Centenario del Tratado de Versalles: Culpa y Responsabilidad Gustavo Gonzalez Urdaneta


Centenario del Tratado de Versalles: Culpa y Responsabilidad
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 28 julio 2019

El 28 de junio de 2019 fue el centenario del tratado de Versalles, firmado exactamente cinco años después del atentado de Sarajevo en el que fue asesinado el archiduque Francisco Fernando, considerada como la causa directa de la Primera Guerra Mundial. El famoso tratado, firmado por Alemania el 28 de junio de 1919, fue el más importante de los tratados de paz que pusieron fin a la Primera Guerra Mundial. Aunque cada nación derrotada firmó su propio tratado, todo el acuerdo se llama a menudo el Tratado de Versalles. La guerra y el acuerdo de paz causaron un siglo de estatismo y guerra. En el centenario del tratado de Versalles, conviene volver a recordar su pasado y sus consecuencias y sus lecciones para el futuro.

Ante las pérdidas humanas y materiales que estaba generando la Gran Guerra (así se conocía a la Primera Guerra Mundial antes de que aconteciera la Segunda Guerra Mundial), el tratado de paz firmado en Versalles tuvo como principal objetivo devolver la independencia de algunas naciones y provincias que habían sido invadidas durante este conflicto armado, además de las indemnizaciones que hubo que pagar. Tras este objetivo, se decide la firma de un tratado que fue controversial y definitivo en la historia de las dos grandes guerras mundiales, tanto la primera como la Segunda Guerra Mundial.   

A pesar de que el armisticio fue firmado meses antes, el 11 de noviembre de 1918, para poner fin a las hostilidades en el campo de batalla, se necesitaron seis meses de negociaciones en la Conferencia de Paz de París para concluir el tratado de paz. El Tratado de Versalles entró en vigor el 10 de enero de 1920.

Repasemos brevemente los antecedentes. Corría el calendario de 1919. Después de varios años de una guerra que se pensaba que duraría poco tiempo, la exhausta Europa se preparaba para la posguerra. Los vencedores, igual de cansados que los vencidos, comenzaron a preparar diferentes tratados que impondrían a las potencias centrales, sin posibilidades de negociar las condiciones.

Una vez firmado el armisticio de la guerra, comenzó el camino hacia las negociaciones. Se construyeron sobre unas bases propuestas por el presidente de Estados Unidos, Thomas Woodrow Wilson. En un documento presentó catorce puntos con los que pretendía solucionar los problemas que habían llevado a la guerra, la situación presente y también establecer unas normas que favorecieran la convivencia pacífica. Entre estos puntos estaban: la abolición de la diplomacia secreta, la reducción de armamento, la eliminación de barreras en el comercio internacional en la medida de lo posible, libertad de navegación en todos los mares, la creación de la Sociedad de Naciones y varias relacionadas con devolución, rectificación o independencia en determinados territorios.

Las negociaciones duraron varios meses, pero fueron entre las potencias vencedoras, a excepción de Rusia —que había sido excluida de las relaciones internacionales después del triunfo de la revolución de 1917—, sin participación alguna de los vencidos. De manera que las condiciones fueron impuestas, con la amenaza de retomar las acciones bélicas en caso de no aceptarlas. Esto sucedió ya en la firma del armisticio, cuando se obligó a la firma de las condiciones y, en caso contrario, se retomarían las operaciones militares. Por otro lado, ya en mayo de 1919, los alemanes recibieron el documento y se negaron a firmarlo, los aliados rechazaron la contraoferta y amenazaron, de nuevo, con el retorno a la guerra. Sin embargo, Alemania no podría sostenerse y firmaron el documento.

