África, el continente en guerra y siempre olvidado (I) (Gustavo González Urdaneta)
África, el continente en guerra y siempre olvidado (I)
Gustavo González Urdaneta
Miami 24 septiembre 2025
La ajetreada actualidad africana queda frecuentemente fuera de los focos mediáticos. Un continente con el que España comparte fronteras, aunque los separa una valla de 10 metros de altura y una mezcla de desconocimiento y desinterés difícil de calcular. Las noticias se quedan muchas veces en las personas que migran, las que logran llegar a las costas españolas o a Ceuta y Melilla y figuran en las estadísticas del Ministerio de Interior. Pero también en las que mueren en el intento. Son hijos de un continente, el segundo más poblado del mundo, que sufre el expolio de los recursos naturales, la sequía y el cambio climático o los efectos de conflictos, que, en muchos casos, se eternizan y obligan a la población a buscar refugio. Siendo el continente más extenso, tal vez el primer hogar del hombre primitivo, con una gran diversidad, aunque con grandes desiertos y donde existe el mayor nivel de pobreza y desigualdad, con una alta tasa de mortalidad, donde la población infantil es la más afectada y su esperanza de vida es la más corta del mundo, África se encuentra en medio de la pobreza y de la guerra, sólo en el Norte de África se encuentran activos 25 conflictos armados y 35 en el resto del continente africano.
En la mayoría de los discursos que normalmente escuchamos para hacer alusión a las causas de las guerras en el continente africano, dos o tres ideas suelen estar casi siempre presentes para tratar de explicar la conflictividad: las guerras étnicas, las guerras por el acceso y control de los recursos naturales (diamantes, petróleo, coltán, etc.) y las guerras debidas al fracaso del estado y al caos. Una y otra vez, la santísima trinidad identidad-avaricia-mala gobernanza, se repite como un mantra universalmente aceptado, que nos impide entender la complejidad y diversidad de los distintos factores que coexisten en los orígenes, duración e intensidad de las guerras en el continente. Estas tres ideas, bien podría decir Chimamanda Adichie en su famosa conferencia “El peligro de una sola historia”, no es que no existan o no estén presentes, sino que son por si solas incompletas, reduciendo un fenómeno muy complejo, a una historia única.
Bajo estas tres diferentes miradas, los conflictos armados han sido completamente despojados de los fines políticos e ideológicos, para explicar las motivaciones de los actores beligerantes, principalmente, en base a la avaricia económica y a las rivalidades identitarias, lo que ha dado pie a la criminalización de las rebeliones y a la invisibilización de otros muchos factores imprescindibles de entender si queremos comprender. De este modo, es necesario incluir también en la foto, aspectos como la historia y la política, la cultura, las creencias y las necesidades, los factores sociales y la percepción de los actores sobre los agravios padecidos, el impacto de los contextos locales, regionales y trasnacionales y los intereses externos. Todos ellos, se vuelven imprescindibles para poder lograr una comprensión más holística de las causas de la violencia política en el continente que ayuden a su resolución. El diagnóstico que se realiza sobre las causas y los problemas de las realidades africanas y sus conflictos armados acaba por condicionar las “soluciones” que se ofrecen, y debido a ello, si estos diagnósticos son incompletos e insuficientes, las soluciones también lo serán.
Este continente alberga los 10 países más pobres de todo el mundo y es el hogar de más de 30 millones de refugiados y desplazados. La falta de fondos para atender todas sus necesidades se ve afectada por complicadas situaciones climatológicas en este continente. Algunos de los ejemplos más claros son lugares como el desierto del Sáhara, donde combaten el calor con construcciones aislantes hechas con materiales reciclados, el Lago Chad, donde el desierto ha ido ganando espacio y reduciendo su tamaño en los últimos años, o el sur de Somalia, arrasado por la peor sequía de los últimos 60 años en el 2017.
