El Silencio en la Historia Gustavo González Urdaneta

 El Silencio en la Historia

Gustavo González Urdaneta

Miami 12 marzo 2023

 

De acuerdo con los que se dedican y han sido formados dentro de la historiografía, frente a la nada no hay nada que hacer, y para el resto de los humanos, el problema al que nos enfrentamos es una forma o manifestación dentro de esa nada y se refiere a la pregunta ¿qué hacer frente al silencio en la historia?

En cuanto a la nada, no hay posibilidades, no existen soluciones posibles. Dice la frase de oro de quienes cursan introducción a la historia: “No se puede hacer historia de lo que no pasó”, lo que también puede ser ampliado a que no se puede hacer historia si no hay con qué hacerla. Por ello el célebre historiador francés Marc Bloch propone en uno de los textos de lectura obligatoria para los ingresantes a la carrera de historia: “La primera característica del conocimiento de los hechos humanos del pasado y de la mayor parte de los del presente consiste en ser un conocimiento por huellas”, entendiendo esas huellas como los documentos sobre los cuales se accede al pasado.

La historia es una disciplina cercana al silencio y la ausencia de la información, a la no existencia visible, directa, explícita pues, por definición, la historia cumple la función de interpretar un pasado, al cual no tenemos acceso directo, no podemos ver a simple vista, ni tampoco podemos comprender por completo. La historia se construye con fragmentos y la misión del historiador es, en parte, darles continuidad, orden y discurso a esos fragmentos; dar sentido al vacío, construir un pasado a partir de esos fragmentos. Hay profesionales que han hecho ciertas escuelas historiográficas respecto del silencio, el vacío y la ausencia, en torno a los cuales, frente a dicha condición, buscan incansablemente en otras fuentes las posibilidades para llenarles de contenido.

El silencio evidencial en la historia significa que la cosa en cuestión (llámese X) no se menciona en los documentos disponibles. Si se mencionara, entonces, con las calificaciones habituales, se probaría que existe. Dado que X no se menciona, no se puede demostrar que X existe. Otra inferencia natural de esta evidencia es que X no existió. El punto básico es que si X de hecho no existió, entonces el único rastro que ese hecho podría dejar, en la evidencia, es el silencio de la evidencia en cuanto a X. Al mismo tiempo, tal conclusión debe ser provisional. Si posteriormente se encuentran documentos que mencionan X, entonces después de todo se prueba que X existe. Un solo positivo puede anular cualquier cantidad de negativos. Un solo sonido refuta todos los silencios.

Nunca se puede descartar la posibilidad de tal futuro positivo. Pero hasta que ocurra, la inexistencia de X es la mejor inferencia a partir de la ausencia de X en la evidencia. La fuerza de esa inferencia en un caso dado dependerá de (1) cuántos documentos hay, o en términos estadísticos qué tan grande es la muestra y, en términos literarios, (2) qué tan probable es que la cosa haya sido mencionada en documentos de ese tipo en primer lugar.

Sin estas fuerzas circunstanciales no podría comprenderse el por qué ha llegado hasta nosotros un cierto patrimonio (y no otro). Por qué ese legado reúne más o menos siempre un mismo origen, un mismo contenido, una misma voz y determinadas lenguas dominantes. Ciertos documentos o han sido sustraídos, o bien destruidos o directamente omitidos como innecesarios o inconvenientes para ser dados a publicidad. La información clasificada en determinadas instituciones en las instancias en que ha sido revisada ha conducido a llevarnos grandes sorpresas.

Las condiciones de posibilidad de ciertas voces, de ciertos discursos, de ciertas prácticas asociadas a esos discursos, han sido posibles gracias a algunas ventajas que las favorecieron y un poder que se ha manifestado extremadamente selectivo e ideológicamente faccioso y astuto. Entre esos grupos dominantes y los otros grupos dominados, sojuzgados, subalternos, acallados, media el abismo que también condiciona hoy en día nuestros propios puntos de vista. Porque somos herederos, mal que nos pese, de ese legado. Y hemos sido educados bajo esa ignorancia y bajo esas supersticiones. Porque en ocasiones ni siquiera tienen un fundamento. Estamos empapados, nos guste o no, lo advirtamos o no, de ese mismo pasado. Somos un producto de ese pasado, por más que muchos puedan tomar una distancia crítica de él. Percibir con nitidez estas ilegitimidades.

Dado que nos interesan son los silencios históricos que si existen, pero su documentación es escasa o insuficiente, de acuerdo con las fuentes consultadas podríamos decir que el silencio en la historia se podría clasificar en tres grupos: los que permanecen sin interpretación, los que no pueden ser entendidos y los que se llaman silencios históricos. Para el primer grupo es necesario abrir y ampliar la búsqueda de nuevas fuentes, hacia otras dimensiones e imperiosamente hacia otras disciplinas, que nos permitan ver más allá de lo que tenemos en nuestras manos. En el segundo grupo estan los silencios de quienes no pudieron dejar testimonio, de quienes han preferido guardar silencio, y quienes han perdido sus fuentes y/o testimonios, o quienes se encuentran ausentes. Si la historia no los considera, ella misma seguirá perpetuando y construyendo nuevos silencios. Depende de nosotros revelarlos y considerarlos. Un ejemplo que recuerdo del segundo grupo es el libro de Tomas Straka La Voz de los Vencidos que presenta la ideas del partido Realista en el periodo 1810-1821 de Venezuela.