En ese contexto se firmaron los siguientes tratados: Versalles con Alemania, Saint Germain con Austria, Trianón con Hungría, Neuilly con Bulgaria y Sèvres con Turquía. Ninguno de los Estados logró revertir las condiciones impuestas por los aliados, a excepción de Turquía con el levantamiento encabezado por Mustafá Kemal, más conocido como Atatürk. Pero si hay un tratado de paz con grandes repercusiones en la historia mundial es el Tratado de Versalles. Podríamos decir, sin ningún temor a equivocarnos, que es el germen del nacionalsocialismo alemán que llevó al mundo a la Segunda Guerra Mundial.

El Tratado de Versalles fue el que se le impuso al Imperio alemán. No fue un tratado negociado sino dictado. Este carácter de dictado-no-negociado violaba los precedentes establecidos cuando los franceses perdieran las guerras napoleónicas y la guerra franco-prusiana, generando desprecio por el tratado en Alemania y las diversas cláusulas militares, de reparación y territoriales añadieron combustible al incendio. El principal punto del Tratado de Versalles determinaba que Alemania aceptaría todas las responsabilidades por causar la Gran Guerra y que sobre los términos de los artículos 231-247, se fijaba indemnización de guerra para las potencias vencedoras "Los Tres Grandes".
Las cláusulas militares del tratado desarmaron a Alemania, pero, mientras los alemanes fueron desarmados por el tratado, los Aliados no cumplieron su promesa de desarmarse. Las reparaciones alemanas recibieron demasiada atención después de la guerra y esto se debió en gran parte al joven John Maynard Keynes y a su influyente libro “Las consecuencias económicas de la paz”. Sin embargo, los Aliados no fijaron la cantidad de reparaciones en el tratado. Keynes estuvo a cargo de preparar la posición del Tesoro Británico sobre las reparaciones, y fue su trágica idea no fijar el monto de las reparaciones en el tratado. Los alemanes fueron obligados a firmar un cheque en blanco, lo que les permitió quejarse de que habían sido condenados a trabajos de esclavos indefinidos.

Alemania liquidó el pago de las reparaciones de guerra en 1983, pero todavía quedaba pendiente el abono de los intereses generados desde la aprobación del tratado, que ascendían a 125 millones de euros (cambio de 2010). Dichos intereses no podían ser abonados hasta que Alemania no estuviese reunificada, dándosele para ello 20 años a partir de ese momento. Por aquellos días se creía que nunca iban a ser abonados, pero, tras procederse a la reunificación del país, se fijó el 3 de octubre de 1990 como fecha de inicio de esos 20 años. Finalmente, Alemania liquidó totalmente las reparaciones de guerra el 3 de octubre de 2010. Noventa años después.

Las críticas de Keynes al tratado eran enteramente económicas, nunca criticó las cláusulas territoriales. Los problemas realmente significativos del acuerdo de paz fueron las cláusulas territoriales imperialistas. Estos requerimientos exigían a Alemania la pérdida de la soberanía sobre sus colonias y otros territorios. El Tratado de Paz de Versalles significaba que Alemania perdería el 13% de su territorio y el 10% de su población. Además, fue obligada a ceder todo su imperio colonial, que fue repartido entre las naciones vencedoras (principalmente entre el Reino Unido y Francia). Dichas condiciones, impuestas a Alemania, fueron utilizadas por el nazismo para alcanzar el poder y como pretexto para su política expansionista posterior.  

La sección de reparaciones del tratado incluía el Artículo 231 — la cláusula de culpabilidad de guerra. El artículo 231 exigía que Alemania aceptara la responsabilidad de iniciar la guerra. Esta cláusula no era del todo justa, porque Alemania no era la única responsable de la guerra. La culpa debe ser compartida por Gran Bretaña, Francia, Alemania, Austria, Turquía, Rusia…

