carbón. Unido al creciente descontento laboral en ese país, los jefes de la Marina Real británica se veían preocupados por inminentes planes de reducción de la flota, en el contexto de la Guerra Fría.

 

La guerra de las Malvinas fue un conflicto armado desarrollado entre la República Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. La mecha del conflicto –uno que tenía más de un siglo de precocción– se encendió el 2 de abril de 1982, cuando la junta militar que gobernaba Argentina anunció que había recuperado la soberanía sobre las Islas Malvinas (Falklands, en inglés), a unos 500 kilómetros del territorio continental argentino, y las más lejanas islas Georgias y Sandwich del Sur. En Puerto Argentino (Puerto Stanley, para los británicos), en la Isla Soledad (oeste del archipiélago de Malvinas), desembarcaron 5.000 efectivos de las Fuerzas Armadas argentinas. 

 

Como respuesta, el Gobierno británico envió una gran fuerza expedicionaria que al cabo de 10 semanas de guerra desalojó a las fuerzas argentinas. La victoria británica precipitó la caída de la dictadura argentina y el inicio de recuperación del Estado de derecho, al tiempo que contribuyó a la reelección del gobierno conservador de Margaret Thatcher en 1983. Ambos países cortaron relaciones diplomáticas hasta 1990.​ La Organización de las Naciones Unidas, como ya mencionamos, continúa considerando los tres archipiélagos con sus aguas circundantes como territorios disputados.

 

Esos territorios estaban ocupados por Reino Unido desde 1833 y Argentina había venido insistiendo en el reclamo soberano sobre las islas, por herencia de la corona española y por proximidad geográfica. Si el reclamo era histórico, ¿por qué en ese momento se decide la ofensiva militar? Tres elementos fueron clave para envalentonar a los generales.

 

Por un lado, la debilidad del Gobierno militar, que atravesaba conflictos entre sus armas y una creciente oposición social y política. A mediados de 1981 los principales partidos políticos formaron la llamada Multipartidaria para exigir el llamado a elecciones. En ese contexto, la lucha por la soberanía podía funcionar como una forma de unificar e intentar crear respaldo en la ciudadanía. Aunque hubo un fervor soberano por la confrontación, no terminó de opacar el ya establecido rechazo al gobierno militar.

 

Un rechazo alimentado, por un lado, por la creciente evidencia de violaciones a los derechos humanos en un Gobierno que dejó, según organismos de derechos humanos, 30.000 desaparecidos, además de miles de muertos; que torturó, persiguió, censuró y limitó las libertades de los ciudadanos. Y por otro, por una política económica fracasada, con un desplome del empleo, una caída del producto bruto interno (PBI) per cápita y una inflación que en 1982 fue casi del 165%: una de las peores crisis económicas que vivió el país.

 

Asimismo, lo que se consideró un error estratégico, la junta militar especuló con que el Reino Unido no reaccionaría a la invasión de las islas, porque eran lejanas y porque históricamente no habían sido de especial interés para los británicos (incluso se venía negociando entre las naciones una posible administración compartida del territorio). Pero Londres reaccionó, y con fuerza, posiblemente por la propia necesidad política de la entonces primer Ministro Margaret Thatcher, quien se encontraba en un momento de debilidad en un contexto económico desfavorable.

 

Y, un error más de cálculo: la convicción del Gobierno del general Leopoldo Fortunato Galtieri de que Estados Unidos sería, cuanto menos, neutral ante la ocurrencia de un conflicto armado. Como ocurrió con los otros supuestos equivocados, EE. UU. no dejó de privilegiar su alianza histórica con Reino Unido: colaboró directamente, entre otras, con información satelital, que permitió a los británicos asestar duros golpes a las Fuerzas Armadas argentinas, especialmente el derribo del crucero General Belgrano, en el que murieron más de 300 hombres.

 

Al inicio, el operativo recibió un amplio respaldo popular. Tras el anuncio del desembarco en Puerto Argentino/Stanley, Galtieri salió al balcón de la Casa Rosada ante una Plaza de Mayo repleta. Y aunque la Fuerza Aérea argentina consiguió infligir daños importantes a los británicos, como el ataque al destructor Sheffield, no fue suficiente ante la superioridad militar del Reino Unido. Tras 72 días de guerra, el 14 de junio de 1982, el que había sido designado gobernador de las Malvinas por el gobierno militar, Luciano Benjamín Menéndez, firmó la rendición incondicional de las tropas argentinas.

