El Impeachment: Proceso de destitución del Presidente de EE. UU. GUSTAVO GONZALEZ URDANETA
El Impeachment:
Proceso de destitución del Presidente de EE. UU.
Gustavo Gonzalez
Urdaneta
Miami, 7 febrero
2019
Bastó que Donald
J. Trump asumiera la presidencia de EE. UU. el 20 enero 2017, para que en un
país, duramente polarizado, se destruya la creencia de que, como escribió el
crítico Philip Rahv a principios de la década de 1950, “Estados Unidos es en su
propia naturaleza inmune a trágicos conflictos sociales y colisiones”.
Cuando el caso
Watergate estalló, hacía cuatro años que Richard Nixon era presidente. Trump
llevaba solo cuatro meses y ya se había nombrado un fiscal independiente para
investigarle. Las causas presentadas, en ese entonces, eran múltiples, hay
quien citaba hasta ocho. Pero en resumen, primero, la grieta abierta en la Casa
Blanca por la 'trama rusa’; segundo, la posible relación entre los vínculos que
el jefe del Estado y su equipo hicieron en el pasado con empresarios o
funcionarios del Kremlin y, tercera, los ataques informáticos y mediáticos que
sufrió Hillary Clinton, rival demócrata del multimillonario, durante la campaña
electoral.
Ya para ese
entonces, según las noticias y articulos de opinión se le acusaba de haber
revelado información de inteligencia, ineptitud para el cargo y, de restringir
una investigación federal del FBI (participación de Rusia en su campaña). En
muchos medios ya se emitía una opinión de culpabilidad, incompetencia y de
peligro para el país del presidente Trump y hasta se publicó un libro al
respecto. Desde el ascenso al poder del presidente de los Estados Unidos,
Donald Trump, dos temas de discusión se han vuelto cada vez más populares: si
el hombre está loco o no y si es apropiado hablar de si el hombre está loco o
no.
Entrevistada por
The Washington Post, Nikky Haley, exembajadora de los Estados Unidos ante la
ONU entre el 25 de enero de 2017 y el 31 de diciembre de 2018, en ocasión de la
presentación de su libro With All Due Respect (Con el debido respeto), denunció
un supuesto complot contra el presidente Trump en el cual habrían intervenido
el exsecretario de Estado Rex Tillerson y el exjefe de gabinete de la Casa
Blanca general John Kelly, quienes le habrían pedido a ella socavar la
autoridad de Trump, «para salvar el país», lo cual la indignó.
La Constitución
estadounidense establece que el presidente "debe ser destituido de su
cargo si es acusado de y condenado por traición, soborno, u otros crímenes o
delitos graves". El proceso debe ser iniciado por la Cámara de
Representantes y solo necesita una mayoría simple para ser activado pero el
juicio, sin embargo, tiene lugar en el Senado. Y ahí se necesitan dos tercios
de los votos para destituir al presidente.
Esto nunca ha
pasado en la historia de Estados Unidos. A pesar de que la amenaza ha pendido
sobre la cabeza de numerosos mandatarios estadounidenses, solamente dos han
sido llevados a juicio político. El más reciente fue Bill Clinton, el 42º
presidente de EE. UU., el 19 de diciembre 1998, quien fue procesado tras ser
acusado de perjurio en frente de un gran jurado y de obstrucción a la justicia,
después de que mintiera sobre la naturaleza de su relación con la pasante
Mónica Lewinsky y supuestamente también le pidiera a ésta que mintiera.
Para esa época,
sin embargo, el nivel de aprobación popular de Clinton como presidente era del
72%. Y cuando el caso llegó al Senado, en 1999, la acusación estuvo lejos de
conseguir los dos tercios de votos que necesitaba para prosperar. Ningún
miembro del Partido Demócrata votó contra el Presidente en cualquiera de los
cargos. "En su prisa por destituir
al presidente, (los congresistas republicanos) nunca se detuvieron a pensar si
las acusaciones podían ser probadas más allá de cualquier duda razonable",
se lee en un análisis publicado por la BBC en aquel momento. A diferencia de lo
que pasa con Trump, los niveles de aprobación de Clinton eran súper altos.
