Conversaciones sobre esto. aquello y un poco de lo otro (III) (Gustavo Gonzalez Urdaneta)
Conversaciones sobre esto. aquello y un poco de lo otro (III)
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami 21 marzo 2022
Cuando uno está en los treinta
y cinco años tiene muchos espejos, cada uno correspondiente a un periodo de su
vida, que le devuelven una imagen incompleta de lo que realmente es. La imagen
cambia desde los ojos de quien sostiene el espejo, pues evalúa a la otra
persona desde su propia experiencia de vida. En este momento de mi generación,
solo necesitamos de nuestro propio espejo y, quien sabe, puede que en un futuro
no necesitemos ninguno. Puede que en un futuro, solo con cerrar los ojos, ya
sepa quién soy.
El otro día me pregunté si me
acordaba de los nombres de mis bisabuelos y eso me hizo reflexionar que tal vez
los nietos de nuestros hijos no sabrán quienes fuimos, ni siquiera sabrán
nuestros nombres. Tal vez no somos tan importantes como pensamos. Ya empezamos
a ser el olvido que seremos, como decía Borges. Si no nos recuerdan, incluso sus
personajes de ficción serán más reales que nosotros.
El escribirlo, me trae a la
memoria el triste final del conde Leon Nikoláievich Tolstoi, quien,
después tener la gloria y el reconocimiento por sus novelas tan famosas Guerra
y Paz (1863-1869) y Ana Karenina (1874-1876) y escribir numerosos
tratados religiosos y morales, fue excomulgado por sus teorías heréticas en 1901,
atacó la cristiandad, repudió sus obras, entregó su dinero a su esposa y vivió una
vida frugal de un siervo en su propiedad en Yasnaia Poliana a la que acudían
peregrinos en busca de sabiduría. Tras una disputa con su esposa una noche,
abandonó la casa, cogió un resfriado y murió en el apartadero de una estación
de ferrocarril.
La verdad es que poco importa, en el infinito, que uno tenga un mes o
noventa años, en el tiempo eterno no somos ni un abrir y cerrar de ojos, lo
bueno de saber eso es que podemos relajarnos y no tomarnos la vida tan en
serio. En cada decada hay algo de la infancia, esa emoción de las primeras experiencias, que
se destiñen con el tiempo. La verdadera
esencia del tiempo para uno mismo es hacer algo que involucre disfrute, algo
que nos guste hacer. Algo que nos ayude a encontrarnos a nosotros mismos.
En esta saga de Conversaciones, por ejemplo, los hechos
concretos e interesantes se enriquecerán con relatos llenos de humor y
ocurrencias, que nos ofrece a menudo la práctica de la vida, y que en ocasiones
puede quedar en el olvido si no se rescata a través de la palabra escrita. Como
decía Kotepa Delgado “Escribe que algo queda”. Esta saga nace como descanso de
una serie de articulos sobre la triste realidad de nuestra querida Venezuela,
así que corresponden a otras vivencias más entretenidas de mi vida, pero, si leen muchas palabras sonrientes, no quiere decir
que las palabras de mi realidad sean todas así.
Sin embargo eso me recuerda
otro detalle en el que no hay que imitar a Tolstoi. En el momento que la
esperanza de la libertad había despertado en su pais parecía haberse ensalzado en
una especie de olímpico distanciamiento de las esperanzas y miedos de aquellos
que luchaban por la libertad politica. Le sucedió, al igual que a algunos de
nuestros políticos “veteranos”, que su pais Rusia ya no le escuchaba. En este
momento, en que la esperanza de la libertad ha despertado la energía politica
de cada venezolano, las voces de nuestros “veteranos” son un clamor en el
desierto. Al igual que a los rusos, a los venezolanos no nos pasa por la cabeza
pedirles consejos como conducir el pais. Igual que le pasó aTolstoi. Para
nosotros, sí hubiera sido un aprendizaje saber que pensaba Tolstoi en los
momentos en que en la violencia ocurrió en san Petersburgo y su interpretación
de la tragedia.
Tolstoi no era partidario del
movimiento constitucionalista de su época pues consideraba que alejaba a los
hombres del verdadero camino ya que en su época, una constitución no podía
mejorar las cosas ni traerles la libertad. Consideraba que todos los gobiernos
se mantienen en el poder por medio de la violencia, al igual que la tiranía
venezolana, y la violencia es contraria a la libertad. Un hombre sólo es libre
cuando nadie puede forzarle a hacer aquello que cree está mal y, según Tolstoi,
debe abstenerse de participar en los actos del Gobierno, negarse a servir en el
ejército y a aceptar cargos dependientes de la administración. No son malos
consejos hoy en día en Venezuela.
