Costumbres que se han perdido (IV): Las vacaciones en familia (Gustavo González Urdaneta)

 Costumbres que se han perdido (IV): Las vacaciones en familia

Gustavo González Urdaneta

Miami 4 marzo 2023

 

La pregunta de porque debemos pasar tiempo de vacaciones con la familia está bien claro: beneficia a toda la familia en los años por venir. A los niños les encanta pasar tiempo con sus padres, tanto uno a uno como en familia. El tiempo que pasamos con nuestros hijos vale diez veces, y cada día más estudios lo prueban. En familia las vacaciones permiten poner en práctica y observar nuestro funcionamiento como sistema familiar, lo que constituye una oportunidad para reconocerse, en los valores, creencias y modos de percibir el mundo que nos identifica como familia. Aunque el propósito de las vacaciones es dedicar tiempo para el descanso, la relajación y la recarga es de vital importancia; esto no suele lograrse en el transcurso de un fin de semana, por lo que dedicar tiempo para desconectarnos puede ayudarnos a reiniciar.

 

Adicionalmente, hay estudios que revelan que viajar en familia fortalece los lazos y vínculos, estrecha las relaciones familiares, además de ser un buen pretexto de compartir una bonita experiencia con tus seres queridos. Igualmente, dichos estudios han demostrado que tomarse un tiempo fuera del colegio y el trabajo puede tener beneficios para la salud física y mental. Las personas que se van de vacaciones tienen menos estrés, menos riesgo de enfermedades del corazón, una mejor perspectiva de la vida y más motivación para alcanzar las metas.

 

Mi infancia hasta los siete años transcurrió en la Calle Carabobo de Maracaibo, donde nací, con los hijos de las familias vecinas, algunas hasta familia, de toda la cuadra, con las cuales también nos íbamos de vacaciones escolares y de navidad. No me pregunten por qué pero, a finales de los ’40, los maracuchos solían pasar sus vacaciones en Los Andes y en la península de Paraguaná. Antes de venir a Caracas ya conocía casi todos los pueblos turísticos de los Andes, pequeños y típicos pueblos con calles empedradas, construcciones sencillas de paredes blancas, niños con los cachetes colorados. Pura hospitalidad, tranquilidad y tradición, es lo que se respiraba en esa etapa en los pueblos de los Andes Venezolanos: La Mesa, La Puerta, Timotes, Mendoza Fría, Capacho, San Pedro del Rio, Boconó, Jajó…montañas, páramos, ríos, lagunas, valles…

 

Igual me sucedió con la península de Paraguaná y todas sus ciudades y pueblos turísticos donde predomina la llanura, la extensión de sus sabanas, y sin embargo, nada la define mejor ni la revela tan plena como el Cerro de Santa Ana. En épocas anteriores era una isla como las vecinas Aruba, Curazao y Bonaire. En mis días ya estaba conectada a tierra firme por el istmo de los médanos, un banco de arena de 25 km que se ha depositado a lo largo de la falla que formó, en línea recta, la costa oriental de la península. Uno de los atractivos eran sus hermosas playas y su cálido clima con pocas lluvias. Al sur de Paraguaná se cruza el ventoso istmo de los Médanos; en su extremo norte el cabo San Roman desde donde se logran ver las luces de Aruba. Los cardones y cujíes son elementos dominantes en el paisaje. En el centro de la península hay varios pueblos como Pueblo Nuevo, Moruy, Santa Ana, Buena Vista y Jadacaquiva.

 

Solíamos pasar las vacaciones escolares de julio y agosto en los pueblos con playas turísticas de Paraguaná; en varias temporadas alquilábamos, entre varias familias, una casa grande en el pueblo de Chichiriviche en la costa occidental, como a 200 km de Santa Ana de Coro, que está rodeado al este de pequeños cayos o islas de finas arenas blancas. En esa época era un pueblo con calles de tierra y un solo cine al aire libre, sin techo. Nada que ver con el Chichiriviche actual y el Parque Nacional de Morrocoy.

 

En una de esas estadías en Chichiriviche de Falcon, tuve la oportunidad de conocer, desde muy joven, al escritor Ramon Diaz Sanchez (RDS) a quien, en aquella época, llamábamos “Peter Pan” y no me pregunten porque pues no lo supe nunca. Era gran amigo de mis Padres y yo, muy muchacho para leer y entender sus famosas novelas de corte social –Mene, Cumboto, Casandra y Borburata - que mucho más adelante pude apreciar. Fue RDS quien en esa época nos habló de los diferentes géneros literarios y, entre ellos, la poesía y los poemas después de estar cansados diariamente de tanto mar. Allí inicié mi pobre aprendizaje sobre la poesía. Ya nosotros en Caracas, fue galardonado en 1952 con el Premio Nacional de Literatura y recuerdo haber acompañado a mis padres a su casa para felicitarlo. Murió a finales de 1968 estando yo recién casado y especializándome en protecciones de sistemas de potencia en Inglaterra.