 

La derrota dio impulso a la salida del Gobierno militar del poder. La primera consecuencia fue la renuncia de Galtieri; con el paso de los meses se convocó a elecciones democráticas, que se realizaron en diciembre de 1983, poniendo fin a más de siete años de dictadura. Aunque la guerra terminó hace casi 40 años, el conflicto territorial sigue abierto y Argentina no ha cesado en su reclamo de soberanía sobre las islas, cuyos habitantes insisten en que quieren seguir siendo súbditos británicos.

 

Una carta abierta, un controvertido anuncio publicitario y unas cuantas declaraciones sirvieron para que la batalla diplomática por las Malvinas/Falklands se intensificara de nuevo en el comienzo de los años 2010. Y aunque estas islas en el Atlántico Sur pueden ser las más polémicas, están lejos de ser las únicas en el centro de recientes disputas políticas y económicas internacionales.

 

Al igual que Las Malvinas, las Islas de la Discordia son aquellos territorios marítimos, sobre los que dos o más Estados disputan su soberanía o no han establecido o demarcado sus límites fronterizos. Por regla general están bajo la administración de un Estado que no reconoce la reclamación territorial de otro Estado, o en menos casos son áreas terrestres o marítimas sobre las que ninguno posee el control efectivo o solo lo tiene parcialmente. Existen islas de la discordia en disputa en el ámbito mundial: en África, America, Asia y Oceanía.

 

En África, por ejemplo, está el Archipiélago de Chagos: grupo de sesenta y cinco islas tropicales en el océano Índico que forman el Territorio Británico en el Océano Índico, reivindicado por Mauricio, Seychelles y por su antigua población expulsada; las Islas Dispersas del Océano Índico: grupo de pequeñas islas coralinas localizadas en el canal de Mozambique (salvo la isla Tromelin que se encuentra al norte de la isla de Reunión), en el océano Índico, que pertenecen a Francia pero son reivindicadas cada una por alguno de los países vecinos, Madagascar, las Comoras y Mauricio y las  Islas Salvajes: archipiélago situado en el Atlántico septentrional entre las islas Madeira y Canarias, bajo control de Portugal. España reclama la posesión de sus aguas circundantes.

 

En America, estan, por ejemplo, el Archipiélago del Norte: islas disputadas por México y Estados Unidos ubicadas en el estado norteamericano de California. Actualmente están bajo la soberanía de Estados Unidos, en referencia para México es el tratado Guadalupe-Hidalgo, pero en este nunca menciona las islas y el Archipiélago del Atlántico del Sur constituido por las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur que se encuentran, según la ONU, en litigio entre la Argentina y el Reino Unido, quien los administra como territorios británicos de ultramar. A este diferendo nos referimos al principio.

 

En Asia estan, por ejemplo, las Islas Kuriles: archipiélago que se extiende en dirección noroeste desde Hokkaido, en Japón, bajo soberanía rusa, las islas meridionales son reclamadas por los japoneses desde el fin de la Segunda Guerra Mundial; las Islas Senkaku: territorios insulares en el extremo occidental de Japón que han estado en disputa entre ese país, China y Taiwán; las Islas Paracelso: grupo de islas y arrecifes en el mar del Sur de China, ocupadas por la República Popular China desde 1974, reclamadas por Vietnam y Taiwán; las ​Islas Spratly: archipiélago conformado por un grupo de aproximadamente 100 arrecifes e islotes en el mar de la China Meridional. La República Popular China, Taiwán y Vietnam reclaman el archipiélago en su totalidad, mientras que Malasia, Filipinas y Brunéi reclaman parte de este y las Rocas de Liancourt (Islas Dokdo/Takeshima): grupo de islotes en el mar de Japón, bajo control de Corea del Sur y reclamadas por Japón.

 

En Oceanía, las Islas Matthew y Hunter: grupo de islas en el océano Pacífico que son disputadas entre Francia (mediante Nueva Caledonia) y Vanuatu. Vanuatu, oficialmente la República de las Vanuatu, es un país insular localizado en el océano Pacífico Sur. El archipiélago, que es de origen volcánico, se ubica a unos 1750 km al este de Australia, 500 km al noreste de Nueva Caledonia, al oeste de Fiyi y al sur de las Islas Salomón, cerca de Nueva Guinea.    

