El líder político y la autoridad carismática (I): Liderazgo, tipos y rasgos
Gustavo Gonzalez Urdaneta
¿Qué es el liderazgo? Obviamente es una cualidad de
alguien que dirige, gobierna. Pero no todos los que dirigen, gobiernan, influyen
o arrastran a las masas son líderes en el sentido genuino del término. En
general, cuando se piden nombres de líderes, suelen referirse a personas como Churchill,
Gandhi, Mandela, Hitler, etc. y cabría preguntar ¿Piensan que el mundo necesita
gente, por ejemplo, como Hitler? En la perplejidad latente se trasluciría que
hay lideres positivos y líderes negativos. Bueno, es una manera de abordar la
cuestión. En mi caso se reserva el nombre de líderes a los que son positivos, y
para los otros utilizaremos calificativos más apropiados: tiranos o demagogos.
En la reciente trilogía sobre Hitler destacaba al
final que “ninguno de nuestros líderes políticos actuales tiene la autoridad
carismática para que los proyectemos como nuestra salvación y muestran una
especie de miopía intelectual que es una seria limitación de la democracia y el
debate político que le es inherente”. Mi intención ahora es tratar de explicar
a que me refería.
La búsqueda de
los rasgos de líderes han sido una constante en todas las culturas durante
siglos. Escrituras filosóficas como la República de Platón o las Vidas de
Plutarco han explorado una pregunta básica: «¿Qué cualidades distinguen a un
líder?».
En el
pensamiento occidental los tradicionalistas de tipo autocrático dan al papel
del liderazgo una similitud con la figura romana del Pater familias. La teoría
de los rasgos se exploró a fondo en una serie de obras del siglo XIX con los
escritos de Thomas Carlyle y Francis Galton, el primero identifica los
talentos, habilidades y características físicas de los hombres que llegaron al
poder y Galton, examinó las cualidades de liderazgo en las familias de los
hombres poderosos, concluyó que los líderes nacen. Soy de la opinión de que los
líderes políticos, ni nacen, ni se hereda, ni se hacen, se forjan con vocación
y muchos años de dedicación. Carlyle una vez escribió "La democracia es la
desesperación de no encontrar héroes que nos dirijan".
A mediados del
siglo XX, sin embargo, los investigadores empezaron a tener una visión radicalmente
diferente de las fuerzas impulsoras detrás de liderazgo. Mientras en Occidente
el liderazgo se estudia desde perspectivas democráticas y autocráticas, en
Oriente se desarrolló según el confucionismo la idea del líder como un ser
erudito y benévolo, apoyado por una gran tradición de piedad filial. ... Como dice SUN
TZU en el Arte de la Guerra: El Liderazgo es una cuestión de Inteligencia, Honradez,
Coraje y Disciplina... «Cuando uno tiene las cinco virtudes
todas juntas, cada una correspondiente a su función, entonces uno puede ser un
líder.»
Es importante
observar que el liderazgo no es plano, pues dependiendo del contexto y el
ámbito que se desarrolla se pueden generar diferentes tipos de liderazgo; si
observamos el liderazgo desde un aspecto sociológico, el liderazgo era un
factor primordial para la transformación social; un buen líder que tuviera la
capacidad de observar el entorno como un sistema vivo y aprender de sus
cambios, tendría mayor capacidad para entender sus necesidades y adaptarse al
mismo.
"Carisma"
es una antigua palabra griega que en un principio ganó prominencia a través de
cartas de San Pablo a las comunidades cristianas emergentes en el primer siglo.
En este contexto, se refiere generalmente a un "regalo" divinamente
originarios que demuestra la autoridad de Dios dentro de los primeros líderes
de la Iglesia. Max Weber tomó esta noción teológica y la generalizó, viéndolo como
algo que atribuyen seguidores y definiendo términos de autoridad que los
sociólogos aplican a los políticos, militares, gobernantes, celebridad, y
religiosos.
Weber distinguía
tres tipos ideales de liderazgo político legítimo, dominación y autoridad: la autoridad
carismática (carácter, heroísmo, liderazgo, religiosidad); la autoridad
tradicional (patriarcas, patrimonialismo, feudalismo), y la autoridad legal
(ley y estado modernos, burocracia). Estos tres tipos son tipos ideales y rara
vez aparecen en su forma pura. Según Weber, la autoridad es el poder aceptado
como legítimo por aquellos sometidos a ella.
