El Principio de Anna Karenina y la Transformación del Venezolano (III)


El Principio de Anna Karenina y la Transformación del Venezolano (III)-29.04.20
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 29 abril 2020

El principio de Anna Karenina se deriva de la oración con la que León Tolstoi abre ese libro “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”. En esencia, hay más maneras en que una familia pueda ser infeliz que feliz. El principio, popularizado en el libro Guns, Germs and Steel de Jared Diamond, afirma que una deficiencia en cualquiera de una serie de factores hace fracasar el esfuerzo.

En otras palabras, aplicado a Venezuela, el principio de Anna Karenina pensando en recuperar y reconstruir el país, la ciudadanía venezolana debe cambiar en una serie de ciertos factores, por ejemplo: El conformismo, el individualismo, la autoindulgencia, la irreverencia y la lealtad y la improvisación. La deficiencia en uno solo de estos factores llevará a la continuidad del caos de las dos últimas décadas.

El Conformismo es una postura o actitud hacia la vida, que sumerge al individuo en un pozo de ciega aceptación, independientemente de si las circunstancias son negativas o positivas, y que elimina toda posibilidad de cambio y progreso. Esto, en algunas ocasiones, puede simplemente ser una decisión tomada para hacer frente a determinadas oportunidades, como es el caso del venezolano, que acepta migajas y celebra por ello. El conformismo venezolano no es positivismo, es parte de la decadencia del país y representa un factor clave que nos lleva a la miseria y la perdición del país y afecta seriamente cualquier esfuerzo para la recuperación del país y que la familia venezolana vuelva a ser feliz.

Cabe destacar que existen diferencias entre una persona conformista y una que está conforme. La primera simplemente obvia las pequeñas oportunidades de progreso, utilizando la justificación para hacer saber al entorno que, tal y como se encuentra, se siente bien y no piensa arriesgarse a perderlo; la persona que está conforme, sin embargo, no rechazará el cambio que se avecine, puesto que acepta la comodidad que tiene y está abierto a tomar iniciativa en nuevos proyectos. Generalmente, el conformismo puede manifestarse como producto de la educación recibida, además de frecuentes fracasos, falta de motivación y ausencia de un espíritu de lucha.

El venezolano ha ido perdiendo en las dos últimas décadas sus derechos a defender sus posiciones a causa del conformismo que han mostrado, ya que muestran que lo que reciben está bien para ellos y es suficiente. Este flagelo ha venido consumiendo ciegamente al pueblo venezolano de a pie que lo está permitiendo, pues ya no entra la culpa gubernamental, es una culpa social y directa de todos y cada uno de los que forman parte de la sociedad civil.

Esta situacion actual no tiene que desencadenar en el estancamiento; por el contrario, partiendo de las condiciones de vida que tienen, se puede y deben aspirar a mejorarlas, Poco a poco la sociedad fue aceptando más y más la decadencia del país, aceptando lo poco que el gobierno ofrece sin darse cuenta de que el que tiene el poder es el pueblo. Muchas protestas se han efectuado durante los últimos años por jóvenes que no aceptan ser conformistas, que no quieren vivir en una sociedad que acepta recibir miserias. Lamentablemente, las ultimas protestas recibieron el mayor apoyo pero se apagó así como las brasas de una parrilla, poco a poco hasta quedar solo cenizas. Poco pueden hacer unos jóvenes con escudos improvisados contra un gobierno plagado de armas, Pero un pueblo unido puede hacer la diferencia que necesita este país. Se les invita a alzar su voz ante la miseria que reciben y reclamar lo que por derecho merecen.

El Individualismo reinante en el país puede, para algunos, no estar tan claro pero en una encuesta realizada por el Global Attitudes Project del Pew Research en 2014, los venezolanos aparecieron como una sociedad individualista. Esto podría causar sorpresa porque, a fin de cuentas, los venezolanos han estado sometidos durante cuatro lustros a un intento de imposición ideológica que plantea la construcción de valores socialistas.

Sin embargo, en el mencionado estudio, la sociedad venezolana se sitúa por encima de Estados Unidos y de un número importante de países emergentes. De acuerdo con la encuesta, un 62% de los venezolanos está en desacuerdo con la idea de que el éxito dependa de factores externos. Es decir, perciben que la realización de sus planes de vida, dependen mucho más del esfuerzo individual. Esto llama la atención en un país en el cual la población se ha visto sometida, de manera brutal, a los embates de un populismo rentista fundamentado en el ingreso petrolero.

