El dilema entre la realidad y los recuerdos (Gustavo Gonzalez Urdaneta)


El dilema entre la realidad y los recuerdos
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 20 noviembre 2018

Una vez leí un aforismo que siempre tengo presente porque además creo muy cierto:” Puedo cerrar los ojos a la realidad, pero no a los recuerdos “. De hecho, hay una frase famosa que dice: “Cómo éramos, depende de cómo nos sentimos”; en un período bueno de nuestra vida accedemos a nuestros recuerdos del pasado y los “mejoramos”, si estamos deprimidos accedemos a los recuerdos y los recordamos “más crudamente”.

La realidad es aquello que acontece de manera verdadera o cierta, es lo que existe efectivamente y en ella se apoyan nuestras fantasías y la conocemos en aprehensión de realidad, o sea, que ésta se actualiza constantemente y constituye nuestros recuerdos. En tanto, el olvido se ubica en el terreno del no ser, el de los hechos nulificados en la mente. Ésta es la visión tradicional de uno y otro concepto: el recuerdo y el olvido. Varios estudiosos se han centrado en cada aspecto de ellos.

Marc Augé, por ejemplo, ha hecho hincapié en el inadecuado hábito social de seleccionar poco y mal lo que se quiere recordar y con ello dar una gran cabida al reino del olvido. El autor nos dice: “dime qué olvidas y te diré quién eres” y “una mala memoria es algo que se cuida, se cultiva”, en el sentido de que el hombre no recuerda lo suficiente porque no se lo propone con seriedad y sugiere hacer una selección de lo recordado:

“Recordar u olvidar es hacer una labor de jardinero, seleccionar, podar. Los recuerdos son como las plantas: hay algunos que deben eliminarse rápidamente para ayudar al resto a desarrollarse, a transformarse, a florecer “ 

Sin embargo, existe un problema con los recuerdos, la mente no evolucionó para grabar de manera digital un fiel recuerdo de la realidad. Los recuerdos frecuentemente van aparejados a la emoción y la motivación. Muchas experiencias extremadamente dolorosas o extremadamente felices nos dejan una huella imborrable, muchas veces muy precisa. Evolutivamente los recuerdos sirven como un almacén de respuestas preprogramadas a eventos futuros, no como almacén de cosas fidedignas. Y el cerebro hace una cosa curiosa, cuando accedemos a un recuerdo el cerebro lo conecta con otras experiencias, y el recuerdo a veces se modifica ligeramente (“se corrompe”) porque lo que le importa al cerebro no es tener un retrato fidedigno sino un retrato útil para el futuro modelado, no por una única experiencia sino matizado y refinado por muchas experiencias posteriores.

Por eso, el dilema entre la realidad y los recuerdos tiene un agravante interno que lo complica y es que nuestra memoria no graba la realidad tal y como es, trabaja a partir de ideas generales. El cerebro graba los datos que considera importantes y omite los detalles, almacenando un recuerdo imperfecto de nuestras vivencias. Una caricatura de la realidad llena de “huecos”. Por eso, cuando rememoramos esas vivencias, estamos construyéndolas de nuevo. Para crear una historia coherente, nuestro cerebro necesita rellenar esos “huecos” con deducciones creadas a partir de nuestra propia experiencia, intuición o sentido común. Es decir, cada vez que invocamos un recuerdo, realizamos una tarea mental de “creación”, no de reproducción fidedigna de la realidad.

El cerebro, además, es el que decide si un pensamiento se refiere o no al presente, si es real o imaginario, antes incluso de que el sujeto sea consciente de ese pensamiento. Según explica el neurólogo Armin Schnider, director del departamento de Neurociencias de la universidad de Ginebra, los pensamientos sufren el filtro de la realidad al mismo tiempo que el cerebro los codifica.  El cerebro almacena por un lado los pensamientos que se refieren al presente (la realidad) y por otro lado los que son imaginarios o fantasiosos. Esta secuencia es la que permite al sujeto distinguir el recuerdo de un hecho real de otro imaginario, según la clasificación que ha hecho el cerebro sin su conocimiento. Por eso, cuando la zona cortico-frontal está dañada, las personas pierden la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso, el pasado del presente, y no tienen forma de darse cuenta de que su realidad es falsa.

