El dilema entre la realidad y los recuerdos (Gustavo Gonzalez Urdaneta)
El dilema entre la
realidad y los recuerdos
Gustavo
Gonzalez Urdaneta
Una vez
leí un aforismo que siempre tengo presente porque además creo muy cierto:”
Puedo cerrar los ojos a la realidad, pero no a los recuerdos “. De hecho, hay
una frase famosa que dice: “Cómo éramos, depende de cómo nos sentimos”; en un
período bueno de nuestra vida accedemos a nuestros recuerdos del pasado y los
“mejoramos”, si estamos deprimidos accedemos a los recuerdos y los recordamos
“más crudamente”.
La
realidad es aquello que acontece de manera verdadera o cierta, es lo que existe
efectivamente y en ella se apoyan nuestras fantasías y la conocemos en
aprehensión de realidad, o sea, que ésta se actualiza constantemente y
constituye nuestros recuerdos. En tanto, el olvido se ubica en el terreno del
no ser, el de los hechos nulificados en la mente. Ésta es la visión tradicional
de uno y otro concepto: el recuerdo y el olvido. Varios estudiosos se han
centrado en cada aspecto de ellos.
Marc
Augé, por ejemplo, ha hecho hincapié en el inadecuado hábito social de
seleccionar poco y mal lo que se quiere recordar y con ello dar una gran cabida
al reino del olvido. El autor nos dice: “dime qué olvidas y te diré quién eres”
y “una mala memoria es algo que se cuida, se cultiva”, en el sentido de que el
hombre no recuerda lo suficiente porque no se lo propone con seriedad y sugiere
hacer una selección de lo recordado:
“Recordar
u olvidar es hacer una labor de jardinero, seleccionar, podar. Los recuerdos
son como las plantas: hay algunos que deben eliminarse rápidamente para ayudar
al resto a desarrollarse, a transformarse, a florecer “
Sin
embargo, existe un problema con los recuerdos, la mente no evolucionó para
grabar de manera digital un fiel recuerdo de la realidad. Los recuerdos
frecuentemente van aparejados a la emoción y la motivación. Muchas experiencias
extremadamente dolorosas o extremadamente felices nos dejan una huella imborrable,
muchas veces muy precisa. Evolutivamente los recuerdos sirven como un almacén
de respuestas preprogramadas a eventos futuros, no como almacén de cosas
fidedignas. Y el cerebro hace una cosa curiosa, cuando accedemos a un recuerdo
el cerebro lo conecta con otras experiencias, y el recuerdo a veces se modifica
ligeramente (“se corrompe”) porque lo que le importa al cerebro no es tener un
retrato fidedigno sino un retrato útil para el futuro modelado, no por una
única experiencia sino matizado y refinado por muchas experiencias posteriores.
Por eso,
el dilema entre la realidad y los recuerdos tiene un agravante interno que lo
complica y es que nuestra memoria no graba la realidad tal y como es, trabaja a
partir de ideas generales. El cerebro graba los datos que considera importantes
y omite los detalles, almacenando un recuerdo imperfecto de nuestras vivencias.
Una caricatura de la realidad llena de “huecos”. Por eso, cuando rememoramos
esas vivencias, estamos construyéndolas de nuevo. Para crear una historia
coherente, nuestro cerebro necesita rellenar esos “huecos” con deducciones
creadas a partir de nuestra propia experiencia, intuición o sentido común. Es
decir, cada vez que invocamos un recuerdo, realizamos una tarea mental de
“creación”, no de reproducción fidedigna de la realidad.
El
cerebro, además, es el que decide si un pensamiento se refiere o no al
presente, si es real o imaginario, antes incluso de que el sujeto sea
consciente de ese pensamiento. Según explica el neurólogo Armin Schnider,
director del departamento de Neurociencias de la universidad de Ginebra, los
pensamientos sufren el filtro de la realidad al mismo tiempo que el cerebro los
codifica. El cerebro almacena por un
lado los pensamientos que se refieren al presente (la realidad) y por otro lado
los que son imaginarios o fantasiosos. Esta secuencia es la que permite al
sujeto distinguir el recuerdo de un hecho real de otro imaginario, según la
clasificación que ha hecho el cerebro sin su conocimiento. Por eso, cuando la
zona cortico-frontal está dañada, las personas pierden la capacidad de
distinguir lo verdadero de lo falso, el pasado del presente, y no tienen forma
de darse cuenta de que su realidad es falsa.