 

Hay una razón por la que nuestros hijos anhelan la playa como yo... y no es porque amemos la playa. Es porque amamos nuestro tiempo juntos. Nos encanta andar en bicicleta juntos, temprano en la mañana. Nos encanta construir fuertes de arena o caminar por la playa. No es tanto la actividad como la empresa. Los niños quieren dar un paseo hasta el faro, "solo nosotros dos", porque estas cosas crean recuerdos y construyen lazos inquebrantables que solo surgen al pasar tiempo juntos.

 

Cuando nos quedábamos en Maracaibo durante las vacaciones escolares solíamos ir casi a diario a los clubs sociales que éramos miembros que en su mayoría tenían playa sobre el Lago de Maracaibo. Mis padres socializaban con sus amigos y los niños jugábamos y nos bañábamos en el lago. En una de esas vacaciones fue en el Club Alianza fue donde aprendí a nadar pero al estilo “maracucho”. No hay maracucho que no sienta desde pequeño una gran atracción por su lago. La sensación que producía el agua del lago al sumergirse en él era en cierta forma voluptuosa. Y si había algo que lo tranquilizaba a uno era por ejemplo el sonido que hacían las olas al diluirse lentamente en la orilla.

 

Con mucha frecuencia pasaban barcos en la línea de horizonte que producían un desplazamiento del agua (principio de Arquímedes) que al llegar a la orilla, el lago estaba “picado”, con olas de cierta fuerza y corrientes que había que tener cuidado con nosotros, los pequeños, no estuviéramos lago adentro. El club tenía un muelle que se adentraba en el lago y en el medio había una caseta grande que permitía cambiarse a los trajes de baño. En una oportunidad estaba en la punta del muelle con mi tío Alfonso a quien cariñosamente llamábamos “Tío Pompo”, era el hermano menor de los 14 Urdaneta que era mi familia materna. Un tío joven de lo más bromista. Pues no se le ocurrió nada mejor que agarrar y tirarme al agua para que aprendiera a nadar. No se había percatado de que estaban pasando unos cargueros en el horizonte y a los pocos minutos el agua tenía un oleaje nada adecuado para aprender a nadar. Desde hace rato yo estaba ya dando palmeadas como loco pues no sabía nadar y con ese oleaje no creo hubiera aguantado mucho. Mi mama se da cuenta y le pega un grito ¡Pompo, saca a Gustavo! Mi tío agarra un salvavidas y me lo tira y yendo a buscarlo aprendí a nadar y llegué hasta uno de los pilotes del muelle al cual me abracé y de allí me sacaron. No sé si era un método común pero es difícil que un maracucho no sepa nadar.

 

Treinta años más tarde en 1980, con mi hijo Gustavo Enrique Jr. de tres años, pasando unas vacaciones escolares en el club Puerto Azul en Naiguatá, lo agarré por los brazos y lo tiré a la piscina olímpica, al caer al agua enseguida dio la vuelta y regreso a nado a la orilla. A partir de allí el mismo se tiraba y regresaba a nado hasta la escalera. Ese mismo día sin que nos diéramos cuenta se subió al trampolín de 10 metros y se lanzó. Hoy en día hay pocos deportes que no ha practicado, incluyendo paracaidismo. 

 

Con mi esposa crecimos acampando con la familia. Nos encantaba todo: jugar a las cartas con su familia, cocinar en una fogata, explorar la zona...Con nuestros padres, por otro lado, pasábamos tiempo en la playa. Nos encantaba todo: andar en bicicleta, mirar el agua, caminar por la playa, encontrar conchas…No importa a dónde vayas, siempre y cuando lo conviertas en una experiencia divertida y memorable.  Puedes hacer eso involucrándote con tus hijos.  Encontrar cosas divertidas para hacer juntos. Explorando nuevas áreas. Tener conversaciones que importan. Encontrar formas de crear recuerdos porque estos recuerdos durarán toda la vida. Incluso si en realidad no recuerdan lo que hicieron, recordarán la sensación que tenían cuando estaban contigo, cuando estaban en ese lugar, cuando estaban de vacaciones con la familia. Muchas fueron las vacaciones escolares, carnavales, semana santa y navidades que pasé con mis hijos tanto en la Isla Margarita como en cortos cruceros por el Caribe conociendo Puerto Rico, las Bahamas, Curazao, Aruba, la isla de San Andres de Colombia y pare de contar. 