Aun cuando nuestra memoria, en general, es un buen espejo de la realidad, debemos estar conscientes de que ella trabaja con elementos claves y va eliminando detalles insignificantes. Por ejemplo, cuando asistimos a una cena, recordamos con quien fuimos, a quienes encontramos, si llegamos tarde o demasiado temprano y hasta es posible, la fecha del evento y con toda seguridad si nos gustó el obsequio y las bebidas. Hasta alli, el recuerdo funciona. Pero ¿De qué hablamos con cada quién? ¿Como estaba servida la mesa”? ¿Quiénes estaban sentados cerca? ¿Como estaba vestida(o) mi vecina(o)? Suelen ser elementos que no son vitales para la historia pero que a la hora de recuperar la información son lagunas presentes en el recuerdo.

La experiencia nos demuestra que se pueden manipular los recuerdos, basta introducir pequeñas variantes y la historia tiene varias alternativas de forma que el cerebro mezcla la información y cambia detalles que tal vez recordaremos con mayor calidad. También es cierto que casi siempre, una vez distorsionado, el recuerdo oculta la realidad y es casi imposible volver al recuerdo original. Esto, en principio, no es señal de que nuestra memoria no funciona pues el cerebro está preparado para equivocarse, sintetizar y, el no almacenar toda la información, es fundamental, pues los falsos recuerdos juegan un papel adaptativo permitiéndonos deducir y ayudar a resolver los problemas.

Por los momentos, estamos conscientes de que nuestra memoria no es siempre un recurso fiable, está sometida a fallos. Muchas de las cosas que consideramos totalmente ciertas, es posible que no lo sean. Como dijo Einstein, “Los recuerdos son engañosos porque están coloreados con los eventos del presente”. El cerebro toma atajos que modifican nuestros recuerdos, conduciéndonos a ideas erróneas, e incluso, a recordar cosas que nunca sucedieron.

Un recuerdo falso es un recuerdo de un evento que no ocurrió o una distorsión de un evento que ocurrió, según se puede saber por hechos corroborables externamente. En el campo de los “falsos recuerdos”, investigadores de la universidad estadounidense de Northwestern, en Chicago, han descubierto que la imaginación puede llegar a adquirir en nuestra memoria tanta verosimilitud como los hechos, hasta tal punto que es posible confundir lo imaginado con lo real dentro de nuestros recuerdos. Las consecuencias del estudio, publicado en la edición de octubre de la revista Psychological Science, no pasarán inadvertidas, ya que existe una amplia polémica en el campo de la psicología acerca de lo que se conoce como falsos recuerdos, objeto también de base argumental para algunas películas como Misteriosa Obsesión o Abre los ojos.
Desde el año 2013 también se conocen como “Efecto Mandela”, término inventado por la bloguera Fiona Broome. Como ella misma contaba, había mucha gente a su alrededor, incluida ella misma, que recordaba haber visto por televisión exactamente el momento en el que Nelson Mandela murió en la cárcel. El funeral en su honor, y todo lo demás. En realidad, Mandela sobrevivió al presidio, y vivió algún tiempo fuera de él antes de fallecer. Pero por mucho que le digas a los convencidos de que eso es así, de que su memoria podría haberles jugado una mala pasada, a muchos les cuesta asumirlo. Lo vieron “con sus propios ojos”.

Son muchos los ejemplos del efecto Mandela que las redes sociales se han encargado de divulgar. ¿Viste la retrasmisión de la plaza de Tiananmen? Sí, aquel hombre que se puso delante de los tanques como señal de paz. Pues según varios espectadores del hecho, el tanque acabó arrollando al hombre chino, pasando por encima de él y dejando incluso un charco de sangre. Para sorpresa de estos espectadores, cualquier video en Youtube muestra cómo el tanque se detuvo ante el hombre durante un largo rato antes de que otros civiles se llevaran consigo al manifestante, intacto. Otro ejemplo, ¿Cuánta gente iba en el coche de Kennedy cuando le asesinaron? No, no eran cuatro personas, aunque lo recuerdes así. Eran seis.

En 2002, los investigadores Braun, Ellis y Loftus preguntaron a personas que acaban de volver de Disney World si habían visto a Bugs Bunny durante su estancia. Les enseñaban fotos del personaje y se aseguraban de que se refirieran efectivamente a él. El resultado es que la inmensa mayoría decía que sí lo habían visto y lo recordaban con mucha nitidez... Aunque fuera imposible. ¿Qué hacía un personaje de la Warner en el paraíso de Walt Disney?