Veamos algunos ejemplos de los conflictos. En la década de los años noventa –sobre todo a finales- las crisis del África Occidental y África Central (República Democrática del Congo (1998-2003), Liberia (1999-2003), Sierra Leona (1991-2002) o Angola (1998-2002)) y el rol que los recursos naturales (los diamantes y el petróleo principalmente) estaban jugando en ellos, parecían desempeñar un papel excepcional, no sólo en la financiación de la guerra, sino también en la redefinición del objetivo final de las rebeliones. En este marco, emergerá esta literatura, conocida como la “economía política de la guerra”, que centró sus análisis en el estudio de los flujos económicos en las guerras civiles, para explicar cómo las causas de las rebeliones en el continente africano habría que buscarlas en la lucha, el control y el acceso a los recursos naturales.
La conflictividad armada es un fenómeno muy complejo, imposible de explicar en base a miradas unicausales, y menos aún, de tratar de extrapolar estas miradas de forma universal a todos los conflictos. Muchos son los factores y elementos que coexisten en el estallido de la violencia, que se van transformando a medida que la morfología del conflicto evoluciona. La economía de guerra, como tal, es uno más de los diferentes elementos presentes. Necesitamos ampliar la mirada, incluir otros elementos en la fotografía y evitar la construcción de una sola historia.
Guerra civil de Somalia
Considerado el conflicto más prolongado en África, la guerra civil de Somalia comenzó en 1991. Ha sumido al país en una profunda crisis política y social, dificultando la formación de instituciones gubernamentales estables. Diversos grupos armados y clanes luchan por el control territorial y los recursos, perpetuando la violencia y la inestabilidad. Además de los enfrentamientos armados, Somalia enfrenta desafíos humanitarios significativos, como sequías recurrentes y hambrunas que agravan la situación de vulnerabilidad de la población. La falta de acceso a servicios básicos y la continua inseguridad han llevado a un aumento en los desplazamientos internos y a la dependencia de la ayuda internacional para satisfacer las necesidades fundamentales de los somalíes. La guerra civil ha debilitado la economía somalí, afectando el comercio y la infraestructura. Las iniciativas de paz han tenido éxitos limitados debido a la fragmentación de los grupos insurgentes y la falta de un liderazgo unificado. La comunidad internacional continúa buscando vías para estabilizar el país y promover el desarrollo sostenible, pero los avances son lentos y enfrentan numerosos obstáculos.
Hoy en día, la violencia de las milicias de Al Shabaab deja a más de 2 millones de somalíes fuera de sus casas y sigue cobrándose víctimas civiles con atentados como el recientemente sucedido en la capital, Mogadiscio. En Somalia se está viviendo una sequía que está destruyendo los cultivos y ganado y está provocando hambre y desnutrición. La mitad de la población del país necesita ayuda humanitaria para sobrevivir. La hambruna de 2011 ya dejó 250.000 muertos y la situación podría volver a repetirse.
Segunda guerra del Congo
La segunda guerra del Congo —conocida también como guerra mundial africana, gran guerra de África o la guerra del Coltán— fue el conflicto armado que tuvo lugar en gran parte del territorio de la República Democrática del Congo (antiguo Zaire), con posterioridad a la primera guerra del Congo. Este conflicto se inició en 1998 y terminó formalmente en 2003, cuando asumió el poder un gobierno de transición bajo los términos del Acuerdo de Pretoria. Los combatientes provenían de nueve naciones (además de existir dentro del país veinte facciones armadas distintas), lo que lo convierte en el conflicto continental africano más grande del que se tenga noticia. Provocó la muerte de aproximadamente 5,4 millones de personas, la mayoría de ellas por hambre y enfermedades prevenibles y curables. Dentro de estos graves hechos, se considera a este episodio el más álgido dentro del llamado «genocidio congoleño». Esta trágica cifra convirtió a esta guerra en el conflicto más mortífero desde la Segunda Guerra Mundial, y eso sin contar los millones de desplazados y refugiados en los países vecinos. En el Congo, el contraste entre la riqueza natural y la pobreza de la población en la República Democrática del Congo es quizás uno de los más dolorosos. Desde la guerra del coltán (material necesario para fabricar los teléfonos móviles) en el 98, la guerra más mortífera desde la II Guerra Mundial, oleadas de violencia han generado un clima atroz en un país donde las mujeres se han convertido en las principales víctimas que sufren una situación escalofriante: la mayoría de ellas serán violadas más de una vez a lo largo de su vida. Aunque la mayoría de las personas que han huido de la violencia están desplazados dentro del país, en regiones como Ituri o North Kivu, más de 500.000 de personas han tenido que huir a países como Uganda, Tanzania o Burundi en busca de un lugar seguro. Más 5,3 millones de personas se han visto obligadas a huir por la violencia.