Un punto a favor del
pensamiento tolstoyano de la politica es que al pueblo no suele interesarle la
constitución y aquellos a su favor, no conocen el pueblo. Los políticos en
general, por más que profesen amar al pueblo, en realidad el pueblo no les
preocupa, simplemente estan allí por su propio interés y algunos hasta lo
desprecian. El pueblo venezolano solo quiere una cosa y donde hay violencia no
hay Libertad!
Muchos de la diáspora venezolana consideran que pasan a ser el pez fuera del agua
pero en verdad, llámese diáspora, destierro o exilio, eso es algo que nos
afecta pero no nos impide llevar una vida autentica. El modismo “Como pez fuera
del agua” se refiere a un individuo que se siente incómodo en un entorno
particular, como un pez fuera de su hábitat natural. La historia nos
proporciona como algunos filósofos, escritores e intelectuales vivieron las
penas del destierro. El mismo Tolstoi decía que llevaba veinte años esperando
el destierro y, si llegara, no le alteraría en absoluto.
Para los griegos y los romanos
el destierro, ya fuese por razones penales, políticas o
económicas, era la más grande de las penas, porque en él las personas pierden
las raíces que las mantenían unidas a sus lugares de nacimiento, y esa pérdida
podía ser el origen de diferentes tipos de melancolía. Del griego deriva
nuestra palabra nostalgia, que se compone de dos raíces: nóstos y álgos. La
primera de ellas describe el retorno a casa, al lugar del que partimos, a veces
tras un largo viaje en el que se pueden correr grandes peligros. Un viaje como
el que inmortalizó nada menos que la Odisea, que narra la vuelta a Itaca
la isla natal del héroe Odiseo, también
conocido como Ulises, tras diez años de guerra y otros tantos de aventurado
retorno. Y la segunda designa el dolor que se siente por esa pérdida.
Esta el caso del gran poeta
latino Ovidio, quien desterrado al mar Negro por el emperador
Augusto por motivos políticos, escribió allí dos de sus grandes obras: las Tristia
y las Pontica, en las que intentó expresar el dolor de lo que supone
vivir en tierra extraña; también está el historiador Tucídides que fue condenado injustamente al destierro por su
ciudad, Atenas. Desde ese destierro pudo escribir su obra y analizar los hechos
transcurridos con esa objetividad que muchas veces nos proporciona la
distancia. El mismo destino sufrió Polibio, el
historiador griego que contó la conquista del Mediterráneo por Roma,
escribiendo como prisionero de guerra en esa ciudad tras haber luchado contra
ella como general de la Liga aquea.
También lo compartieron filósofos como Aristóteles que
murió en la corte de un tirano; Descartes
que tuvo la suerte de que lo protegió Cristina de Suecia en el siglo
XVII, fallecido en Estocolmo no sabemos si de frío o por la acción de un
veneno. O Federico de Prusia, que acogió a Voltaire, o Catalina de Rusia que acogió
a Diderot, ambos en el siglo XVIII. El caso del filósofo Spinoza que sufrió un doble destierro, primero
de su patria España y luego de Portugal para pasar a vivir a Holanda, el país
de la libertad de comercio y de pensamiento.
Fue en el siglo XX, con el
nazismo, el fascismo, y en España con el franquismo, cuando muchos países
europeos, pero sobre todo americanos, salvaron de la muerte a intelectuales de
todo tipo: Freud, Einstein, Oppenheimer, Gödel, Jaspers, Thomas Mann, Hannah Arendt, y cientos de huidos de Alemania. Venezuela se
enorgullece de haber tenido siempre vocación de acogida y de ello son testigos
muchos inmigrantes, desterrados y viajeros de ida y vuelta, mil veces
zarandeados por la historia.
A diferencia de los famosos
que no les gusta ser entrevistados, G.K. Chesterton (1874-1936), el escritor inglés que escribió una serie de historias de
detectives en las que el protagonista es el Padre Brown, siempre estaba
dispuesto a que lo entrevistaran ya que mantenía la teoria que la prensa es una
ágora pública. Decía que no le negaría una entrevista ni siquiera a un
periódico propiedad de millonarios capitalistas a los que detestaba. No
obstante opinaba que la prensa en sus días solo se hacía eco de los poderosos y
su verdadero objetivo debería ser ofrecer al público la oportunidad de exponer
sus puntos de vista. Hoy en día todos los periódicos más importantes son
propiedad de corporaciones multinacionales y tras muchas de ellas estan algunos
poderosos como es el caso del Washington Post, de Jeff Bezos el fundador de
Amazon. Varios de ellos estan en sintonía con algunos partidos políticos y sus
puntos de vista suelen esta parcializados.