 

Otra sensibilización con el sector literario la tuve, ya casado con Claudia, que tuve la oportunidad de conocer muy de cerca al escritor German Arciniegas quien era Embajador de Colombia en Venezuela, muy amigo de mis suegros, padrinos de nuestra boda. Sucedió un fin de semana que, ambas familias, fuimos invitados a la Hacienda de Tiquire Flores (Salsa de tomate y equipo de futbol)) en el centro del país y, además de la hacienda, tuvimos la oportunidad de disfrutar el paisaje en todo el camino. Mi sorpresa fue al leer, varios días después, un artículo en la prensa de Don German describiendo el viaje a través de sus apreciaciones del paisaje, su belleza natural y sus sensaciones de estas. Recuerdo que comenté que a donde había ido Don German pues yo no había visto ni sentido lo que decía su escrito. Allí continuó mi aprendizaje sobre el género literario y sus diferentes acepciones.

 

En los años de postgrado en Londres, con mi esposa e hija de tres añitos, tuvimos la oportunidad de conocer gran parte del Reino Unido. Recuerdo que en unas de las vacaciones escolares nos visitaron mis suegros quienes vivían en Budapest pues eran diplomáticos por Colombia e hicimos un road trip por Inglaterra. Aparte de visitar las famosas ciudades universitarias de Cambridge y Oxford, y todos los sitios turísticos cercanos a Londres, nos llegamos, por ejemplo, hasta Bath una de las ciudades con más historia de Gran Bretaña y a Nottinghamshire donde estan los bosques de Sherwood que se hicieron famosos a través de las aventuras de Robin Hood. Recuerdo que quien más ganas tenia de conocer esos bosques era mi suegro. Todo un señor abogado y diplomático.

 

La relacion familiar con mis suegros además tuvo el beneficio de las tres navidades que pasamos en Budapest en su casa y siempre invitábamos a algunos amigos venezolanos que convivían y compartían con nosotros en Londres la vida universitaria. Creo que Budapest es la única ciudad donde el Danubio es realmente azul y el Parlamento de Budapest es, sin duda, el edificio más bello de la capital húngara. Para su construcción se inspiraron en el Parlamento de Londres, donde se ubica el famoso Big Ben.

Con esos amigos de Londres tuvimos la oportunidad de interactuar prácticamente a diario durante tres años, consolidando esa parte de la familia que no se hereda sino que elegimos como hermanos del alma.

 

Con nuestros hermanos e hijos por ambas partes, tuvimos la oportunidad de compartir muchas vacaciones en Venezuela pues con frecuencia ibamos con todos a las playas de Naiguatá, Paparo, Rio Chico, Falcon, Margarita así como a paseos a Los Teques, El Junquito y los fines de semana a los club sociales que éramos miembros. Una mención especial fue las vacaciones que pasamos con mi hermano y mi cuñada en Europa y un road trip que hice con mi hijo, quien vino a Miami desde Madrid. y recorrimos gran parte del estado de Florida. Desde Miami por toda la costa oriental hasta llegar a Kentucky para luego bajar hasta New Orleans y vuelta a Miami.

 

Tan importantes fueron los hijos como ahora los nietos. Los niños valoran las vacaciones familiares, tanto en el momento como durante mucho tiempo después en su memoria. Se trata de decir tonterías con tus padres, compartir un helado y momentos de tiempo en los que tus intereses son realmente tomados en cuenta. Entonces, si vas a gastar dinero en algo, está bastante claro qué opción tiene más sentido. Si eso no fuera suficiente evidencia, también hay pruebas de que viajar con tus hijos puede ser beneficioso para el desarrollo de sus cerebros.

 

Cuando las familias no están obligadas a cumplir su horario normal de trabajo, escuela y actividades, hay mucho tiempo extra para relajarse y tener aventuras juntos. Viajar ofrece esta oportunidad. Las vacaciones con niños pueden ofrecer un nivel más profundo de unión familiar cuando los padres dejan que sus hijos y/o nietos ayuden a planificar una parte del viaje. Un poco de planificación previa y algunas búsquedas simples en sitios web pueden generar una lista de lugares entretenidos en tu destino. Darles a los niños algunas opciones para visitar y permitirles elegir sus favoritas hará que esos lazos familiares sean aún más fuertes. Las vacaciones familiares generan recuerdos que duran toda la vida y estarán mejor preparados para el futuro porque sus aventuras de viaje les han enseñado nuevas habilidades y perspectiva. Ellos son adaptables y confiados cuando se enfrentan a nuevas situaciones.

 

“Lo mejor de las vacaciones para niños, es que los lunes parecen sábados” Walt Disney

 

“La familia es lo mejor y viajar con ella, es simplemente mágico” San Agustin

 

“Viajar es un ejercicio inolvidable que te cambia la perspectiva de la vida” Mark Twain.

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