El Sonido del Silencio (Gustavo Gonzalez Urdaneta)

 

El Sonido del Silencio

Gustavo Gonzalez Urdaneta

Miami 24 agosto 2021

 

Entre las muchas cosas que disfruté de mis años de posgrado en Londres esta mi adaptación a una sociedad política y culturalmente diferente al ambiente hispano en que crecí y me formé, que me hizo advertir la presencia de silencios donde cabía esperar palabras y también, aunque con menos frecuencia, de palabras donde se esperaban silencios. Esto me hizo consciente de que el uso y el sentido del silencio ofrecían matices diferenciales muy reveladores.

 

La comprensión de la realidad del silencio, para la que había sido, si no ciego, sordo en mi propia cultura, mostró ser muy valiosa para entender la cultura británica en que me estaba adentrando. Y aun cuando el silencio se manifestaba en la ausencia de palabras, se me hizo evidente que su comprensión no se lograba adecuadamente reduciendo el silencio a la condición de hecho lingüístico, sino entendiendo tanto el silencio como la palabra hablada como el cemento que une a individuo y sociedad. En la expresión «individuo y sociedad» el elemento más importante no viene dado por ninguno de los dos sustantivos, sino por la conjunción «y», que los une por el hecho de separarlos y los separa por el hecho de unirlos.

 

Es importante, pues, colocarse, como el dios Jano, en la frontera marcada por esa conjunción, para contemplar las dos vertientes articuladoras de toda vida humana y social en mutua dependencia e interacción. Ferdinand Saussure en su Curso de lingüística general limitó su objeto de estudio a la lengua, dejando de lado lo que él llamará el habla. Esta bipartición, tan criticada posteriormente, ya que son las dos caras de una misma moneda, no obstante, en su estudio abunda, con dicotomías del tipo lengua y habla. Igual sucede con el sonido y el silencio. Según los especialistas del lenguaje, el silencio mantiene las cualidades atribuidas al sonido (temporalidad, sucesión y variación) pero en su inversión extrema. La naturaleza del silencio, como componente de una potente dicotomía, es la misma que la de su socio mismo, el sonido.

 

El silencio es la ausencia total del sonido. También significa abstención de hablar, en el ámbito de la comunicación humana. Y, sin embargo, que no haya sonido alguno no siempre quiere decir que no haya comunicación. El silencio ayuda en pausas reflexivas que sirven para tener más claridad de los actos. El silencio es igual de importante que el sonido, porque sin sonido no se podrían hacer silencios. Son caras de la misma moneda. En la música, por ejemplo, sin silencio las canciones serían muy rápidas y no habría tiempo para que respirara quien la está interpretando. Generalmente, el silencio sirve de pausa reflexiva tras una comunicación, para ayudar a valorar el mensaje. Más allá de la simple puntuación, el silencio puede utilizarse con una intención dramática, puesto que el silencio revaloriza los sonidos anteriores y posteriores. Así pues, el silencio puede ser silencio objetivo y silencio subjetivo.

 

El silencio objetivo es la ausencia de sonido, sin más connotaciones y el silencio subjetivo es el silencio utilizado con una intención dramática. El silencio está en muchos aspectos de nuestra vida. El silencio nos ayuda a pensar en nosotros mismos, a comprender mejor la realidad, no puede existir sin el sonido. Es complementario. El silencio debe estar en muchos aspectos para proveer de belleza y comprensión profunda de las cosas, por ejemplo: en la música, en la comunicación, en nuestro ser. Los silencios en una conversación pueden tener distintos significados: Pueden querer decir: “Quien calla, otorga”. Pero también pueden servir para evitar el conflicto: “mejor me callo, no voy a decir nada para no complicar las cosas”. O simplemente pueden ser un síntoma de desinterés: “para que voy a decir nada”.