La autoridad
carismática surge del encanto personal o de la fuerza de una personalidad
individual. Fue descrito por Weber como "la autoridad del don
extraordinario y personal de la gracia (carisma)"; Lo distinguía de las
otras formas de autoridad al afirmar que "los hombres no le obedecen al
gobernante carismático en virtud de la tradición o del estatuto, sino porque
creen en él". Así, el poder real o las capacidades del líder son
irrelevantes, siempre y cuando los seguidores crean que tal poder existe.
En contraste con
el uso popular actual del término líder carismático, Weber vio la autoridad
carismática no tanto como los rasgos del carácter del líder carismático, sino
como una relación entre el líder y sus seguidores. En este aspecto, la relación
carismática está muy vinculada con la respuesta que los ciudadanos muestran en
el líder político, ya que tienen plena confianza en que las palabras que estos
pronuncian se traducirán en hechos reales. Esta relacion fue uno de los pilares
del historiador Ian Kershaw para estudiar y tratar de entender y explicar el
éxito de Hitler como líder y de Winston Churchill con los británicos para
cambiar el destino del mundo.
A sus 93 años, en 2016, la pintora Joy Laville,
británica nacionalizada mexicana, que vivió la guerra en Portsmouth y cuya casa
fue bombardeada, todavía se emocionaba al recordar a Churchill: "Sus
discursos nos inspiraban. Nos daban la certeza de que podríamos ganar".
Así lo describió también Isaiah Berlin: En aquella hora, mayo 1940, en que
"tan bueno era vivir como morir Churchill idealizó al ciudadano común con
tal intensidad que, al final, el ciudadano se acercó a ese ideal y comenzó a
verse a sí mismo como Churchill lo veía: dueño de un temperamento optimista e
imperturbable... Y marchaban a la batalla transformados por sus palabras".
¿Qué es un líder
político? Se puede pensar que actualmente la política está de capa caída y que
antaño era un deber muy respetado y elogiado. Pero lo cierto es que política y
polémica siempre han ido cogidas de la mano. Se dice además que la política es
el arte de la mentira y el engaño. Churchill decía que “El político debe ser
capaz de predecir lo que va a ocurrir mañana, el mes próximo y el año que
viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido”. pero… ¿Por qué funciona
la política? ¿Por qué la gente sigue cayendo en las mismas trampas arteras y
rastreras?
Es fácil, porque
la gente tiene miedo, se siente insegura e incierta respecto a su futuro y cree
lo que le dicen, aunque suena a chiste o a broma prefieren una mentira que no
tener nada. Es de esperar que un líder político jamás basará su estrategia en
la mentira y el engaño, más que nada porque es un suicidio político. Ni en la
inacción e indecisión. Cualquier líder político que se precie debe evitar
entrar en contradicciones y mentiras si no quiere terminar siendo un político
de tercera, demagogo o tirano y siendo recordado como un gran mentiroso. Seguro
que le vienen a la mente algunos nombres nuestros tanto de la llamada cuarta
república como de las dos últimas décadas.
No creo que
nadie vea con buenos ojos las mentiras de Bush, Aznar y Tony Blair de invadir
Irak a costa de mentir a sus ciudadanos. Desde luego estas tres personas
mintieron para beneficio que sólo ellos saben a ciencia cierta y eso les
convierte en malos líderes políticos. Un ejemplo más reciente de cómo ser un
mal líder político lo hemos vivido, según mi criterio, en Venezuela por
diferentes razones. Ya no podemos seguir permitiendo fallas como el 11A-2002, las elecciones de 12F-12 y 14A-13, la
falta de decisión del 6D-2015, ni la burla de la convocatoria nacional del
16J-2017 y, mucho menos, la mamarrachada del 30A-19. Todas esas medidas y
actitudes asumidas por supuestos líderes políticos, en cada caso, han costado
la prolongación del régimen dictatorial por más de dos décadas. ¡Ya Basta! Tengamos la madurez que requieren las
circunstancias actuales, el futuro depende de los venezolanos. Esta es la
dimensión de esta fecha histórica.