El Estado venezolano ha impuesto una lógica clientelar que busca reducir la iniciativa individual, que ha afectado la productividad de la empresa privada, que ha reducido de manera importante las oportunidades de realización que tienen los individuos, que ha incrementado los niveles de dependencia del recurso petrolero y puesto en riesgo la protección de la soberanía. Tenemos un mercado interno distorsionado, con una alta escasez de productos de la canasta básica y altísimos niveles de inflación con una moneda local que no tiene ningun valor.

Más que de ciudadanos debemos hablar de sobrevivientes. Los venezolanos se enfrentan a diario a un Estado macrocefálico, hipertrofiado y corrupto, que representa los intereses de los grupos gobernantes y de la falsa oposición, que ha perdido la capacidad para identificar y dar respuesta a las demandas de la sociedad. Un Estado fallido.

En el caso venezolano, el individualismo se explica por defecto, por ausencia, de mecanismos formales a través de los cuales resolver los problemas de la vida cotidiana, por un exceso de incentivos negativos que obliga a la gente a funcionar a partir de sus propios intereses y que dificulta la posibilidad de hacer empatía con los demás. El individualismo en Venezuela no tiene un carácter virtuoso —por el contrario, es un síntoma de nuestra enfermedad colectiva que debe corregirse para realmente recuperar el país.    

La Autoindulgencia es un concepto muy diferente al de la autoestima. La autoestima indica los sentimientos que experimentas hacia ti mismo mientras que la autoindulgencia indica la posibilidad de analizar y perdonar nuestros errores. Ser amable consigo mismo es la mejor manera de mejorar la salud mental y alcanzar las metas que te propongas. En resumen, ser autoindulgentes simplemente significa ser conscientes de nuestros errores pero aun así, amarnos y tratarnos con respeto y bondad. Nos ayuda a entender y corregir nuestras apreciaciones ante el actual caos que vive el país y estar más dispuestos a participar en la reconstrucción del país

Un estudio desarrollado por la Universidad de Texas ha mostrado que este tipo de aproximación nos ayuda a enfrentar las crisis. Por ejemplo, se apreció que las personas que aplican el concepto de autoindulgencia después de un divorcio lograban adaptarse más rápidamente a sus nuevas condiciones de vida, con mayor éxito y sin que su autoestima saliese dañada.

Se ha demostrado que ser autoindulgentes realmente no disminuye ni afecta nuestros objetivos sino todo lo contrario. Además, en el caso de que no lográsemos alcanzar nuestras metas, no saldríamos tan mal parados de la experiencia. Para este ejercicio de autoindulgencia, vale la pena releer el libro de Rafael Arraiz Lucca “Venezuela en Terapia Intensiva” (1983) que recoge unos treintas diálogos y entrevistas con personeros de la vida nacional, realizadas entre 1986 al 2002 que sin la menor duda es un documento valiosísimo para encontrarle respuestas a la Venezuela tormentosa de la actualidad.

La Irreverencia y la Lealtad, dos palabras que puestas así, una al lado de la otra, son contrarias, antónimas. Irreverente dícese de quien no hace reverencia a algo o alguien, es decir a quien no muestra el respeto debido con quien no está de acuerdo. Eso abunda en el régimen pero también en nuestra oposición. El límite entre la crítica constructiva y la que degrada y denigra se pierde en los tinteros. Solo la unión no hará libres y por tanto, saber manejar las diferencias ideológicas, dentro de una fuerza tan diversa, es una obligación de quienes militamos en este sueño de transformación.

En 1827 debido a rivalidades personales entre los generales de la revolución, explotaron guerras civiles que destrozaron la unión sudamericana por cual Bolívar había luchado. Acorralado por guerras fraccionales y sufriendo de tuberculosis, El Libertador Simón Bolívar murió el 17 de diciembre de 1830. A eso lo llamó Bolívar en sus postreras palabras “He arado en el mar”.

El enemigo sabe muy bien que solo dividiéndonos podría derrotarnos. Entonces la unidad y la lealtad deben estar en primer lugar que la irreverencia. El espacio para ofender y decir que se debe dar cabida, entre lisonjas, a Nicolás y sus equipos en la restauración de la democracia y recuperación de la libertad, así esa irreverencia provenga de corazones auténticos que laten con conciencia opositora, es un craso error, una falta de lealtad con la lucha que se libra, un desconocimiento de todas victorias. y, en mi criterio personal, una muestra de ese excesivo protagonismo común entre políticos y líderes mediocres sin la estatura requerida para un gobierno de transición.

La Improvisación consiste en concebir y ejecutar cualquier acción de forma simultánea. De forma semántica, improvisar significa realizar algo sin haberlo preparado con anterioridad. Sin planificación, sin responder a una estrategia definida. La improvisación muestra la capacidad del ser humano de afrontar los acontecimientos conforme se presentan sin una planificación previa. La improvisación es un rasgo del carácter de una persona espontánea y natural en sus gestos y actitudes.

