Modestia y Humildad versus Arrogancia en la Politica (Gustavo González Urdaneta)
Modestia y Humildad versus Arrogancia en la Politica
Gustavo González Urdaneta
Miami 21 noviembre 2023
Tener una buena autoestima es importante en muchos aspectos de nuestras vidas. Este factor facilita que nos involucremos en proyectos importantes capaces de llevarnos a mejorar nuestra calidad de vida, nos facilita las cosas a la hora de socializar, y contribuye a que las crisis y las pequeñas derrotas del día a día no nos hundan del todo anímicamente. Sin embargo, como prácticamente cualquier factor psicológico vinculado a la personalidad, un exceso de autoestima puede traer problemas… tanto para uno mismo como para quienes le rodean. Cuando estos altos niveles de amor propio llegan a convertirse en arrogancia todo cambia.
La arrogancia es el excesivo orgullo de una persona en relación consigo misma. Se emplea frecuentemente con connotación negativa. La arrogancia proviene del latín arrogans, que significa prepotente. Si muestras arrogancia, tu orgullo es prepotente y ofensivo hacia los demás. En la teoría de la neurosis la arrogancia es producto de la compensación del ego al tener unas autoimagen inflada. La persona pretende ejercer los derechos por la importancia que se atribuye a sí misma; mientras que los demás lo ven y reconocen por lo que es. Conceptos similares son narcisismo, vanidad y soberbia. Según algunos especialistas, no hay que confundir la arrogancia con una elevada autoestima, precisamente puede ser expresión de lo contrario, una autoestima frágil,
Se suele comentar como diferencia entre arrogancia y soberbia, ambos adjetivos deplorables, el que una persona arrogante desprecia por ejemplo la falta de una cualidad de otro mientras que la soberbia es despreciar a otro ser en sí. Es decir, la persona arrogante constantemente intenta demostrarse a sí misma que está a la altura de sus desmedidas expectativas, pudiendo en el proceso despreciar o incluso lastimar a los demás.
Hay muchas cosas que podrían dar a los políticos actuales una ventaja sobre sus pares y me permito mencionarles cuatro de ellas: Ejemplos de vida a seguir, fuertes capacidades de liderazgo; poder formar un equipo motivado y de alto rendimiento y ser modestos y humildes, como cualquier emprendedor.
Estoy convencido que la recuperación del país es posible, pero no es una actividad que sea destinada a los políticos tradicionales que han permitido la situación que se vive actualmente en Venezuela. Una nueva propuesta requiere de lo mejor de nuestra sociedad civil y militar dentro y fuera de Venezuela cuyos integrantes profesen los valores morales y espirituales requeridos para reestablecer la República de Venezuela, sin más nada en su nombre. Los problemas son oportunidades para demostrar lo que se sabe, querer ser útiles y no importantes. Como dijo Victor Hugo “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.” Otros han hablado ya de esa última posibilidad con la generación de adultos jóvenes dentro y fuera del país como un liderazgo posible. En ese futuro estamos comprometidos.
Una de las acepciones de la RAE de la palabra arrogante es “altanero, soberbio”. En los medios políticos venezolanos siempre ha habido mucha gente, aún hoy en día, con exceso de orgullo y de arrogancia- particularmente en la época del bipartidismo- hombres y mujeres convencidos de que eran mejores que los demás por tener una situación privilegiada, quizás sin merecerlo. La humildad y la modestia son valores que se están perdiendo en nuestra sociedad, cada vez más individualista. Una sociedad que inculca que tenemos que ser o por lo menos parecer superiores, y además demostrarlo públicamente en todas las plataformas. La más dañina es la arena politica.