Efectivamente,
el único otro presidente de EE. UU. llevado a juicio político fue el número 17,
Andrew Johnson, quien ocupó el cargo por dos períodos a partir de 1865. Fue
procesado por la Cámara de Representantes en 1868, solo 11 días después de que
destituyera a Edwin Stanton, su "ministro de Guerra", quien no estaba
de acuerdo con sus políticas. Y las similitudes entre la destitución de Stanton
y la del director del FBI James Comey —un hombre que aparentemente tampoco
estaba de acuerdo con las políticas de Trump— han sido destacadas por la prensa
de EE. UU.
A diferencia de
Clinton, Johnson se salvó por los pelos: los dos tercios en el Senado no se
alcanzaron por un único voto, gracias al número de republicanos que había en la
Cámara Alta. El resultado del juicio político del presidente Andrew Johnson fue
más ajustado que el de Bill Clinton. No todos apreciaban a Johnson, pero el
senador por Iowa James Grimes justificó su apoyo diciendo: "No puedo
aceptar destruir el funcionamiento armonioso de la Constitución solamente para
que nos podamos deshacer de un presidente inaceptable".
Opositores al presidente
de los Estados Unidos Donald Trump afirmaban que desde el comienzo de su
mandato en 2017 se había involucrado en actividades sancionables mediante un
proceso de destitución, en particular a raíz del asunto denominado Russiagate o
trama rusa. Los congresistas y senadores demócratas fueron remisos a impulsar
dicho procedimiento, pero al final decidieron realizarlo en septiembre de 2019,
como consecuencia de las investigaciones y acusaciones en torno a la
controversia Trump-Ucrania.
El Informe Mueller,
publicado el 18 de abril de 2019, no llegó a ninguna conclusión sobre si Trump
había cometido o no obstrucción criminal a la justicia, pero el investigador
especial Robert Mueller insinuó enfáticamente que era el Congreso quien debía
tomar tal determinación. Como resultado, el apoyo en el Congreso a la
iniciación de un juicio político fue en aumento. La presidente de la Cámara de
Representantes, Nancy Pelosi, se resistió inicialmente a los llamados a un
juicio político, pero en mayo de 2019 indicó que las continuas acciones de
Trump, que calificó de obstrucción a la justicia, y sus negativas a cumplir con
las citaciones del Congreso, podrían hacer necesaria una investigación de
destitución.
Después de casi tres
años de gobierno, el proceso de destitución se inicia el 12 de agosto de 2019
pues un primer informante, no identificado, presentó una queja que implicaba la
participación de Trump y Giuliani en una negociación quid pro quo, para
presionar al gobierno ucraniano a tomar medidas que podrían serle útiles a
Trump en su campaña de reelección 2020 sacando a la luz supuestos trapos sucios
de sus oponentes. Un segundo informante dijo tener conocimiento de primera mano
de una llamada telefónica del 25 de julio de 2019 entre Trump y el presidente ucraniano
Volodímir Zelensky.
El primer cargo
con el que acusaban al presidente se centraba en la decisión de Trump de
supuestamente retener USD 391 millones en ayuda militar para Ucrania, destinada
para que este país luchara contra los separatistas apoyados por Rusia, a cambio
de que el presidente ucraniano, Zelensky, abriera unas investigaciones sobre
corrupción contra su rival político, Joe Biden y su hijo, Hunter, quien formaba
parte del consejo de administración de la empresa ucraniana de gas Burisma. Este
cargo implicaba el supuesto “abuso de poder” del presidente Trump en promover e
impulsar intereses políticos personales utilizando para ello al cuerpo
diplomático estadounidense y hasta a organismos de defensa de los Estados
Unidos.
El otro cargo, sobre
“obstrucción del Congreso”, estaba relacionado con su negativa a cooperar con
la investigación del Parlamento y su directiva para que altos funcionarios y
los organismos gubernamentales hicieran lo mismo. La presidente de la Cámara de
Representantes, Nancy Pelosi, dio inicio formal al proceso de destitución el 24
de septiembre de 2019. El 31 de octubre de 2019, la Cámara de Representantes
aprobó por 232 votos a favor, y 196 en contra, establecer procedimientos para
las audiencias públicas, que comenzaron la semana del 11 de noviembre. Cabe
recordar que no se trata de un proceso judicial, sino de un proceso político,
previsto en el artículo primero de la Constitución de los Estados Unidos.