Un caso trágico fue el de la Guardería Keller en Texas. En 1991 varios pacientes explicaron con todo lujo de detalles lo que ocurría en la pequeña guardería texana que Dan y Fran Keller habían creado. Según explicaron, los Keller "les daban a beber sangre mezclada con polvos de sabores, desmembraban perros y gatos ante ellos, organizaban orgías y los llevaron, al menos una vez, de viaje a México para que soldados abusaran sexualmente de ellos". Los Keller pasaron 21 años en la cárcel. Sin embargo, todo eso era mentira. Eran falsos recuerdos.    

En lugar de reflexionar sobre cómo influye la personalidad y los sentimientos en la reconstrucción de los recuerdos y sobre, la infinidad de estudios que demuestran que nuestros recuerdos de la infancia no existieron, creo que resulta más entretenido y practico conversar sobre los mitos asociados al responsable del dilema entre la realidad y los recuerdos: la memoria.

En términos generales, tenemos una comprensión muy deficiente de cómo funciona nuestra memoria, y a su vez, esta comprensión deficitaria está jalonada por, al menos, un decálogo de mitos que se quedan grabados a fuego.

Primero, es mentira que somo capaces de recordar nuestros primeros años de vida, el cerebro de un bebé recién nacido es un 25% de lo que llegará a ser en la edad adulta. Otra cosa es que las narraciones de nuestros padres nos hayan hecho construir esos presuntos recuerdos.

Alimentado por el cine y la literatura, el segundo mito, que se refiere a que los recuerdos traumáticos se reprimen generalmente, es mentira, por muy doloroso que sea un recuerdo, el cerebro no lo olvida jamás. De hecho, en un estudio del año 2007 se halló que los recuerdos de supuestos abusos sexuales que regresaban del limbo tras una terapia, en realidad, por lo general, eran resultado de una sugestión por parte del terapeuta y no un recuerdo real. El mejor ejemplo de este mito es el cerebro de las mujeres “perdonan, pero jamás olvidan”. Tampoco es cierto que la memoria es como una grabadora de vídeo que constituye el tercer mito.

Los recuerdos distan mucho de almacenarse de ese modo, cuanto más recordamos determinadas cosas, más las manipulamos. Y las cosas que no recordamos, también se imbrican con otros recuerdos y quedan finalmente alteradas. Al final, los recuerdos son solo reconstrucciones personales y subjetivas: por eso las parejas pueden llegar a discutir tanto sobre quién realiza más a menudo las tareas del hogar, por ejemplo.

En las películas de espías o las que protagonizan superdotados es común hablar de la memoria fotográfica. El cuarto mito: hay gente que tiene memoria fotográfica. Pero, si bien hay casos de memorias llamadas eidéticas, sobre todo en niños, no estamos ante casos de memorias fotográficas, sino más bien en un ejemplo de «postimagen cuasifotográfica». ¿Se acuerdan del profesor Robert Langdon del Código Da Vinci de Dan Brown? No hay, pues, evidencia de la existencia de memorias exactas. Un estudio del año 1985 examinó a un grupo de niños alemanes que poseían memoria eidética, y ninguno de ellos pudo citar todas las letras que aparecían en una escena que habían estudiado. Así que un espía sin cámara de fotos lo tiene crudo.

Desde el punto de vista de la psicología, los «recuerdos flash», es decir, recuerdos de hechos muy emotivos constituyen el quinto mito. No obstante, mayor emotividad o importancia no son factores que influyan en la viveza o calidad del recuerdo. Eso ha quedado demostrado, por ejemplo, con los eventos del 11-S. Las encuestas de los Investigadores de la Universidad de Duke demostraron, que semanas y meses más tarde, cuando volvieron a interrogar por los mismos recuerdos, los resultados evidenciaron que, si bien se mostró mayor seguridad respecto a los recuerdos del 11-S, se habían olvidado de tantos detalles como en el recuerdo cotidiano.

Hay la creencia que después de una lesión cerebral grave podemos olvidar quiénes somos o quiénes son los demás, y sin embargo ser perfectamente normales en todo lo demás. Eso no es cierto, como tampoco lo es que otra lesión permita recuperarnos de la lesión anterior.  Ese es el sexto mito: La amnesia se produce con un golpe en la cabeza y se recupera con otro.  Es lo que le pasa, por ejemplo, a Matt Damon encarnando a Jason Bourne. No sabe quién es, no sabe quién maneja los hilos, pero, instintivamente, domina las artes marciales y otros requisitos inherentes a su condición de superagente. En realidad, esto no es así. Si una lesión es tan grave como para olvidar la propia identidad, probablemente ello acarreará otros déficits y discapacidades mentales, incluidos problemas para adquirir nueva información y mantener la atención. Tampoco es cierto que otra lesión permita recuperarnos de la lesión anterior.