Conflicto en Nigeria
Desde 2002, Nigeria enfrenta una insurgencia que se ha intensificado desde 2009, impulsada principalmente por el grupo insurgente Boko Haram y otros grupos militantes. Este conflicto ha causado la muerte de alrededor de 13.000 personas y ha desplazado a aproximadamente 1.200.000 individuos, quienes han huido de sus hogares en busca de seguridad en otras regiones. El impacto del conflicto en Nigeria es multifacético, afectando no solo la seguridad sino también la economía y la cohesión social del país. Las comunidades afectadas enfrentan la pérdida de medios de subsistencia, la destrucción de infraestructura y el aumento de la precariedad en el acceso a servicios básicos como la educación y la salud. La presencia de grupos armados ha dificultado los esfuerzos para implementar programas de desarrollo sostenible. Además, la insurgencia ha exacerbado las tensiones étnicas y religiosas, creando divisiones profundas dentro de la sociedad nigeriana. Las tácticas de contrainsurgencia adoptadas por el gobierno han sido objeto de críticas por su efectividad y su impacto en la población civil.
El terror de Boko Haram que vivió la población civil del noreste de Nigeria se remonta hasta 2013. Entonces, cientos de niños fueron secuestrados por el grupo insurgente propagando el horror en un país donde más de 2 millones de personas han tenido que huir de sus casas para poder sobrevivir. Ante esa creciente escalada de violencia de Boko Haram en Nigeria, miles y miles de personas se ven obligadas a desplazarse para salvar su vida. Sobre todo las mujeres jóvenes, que son las principales víctimas. Desde 2015, más de un millón personas en Nigeria se han visto obligadas a desplazarse de su país y a buscar refugio en Níger, Chad y Camerún. 157.000 nigerianos vivían en el 2020 en Gagamari, un asentamiento en Níger. Todos han huido de Boko Haram. Muchos campos de refugiados están al límite de su capacidad.
La violencia religiosa sigue siendo un factor crítico, aunque a menudo se entrelaza con motivaciones económicas y étnicas. En el norte, los cristianos enfrentan persecución extrema por parte de Boko Haram e ISWAP, su facción disidente, con ataques a iglesias y aldeas que han dejado miles de muertos. En 2025, Nigeria sigue siendo uno de los países más peligrosos para los cristianos, según observatorios como Ayuda a la Iglesia Necesitada. Por cada musulmán asesinado, se estima que ocho cristianos mueren violentamente, lo que refleja una asimetría en el impacto. Sin embargo, no todo es un conflicto puramente religioso. En el Cinturón Medio, la narrativa de «musulmanes contra cristianos» simplifica una lucha más compleja por la tierra y los recursos. Los bandidos, por su parte, atacan indistintamente a musulmanes y cristianos, priorizando el lucro sobre la ideología. Esta mezcla de factores complica las soluciones basadas únicamente en el diálogo interreligioso.
En mayo 2025 se cumplieron exactamente dos años desde que el presidente Bola Tinubu ocupó su cargo con la promesa de mejorar la seguridad. “En lugar de eso, las cosas sólo han ido a peor, pues las autoridades no toman medidas para proteger el derecho a la vida, a la integridad física, a la libertad y a la seguridad de decenas de miles de personas en todo el país”, ha manifestado Isa Sanusi, director de Amnistía Internacional Nigeria. En los dos años transcurridos desde el gobierno del presidente Bola Tinubu llegó al poder han surgido nuevos grupos armados, como Lakurawa en los estados de Sokoto y Kebbi, y Mamuda en el estado de Kwara, mientras que centenares de pueblos han sido saqueados por hombres armados en Benue, Borno, Katsina, Plateau, Sokoto y Zamfara. Fue lo que me motivó a escribir esta saga sobre África.
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