Los escritores –y los
artistas en general– tienen fama de ser vanidosos. Pero no todas las vanidades
son iguales. Muchos desean que sus obras sean leídas y valoradas para pasar a
la posteridad, mientras que otros prefieren ser erigidos ellos a los altares,
como genios de las letras. Lo mismo les da si nadie es capaz de acabarse alguno
de sus libros. Vanidosos o no, lo que cualquier escritor ha de asumir es que se
expone tanto al elogio como a la crítica. No importa lo bueno que sea o la
cantidad de libros que venda, siempre habrá quien vierta afiladas opiniones
sobre él. Y muchas veces serán sus compañeros de profesión los encargados de
sabotearlos.
Chesterton, quien además
fue autor de polémicas críticas y de las biografías de Browning, Dickens y R.L.
Stevenson, no se consideraba imperialista ni creía en el cosmopolitismo que
consideraba estaba en manos de los financieros que pretender obtener beneficios
de él o del socialismo ateo como consideraba ocurría en Alemania. En realidad
Chesterton acostumbraba, cualquiera fuera el tema a discutir, a expresar
ciertas teorías sobre la vida. Era en cierta forma hostil hacia los movimientos
literarios de los años ochenta y los noventa pues tenía la sensación de que los
dos grandes ideales de esa época habían muerto: la Revolución Francesa había
destruido el cristianismo o eso creía la gente, y los decadentes ni siquiera
creían en la Revolución Francesa. No les importaban nada ni los derechos del
hombre ni los de Dios.
La opinión de Chesterton
sobre el estilo de algunos escritores famosos me recordó al de un gran amigo al
que, por lo general, tengo que leerlo dos o más veces pues tiene un estilo
telegráfico que me impide entender lo que realmente quiere decir. Por ejemplo, Wells para Chesterton, nunca se aferra realmente a nada,
no sabe lo que es un punto ortográfico y esas líneas de puntos que pone al
final de las frases son, en su opinión, su mejor representación. Al igual que
mi amigo, es como un sombrero que flota en el mar del pensamiento moderno que
las olas acabarían llevándole hasta la playa pero ahí sigue, subiendo y
bajando. A ambos les cuesta precisar algo. Sin embargo, pienso que tanto Wells
como mi amigo tienen una mente maravillosa.
La obra de Wells es
prolífica, con más de cien libros y multitud de cuentos, y en ella podemos
encontrar tanto obras de ciencia ficción, como La guerra de los mundos
(1898) o La máquina del tiempo (1895) -ambas llevadas al cine en más de
una ocasión-, La isla del doctor Moreau (1896) El hombre invisible (1897)- llevadas
también al cine- como obras de corte social, Tono Bungay (1909),
o centradas en el estudio de la historia.
A Shaw lo considera mejor
peleador que Wells pero que pierde mucho por el miedo que le tiene a sus
emociones. Chesterton consideraba que todos los escritores eran igual de
poéticos que Shakespeare pero no tan buenos poetas. Consideraba que el tipo más
elevado de hombre era el santo San Francisco de Asís, que podía ser juez tanto
de Byron como de Napoleón y le parecía que un dialogo entre esos tres podría
ser muy entretenido. ¿Qué opinan de eso?
Al pobre Edgar Allan Poe no le tenían en alta estima sus contemporáneos. T.
S. Eliot dijo de él que tenía «el intelecto de una persona talentosa antes de
la pubertad». Mark Twain, por su parte, opinó: «Su prosa me parece ilegible,
como la de Jane Austen» (dos zascas al precio de uno). Y W. H. Auden no
escatimó en detalles: «Un hombre muy poco viril cuya vida amorosa parece
haberse limitado a llorar en regazos y comportarse como un crío».
Louise May Alcott, la
autora de Mujercitas, le tenía bastante tirria a Mark Twain. Una prueba evidente es esta declaración: «Si no
puede escribir para nuestra juventud un libro mejor que Huckleberry Finn, le
sugiero que no vuelva a escribir». Y no fue producto de un calentón, no. Era
tanta su manía a ese libro, que inició una campaña de desprestigio hasta que
consiguió que se prohibiera en Massachusetts. Esta fue una de las tantas
censuras que sufrió el libro por su vulgaridad y supuesto racismo. Pero es
probable que Twain no se lo tomara mal, puesto que las ventas se dispararon y
se convirtió en una celebridad.
