La decepción en la pintura y la literatura (I): Alberto Durero y Vincent Van Gogh Gustavo Gonzalez Urdaneta
La decepción en la pintura y la literatura (I): Alberto Durero y Vincent Van Gogh Gustavo Gonzalez Urdaneta Miami 28 julio 2025
La decepción en la pintura y la literatura (I): Alberto Durero y Vincent Van Gogh Gustavo Gonzalez Urdaneta Miami 28 julio 2025 A lo largo de la historia, la decepción ha sido un tema recurrente en la literatura y el arte. Desde obras trágicas de infinidad de autores hasta las pinturas que capturan la melancolía, el sentimiento de decepción ha sido una fuente de inspiración. La frases de decepción de la vida han evolucionado, reflejando las preocupaciones y luchas de cada época. En la literatura, las obras de autores como Franz Kafka y Virginia Woolf abordan la decepción desde perspectivas únicas. Sus personajes suelen ser la representación de la lucha interna y la búsqueda del significado en un mundo que a menudo decepciona. Desde Alberto Durero en el siglo XV (humanista germano profundamente interesado en la melancolía y en las diferentes maneras con que esta se manifiesta) hasta pintores del siglo XX e incluso del XXI, pasando por el genial (y depresivo) Van Gogh; la melancolía/depresión ha estado siempre presente en la historia del arte. La melancolía imaginativa es la que invade a los artistas e intelectuales. Durero, en su Melancolía I, nos la representa a través de una figura alada que dirige su mirada al frente pero que, paradójicamente, parece no ver nada. Es el artista, el creador (tal y como atestiguan los diversos objetos diseminados a su alrededor), sumergido en su propio yo, apesadumbrado por no poder culminar todo lo que bulle en su cerebro, puesto que la vida es limitada. La figura alada se lleva la mano a la mejilla, un gesto tradicionalmente relacionado con la melancolía y el Saturno en el genio del artista. Una teoría originada en el mundo antiguo que había consolidado una división de los planetas en benéficos y maléficos. Saturno (el planeta más lejano que se conocía por aquel entonces) fue catalogado como «maléfico», de ahí que se le asignara la influencia de este planeta a la melancolía. Más adelante, Hipócrates difunde la teoría de los cuatro humores (humoralismo), según la cual, nuestro cuerpo se compone de cuatro sustancias básicas: bilis negra (Melanc), bilis amarilla (Coleric), flema Flegmat) y sangre (Sanguin), y a cada una de ellas corresponde uno de los cuatro temperamentos del carácter humano: melancólico, irritable, impasible y optimista . Aristóteles fue más allá relacionando la melancolía con el talento artístico y científico. Según él, la melancolía, provocada en el carácter por exceso de bilis negra, genera depresión, ansiedad y además, una propensión a la locura: el motor de la creatividad. Gracias a la mediación de Aristóteles, la melancolía pasaba a ser una facultad privilegiada, exaltando tal privilegio bajo el título de «Genio». Estas creencias se mantuvieron durante toda la Edad Media y con el Renacimiento la idea tomó mayor fuerza. Así, Marsilio Ficino teoriza sobre la melancolía (él mismo la padecía), elevándola a condición de superioridad espiritual e intelectual, asegurando que los inspirados se Melancolía I encontraban en un estado de locura divina. A partir de entonces, se aceptó la idea de que el artista creaba bajo un estado de enajenación. Durero era un melancólico, y creó en Melancolía I una compleja alegoría sobre las ideas de la influencia de Saturno en el artista. De ahí que el personaje principal esté rodeado de una serie de atributos que pertenecen al mundo del intelecto, las artes y las ciencias. La escena está centrada en el semblante de la figura principal cuyo carácter denota un sentimiento de enajenación, tristeza y aislamiento. El Anciano en Pena o Apesadumbrado de Vincent Van Gogh, doblado sobre sí misma y a la que no vislumbramos el rostro (lo que la hace aún más anónima y, por tanto, universal), fue creada por Vincent Van Gogh en 1890, apenas dos meses antes de su muerte. En la pintura, en concreto, vemos a un anciano entre