Aun
cuando nuestra memoria, en general, es un buen espejo de la realidad, debemos
estar conscientes de que ella trabaja con elementos claves y va eliminando
detalles insignificantes. Por ejemplo, cuando asistimos a una cena, recordamos
con quien fuimos, a quienes encontramos, si llegamos tarde o demasiado temprano
y hasta es posible, la fecha del evento y con toda seguridad si nos gustó el
obsequio y las bebidas. Hasta alli, el recuerdo funciona. Pero ¿De qué hablamos
con cada quién? ¿Como estaba servida la mesa”? ¿Quiénes estaban sentados cerca?
¿Como estaba vestida(o) mi vecina(o)? Suelen ser elementos que no son vitales
para la historia pero que a la hora de recuperar la información son lagunas
presentes en el recuerdo.
La
experiencia nos demuestra que se pueden manipular los recuerdos, basta
introducir pequeñas variantes y la historia tiene varias alternativas de forma
que el cerebro mezcla la información y cambia detalles que tal vez recordaremos
con mayor calidad. También es cierto que casi siempre, una vez distorsionado,
el recuerdo oculta la realidad y es casi imposible volver al recuerdo original.
Esto, en principio, no es señal de que nuestra memoria no funciona pues el
cerebro está preparado para equivocarse, sintetizar y, el no almacenar toda la
información, es fundamental, pues los falsos recuerdos juegan un papel
adaptativo permitiéndonos deducir y ayudar a resolver los problemas.
Por los
momentos, estamos conscientes de que nuestra memoria no es siempre un recurso
fiable, está sometida a fallos. Muchas de las cosas que consideramos totalmente
ciertas, es posible que no lo sean. Como dijo Einstein, “Los recuerdos son
engañosos porque están coloreados con los eventos del presente”. El cerebro
toma atajos que modifican nuestros recuerdos, conduciéndonos a ideas erróneas,
e incluso, a recordar cosas que nunca sucedieron.
Un recuerdo falso es un recuerdo de un evento que
no ocurrió o una distorsión de un evento que ocurrió, según se puede saber por
hechos corroborables externamente. En el campo de los “falsos recuerdos”, investigadores
de la universidad estadounidense de Northwestern, en Chicago, han descubierto
que la imaginación puede llegar a adquirir en nuestra memoria tanta
verosimilitud como los hechos, hasta tal punto que es posible confundir lo
imaginado con lo real dentro de nuestros recuerdos. Las consecuencias del
estudio, publicado en la edición de octubre de la revista Psychological
Science, no pasarán inadvertidas, ya que existe una amplia polémica en el campo
de la psicología acerca de lo que se conoce como falsos recuerdos, objeto
también de base argumental para algunas películas como Misteriosa Obsesión o
Abre los ojos.
Desde el
año 2013 también se conocen como “Efecto Mandela”, término inventado por la
bloguera Fiona Broome. Como ella misma contaba, había mucha gente a su
alrededor, incluida ella misma, que recordaba haber visto por televisión
exactamente el momento en el que Nelson Mandela murió en la cárcel. El funeral
en su honor, y todo lo demás. En realidad, Mandela sobrevivió al presidio, y
vivió algún tiempo fuera de él antes de fallecer. Pero por mucho que le digas a
los convencidos de que eso es así, de que su memoria podría haberles jugado una
mala pasada, a muchos les cuesta asumirlo. Lo vieron “con sus propios ojos”.
Son
muchos los ejemplos del efecto Mandela que las redes sociales se han encargado
de divulgar. ¿Viste la retrasmisión de la plaza de Tiananmen? Sí, aquel hombre
que se puso delante de los tanques como señal de paz. Pues según varios
espectadores del hecho, el tanque acabó arrollando al hombre chino, pasando por
encima de él y dejando incluso un charco de sangre. Para sorpresa de estos
espectadores, cualquier video en Youtube muestra cómo el tanque se detuvo ante
el hombre durante un largo rato antes de que otros civiles se llevaran consigo
al manifestante, intacto. Otro ejemplo, ¿Cuánta gente iba en el coche de
Kennedy cuando le asesinaron? No, no eran cuatro personas, aunque lo recuerdes
así. Eran seis.
En 2002,
los investigadores Braun, Ellis y Loftus preguntaron a personas que acaban de
volver de Disney World si habían visto a Bugs Bunny durante su estancia. Les
enseñaban fotos del personaje y se aseguraban de que se refirieran efectivamente
a él. El resultado es que la inmensa mayoría decía que sí lo habían visto y lo
recordaban con mucha nitidez... Aunque fuera imposible. ¿Qué hacía un personaje
de la Warner en el paraíso de Walt Disney?