 

No hay una solicitud de silencio más famosa y apreciada por los venezolanos que el «¿Por qué no te callas?» emitida por el rey de España Juan Carlos I, el 10 de noviembre de 2007, dirigida al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, como reprimenda tras las reiteradas interrupciones que éste realizaba al presidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, en la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, ocurrida en Santiago de Chile. La oración se convirtió rápidamente en un fenómeno social y de Internet, siendo tema de imitaciones, burlas, parodias, programas de televisión, tonos de llamada para teléfonos​ y título de programas de televisión en Argentina​ y España.

 

Estamos en la era de las comunicaciones, que coincide incongruentemente con una mayor desconexión real entre las personas. Vivimos en un momento en que los mayores malentendidos se producen día a día entre las relaciones personales, porque no existen las verdaderas escuchas. Precisamente por eso nos hablamos menos, nos escuchamos menos y, de este modo, nos relacionamos menos desde un punto de vista existencial.  De hecho, estamos sumidos en tal vorágine de hechos efímeros, que no tenemos tiempo para plantearnos que es lo correcto y que no es. Simplemente nos acostumbramos a todo sin mucha resistencia.

 

 Si es cada vez más difícil mantener la atención ante tanta información del mundo exterior, más complicado es aún escuchar en forma activa a las personas que nos rodean. Además del consumismo en el que estamos inmersos desde hace unas décadas nos adentramos cada vez más en un mundo cibernético paralelo al mundo real, en el que a veces aquel suplanta a este último. El ruido aparece en ambos casos. Es otro tipo de ruido, que se enfrenta con el silencio interior, un concepto que tenemos que aprender y adquirir los occidentales de la cultura asiática. Hasta finales del siglo XX no había tanta saturación de información que atrajera nuestros sentidos, primero nuestros ojos y, en segundo lugar, también nuestros oídos.

 

Todos recordarán sin ninguna duda que “El Sonido del Silencio” es el título de una canción del dúo estadounidense Simon & Garfunkel. La canción fue escrita por Paul Simon durante varios meses en 1963 y 1964 e incluida en su álbum debut. El título se lo compré a una amiga que me reenvió la canción, la cual habla sobre la falta de comunicación entre las personas, explica la paradoja de como el silencio "suena" y es molesto porque sentimos su presencia. Te hace visualizar a una persona caminando y viendo como su mundo se mueve alrededor, mientras un millón de personas se enfocan en las cosas banales de la vida, y no en lo que en verdad importa. Se supone que la canción trata de esa visión, en la cual la gente deja de hacer cosas como hablar o escuchar de forma real, auténtica. Que oye pero no escucha, que habla pero no se comunica. Se refiere a la incapacidad de las personas para comunicarse entre sí, tanto de forma intencionada como emocionalmente.

 

La falta de comunicación, actualmente, es uno de los principales causantes de problemas en nuestras relaciones familiares, de parejas y amistosas. La falta de tiempo, la poca paciencia o la indisciplina suelen ser los principales factores para que la incomunicación reine en nuestras relaciones diarias. Se sabe que en el núcleo familiar se aprende, como también se enseña a través de los valores. Pero, los principales murales de impedimento para una comunicación eficaz entre padres e hijos y parejas son los numerosos malentendidos.

 

Al ser adolescentes, ya solemos coincidir poco con los padres, y cualquier malentendido por redes sociales es capaz de cortar comunicaciones por semanas con el novio o la novia. Claro, las reuniones con los amigos tampoco son como antes, a causa de las ajetreadas horas laborales y, por supuesto, el estrés. En el ámbito laboral el problema grave es la falta de comunicación interna. Considero que uno de los varios beneficios que está dejando la pandemia es que nos ha acercado más.