El presidente
Donald Trump, antes de abordar su helicóptero con destino a Atlanta, el 8 de
noviembre de 2019 por la mañana, respondió preguntas sobre su proceso de
destitución y sucesos que le concernían en la última semana. Esto dijo en
algunas de sus respuestas: «No me preocupa nada» (sobre el Impeachment)»;
«Nunca escuché de estas personas. No tengo idea de quiénes son» (sobre los
testigos del proceso)»; «Y todo lo que importa es una cosa: la transcripción. Y
la transcripción es perfecta» (sobre la llamada al presidente ucraniano); «No
debería haber audiencias públicas. Esto es un engaño».
Han sido
numerosas las encuestas sobre el juicio político que se han realizado en los
medios de comunicación, principalmente estadounidenses, que entendieron que la
opinión pública podría tener un impacto indirecto en el procedimiento de
destitución. La cadena CBS dio a conocer el 12 de noviembre de 2019 una
encuesta que indicaba que el país seguía dividido, pues 8 de cada 10
estadounidenses afirmaban ya tener una posición sobre el proceso de
destitución, así el 43 % decía que Trump debía ser cesado del cargo, en tanto
un 40 %, que debía permanecer en la Casa Blanca. Un gran número estaba de
acuerdo que las audiencias sean públicas (47 %), o que según el tema algunas
sean públicas y otras no (42 %). Sólo el 11 % decía que las audiencias tenían
que ser secretas y a puerta cerrada.
El Comité de
Inteligencia de la Cámara de Representantes anunció el 12 de noviembre de 2019
que se realizarían cinco nuevas audiencias en el proceso de Impeachment durante
la siguiente semana, con tres sesiones exclusivamente dedicadas a los
funcionarios que ya han realizado declaraciones preliminares ante el comité, a
puerta cerrada En principio, las
audiencias públicas fueron convocadas para el 13 de noviembre de 2019, siendo
citado como primer testigo el embajador interino para Ucrania William Taylor, y
como segundo testigo, el subsecretario adjunto para Europa y Eurasia George
Kent. En tanto la exembajadora en Kiev, retirada por orden de Trump en mayo de
2019, Marie Yovanovitch, declaró el 15 de noviembre de 2019. Adam Schiff,
presidente del Comité de Inteligencia, de acuerdo con el reglamento de la
Cámara de Representantes, realizó los interrogatorios a través de un abogado
especializado en crimen organizado, Daniel Goldman, un experimentado exfiscal
federal.
El 19 de
noviembre de 2019, la radio pública estadounidense NPR, así como la cadena
pública de televisión PBS, dio a conocer una encuesta en la que se indicaba que
el 65 % de los encuestados decían no poder imaginar ninguna información o
circunstancia, durante la investigación del Impeachment, que les hiciera
cambiar la opinión que ya tienen sobre el juicio político. Solo el 30 % expresó
que sí era posible que nuevas revelaciones hicieran cambiar su posición.
Todo fue
evolucionando hasta que Donald Trump se convirtió el miércoles 18 de diciembre
de 2019 en el tercer presidente de Estados Unidos en ser sometido a un
Impeachment. Así lo decidió una mayoría de congresistas en la Cámara de
Representantes de EE. UU, dominada por el Partido Demócrata. El Impeachment
-que se puede traducir como "acusación", "proceso de
destitución" o "juicio político"- pasó al Senado, donde los
legisladores decidirían si destituyen al presidente, acusado de abuso de poder
y obstrucción al Congreso.
La votación del “Impeachment” se llevó a cabo un día
después de que Trump pronunciara el discurso anual sobre el Estado de la Unión
ante el pleno del Congreso, una intervención que definió las grandes divisiones
entre republicanos y demócratas en la nación norteamericana. Dado que el
Partido Republicano tiene mayoría en esa cámara, era poco probable que la
destitución se produjera y, efectivamente, el proceso concluyó el miércoles 5
de febrero de 2020, tras la absolución en el Senado de los dos cargos de los
que se le acusaba.