 

Es interesante y pertinente recordar, dentro de este inventario de Islas de la Discordia, la desconocida historia de la isla de Clipperton, el ultimo territorio que perdió Mexico. Para empezar, tiene al menos tres nombres distintos. Uno, Médanos, el que le dieron los conquistadores españoles que primero la registraron en un mapa, allá por el siglo XVI. Otro, Clipperton, el que prevaleció, que es el apellido de un famoso pirata inglés que dicen que la usaba como escondite y base de operaciones a principios del siglo XVIII. Y un tercero, isla de la Pasión, el que le pusieron los exploradores franceses que la redescubrieron un Viernes Santo de principios del siglo XVIII, cuando la declararon como propia.

 

Lo interesante de Clipperton es que muchos en México desconocen su existencia y la larga disputa internacional por su soberanía. La ciudad en tierra firme más cercana a Clipperton es Acapulco (1249 km). Los franceses, de hecho, ya se habían anexado unilateralmente en 1858 la que entonces llamaban isla de la Pasión, pero los mexicanos no se enteraron hasta casi 40 años después, en 1897.

 

En 1858 Francia envió en nombre del emperador Napoleón III a un teniente a tomar posesión formal del territorio que sus exploradores habían avistado por primera vez a principios del siglo. La intención de los franceses era cederle después la explotación del guano a un empresario estadounidense que se había interesado por el atolón. Cuando el teniente llegó a la isla levantó una acta administrativa que después registró ante el cónsul francés en Hawái, su siguiente destino, a más de 6.000 km de distancia. La noticia fue, además, publicada por el periódico The Polynesian, de Honolulú. Pero después los franceses no volvieron a pasarse por Clipperton, en parte porque su proyecto inicial de explotación de guano no prosperó.

 

Quienes sí lo hicieron, en cambio, fueron los estadounidenses. Levantaron, de hecho, su bandera sobre el atolón a finales del siglo XIX apoyándose en la llamada "Ley de las islas guaneras", aprobada en 1856, que autorizaba a sus ciudadanos a tomar posesión y explotar cualquier isla con depósitos de guano que estuviera deshabitada y no estuviera bajo la jurisdicción de otro país. Cuando finalmente todo esto salió a la luz, se volvió una disputa internacional que implicaba a cuatro naciones.

 

Sucedió por casualidad: un artículo en el diario Herald de Nueva York, en agosto de 1897, informaba que acababa de regresar un barco cargado de guano de Clipperton y apuntaba a que la bandera británica estaba a punto de remplazar allí a la estadounidense porque una compañía inglesa iba a tomar las riendas de la explotación. Durante las siguientes semanas varios periódicos mexicanos se hicieron eco de la sorprendente noticia y creció tanto la presión que ese mismo año el presidente Porfirio Díaz envió un cañonero al atolón para ver qué estaba pasando y defender la soberanía mexicana.

 

En 1908, el joven capitán Ramón Arnaud, primer y último gobernador de Clipperton, se había instalado permanentemente allí, de recién casado, con su esposa Alicia. Arnaud estaba al frente de una guarnición militar de una decena de hombres que, acompañados de sus familias, cumplían una encomienda ordenada por el mismísimo presidente Porfirio Díaz: proteger la soberanía de México sobre la isla, que a lo largo del siglo XIX había despertado el interés de franceses, británicos y estadounidenses.

 

Allí encontraron, efectivamente, una bandera estadounidense y varios trabajadores de la compañía Oceanic Phosphate Company, a quienes informaron que la isla era mexicana y tomaron posesión del territorio. Lo que no sabían entonces es que la verdadera amenaza a su soberanía no vendría de Estados Unidos, sino de Francia.

 

Pero tanto insistió Francia diplomáticamente en que el atolón era suyo, que en 1909 el gobierno de México, seguro de su posición, accedió a someter la disputa a un arbitraje internacional. La decisión, que sería vinculante, quedaba así en las manos de un árbitro neutral, que acordaron que fuera el rey de Italia, Víctor Manuel III. Craso error.

 

"No debimos haberla dejado perder", le dijo a BBC Mundo Laura Ortiz, apasionada de la historia de Clipperton y profesora de Derecho Internacional en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Como la gran mayoría de los mexicanos, no aprendió nada sobre el atolón en la escuela, sino que escuchó la historia "llena de fantasía y medio novelada" cuando estudiaba Derecho en la universidad. Para Ortiz, detrás de la pérdida de Clipperton sobre todo está el "desinterés histórico" del gobierno de México por la isla y por el territorio insular en general. Y también "una cadena de malas decisiones".