 

La falta de comunicación interna provoca resentimiento y frustración entre los miembros de cualquier tipo de organización. Debe existir un líder que articule de forma clara y concisa, que todo el mundo entienda, la visión y los objetivos que deben perseguir todos unidos. La falta de motivación daña las relaciones, el humor y por tanto, la productividad. Si un miembro se siente identificado con la organización y siente que su trabajo está reconocido, aumentará su productividad ya que aumentará su confianza en sí mismo y con ello su satisfacción profesional y personal. Decía Steve Jobs, de quien nadie puede dudar de su liderazgo, que “si quieres contratar a gente maravillosa que quiera trabajar contigo, tienes que dejarlos tomar muchas decisiones y que prevalezcan las buenas ideas, de otro modo no querrán quedarse”

 

 Los psicólogos aconsejan que, para que una comunicación sea dinámica y saludable en nuestras diversas relaciones, es necesario no juzgar, ni criticar y mucho menos sancionar conductas de manera constante. Saber escuchar también es fundamental, ya que, dejar que el otro hable y diga lo que piensa, sin interrumpir, conlleva a que las conversaciones se den de forma eficiente. Tampoco hay que dejar pasar por alto la importancia de las respuestas claras. Conversar de manera entendible y concisa, basándose en la naturalidad y la ausencia de prejuicios, nos conducirán a una comunicación exitosa con los familiares, los amigos o la novia. Algo que les falta a los políticos. No dejemos que la falta de comunicación carcoma todas nuestras dudas y preocupaciones diarias.

 

Mantenerte en silencio cuando escuchas a alguien, no significa mantener la boca cerrada. En este contexto el silencio significa asentir y/o dar señales que de alguna forma expresan que estamos siguiendo el mensaje o la historia que nos están exponiendo. Muchas veces, cuando decimos que «escuchamos», hacemos todo lo contrario, o le robamos la historia a la persona que la ha iniciado, o bien nos intentamos avanzar al mensaje que nos quiere dar. Muy común en todas partes.

 

El silencio es clave en la escucha activa. Muchas veces este silencio habla más de lo que creemos. A veces lo que hay detrás es miedo a confrontar, a decir la verdad, a la reacción de los demás. Incluso nos intentamos convencer de que no hace falta decir nada y lo que realmente hacemos en estas ocasiones es retrasar la solución, o la respuesta, o el problema. Me atrevería a decir que incluso lo hacemos más grande. Esto sin tener en cuenta el impacto en el otro. En este contexto el silencio puede verse como una falta de respeto y de empatía. Cuando alguien espera una respuesta, hay que dársela, aunque esta sea para decirle que NO.

 

La imagen que puedes dar al otro es de dejadez, de poca profesionalidad, poca seriedad, de una persona poco decidida a afrontar con sinceridad y claridad las decisiones que toma… No creo que nadie tenga intención en generar esto, muchas veces quizás no es ni consciente. Y es que nos cuesta mucho confrontar, dar «malas» noticias, decir «NO».

 

Para que haya comunicación uno debe hablar y otro recibir el mensaje, o sea, escuchar poniendo atención a las palabras, para sentir lo que la otra persona siente. Usamos la expresión: "ponerse en los zapatos del otro", para significar que comprendemos lo que el otro dice y siente. Es lo que se define como empatía. Parece lógico, pero lamentablemente el proceso no se da de esta manera en muchas relaciones. Como ya comentamos, la mayoría de los problemas se dan por la falta de o por la mala comunicación. Los malentendidos.

 

Debemos ser responsables asumiendo nuestra parte en el conflicto y en la solución. Esto es un ejemplo de falta de comunicación. Luego reaccionamos y nos expresamos de una manera airada y ofensiva. Esto es mala comunicación. También es una evidencia clara de que no consideramos el efecto ni las consecuencias de nuestras palabras. Las palabras suaves y amables apaciguan los ánimos y abren las puertas de la comunicación así como la sinceridad y la honestidad permiten llegar a comprender lo que se dice. Cuando no hay comunicación, los problemas quedan sin resolver, creando un problema de mayores proporciones.