Una mayoría de votos republicanos lo absolvió en el
Senado de las dos acusaciones aprobadas y presentadas por la Cámara de
Representantes, de mayoría demócrata: abuso de poder y obstrucción al Congreso.
El senador republicano Mitt Romney fue el único representante del partido en
votar a favor de la destitución de Donald Trump. Ambas
partes pronto tendrán que examinar los efectos de este proceso, solo nueve
meses antes de las elecciones presidenciales, en las que también se renovará
toda la Cámara y más de un tercio del Senado. Según encuestas, la disposición
política del país es muy similar a la que tenía antes de que comenzara el
proceso de Impeachment a Trump: EE. UU. está fuertemente dividido.
El índice de aprobación del presidente oscila en torno
al 45%, el mismo que el de todo su mandato. Sus posibilidades de reelección son
inciertas, pero están lejos de ser escasas. La decisión del Senado de no llamar
a nuevos testigos en el juicio político a Trump —algo que los estadounidenses
querían abrumadoramente, según sondeos—, puede olvidarse en poco tiempo.
La estrategia política de la Casa Blanca en este punto
es clara: describir el juicio político como un ejemplo más del grupo de poder
(establishment) de Washington que se la tiene jurada al presidente —y, por
conexión, a quienes lo apoyan— desde el principio. "No van por mí, van por
ti", escribió Trump en un tuit en diciembre. "Yo solo estoy en
medio".
Si el plan de campaña de Trump es reunir a sus bases
para que lo apoyen en noviembre —"la campaña de bases más grande en la
historia de EE. UU.", en palabras del jefe de la campaña de Trump, Brad
Parscale—, la acusación de los demócratas en la Cámara de Representantes y la
posterior exoneración del mandatario en el Senado puede ser música para los
oídos republicanos.
Por la otra parte, la gran interrogante para los
demócratas, antes de iniciar el proceso, era si la resistencia continua del
liderazgo del partido, incluida la presidenta Nancy Pelosi y el presidente del
Comité de Inteligencia, Adam Schiff, a dar el paso podía desanimar a las bases
que querían plantarles cara a Trump. Al final, esos demócratas inquietos
obtuvieron el juicio político que querían, y que será una mancha negra de la
presidencia de Trump, pero no el resultado que esperaban. Algunos opinan que las
elecciones van a dividir a nuestra nación nuevamente, pero algunos consideran
que la búsqueda de la verdad ayude a los demócratas a estar en la cima y que a otras
personas que son más moderadas y que todavía no han decidido su voto, esto podría
llevarlas hacia los demócratas.
No hay evidencia que indique que Joe Biden haya tenido
algún tipo de mala conducta en Ucrania, pero en política tales tecnicismos no
siempre importan. Cierto o no, si algo hace daño, hace daño. La investigación del juicio político en sí y la vinculación de Joe Biden
pueden ser suficientes para afectar negativamente su campaña presidencial,
incluso aunque finalmente fracasara el intento de Trump de que Ucrania iniciara
una investigación. Biden ha tratado de convertir el interés republicano en
dañar sus perspectivas políticas en una fortaleza. La semana pasada tuiteó que
Ernst y Trump están "muertos de miedo de que yo sea el nominado”.
Sin embargo, una encuesta de octubre mostró que el 40%
de los demócratas y la mayoría de los republicanos e independientes piensan que
los negocios de Hunter Biden en Ucrania son un tema de campaña válido. En una
carrera por la nominación demócrata ajustada, como lo serán las elecciones
generales, incluso una sombra de duda podría inclinar la balanza.
El juicio político de Trump en el Senado llegó a su
fin, pero el final de un capítulo no cerrará el libro sobre los dolores de
cabeza del presidente relacionados con Ucrania. John Bolton puede ser llamado
por los demócratas de la Cámara de Representantes y que testifique sobre como
Trump presionó a Ucrania para investigar a Biden. La Cámara podría decidir
llamar a otros testigos, como el exjefe de gabinete de Trump John Kelly quien
recientemente apoyó las afirmaciones de Bolton.