Si bien Max Weber reconoció que su gobierno había cometido muchos errores, advirtió a los Aliados que la cláusula confundía la responsabilidad con la culpa y que, en última instancia, sería destructiva. La culpa se aplicaba a un pasado irreversible, señaló, pero la responsabilidad conllevaba obligaciones hacia un futuro indeterminado. Al cargar la culpa en Alemania por lo que ya había ocurrido, los Aliados eludieron la responsabilidad de lo que aún estaba por venir.
Tanto la delegación alemana como el Gobierno alemán consideraron el Tratado de Versalles como un dictado (Diktat) impuesto a la fuerza sin un mecanismo de consulta o participación. De hecho, el conde Ulrich von Brockdorff-Rantzau, quien dirigió la delegación alemana, vio imposibilidad de negociación en la conferencia. Particularmente molesto fue el precepto, incorporado en el Tratado, de la culpa y responsabilidad de Alemania en la iniciación de la guerra. Esto se convirtió en un elemento de tensión en la política interna en Alemania entre la derecha y los grupos nacionalistas —que rechazaban de plano todo el Tratado, siendo partidarios de su revocación— y el centro liberal y los socialdemócratas —que trataban de suavizar las cláusulas más perjudiciales contra Alemania y otros países— para evitar una muy posible guerra de nuevo.

El tratado estableció la creación de la Sociedad de Naciones, por iniciativa del presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson. La Sociedad de Naciones pretendía arbitrar en las disputas internacionales y evitar futuras guerras; sin embargo, se vetó el ingreso a Alemania. El primer ministro francés Georges Clemenceau fue el más vehemente en cuanto a las represalias contra Alemania, dado las enormes pérdidas humanas y materiales producidas en suelo francés, donde por la invasión alemana había transcurrido gran parte de la guerra.


La democracia debía ser un valor primordial, y esto condicionó la firma del Tratado de Versalles. Los militares no estuvieron presentes en la firma, ya que los aliados —especialmente Estados Unidos— sólo aceptaban conversar con un gobierno plenamente democrático. De esta forma, se responsabilizó a los políticos de la nueva democracia de la firma y las consecuencias del Tratado de Versalles. Esto condicionó la política de los siguientes años, ya que los políticos se vieron desacreditados por militares y grupos tradicionalistas. Estos mantuvieron, además, que los acuerdos se hicieron sin el conocimiento de los militares y que, por tanto, eran una traición a la patria.

EE. UU. no lo ratificó porque el Senado lo rechazó —al igual que sucedió con la Sociedad de Naciones, donde finalmente no ingresó a pesar de ser promovida por Wilson—. Pero también el Reino Unido, una vez satisfechas sus principales demandas, que eran mantener su supremacía naval y proteger sus intereses coloniales, también trató de rebajar la presión sobre Alemania. Conocía que finalmente esto podía llevar a tensiones y al empobrecimiento de Alemania.

Francia era la que estaba obstinada en no moverse un ápice de lo dicho en el tratado. Argumentaba que era la que había sido más perjudicada por la guerra, ya que el frente occidental se había desarrollado principalmente en su territorio, además de que era el Estado que más riesgos corría en caso de que Alemania volviera a ser una potencia militar debido a su cercanía geográfica. Sin embargo, su terquedad promovió precisamente lo que pretendía evitar.


Las condiciones impuestas fueron, como señala gran parte de la historiografía, excesivas y abusivas. Sin embargo, parece ser que los alemanes tenían pensadas algunas similares en caso de que hubieran ganado la guerra. Una prueba es el acuerdo firmado con la Rusia bolchevique en marzo de 1918, el Tratado de Brest-Litovsk, que tampoco permitió negociación alguna e impuso las disposiciones que más beneficiaban a sus intereses, como, por ejemplo: la cesión de Finlandia y territorios en el Báltico y Polonia, además de las compensaciones económicas. También a Rumanía impuso la entrega de trigo y petróleo en mayo del mismo año.

En cualquier caso, las consecuencias del Tratado de Versalles fueron tremendas. Las más evidentes son el auge del nazismo y la Segunda Guerra Mundial, que mantenían en sus raíces volver a situar a Alemania como una potencia, restituir el Reich y vengar la humillación de los aliados en el tratado, especialmente a Francia y Reino Unido. Pero éstas no fueron más que efectos de lo que, de manera inmediata, provocó el desastre de la guerra a lo que se sumó el yugo de Versalles.