Ha habido a lo largo de la Historia algunos silencios que constituye el tercer grupo de los silencios históricos. O, mejor sería decir, varios silencios. El silencio de la infancia. El silencio de los ancianos. El silencio de los enfermos mentales. El silencio de los analfabetos de cualquier índole. El silencio de los pueblos avasallados por el poder imperial. El silencio de los homosexuales. El silencio de los presos. Y el silencio de las mujeres. Hay muchos otros. Me limitaré a nombrar solo estos, por ahora. Pero en verdad, más que silencios son voces que han sido silenciadas. Lo que no es lo mismo. Me explicaré.

Ese silencio histórico, que registra antecedentes desde tiempos inmemoriales, tiene que ver con que quienes administraban la palabra, el saber, la capacidad de hacerlo circular, su registro y su documentación siempre han sido ciertos grupos poderosos. Y ciertos grupos claramente identificables. Esas asimetría de fuerzas, ha sentado las bases de una asimetría simbólica. También ha habido violencias operadas sobre estos grupos. Violencias físicas y violencias simbólicas. Ha habido confinamientos de toda índole y has habido confinamiento de su palabra. Así, inermes y mudos, no se podían nombrar ciertas experiencias sociales que hubiera sido primordial que sí lo fueran. De esa manera, hubiera acontecido el dinamismo saludable que toda sociedad requiere para que los sujetos que la integran estén lo más realizados posible.

En este tercer grupo se incluyen temas como, por ejemplo, la menopausia que aun siendo un hecho ineludible de la vida. ¿Por qué la historia guarda silencio al respecto? Hay evidencias de que la menopausia era una condición reconocida pero la mayoría de los estudiosos dicen que la menopausia no era una preocupación importante a principios del período moderno y señalan la falta de curas o tratamientos en los libros al respecto. Si faltan tratamientos para la menopausia, eso no nos dice que no molestara a las mujeres: más bien nos dice que la menopausia era vista como algo tan inevitable e irreversible como el envejecimiento pero aún no había sido patologizada. Y así puede ser el caso con muchos otros silencios en la historia. 

A menudo, cuando la menopausia pasa a la historia, es desde la perspectiva de sus consecuencias para los hombres. La probable menopausia de Catalina de Aragón a los 40 años en la década de 1520 se da como explicación de por qué Enrique VIII la abandonó. Pero ¿qué significó para la experiencia de Catalina? Su experiencia puede haber sido bastante diferente.

O está la caza de brujas. Lyndal Roper ha demostrado que las mujeres acusadas de brujería eran señaladas, no solo por su edad, sino porque, al ser menopáusicas y posmenopáusicas, ya no eran fértiles. Se pensaba que la envidia incitaba a las mujeres mayores a atacar a las madres jóvenes fecundas. ¿Podrían los momentos menopáusicos de ira intensa explicar la reputación de cascarrabias de las brujas? En suma, el argumento del silencio histórico, como todos los argumentos históricos, es siempre conjetural. Pero no es, como pretenden algunos, una falacia. Es la inferencia predeterminada correcta del silencio. Esa inferencia puede ser fortalecida por evidencia relevante de tipo positivo, o por el silencio continuo de evidencia adicional. No hay ninguna razón por la que no deban aparecer nuevos documentos algún día. Así que la mayoría de las conclusiones en la historia son provisionales y siempre están abiertas a modificación

Hay varias razones, además de la inexistencia literal, por las que algún elemento cultural no se menciona, o parece no estarlo, en los textos de la época. Tales situaciones no implican la inexistencia. Existe también lo que se llama el “silencio social”. Por ejemplo, el elemento es demasiado familiar para necesitar una referencia explícita por parte de los miembros de la cultura. Lo que se discute en los textos de élite son los puntos en los que la cultura de élite difiere del resto de la cultura, o (especialmente) en los que las diferentes facciones dentro de la cultura de élite difieren entre sí.

Otro caso es que sea poco probable que el elemento se mencione en el tipo de textos que han sobrevivido. El mecanismo de preservación incluso para esos textos es la existencia institucional continua de la facción o escuela de la que provinieron. No existen documentos de origen "ordinario", incluso de períodos en los que la población que no era de élite sabía leer y escribir. No es muy probable que poseas algo que perteneció a tu tatarabuelo, a menos que fuera una persona de nota inusual,

Puede ser que el artículo es culturalmente tabú. La escritura en la India primitiva parece haber sido una herramienta de los comerciantes culturalmente menospreciados y, en consecuencia, despreciada por los brahmanes, responsables de la mayoría de los textos existentes. Puede que se haga referencia al artículo en realidad, pero de manera alusiva pues la referencia directa se consideraba poco elegante, También puede que en realidad se hace referencia al artículo, pero con sarcasmo. El sarcasmo y sus primos no sobreviven bien ni siquiera dentro de una cultura. y no es menos probable que los lectores fuera de la cultura los pasen por alto. Estas son algunas de las precauciones y consideraciones. Un argumento serio desde el silencio los tendrá en cuenta. Pero el argumento del silencio a la inexistencia sigue siendo en principio una inferencia válida y la conclusión menos improbable en el tema que nos ocupa.

Es natural esperar que corresponda a los escritores e historiadores esclarecer los motivos, las causas y las consecuencias de estos silencios. Y asistir a otros para implementar políticas concretas (y si fuera posible políticas de Estado) que se traduzcan en la posibilidad de hacer escuchar esas voces para promoverlas, para que circulen, para cambiar el estado de cosas. Pero que también informen. Voces disonantes que hagan acto de presencia en la esfera pública. Que se expresen. Participen a la comunidad de un tipo de experiencia preciosa que permanecía invisibilizada. Y evitar el sufrimiento y el padecimiento que han corrido parejos con esos silencios históricos.

“Nuestras vidas comienzan a acabarse el día que hacemos silencio en los temas importantes”(Martin Luther King Jr.) 

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