Venezuela: ¿Qué país tenemos y cual queremos? ( Gustavo Gonzalez Urdaneta )


Venezuela: ¿Qué país tenemos y cual queremos?
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 18 mayo 2019

Se habla mucho de los escenarios y opciones posibles para salir del marasmo en que se encuentra mi país y su sociedad civil dada la presión política nacional e internacional, el colapso económico y el caos social en el que se encuentra Venezuela, un pueblo, además, con una crisis emocional o existencial que ha socavado su dignidad.
Toca reconstruir un país, donde la oposición digna ha declarado la salida del Usurpador, la instalación de un gobierno transitorio y la realización de elecciones libres, algo que es imposible de lograr por parte de un sistema totalitario amalgamado con corruptos narcotraficantes. Quiero dejar bien claro que considero que ninguno de estos tres objetivos debería ser objeto de una negociación ya que son parte integral de los derechos humanos de los venezolanos.
Tenemos que reconstruir un país donde la escasez y la hambruna sobrepasan la dignidad del individuo, punto que estimula al sistema opresor a incrementar su dependencia.  Un país donde se han perdido los valores espirituales y morales y la gente anhela lo que no tiene, y eso que no tiene se llama Libertad. Un país donde caminar y hablar son prácticamente las únicas libertades que se tienen. Un país gobernado por la falta de transparencia y controlado por un régimen cuyo único objetivo es controlar las necesidades del ciudadano de a pie. Un país que perdió la institucionalidad y donde se violan a diario los derechos humanos, donde el ciudadano depende del Estado y donde la mayoría anda en un limbo sin ninguna guía. El renacimiento requiere una sociedad cuyos valores sean sólidos, que recobre su dignidad y que la libertad sea su primera prioridad.
La posición del actual gobierno es bien conocida por todos y se concreta en lo que se ha denominado el cerco a la actividad privada, que no es solo una descripción de lo ocurrido y de sus resultados, sino un instrumento de análisis para sistematizar las leyes, políticas y prácticas que impiden o dificultan que el sector privado lleve a cabo su labor productiva. Los resultados están a la vista.
En el período que se inició en 1999, Venezuela ha venido profundizado la ruta contraria a los cuarenta años anteriores, hacia la desindustrialización, pues el país, si ha crecido en estos años, es fundamentalmente por vía de los sectores no transables (comunicaciones, banca y seguros, comercio) en tanto que los sectores de generación de bienes y servicios (manufactura, construcción e incluso petróleo y electricidad) han descendido en términos per cápita. El caso energía (hidrocarburos y electricidad) es quizás el más significativo,
Pero no solamente la actividad industrial, califica al país que queremos. Lo ocurrido en los últimos 60 años nos enseña varias lecciones importantes. La más importante es la necesidad del diálogo, en todos los niveles, pero especialmente entre los sectores público y privado de la economía, porque donde no hay diálogo y concertación no hay progreso. Trabajo armónico entre el sector público y privado es la base para lograr el desarrollo sustentable y es el ejemplo que nos dan los países latinoamericanos con éxito en el tercer mundo.
Por otra parte, las revoluciones industriales anteriores nos han demostrado que, si las empresas y las industrias no se adaptan a las nuevas tecnologías, tendrán dificultades y, peor aún, no prosperan. El cambio para introducir la cuarta revolución industrial, la digital, es inevitable, no opcional y las posibles recompensas serán asombrosas: un mayor nivel de vida, mejor seguridad y protección y gran aumento de la capacidad humana. A muchas personas, estos cambios le dan terror, pero creo firmemente que estas innovaciones harán que la industria y el mundo tendrán mayor resiliencia y serán mejores. Lo confirma la historia.
La Venezuela de mañana necesita un nuevo marco estructural para reinstaurar su democracia e integrar tanto la unidad interna del país como su reinserción e interacción a nivel mundial. Después de los veinte años del régimen implantado por Hugo Chávez Frías con Cuba y continuado por Nicolas Maduro y su red de narcotraficantes, asesinos y terroristas, reformar procesos e instituciones no será suficiente ni el cambio será solo de naturaleza geopolítica y económica.