Recientemente hemos leído una supuesta propuesta del
Sr. Elliot Abrams recomendando a los venezolanos un gobierno de transición con
gente del actual régimen (psuv y pcv) sin ninguna reflexión de cómo se haría
para sacar a todos los que tienen secuestrado el país (cubanos, farc, eln,
hezbollah, colectivos y un largo etc.) con un gobierno en el cual participe
parte de esa gente. Un poco de ponerse en nuestro lugar en vez del suyo. Brazos
abiertos a todas las opciones de ayuda para sacar al usurpador y todos sus
adláteres, incluidos los ya citados como secuestradores, pero el gobierno de
transición y el llamado a elecciones generales es potestad solo de los
venezolanos.
Sr. Abrams, tenga presente y cuidado, pues la empatía
es una habilidad que subyace a muchas facetas del juicio y de la acción ética.
Una de estas facetas es la «indignación empática» que John Stuart Mill
describiera como «el sentimiento natural de venganza alimentado por la razón,
la simpatía y el daño que nos causan los agravios de que otras personas son
objeto» y que calificara como «el custodio de la justicia». Todo Auschwitz debe
tener su Nuremberg. Es inimaginable un Konrad Adenauer o un Willy Brandt
invitando a Goebbels y a Hitler y sus partidarios a participar en la primera
elección que se celebrase en Alemania después de abril de 1945;
Esto no es el
cuento de nunca-jamás, es el mundo real y los pocos escrúpulos que se muestran
en la política y que ni los líderes políticos se ocupan en tapar, es, como
mínimo, sencillamente repugnante. La mayoría de las personas que están en la
política les gustaría gobernar un país, aunque sea a costa de aumentar la
pobreza y gobernar un parque desolado. La política raramente ha sido un medio
para ganar a las masas y hacer el bien, la política siempre ha sido un nido de
corruptos y de personas atraídas por los privilegios que la política acarrea,
pegándose con celo al puesto y permaneciendo inmunes a sus actos hacia la
humanidad. Fue Francisco Pi y Margall, quien dijo que “las convicciones
políticas son como la virginidad: una vez perdidas, no vuelven a recobrarse” y
según Churchill “un buen político es aquel que, tras haber sido comprado, sigue
siendo comprable”.
Da igual lo que
sea y haga o nó un líder político, no se irá, esté en democracia o dictadura. En
política la sensatez consiste en no responder a las preguntas. La habilidad, en
no dejar que las hagan. Sólo hay una regla para todos los políticos del mundo:
no digas en el poder lo que decías en la oposición. Y si no les parece, hablen
con los demagogos Ramos Allup, Fermín, Falcon, Ledezma, Fernandez, etc. y con
los tiranos del actual régimen, cuyo etcétera es mas largo.
Un líder
político dimite si es necesario y hay que dimitir. Un demagogo o tirano escurre
el bulto e intenta alargar su muerte política hasta el final, reviente quien
reviente. Cada vez que un líder político utiliza malas prácticas mancha el
respeto y aprobación de la gente hacia su clase. No debe haber nada más grande
en esta vida para un líder político que ser recordado como un buen líder y no
como cualquier líder político mentiroso de tres al cuarto. En las cuatro
décadas de democracia en Venezuela, tenemos excelentes ejemplos de líderes
políticos así como otros que fueron excelentes demagogos. De los primeros deben
aprender las nuevas generaciones de líderes en las cuales, muy a mi pesar,
tenemos una ausencia casi total de líderes políticos.
Con frecuencia
hablamos de liderazgos y más específicamente, el liderazgo político, y lo
asociamos a la capacidad de mandar sobre otros y lograr que estos cumplan la
voluntad del líder. El problema radica en que nos olvidamos de que el liderazgo
como lo vemos en el siglo XXI no es una cuestión de mandatos entre los
gobernantes y los gobernados o entre los líderes y los seguidores, es más bien,
la capacidad de influir en los actos de los demás, hacerlos parte de la
decisión, la ejecución y los resultados. Tener autoridad carismática.
Decía Robert
Louis Stevenson que la política es la única profesión para la que no se
considera necesaria ninguna preparación y tenía razón pero no es menos cierto
que hay una cualidad imprescindible para tener éxito en política, para lograr
atraer a una comunidad centrada en sus propios problemas en torno a una serie
de principios. Esta cualidad no es otra que el liderazgo político. En el mundo
militar y en la empresa privada existen ejemplos claros de buen liderazgo, pero
en el mundo político y especialmente en los últimos años observamos
precisamente lo contrario, la falta de un líder que en tiempos de incertidumbre
pueda servir de referente por sus virtudes para guiar una Nación.
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