Esta situación se está viviendo entre nuestros políticos, cada vez más lejos de lo que es la esencia de la política. El exceso de arrogancia es un valor en alza; lo hemos visto estos últimos meses en las campañas electorales y, desde hace muchos años en el arco parlamentario y hemiciclos regionales con algunos de nuestros representantes políticos. Representantes de la ciudadanía imponiendo sus posturas, sin importar la opinión de los demás y pensando que son superiores, demostrándolo no sólo con sus agresivas palabras sino con actitudes gestuales o corporales. Es bueno que haya discusión y debate en la política, sobre todo en temas que nos afectan enormemente, porque permite entender otros puntos de vista y llegar a conclusiones; pero siempre con educación y respeto, cumpliendo las normas básicas de la conversación.
Si hay algo que he aprendido en mis años de vida en los ámbitos personal y profesional, es que cuando nos relacionamos con los demás, se entra en una especie de juego en el cual hay que ser diestro en lograr sinergia entre las posturas de los demás con las de uno, lo cual nunca fue fácil por la gran variedad entre las características, creencias y formas de actuar de cada grupo. Esa es una habilidad que deberían tener los verdaderos políticos, pues ese es su día a día.
Si en algo han tenido éxito los políticos de la oposición en las últimas dos décadas es en anteponer sus intereses particulares -por guardar sus espacios- a las perspectivas de los demás y, esto se nota tanto en su vida social como en el malestar causado en los demás. Esto es consecuencia de varias actitudes comunes en ellos, que se ha visto reflejada en cuatro aspectos principales. No es que le quiten méritos a lo que la gente les propone sino que su objetivo es, primero, ganar “valor social” de manera fácil y sencilla con cierto grado de insinceridad y tramposería; segundo, reaccionar a las opiniones ajenas sólo cuando se les muestra rechazo o desacuerdo; tercero, anteponer con frecuencia sus méritos o privilegios e incluso a exagerar sus logros y no reconocer normalmente sus errores o imperfecciones; y cuarto, no tienen reparos en abusar del pueblo. No puede haber actitudes más arrogantes que las anteriores.
No es nuestra intención criticar, evaluar a nuestros lideres y menos querer emitir juicios de valor sobre sus gestiones individuales pero, con realidad pragmática y colectiva, nos permitimos lanzar algunas ideas en términos generales. La primera es que los políticos estén muy conscientes de que la política tiene como función resolver problemas, no crearlos. La segunda, es que acaben de girar 180º, de una vez por todas, y enfrentar, al menos, con desobediencia civil al narco régimen tiránico a sus espaldas. Y, tercera, ser realistas, o invertir más tiempo en conversaciones informales y en entender que no deben proponer cosas que luego no pueden cumplir. Dejen de seguir la agenda que les define el régimen. Sean creativos, innovadores y planifiquen sus estrategias.
Un poco la idea es que tengan presente que a partir de los resultados del 22 de octubre, se cuiden de tener un sentido de autoestima desagradablemente elevado, como si fueran superior, más dignos y más importante que los demás pues, además de tender a faltarles el respeto y menospreciarlos, quieren la admiración y respeto de estos. Buscar ser apreciados por las grandes cosas que han hecho y por sus cualidades y habilidades especiales. No asumir el estilo de creer que pertenecen a un nivel social más elitista y acaben, de una vez por todas, de aprender a comportarse con modestia y humildad.
La humildad y la honestidad son cualidades que deben recuperarse, que deben exigirse como requisitos para ser un buen político, siendo consciente de que no todo vale, teniendo respeto a la opinión del contrario y dejando hablar al que piensa diferente y con el que en ocasiones no se está de acuerdo. Los políticos son personas que interactúan públicamente representando nuestros intereses y preocupaciones y donde su forma de hacer política no sea la arrogancia o la descalificación sino el respeto a los demás y a los que piensan diferente. Ser político no es baladí. Ser político requiere responsabilidad, respeto, humildad, honestidad, bondad. ¿Están a la altura nuestros políticos? ¿En todas las esferas?