Un caso
trágico fue el de la Guardería Keller en Texas. En 1991 varios pacientes
explicaron con todo lujo de detalles lo que ocurría en la pequeña guardería
texana que Dan y Fran Keller habían creado. Según explicaron, los Keller
"les daban a beber sangre mezclada con polvos de sabores, desmembraban
perros y gatos ante ellos, organizaban orgías y los llevaron, al menos una vez,
de viaje a México para que soldados abusaran sexualmente de ellos". Los
Keller pasaron 21 años en la cárcel. Sin embargo, todo eso era mentira. Eran
falsos recuerdos.
En lugar
de reflexionar sobre cómo influye la personalidad y los sentimientos en la
reconstrucción de los recuerdos y sobre, la infinidad de estudios que
demuestran que nuestros recuerdos de la infancia no existieron, creo que
resulta más entretenido y practico conversar sobre los mitos asociados al
responsable del dilema entre la realidad y los recuerdos: la memoria.
En
términos generales, tenemos una comprensión muy deficiente de cómo funciona
nuestra memoria, y a su vez, esta comprensión deficitaria está jalonada por, al
menos, un decálogo de mitos que se quedan grabados a fuego.
Primero,
es mentira que somo capaces de recordar nuestros primeros años de vida, el
cerebro de un bebé recién nacido es un 25% de lo que llegará a ser en la edad
adulta. Otra cosa es que las narraciones de nuestros padres nos hayan hecho
construir esos presuntos recuerdos.
Alimentado
por el cine y la literatura, el segundo mito, que se refiere a que los
recuerdos traumáticos se reprimen generalmente, es mentira, por muy doloroso
que sea un recuerdo, el cerebro no lo olvida jamás. De hecho, en un estudio del
año 2007 se halló que los recuerdos de supuestos abusos sexuales que regresaban
del limbo tras una terapia, en realidad, por lo general, eran resultado de una
sugestión por parte del terapeuta y no un recuerdo real. El mejor ejemplo de
este mito es el cerebro de las mujeres “perdonan, pero jamás olvidan”. Tampoco
es cierto que la memoria es como una grabadora de vídeo que constituye el
tercer mito.
Los
recuerdos distan mucho de almacenarse de ese modo, cuanto más recordamos
determinadas cosas, más las manipulamos. Y las cosas que no recordamos, también
se imbrican con otros recuerdos y quedan finalmente alteradas. Al final, los
recuerdos son solo reconstrucciones personales y subjetivas: por eso las
parejas pueden llegar a discutir tanto sobre quién realiza más a menudo las tareas
del hogar, por ejemplo.
En las
películas de espías o las que protagonizan superdotados es común hablar de la
memoria fotográfica. El cuarto mito: hay gente que tiene memoria fotográfica.
Pero, si bien hay casos de memorias llamadas eidéticas, sobre todo en niños, no
estamos ante casos de memorias fotográficas, sino más bien en un ejemplo de
«postimagen cuasifotográfica». ¿Se acuerdan del profesor Robert Langdon del
Código Da Vinci de Dan Brown? No hay, pues, evidencia de la existencia de
memorias exactas. Un estudio del año 1985 examinó a un grupo de niños alemanes
que poseían memoria eidética, y ninguno de ellos pudo citar todas las letras
que aparecían en una escena que habían estudiado. Así que un espía sin cámara
de fotos lo tiene crudo.
Desde el
punto de vista de la psicología, los «recuerdos flash», es decir, recuerdos de
hechos muy emotivos constituyen el quinto mito. No obstante, mayor emotividad o
importancia no son factores que influyan en la viveza o calidad del recuerdo.
Eso ha quedado demostrado, por ejemplo, con los eventos del 11-S. Las encuestas
de los Investigadores de la Universidad de Duke demostraron, que semanas y
meses más tarde, cuando volvieron a interrogar por los mismos recuerdos, los
resultados evidenciaron que, si bien se mostró mayor seguridad respecto a los
recuerdos del 11-S, se habían olvidado de tantos detalles como en el recuerdo
cotidiano.
Hay la
creencia que después de una lesión cerebral grave podemos olvidar quiénes somos
o quiénes son los demás, y sin embargo ser perfectamente normales en todo lo
demás. Eso no es cierto, como tampoco lo es que otra lesión permita
recuperarnos de la lesión anterior. Ese
es el sexto mito: La amnesia se produce con un golpe en la cabeza y se recupera
con otro. Es lo que le pasa, por
ejemplo, a Matt Damon encarnando a Jason Bourne. No sabe quién es, no sabe
quién maneja los hilos, pero, instintivamente, domina las artes marciales y
otros requisitos inherentes a su condición de superagente. En realidad, esto no
es así. Si una lesión es tan grave como para olvidar la propia identidad,
probablemente ello acarreará otros déficits y discapacidades mentales,
incluidos problemas para adquirir nueva información y mantener la atención.