Existen personas que quieren tenerlo todo bajo control y no se relajan. Por ello, tampoco disfrutan al cien por cien de la vida porque están pendientes de que todo esté en su sitio. En realidad, la filosofía del carpe diem se basa en la importancia de improvisar la vida en función del día a día porque es imposible planificar el destino al mínimo detalle. Aprender a improvisar es un acto de inteligencia emocional más que necesario para vivir con mejor calidad de vida. Pasado, presente y futuro dibujan la línea de la vida de un ser humano. El equilibrio en la vida que genera la felicidad surge de buscar el equilibrio entre la improvisación personal y la planificación extrema. No se puede vivir al compás del azar, ni tampoco actuar por puro impulso ni quedarnos paralizados por el perfeccionismo a ultranza. Está claro que es un acto de sabiduría deliberar en la toma de decisiones.

La clave reside en improvisar en el momento oportuno y en esas áreas de tu vida en las que puedes permitirte actuar de esta forma, pero no, por ejemplo, en tu trabajo bien sea privado o público. En ciertos ámbitos, como la gestión pública, es un gesto de irresponsabilidad improvisar en función del momento. Así ha sucedido en las últimas dos décadas en los líderes de la oposición legal, cuya agenda siempre ha estado diseñada por el régimen, actuando siempre a la defensiva y no en forma preventiva.

Como muy bien lo expresara Victor Maldonado, no hay victoria posible si quien comanda es la improvisación. Todo lo demás es un esfuerzo inútil, pero ofensivamente descarado, de explicar malas decisiones, errores de visión, y lo de siempre, esa vieja instrumentalidad del venezolano, y la pretensión de que todo depende de un golpe de suerte o de la suerte del pícaro que, así como viene, se va.

Debemos a Cayo Valerio Catulo, poeta romano del último siglo antes de Cristo, el proverbio ¡Amat victoria curam! cuya traducción en castellano es “la victoria es propicia para los que se preparan”. Dick Morris, estratega político norteamericano, señala que “la táctica” está demasiado valorizada, tal vez, porque pone el juego en el ingenio y la suerte de unos pocos. Para el experto, es la estrategia la que gana elecciones y campañas. Por eso mismo se invierte tiempo en formularla, pero una vez diseñada, se debe mantener con disciplina, más allá de las idas y venidas del momento.

Si seguimos improvisando, si seguimos apostando a falsos liderazgos, estaremos condenados a no sobrevivir a un estatus quo del que forman parte este régimen y su oposición, que no tienen ningún problema en ir a ninguna parte. La transformación del ciudadano venezolano requerida para que la familia venezolana vuelva a ser feliz, y las medidas para encarar y corregir las deficiencias actuales, deben planificarse desde ahora y parten de la conciencia de las instituciones y los ciudadanos. Eso es lo quiere y exige el 80% del pueblo venezolano.

Esta dictadura y el caos aterrador que la acompaña no son productos ni del azar ni de la ignorancia: son obra del castrismo y las fuerzas de las izquierdas, del control del Estado venezolano por la tiranía cubana, de la ceguera y complicidad de nuestras élites. Y, en gran parte, culpa nuestra por no actuar y comportarnos con los valores que nos enseñaros nuestros padres. Más de 20 largos años han pasado y hay muchachos que estaban en la escuela primaria y secundaria en ese entonces y que hoy son Diputados de la oposición y parecen no entender la magnitud de este gravísimo problema y los ves buscando Alcaldías y apoyando un “diálogo” sin sentido con el gobierno.  

Para cerrar quiero recordarles que han sido muchas las propuestas puestas sobre la mesa para resolver el caos de la situacion en Venezuela y, de esas, insistir en que las negociaciones se realizan para evitar la violencia de una guerra civil constituye un planteamiento tramposo. La violencia no es a futuro; la violencia está instalada brutalmente, tanto la callejera como la política, en esta guerra civil de baja intensidad.

Ya lo hemos dicho hasta la saciedad, la única forma de detener la violencia es que una fuerza superior a la del régimen, democrática, nacional e internacional, lo imponga. Sólo desechar las ilusiones de un cambio amigable permitirá el cambio y solo el cambio traerá la paz. Y cuando se tenga el poder podrás perdonar. Si perdonas antes de tomarlo lo que haces tú es pedir perdón sin ser culpable.

No se quiere venganza sino Justicia. Confiamos que, como en Crimen y Castigo de Dostoievski, la justicia actúe en Venezuela y no se quede con las manos cruzadas. Todo Auschwitz requiere un Nuremberg. ¡Cero a la impunidad y a la amnistía y completa inhabilitación política a los personeros del régimen desde 1999.





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