Evangelio (Jn3, 13-17) correspondiente a la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz: La Exaltación de la Santa Cruz
A continuación, podrán leer nuestro comentario al Evangelio (Jn3, 13-17) correspondiente a
la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz:
La Exaltación de la Santa Cruz
La Exaltación de la Santa Cruz
Este domingo 14 de septiembre en los países anglosajones se celebra la Exaltación de la
Santa Cruz, mientras en países latinos se conmemora el 24vo Domingo Ordinario. La
festividad de la Exaltación (glorificación, alabanza, elevación, elogio, encumbramiento) de la
Santa Cruz tiene raíces históricas que se remontan muchos siglos atrás. En efecto, hacia el
año 320 Santa Elena de Constantinopla encontró la “Vera Cruz” en la que murió Nuestro
Señor Jesucristo, bajo un templo erigido a la diosa Venus, donde había sido enterrada por
los romanos. En el sitio del descubrimiento, ella y su hijo el emperador Constantino hicieron
construir la Basílica del Santo Sepulcro, donde guardaron la reliquia. Casi 300 años
después, el rey Cosroes II de Persia conquistó Jerusalén, llevándose la Cruz; pero en el 628
el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperar la Cruz, llevándola de nuevo a Jerusalén
el 14 de septiembre de ese año. Desde entonces se celebra esta fiesta.
El papa Francisco expresó el 14/9/2014, antes de rezar el Ángelus, lo siguiente: “Alguna
persona no cristiana podría preguntarnos: ¿por qué “exaltar” la cruz? Podemos responder
que nosotros no exaltamos una cruz cualquiera, o todas las cruces: exaltamos la Cruz de
Jesús, porque en ella se ha revelado al máximo el amor de Dios por la humanidad. Es esto
lo que nos recuerda el Evangelio de Juan en la liturgia del día: “Tanto amó Dios al mundo
que dio a su Hijo Unigénito” (3, 16). El Padre ha “dado” al Hijo para salvarnos, y esto ha
comportado la muerte de Jesús, y la muerte en la cruz.
¿Por qué ha sido necesaria la Cruz? A causa de la gravedad del mal que nos tenía
esclavos. La Cruz de Jesús expresa ambas cosas: toda la fuerza negativa del mal, y toda la
mansa omnipotencia de la misericordia de Dios. La Cruz parece decretar el fracaso de
Jesús, pero en realidad, marca su victoria. En el Calvario, los que se burlaban de Él le
decían: “Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz” (Cfr. Mt 27, 40). Pero era verdad lo
contrario: precisamente porque era el Hijo de Dios Jesús estaba allí, en la cruz, fiel hasta el
fin al designio del amor del Padre. Y precisamente por esto Dios ha “exaltado” a Jesús (Fil
2,9), confiriéndole una realeza universal”.
Investigación: Agustín Coll
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