Cada vez que escuchamos las versiones de eventos de otras personas tenemos el potencial de robar sus recuerdos, contando más tarde sus versiones de los hechos como propias, quizá hasta llegamos a creer que esos recuerdos pertenecen a nuestras propias vidas. Todos somos ladrones de recuerdos y a menudo ni siquiera nos damos cuenta. Ese es el séptimo mito: "Nuestros recuerdos siempre son nuestros". La verdad es que nuestros recuerdos son una construcción social, cada vez que compartimos un recuerdo con otros, lo editamos, y esa es la razón por la que una buena historia por lo general se vuelve mejor con el tiempo.

Una persona que dice algo que se puede comprobar que es falso no necesariamente está mintiendo, ellos pueden tener lo que se conoce como un "recuerdo falso", sobre lo que ya hablamos. Un recuerdo falso es una recolección que se siente como un recuerdo pero que de alguna forma es impreciso. Podemos tener recuerdos falsos de detalles pequeños, como recordar mal los nombres o incluso eventos completos que no nos ocurrieron a nosotros del todo.  Ese es el octavo mito: "Alguien que no dice la verdad usualmente está mintiendo".

Cuando los científicos hablan acerca de la memoria "a corto plazo", se refieren a que el cerebro almacena información por alrededor de 30 segundos. Cualquier cosa de más de 30 segundos a menudo se trata de una forma de memoria a "largo plazo" La memoria a largo plazo puede durar desde un minuto hasta una vida. Ese es el noveno mito: "La memoria a largo plazo significa cosas que recordamos por al menos unos cuantos meses".

El décimo, y ultimo mito, es que “La imaginación y la memoria son dos cosas completamente diferentes". En realidad, no lo son. Nuestros recuerdos son increíblemente complejos, flexibles y creativos. Utilizamos las mismas partes del cerebro para imaginar las cosas que pasan utilizando nuestra imaginación al igual que lo hacemos cuando recordamos cosas. Ya que se pueden usar las mismas células cerebrales para la imaginación y los recuerdos, estos dos procesos pueden mezclarse. Podemos confundir las cosas que acabamos de imaginar con cosas que vivimos. No podemos confiar en nuestros recuerdos, y la imaginación y la memoria se pueden sentir sorprendentemente similares.

La verdad es que insistir en resolver el dilema de la realidad frente a los recuerdos, tal vez no tenga mucho sentido, puedes cerrar los ojos a la realidad, pero no a los recuerdos; nada fija tan intensamente un recuerdo como el deseo de olvidarlo. Creo, más bien,  que todos necesitamos una imagen ligeramente más optimista de nosotros mismos.  De hecho, no hay nada que me guste más que soñar despierto y tratar de hacerlo realidad. Como dijo Eleanor Roosevelt “El futuro perteneces a quienes creen en la belleza de sus sueños”. A veces lo que no podemos hacer es lo ideal. Como me dijo recientemente una muy querida amiga de la época compartida en Londres en los ’70, “seria lindo volver a reencontrarse….. aunque quizás los recuerdos le ganen a la realidad”. Fué una época muy linda de estudios, bellos momentos y juventud. ¡Amiga! ¡Tienes mi recuerdo que vale mas que yo!

Comments

  1. Cada día y cada noche se entretejen de memoria y miedo, la incertidumbre que nos deja la memoria y nos conmueve el temor de vivir que surge ante el silencio. El recuerdo tiene las dos caras: Ocaso y aurora, y atendemos lo que la evocación de la memoria nos presenta. El futuro nos da aliento y alimenta la esperanza. Las grietas del olvido son quizás un bálsamo ante aquella incerteza vital.

    Quizás la poesía nos dé alguna luz. Lo que se ha llamado “razón poética” reúne lo real con lo imaginado que alimentamos con lo hemos vivido. Razón y experiencia.

    En un poema, Jorge Luis Borges dice que el propósito es celebrar el futuro: “árboles que no miraré, vientos con pájaros que ignoro, noches de frío que se hunden en el sueño.

    María Zambrano, filósofo y poeta española, nos dijo esto: "la poesía sería un modo de acercamiento racional a la realidad para conocerla, no excluyente de las zonas “no lógicas” de la vida y que tendría al lenguaje poético como medio de expresión y de comprensión, pues este lenguaje permite acercarse al fluido propio de la vida, y conservarlo además en el discurso".

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