Según algunos columnistas los testigos después del
juicio podrían ser más útiles para los demócratas. Si Bolton testifica en la
Cámara será un evento importante, no uno desbordado por una absolución, como
habría sucedido si hubiera testificado en el Senado. El caso de Trump estará en
las noticias hasta el Día del Trabajo en septiembre.
Si la historia puede servir de guía, no se sabe de
dónde ni cuándo podría venir la próxima revelación. Esta incertidumbre puede
ser más que suficiente para preocupar a Trump y los republicanos
Les dejo una reflexión derivada de los casos de Carlos
Andres Perez en 1993 en Venezuela y el caso actual de Donald Trump: ¿Podremos
sentirnos ciudadanos de un Estado de Derecho capaz de poner en funcionamiento
la totalidad del engranaje institucional de la democracia precisamente para
desmontarla?
"Podremos sentirnos ciudadanos de un Estado de Derecho capaz de poner en funcionamiento la totalidad del engranaje institucional de la democracia precisamente para desmontarla ?"
ReplyDeleteYo interpreto que la pregunta que hace Gustavo implica un juicio de valor: el juicio a CAP fue hecho con el objeto de desmontar la democracia. Tema contencioso por decir lo menos.
El impeachment deja no solo una mancha oscura en la Administracion Trump. Revela una profunda division en la elite politica de ese pais y un desprecio por las formas: el dejar a la Presidente de la Camara de Representantes, Nancy Pelosi, con la mano extendida y esta rasgando el discurso del Presidente, lo revelan con claridad meridiana. Varios analistas y academicos consideran que el proceso afectara la capacidad de vigilancia del poder legislativo, erosionando asi la division de poderes. Y la actuacion del Presidente del Senado manifestando claramente que no seria imparcial, alineandose totalmente con la Casa Blanca, genera muchas dudas sobre la transparencia del juicio.
Las acciones siempre tienen consecuencias; el tiempo dira cuales seran las de este proceso.
Querido Don Mario, muy ciertos tus comentarios los cuales agradezco y mi aprecio por ser tan consecuente con los mismos. Uno escribe porque es una de las formas de usar el tiempo en algo que disfrutamos pero siempre es muy estimulante recibir palabras valorando lo hecho y estimulándonos a continuar. Mil gracias, Amigo!
ReplyDeleteTus comentarios plantean la duda muy cierta si el ejemplar sistema de “check and balance” que rige y controla la separación de poderes en EE. UU. podría estar resquebrajándose o como insinúa Nick Bryant del BBC News, analizando el Impeachment, si tendremos “una política, una democracia y un país resquebrajado” y se pregunta ¿Ya no tiene remedio Estados Unidos?
No hay duda de que Trump ganó y el perjudicado es el país que preside y que ha ayudado a dividir. Como bien dices, nunca se había visto la falta de cortesía y educación básicos con la omisión del saludo de Trump a la Pelosi y la rotura publica y descarada de ella del discurso del presidente. La guerra política ha escalado con una degradación del debate que hasta la Corte Suprema tuvo que pedirles “rebajar el tono de la retórica”. Es de lamentar que los demócratas decidieran no luchar por el derecho a escuchar a los testigos restándole importancia a un “supuesto quiebre constitucional” y dar la apariencia de estar ente una simple jugada política.
Hay puntos que no ayudan como es el poder igual en el senado de los estados rurales republicanos en detrimento de los gigantes demócratas ni la mayoría de los jueces conservadores en la Corte Suprema en beneficio de los republicanos en las próximas décadas.
Lo real, como lo destaca Bryant en su artículo, es que casi todo lo que está mal se ha visto en el juicio político a Donald Trump. Igualmente, pareciera que ya no funcionan ni los mecanismos de la democracia, visto el fiasco del caucus de Iowa sobre el proceso para seleccionar candidatos a presidente en EE. UU.
Esperemos que el 2020 como año electoral sirva y promueva la renovación en ambos bandos aunque, personalmente, no visualizo aún un demócrata que pueda hacerle frente a Trump quien ira por su reelección con mejor perspectiva ahora que antes de su absolución.