 

La primera, dice, fue la del presidente Porfirio Díaz, que gobernó México entre 1876 y 1911, por acceder a someter la disputa al arbitraje internacional, "porque la isla ya estaba colonizada por mexicanos", explica Ortiz. Luego pasaron más de 20 años antes de que el rey italiano emitiera su laudo. En ese tiempo se desencadenó la Revolución mexicana y la Primera Guerra Mundial. Cuando finalmente llegó el laudo a favor de Francia, el 28 de enero de 1931, ya México era otro país: ya había muerto Porfirio Díaz y estaba el México posrevolucionario en ciernes. El fallo decía que la soberanía de Clipperton le pertenecía a Francia desde 1858. Es posible que a algunos nos recuerde el Laudo Arbitral de Paris y el Protocolo de Puerto España sobre el Esequibo venezolano y lo demás es historia reciente.

 

Según Ortiz, en el arbitraje "no se tomaron en cuenta las pruebas de los mapas de los derroteros españoles, en cuyas rutas aparecía como isla de Médanos. Y sí se tomó en cuenta el avistamiento de los franceses que entre comillas la descubrieron y la registraron". Y ahí viene, según Ortiz, otro error en la cadena: no haber apelado de manera inmediata la decisión del arbitraje ante la actual Corte Internacional de Justicia de la Haya, el principal órgano judicial de Naciones Unidas. Otro error de México continúa la profesora Ortiz, fue precipitarse a reformar la Constitución tras aceptar el fallo del arbitraje, eliminando a Clipperton del artículo 42, en el que figuraba expresamente, junto a otras islas mexicanas, como parte integrante del territorio nacional.

 

Clipperton nunca volvió a tener una población permanente, pero durante la Segunda Guerra Mundial estuvo brevemente ocupada por Estados Unidos, que estableció allí una base meteorológica y un centro de observaciones. Las iniciativas norteamericana de obtener derechos para una base sobre la isla de Clipperton con una concesión de largo plazo a través de la propiedad mexicana, nunca prosperó. Hoy Clipperton es un territorio de ultramar francés.

 

Comments

  1. Muy buena exposición sobre el tema. El imperio británico siempre tendrá en su historia la espina que nunca se pudo sacar de que el Imperio Español fue el primero y ellos llegaron después en todo, por lo que en su orgullo herido lo único que supieron hacer fue tratar de arrebatar por la fuerza a España todo lo que pudieran. Así sufrieron, gracias a Dios y al valor de los defensores, los grandes descalabros en Cartagena de Indias y en los dos intentos de apoderarse de Buenos Aires y el Rio de la Plata.

    Que John Byron 244 años después de la expedición de Magallanes - Elcano haya dado la vuelta al mundo en dos años siguiendo la ruta ya descubierta por Magallanes y con navíos más modernos, realmente no es algo que merezca algún reconocimiento (claro solo por lo ingleses), más aun si tomamos en cuenta que Magallanes y el Elcano invirtieron de los tres años que llevo la expedicion, casi 8 meses entre las Filipinas y las Molucas recabando las especias que llevarían a España, esto sin incluir las luchas con los nativos y los portugueses en estas islas.

    Lo cierto es que los ingleses aplicaron también con las Malvinas su forma sistemática de quitarles a otros sus territorios; simplemente llegaron con una fuerza militar y se instalaron en ellas en 1833. Ahora bien, que los argentinos argumenten que las Malvinas le pertenecen “por herencia de la corona española” me parece de un descaro infinito, luego que se separaron políticamente de la corona española por la vía de la fuerza, en la llamada guerra de indecencia, quedándose con todos los territorios del Virreinato de la Plata, claro menos con la Guinea Ecuatorial porque estaba bien lejos en África.

    Tuve la oportunidad de seguir la guerra de las Malvinas día a día por el Canal 8 a través del programa Dossier de Walter Martínez. Tiempo interesante aquel en los que las naciones suramericanas, entre ellas Venezuela, proclamando la hermandad Latinoamérica, alzaron su voz en apoyo a la idiotez que Argentina había cometido de invadir las Malvinas y creer que el orgullo británico no se iba a sentir herido.

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  2. Como siempre muy explicito y dotado de buenas información histórica. Excelente!!!

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  3. Excelentes artículos, impregnos de una "radiografía " histórica muy didáctica de antología. Les sugiero hacer un artículo acerca del Esequibo.

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