desesperado y cansado, que se cubre el rostro con pesar mientras se deja caer, pesadamente, en una silla. Este cuadro representa a un anciano que parece estar sumido en la tristeza y desesperación. La expresión del hombre, junto con el uso de colores oscuros y pinceladas intensas, transmite una profunda sensación de soledad y melancolía. La obra es un reflejo del interés de Van Gogh por los temas de la pobreza y el sufrimiento humano, especialmente entre los más vulnerables de la sociedad. La creación de «Anciano en pena» también se sitúa en un contexto personal para Van Gogh, quien enfrentaba sus propias batallas con la salud mental y la depresión. Este cuadro se puede interpretar como una representación de su lucha interna, haciendo eco de su propia experiencia de aislamiento y tristeza. La figura del anciano podría simbolizar no solo a los que sufren en la vida, sino también a Van Gogh mismo, quien a menudo se sentía incomprendido y marginado. Anciano en Pena o Apesadumbrado Dos meses antes de morir, Vincent estaba convaleciente en el hospital psiquiátrico de St. Rémy pintando obras como esta, basadas en antiguos dibujos y litografías que había realizado unos ocho años antes. En estos dibujos el artista retrataba a un anciano veterano de guerra Adrianus Jacobus Zuyderland, con su cabeza enterrada en sus manos, cerca del final de su vida. Vincent van Gogh sufría una crisis aguda en estos últimos días de su vida. El diagnóstico fue «manía aguda con delirio generalizado». Los psiquiatras no se ponen de acuerdo hoy en día sobre este diagnóstico tan ambiguo. Muchos hablan de epilepsia o trastorno bipolar, posiblemente ayudado por un consumo excesivo de absenta, otro casi permanente de tabaco y varias enfermedades venéreas. Van Gogh lo pasó realmente mal en el hospital. Fue justo después de su famoso incidente con la oreja. Al parecer sufrió en esa época ataques de confusión e inconsciencia seguidos de períodos de estupor e incoherencia durante los cuales generalmente no podía pintar, dibujar o incluso escribir cartas. En los pocos momentos que podía, el artista se ponía a realizar lienzos como si se acabara el mundo, una actividad febril que se ve en estas pinceladas urgentes que dan pistas de su colapso mental. Además lo hacía de memoria (¡y que memoria! es sorprendente la fidelidad con la que recordó estas obras de hacía casi una década). En esos momentos, los más tristes de su vida, debió recordar esos viejos dibujos en los que había retratado a un anciano cansado, ese viejo apenado esperando en las puertas de la eternidad. Hoy en día, la decepción de la vida es un tema frecuente en las redes sociales y los foros, donde las personas sienten la necesidad de compartir sus tristezas y frustraciones. Las frases de decepción no solo se comparten para manifestar dolor, sino también para buscar apoyo y comprensión. La tecnología ha transformado la forma en que experimentamos y expresamos la decepción. Las plataformas en línea permiten la creación de comunidades donde los individuos pueden compartir sus experiencias sin el temor al juicio. Esto ha llevado a la proliferación de frases de decepción, que se difunden ampliamente y encuentran eco en la vida de muchas personas. Como en un círculo virtuoso-vicioso, el entusiasmo es seguido por la decepción e incluso la depresión y luego por un renovado entusiasmo. Las cosas buenas siempre opacan a las malas. La desilusión temprana de una esperanza deja una cicatriz que es iluminada cuando la esperanza se cumple. Así que no te dejes vencer por un mal momento. La conexión entre pintura y literatura es un diálogo continuo que se ha desarrollado a lo largo de los siglos. Cada una de estas disciplinas enriquece a la otra, formando un entramado que permite a los artistas y escritores explorar la condición humana desde diferentes ángulos. Al profundizar en estas interacciones, podemos apreciar no solo la belleza estética, sino también las historias y emociones que nos vienen a ofrecer Virginia Wolf y Frank Kafka en el segundo artículo de esta saga.
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