Tampoco es cierto que otra lesión permita recuperarnos de la lesión anterior.
Cada vez
que escuchamos las versiones de eventos de otras personas tenemos el potencial
de robar sus recuerdos, contando más tarde sus versiones de los hechos como
propias, quizá hasta llegamos a creer que esos recuerdos pertenecen a nuestras
propias vidas. Todos somos ladrones de recuerdos y a menudo ni siquiera nos
damos cuenta. Ese es el séptimo mito: "Nuestros recuerdos siempre son
nuestros". La verdad es que nuestros recuerdos son una construcción social,
cada vez que compartimos un recuerdo con otros, lo editamos, y esa es la razón
por la que una buena historia por lo general se vuelve mejor con el tiempo.
Una
persona que dice algo que se puede comprobar que es falso no necesariamente
está mintiendo, ellos pueden tener lo que se conoce como un "recuerdo
falso", sobre lo que ya hablamos. Un recuerdo falso es una recolección que
se siente como un recuerdo pero que de alguna forma es impreciso. Podemos tener
recuerdos falsos de detalles pequeños, como recordar mal los nombres o incluso
eventos completos que no nos ocurrieron a nosotros del todo. Ese es el octavo mito: "Alguien que no
dice la verdad usualmente está mintiendo".
Cuando
los científicos hablan acerca de la memoria "a corto plazo", se
refieren a que el cerebro almacena información por alrededor de 30 segundos.
Cualquier cosa de más de 30 segundos a menudo se trata de una forma de memoria
a "largo plazo" La memoria a largo plazo puede durar desde un minuto
hasta una vida. Ese es el noveno mito: "La memoria a largo plazo significa
cosas que recordamos por al menos unos cuantos meses".
El
décimo, y ultimo mito, es que “La imaginación y la memoria son dos cosas
completamente diferentes". En realidad, no lo son. Nuestros recuerdos son
increíblemente complejos, flexibles y creativos. Utilizamos las mismas partes
del cerebro para imaginar las cosas que pasan utilizando nuestra imaginación al
igual que lo hacemos cuando recordamos cosas. Ya que se pueden usar las mismas
células cerebrales para la imaginación y los recuerdos, estos dos procesos
pueden mezclarse. Podemos confundir las cosas que acabamos de imaginar con
cosas que vivimos. No podemos confiar en nuestros recuerdos, y la imaginación y
la memoria se pueden sentir sorprendentemente similares.
La verdad es que insistir en resolver el dilema de
la realidad frente a los recuerdos, tal vez no tenga mucho sentido, puedes
cerrar los ojos a la realidad, pero no a los recuerdos; nada fija tan
intensamente un recuerdo como el deseo de olvidarlo. Creo, más bien, que todos necesitamos una imagen ligeramente
más optimista de nosotros mismos. De
hecho, no hay nada que me guste más que soñar despierto y tratar de hacerlo
realidad. Como dijo Eleanor Roosevelt “El futuro perteneces a quienes creen en
la belleza de sus sueños”. A veces lo que no podemos hacer es lo ideal. Como me
dijo recientemente una muy querida amiga de la época compartida en Londres en
los ’70, “seria lindo volver a reencontrarse….. aunque quizás los recuerdos le
ganen a la realidad”. Fué una época muy linda de estudios, bellos momentos y
juventud. ¡Amiga! ¡Tienes mi recuerdo que vale mas que yo!
Cada día y cada noche se entretejen de memoria y miedo, la incertidumbre que nos deja la memoria y nos conmueve el temor de vivir que surge ante el silencio. El recuerdo tiene las dos caras: Ocaso y aurora, y atendemos lo que la evocación de la memoria nos presenta. El futuro nos da aliento y alimenta la esperanza. Las grietas del olvido son quizás un bálsamo ante aquella incerteza vital.
ReplyDeleteQuizás la poesía nos dé alguna luz. Lo que se ha llamado “razón poética” reúne lo real con lo imaginado que alimentamos con lo hemos vivido. Razón y experiencia.
En un poema, Jorge Luis Borges dice que el propósito es celebrar el futuro: “árboles que no miraré, vientos con pájaros que ignoro, noches de frío que se hunden en el sueño.
María Zambrano, filósofo y poeta española, nos dijo esto: "la poesía sería un modo de acercamiento racional a la realidad para conocerla, no excluyente de las zonas “no lógicas” de la vida y que tendría al lenguaje poético como medio de expresión y de comprensión, pues este lenguaje permite acercarse al fluido propio de la vida, y conservarlo además en el discurso".