La población vivía en situación de hambre desde hacía tiempo a causa del bloqueo naval que hacía el Reino Unido e impedía el aprovisionamiento, además del inconmensurable esfuerzo dedicado al mantenimiento de las tropas en el frente. Sin embargo, el pago de reparaciones y la pérdida de territorios que dotaban al Estado de riqueza hicieron que la economía se desplomara. La inflación y la devaluación del marco llegó a límites inauditos. Un dólar de 1914 se compraba por 4,2 marcos; en 1919 por 14; en julio de 1922 por 492; en enero de 1923 por 17,792; y en noviembre de 1923 por 4,2 billones de marcos. Esto nos permite hacernos una idea de la magnitud de la crisis vivida en Alemania, y que empobreció a la población al tiempo que enriqueció a especuladores. El economista británico John Maynard Keynes, que participó en las negociaciones, lo consideró una «paz cartaginesa».

La República de Weimar fue el régimen político y, por extensión, el período de la historia de Alemania comprendido entre 1918 y 1933, tras la derrota del país en la Primera Guerra Mundial. El nombre de República de Weimar es un término aplicado por la historiografía posterior, puesto que el país conservó su nombre de Imperio alemán (Deutsches Reich). La denominación procede de la ciudad homónima, Weimar, donde se reunió la Asamblea Nacional constituyente y se proclamó la nueva constitución, que fue aprobada el 31 de julio y entró en vigor el 11 de agosto de 1919.

Este período, aunque democrático, se caracterizó por la gran inestabilidad política y social, en el que se produjeron golpes de Estado militares y derechistas, intentos revolucionarios por parte de la izquierda y fuertes crisis económicas. Toda esta combinación provocó el ascenso de Adolf Hitler y el Partido Nacionalsocialista. Adolf Hitler estuvo por espacio de 30 años denunciando las sanciones impuestas por los franceses y sus aliados, avalados por la Sociedad de Naciones, a cambio de una presunta paz que, según él creía, eran presiones y tensiones para generar más guerras y conflictos. En la Alemania de la post guerra, surge un sentimiento de revanchismo y venganza afianzado por el líder de masa Adolf Hitler. El pago de las deudas e indemnizaciones sume a Alemania en una crisis económica y social que produce revueltas en la población y gran descontento, que también aprovecha Hitler para afianzar sus ideas en la población.

El 5 de marzo de 1933, los nazis obtuvieron la mayoría en las elecciones al Reichstag, con lo que pudieron aprobar el 23 de marzo la Ley habilitante que, junto al Decreto del incendio del Reichstag del 28 de febrero y al permitir la aprobación de leyes sin la participación del Parlamento, se considera que significó el final de la República de Weimar. Si bien la Constitución de Weimar del 11 de noviembre de 1919 no fue revocada hasta el término de la Segunda Guerra Mundial en 1945, el triunfo de Adolf Hitler y las reformas llevadas a cabo por los nacionalsocialistas, la invalidaron mucho antes, instaurando el denominado Tercer Reich.

La idea de que Alemania había sido humillada y culpada de la Primera Guerra Mundial, además de obligada a pagar indemnizaciones y entregar territorios ganados; se suma a los hechos que provocaron que en 1939 estallase la Segunda Guerra Mundial, iniciada por Alemania y Japón, que estaba intentando recuperar y ganar territorios en Asia, desde el año 1937.

En conclusión, no es necesario realizar la crónica detallada de la historia del período de entreguerras para comprender que el Tratado de Versalles no podía ser la base de una paz estable. Estaba condenado al fracaso desde el principio y, por lo tanto, el estallido de una nueva guerra era prácticamente seguro pues allanó el camino a opciones extremistas y totalitarias como la que representó Adolf Hitler. El tratado dejó un legado de dificultades políticas y geográficas a las cuales se ha achacado el estallido de la Segunda Guerra Mundial

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