Los nuevos líderes políticos y gubernamentales deben emprender un nuevo proyecto de muy diferentes dimensiones pues las economías, los negocios, las comunidades a nivel mundial se están transformando fundamentalmente. Si esperan, o simplemente aplican una "solución rápida" para reparar las deficiencias de los sistemas obsoletos, las fuerzas del cambio desarrollarán naturalmente su propio impulso y reglas, y por lo tanto limitarán nuestra capacidad de dar forma a una transformación y resultado positivos. No se trata de revitalizar sistemas obsoletos sino de implementar una transformación en la productividad y eficiencia de la infraestructura industrial y de servicios a nivel nacional. Aunque la historia sugiere que sea una combinación de tecnología y empleos, es casi seguro que, en el futuro, el talento, más que el capital, representará el factor crítico de la producción.    
Si algo requiere Venezuela es un nuevo Acuerdo nacional (“Acuerdo”) para su reconstrucción y modernización mediante un llamado a inversiones focalizadas para afrontar los retos económicos y otros grandes desafíos sociales y en particular la desigualdad. Esta clase de inversiones dirigidas se conoce como “política industrial”, algunos prefieren llamarlas políticas de recuperación orientadas a una misión. Siempre ha sido un tema controversial entre economistas.
En principio hay diferentes tipos de políticas industrial, las efectivas y las ineficientes. Las políticas industriales problemáticas son aquellas que solo están impulsando el crecimiento en una parte limitada de la economía y no se convierten en una forma sistemática de transformar la economía. Las políticas industriales funcionales y efectivas son aquellas que cambian los comportamientos en diferentes industrias, en lugar de las que "seleccionan" un par de industrias para subsidiar. Se trata de lograr una transformación económica nacional.
El Acuerdo será mucho más efectivo si se trata de una economía amplia. No se trata solo de energía renovable. Se trata de ecologizar y actualizar toda la economía. El Acuerdo no se trata solo de energías renovables, sino también de lograr que cada parte del sector manufacturero se transforme en una dirección ecológica, innovadora y tecnológica.
Hay dos piezas importantes en ese Acuerdo. Uno es la configuración de la dirección que Roosevelt proporcionó a EE. UU. con el “New Deal” para lograr que los nuevos proyectos y la infraestructura arranquen de cero o se reinicien. Aquí es donde es importante alejarse de un enfoque sectorial hacia una transformación de toda la economía. La otra parte importante del Acuerdo es un nuevo contrato social entre el gobierno, las empresas y los ciudadanos.
Cuanto mayor sea el grado en que el Acuerdo pueda llegar a una transformación bidireccional recíproca entre la inversión y la innovación, pero al mismo tiempo que se distribuyan los beneficios de una nueva asociación pública, más interesante será. ¿Cuál es el trato que queremos con este nuevo Acuerdo? ¿Cuáles son las condiciones que deberíamos estar adjuntando?
El Acuerdo debe crear nuevas oportunidades para las inversiones, de modo que el crecimiento y la sostenibilidad se desarrollen de la mano. El crecimiento tiene tanto una tasa como una dirección, y el Acuerdo se trata de la dirección que puede lograr un crecimiento más ecológico, innovador y tecnológico y, al mismo tiempo, desbloquear las inversiones privadas masivamente acumuladas. También debería poner más presión en que las ganancias se reinviertan en la economía en lugar de utilizarlas para áreas como recompras de acciones.
La política llevada a cabo por el nuevo gobierno debe cambiar el país mediante una transformación y no con reformas ni mediante una revolución. Por otra parte, los programas y proyectos deben ser claros y transparentes, manifiestamente perfectibles, no politizados y dados los costes de este proceso, se debe preferir un programa de cambio completo económico y social. El carácter del Acuerdo debe permitir una crítica constructiva y una reflexión más pausada que abra la vía a un mejoramiento de la democracia venezolana en los años siguientes y que perdure en el tiempo.  