  

Soy un enamorado del silencio, pero el silencio bien utilizado. Pero claro, en determinadas ocasiones hay que ser valiente para romper este silencio y confrontar, y eso ya cuesta más. Tus respuestas dicen mucho de ti, pero tus silencios lo dicen todo. Quiero dejar algunas preguntas y quiero que te las contestes a ti mismo. ¿Qué uso haces del silencio? Teniendo claro que casi nunca las cosas se resuelven solas… ¿Eres de dar respuesta cuando te preguntan? ¿O de romper el silencio para decir NO cuando toca?   

 

El silencio es un verdadero amigo que nunca te traiciona. Confucio

Antes de empezar a hablar, procura que en tu rostro pueda leerse lo que vas a decir. Marco Aurelio

El silencio es el elemento en el que se forman todas las cosas grandes. Thomas Carlyle

Decir lo que sentimos; sentir lo que decimos; concordar las palabras con la vida. Séneca

Comments

  1. Tu ensayo trata del silencio de la palabra en el británico, extenso y claro en su exposición. A propósito del asunto que planteas, se me ocurrió que el lenguaje es incompleto y no ofrece expresión comprensible. Lo podrás ver en el ensayo que sigue:
    La travesura de Wittgenstein
    La literatura ha cumplido la función de decir del ser humano lo que ninguna expresión del arte ha logrado. Es, en general, creación artística con la palabra y, mediante ella, productora de imágenes que configuran la representación del mundo. Es imaginación –espiritual y sensual– y lenguaje, para comunicar algo que sólo de esa manera puede comunicarse. Las herramientas del lenguaje son las palabras, las del habla cotidiana o las que resultan de una combinación purificadora para darnos un poema.
    Ludwig Wittgenstein introdujo en la lingüística un modo de pensar a la manera filosófica acerca del lenguaje. Su objetivo científico expuesto en el Tractatus tiende a abolir la filosofía y quedarse con la realidad mundanal que sólo puede decirse con la palabra. Por ello, la función del lenguaje es representar al mundo, sin poder ir más allá.
    En las artes figurativas puedo decir en palabras lo que ellas representan: describir con el habla el David de Miguel Ángel o Las Señoritas de Avignon de Picasso. Pero al hacerlo, la obra de la que hablamos no será la misma que hemos apreciado, y difiere esencialmente de lo dicho verbalmente. En tal situación, nuestro oyente no tendrá nunca una reproducción fiel de su presencia real. Puedo decir en palabras la descripción de esas obras de las artes plásticas, y dejar al receptor del mensaje la comprensión de lo que he percibido individualmente, pero nunca podré mediante la palabra representarlas plenamente.

    El pensamiento puede ser ilimitado en su vuelo libre y silencioso, pero la palabra, que es su forma expresiva, sólo representa lo que puede decirse, y queda fuera de ella lo que únicamente puede mostrarse. El mundo es el valladar del lenguaje y se basa en la lógica que lo hace comprensible: los extremos del mundo son las limitaciones del lenguaje. Lo que está fuera de aquél carece de significado porque la lengua no puede decirlo, y sí apenas mostrarlo. La ética, la metafísica, la religión y el arte, con su algo de idealismo, pertenecen al reino de lo trascendental, de ellos nada puede afirmarse ni negarse (o decirse), sólo puede mostrarse.

    La palabra es la herramienta del lenguaje, y por eso ella misma pone el coto final adonde puede llegar lo expresable.

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  2. Como siempre, disfruté mucho de tu artículo, al igual que disfruto mucho del silencio que me parece no estar ausente de sonido; de ahi la canción "El sonido del silencio", que mencionas y que es una de mis favoritas.

    Se me ocurre comentar algo más, con respecto al que puede verse como una falta de respeto y de empatía; el "stonewalling". El silencio puede ser también una forma de agresión que involucra resistirse a comunicarse con la otra persona durante una discusión, intencionalmente respondiéndole con el "silent treatment" que puede ser doloroso, frustrante y, seguramente, dañar la relación.

    Por eso me parece importante tu recomendación: "cuando alguien espera una respuesta, hay que dársela, aunque ésta sea para decirle que no".

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