Entiendan que el líder debe tener capacidad de planificar a largo, mediano y corto plazo, lo cual implica especificar la visión del grupo (largo plazo) y saber qué se necesita hacer para convertir en realidad la visión (mediano plazo). Planificar a corto plazo implica definir las tareas para lograr los objetivos, asignar objetivos a personas, evaluar su efectividad, hacer ajustes, y revisar los objetivos anteriores y formular nuevos.
Comprendan también que existe una multiplicidad de criterios al momento de conformar equipos de trabajo dentro de cualquier organización y el mayor error es, sin dudas, como suelen formarse en la politica, simplemente, uniendo a los voluntarios disponibles, los más afectos al líder, por imposición partidista y muchas otras similares sin tomar en cuenta sus habilidades, afinidades y competencias para trabajar en equipo. Los mejores equipos de trabajo son los que se estructuran correctamente, saben comunicarse e interaccionan entre sí. Motivación, participación, organización, compromiso, confianza, objetivos comunes y resolución de problemas son, según propia experiencia, las siete características del trabajo en equipo fundamentales.
En el lenguaje moderno, la arrogancia describe una cualidad de la personalidad de extremo o excesivo orgullo o de peligrosa seguridad, a menudo asociada a una falta de humildad o a la ignorancia. También se denomina "orgullo cegador", ya que a menudo hace que quien comete arrogancia actúe de maneras tontas que desmienten el sentido común. En otras palabras, la definición de arrogancia moderna hace referencia a ese orgullo que precede a la caída de los lideres.
Peor que la mezquindad, la ignorancia e incluso la vulgaridad. Hermana de la soberbia, madre de la presunción e hija del orgullo. La arrogancia es la manifestación de un mal guardado sentido de superioridad hacia el otro, un comportamiento altivo, un desprecio y, a veces, una violencia que, de hecho, caracteriza a los que ostentan el poder. “La arrogancia del poder” va intrínseca a aquel que comete la insensatez del desprecio. Corren malos tiempos para la arrogancia, la desafección va en aumento, y no sólo de “superávit” y cuadrar las cuentas se ganan elecciones. Hay que saber llegar hasta el final!
Más grave que la arrogancia de los políticos es la “arrogancia asumida o premeditada” de algunos miembros de los equipos de trabajo de los lideres, por cuanto, sin haber batido el cobre en una campaña electoral ni tener la más mínima formación ni habilidades politicas aspiran a ocupar cargos ministeriales en posibles futuros gobiernos de transición. A esos se les nota más en los detalles que en las propias proclamas. El desdén, la autocomplacencia, el airecito de superioridad, cuando niegan o dudan de la creatividad de otros, o el cambiar la forma de hacer las cosas, por la sencilla razón de ser reconocidos como expertos por su curriculum profesional.
Se les olvida que sus ex compañeros de trabajo le conocieron detalles de su personalidad y forma de actuar que no aparecen en las hojas de vida. Después de todo, la función del líder es encontrar a la persona adecuada, no el currículum adecuado. Un error común de los lideres es estar ofreciendo cargos antes de tiempo. "El tabique que separa la sana autoconfianza de la insana arrogancia es realmente fino". Y, además, fácilmente quebradizo. La frase es de Haruki Murakami, el reciente Premio Princesa de Asturias de las Letras.
La política tiene mucho de teatro y no menos del llamado "arte de la guerra". Se permiten licencias y acciones que en un terreno académico serían inaceptables. Y, desgraciadamente, no son exclusivas de un político o de un partido ni de este tiempo. La confrontación violenta, la agresividad innecesaria, el desprecio al contrario, la arrogancia, la soberbia, el narcisismo y hasta la chulería y falta de modestia y humildad son, lamentablemente, demasiado frecuentes en la política. Especialmente cuando se está subido en la cresta de la ola. Pero casi siempre cuando ésta se aplana, la caída es muy dura.
“El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad” Ernest Hemingway.
“Dios se deja conquistar por el humilde y rechaza la arrogancia de orgulloso”. Juan Pablo II.
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