Las novelas por entregas de
Dickens causaban gran expectación entre los lectores, que
sufrían por el destino de los personajes. Oscar Wilde se mofó de ello: «Uno debería
tener el corazón de piedra para leer la muerte de la pequeña Neil sin echarse a
llorar… de la risa». Muchos afirman que Dickens fue el Stephen King de su
época. Prueba de ello es esta afirmación del Saturday Review en 1858:
«No creemos que su fama perdure. Nuestros descendientes se sorprenderán de que
sus antepasados lo considerasen el gran novelista de su época». Es evidente que
se equivocaron.
El problema de hoy en día
es que el lector es capaz de tragárselo todo siempre y cuando venga avalado por
algún gran nombre de la crítica literaria o algún reputado exmilitante de un
periódico desfallecido que, amparándose en el oficio del periodismo y el
amiguismo que reportan las otroras buenas relaciones, sobre todo las ligadas a
cuestiones económicas y no puramente artísticas, ha decidido contribuir al
engaño. En definitiva, la crítica ha muerto por una razón impepinable: hemos
perdido la tradición de la cultura. No nos ha dado la real gana de cultivarla
pero queremos cosechar sus maravillas chascando los dedos. Mal de todos.
La ventaja de este estilo
de Conversaciones es que da para todo. Podemos seguir hablando de esto, aquello
y lo otro y siempre habrá para más. Podríamos seguir hablando de Chesterton pues posiblemente nos encontremos ante uno de los
mejores escritores de la historia, polifacético hasta niveles insospechados,
capaz de escribir todo tipo de obras: poemarios, obras de teatro, novelas
policíacas, novelas históricas, ensayos, biografías, libros de viajes, textos
filosóficos y religiosos, etc. Prolífico hasta lo inconcebible, sobre todo
teniendo en cuenta que, desgraciadamente, sólo llegó a vivir sesenta y dos
años. Se le llamó el “príncipe de la
paradoja” por el uso que hace de este medio estilístico así como el “profeta
del sentido común”, ya que toda su obra, genial, está escrita teniendo en
cuenta “el menos común de los sentidos”.
Desde temprana edad fui aficionado
a la novelas de detectives como Hércules Poirot y Sherlock Holmes al igual
que las novelas del padre Brown. Poirot, resuelve asesinatos utilizando la psicología y estudiando la naturaleza
humana para poder sacar conclusiones. Su caso más famoso es el asesinato en el
Oriente Express. Holmes es famoso por utilizar
métodos científicos, de observación y deducción. Su caso más conocido es el
Sabueso de los Baskerville. Su gran enemigo es el Profesor Moriarty, su alter
ego en versión criminal. El Padre Brown es
un psicólogo que siempre encuentra el punto lógico a todo y su intuición le
ayuda a resolver los casos.
Auguste Dupin, famoso de la mano de
Edgar Allan Poe sentó las bases para la creación de nuevos detectives
ficticios. Su método se basa en intentar meterse en la mente del asesino e
intentar pensar como él. Miss Marple, tras
la apariencia de una ancianita del pueblo de St. Mary Mead, es una gran
observadora de la naturaleza humana que ayuda a Scotland Yard a resolver casos
como quien hace cotufas. Raymond Chandler creó a Philip Marlowe este detective, duro, cínico, pesimista y
malhablado que pasa penurias económicas, lo que no le impide resolver casos muy
famosos.
El inspector Ellery Queen adquirió tanta fama que se llegó a crear una
revista de misterios con su nombre y el comisario Maigret es un comisario de la policía francesa, quizá el
más compasivo de todos y su éxito consiste en introducirse en la vida de los
implicados como uno más para observarles y entenderles. Hay autores, personajes
y estilos para elegir. Escoge los tuyos, estúdialos y enseñen a sus nietos a disfrutarlos
como hicimos nosotros.
“Las ciencias y la literatura
llevan en sí la recompensa de los trabajos y vigilias que se les consagran.”
Andres Bello
“El libro es fuerza, es valor,
es fuerza, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor.” Ruben
Darío
“El mundo está lleno de cosas obvias que nadie observa por casualidad”.
Arthur Conan Doyle.
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