Uno de los objetivos de las tres premisas de la estrategia de Juan Guaidó, es erradicar e impedir la continuidad del castrocomunismo y que ocurra la teoría del dominó o también llamado secuencia efecto bola de nieve aplicado a la política internacional según la cual, si un país entra en un determinado sistema político, arrastraría a otros de su área hacia esa misma ideología. No se sabe con certeza el ideólogo de esta teoría; pero se suele nombrar al político estadounidense Eisenhower quien vaticinaba que el comunismo podría expandirse por todo el mundo si no se lograba detener la espiral.
El Plan País de Guaidó, al igual que el Plan Marshall en su época, debe alentar un aumento de la productividad y nuevos modelos de negocio «modernos» sin caer en la poca importancia que se le dió en ese entonces a la recuperación de ciertos sectores estratégicos europeos para favorecer la entrada de empresas estadounidenses y el temor a que los países europeos se convirtieran en estados clientelares y dependientes de EE. UU. El Plan debe basarse en garantizar el modo de vida, propuesto por la doctrina Truman, que reposa sobre la voluntad de la mayoría y se caracteriza por sus instituciones libres, por un gobierno representativo, por elecciones libres, por la garantía del mantenimiento de las libertades individuales y por la ausencia de cualquier opresión política.   
El marco económico del equipo de un nuevo gobierno debe evitar la formulación de políticas para la solución de las fallas del mercado. O sea, componer las cosas que están mal, sino buscar una transformación, como la que necesitamos, más ambiciosa. Debe tratarse de co-crear, co-compartir mercados junto con el sector privado. Las inversiones orientadas hacia misiones de interés público pueden estimular la inversión y la innovación. Se establece una dirección de interés ciudadano y se utiliza todo el potencial del gobierno para impulsar la experimentación y exploración de abajo hacia arriba, con el sector privado.
El tema de la desigualdad es un fenómeno histórico y cultural que ha existido en todas las naciones, hasta convertirse en un problema social para cada una de ellas. Es un virus que infecta y se propaga por todas las áreas de la sociedad moderna: economía, justicia, sexo, información y educación por mencionar algunas. Nuestra posibilidad de progresar como individuos depende de la oportunidad que tenemos para acceder a educación, conocimientos y tecnología.
La desigualdad social es la bandera que aprovechan los políticos “populistas de izquierda” para emerger, en presencia de una crisis de gobernabilidad, y ganar protagonismo como un liderazgo alternativo y ajeno a la clase política existente. Así emergió Hugo Chávez en 1998 ante el descontento social provocado por Carlos Andrés Perez y Rafael Caldera en Venezuela. Una prioridad del Acuerdo es el nuevo contrato social entre el gobierno, las empresas y los ciudadanos. 
A los políticos tradicionales quisiera recordarles que Venezuela necesita recuperar la Cultura de los Valores pues los valores están muy por encima del comportamiento, pero la mayoría de nuestros políticos alinean sus valores con sus comportamientos y son esos valores los que muestran a la sociedad. Lo que hay que hacer y el país requiere, es impedir que esos comportamientos, faltos de ética y moral ciudadana, calen en nuestra sociedad. Debemos oponernos y rechazarlos pues no llevan al pueblo en la dirección correcta.
No voy a discutirles si el país necesita agudeza, inteligencia y experiencia, pero parafraseando a un político que si era referente…Yo también tengo un sueño.... el sueño que algún día el miedo a perder sus “espacios” no les impida recuperar los valores que permitan construir una nueva y mejor sociedad.
Ha habido una involución de los valores políticos de nuestro país por sus antónimos, el mejor ejemplo es lo que hemos visto en estos 20 años: Democracia por Tiranía, Justicia por Impunidad, Tolerancia por Intransigencia, Respeto por Irreverencia, Honestidad por Corrupción, Producción por Escasez, Bienestar por Miseria, Conocimiento por Ignorancia, Armonía por Odio y Habilidad por Improvisación. Ayúdennos a hacerlo realidad. Juntos podemos.
Estoy convencido que la reconstrucción del país es posible, pero no es una actividad que sea destinada a los políticos tradicionales que han permitido la situación que vivimos actualmente. Esta propuesta requiere de lo mejor de nuestra sociedad civil y militar dentro y fuera de Venezuela cuyos integrantes profesen los valores morales y espirituales requeridos para reestablecer la República de Venezuela, sin más nada en su nombre. 


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