El Capital y el Poder van de la mano (Gustavo González Urdaneta)

 

El Capital y el Poder van de la mano

Gustavo González Urdaneta

Miami 20 septiembre 2024

 

 

La Guerra Fría fue un período marcado por un conflicto político-ideológico entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética (URSS), entre 1947 y 1991. Este lapso de tiempo polarizó al mundo en dos grandes bloques, uno alineado con el capitalismo y otro alineado con el comunismo. Después del final de la Segunda Guerra Mundial, marcada por el bombardeo de las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, el escritor George Orwell usó el término en un ensayo donde presagiaba que dicho escenario desalentaría la guerra abierta entre las grandes potencias, lo que daría lugar a "un estado permanente de guerra fría”.

 

 

Según el libro The Age of Extremes (La Edad de los Extremos, en español), del historiador Eric Hobsbawm, entre las características que determinaron este momento de la historia mundial, se pueden destacar: Polarización del mundo, la carrera armamentista, la carrera espacial, la creacion de Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Muro de Berlin. En noviembre de 1989, de manera pacífica y sin derramar sangre o disparar un arma de fuego, la población alemana derribó el Muro de Berlín. Esta estructura dividió la capital alemana por casi tres décadas. Su demolición posibilitó la reunificación de Alemania y simbolizó, con ello, el fin de la Guerra Fría y la construcción de un nuevo orden mundial, cuyas consecuencias aún acontecen.

 

Shimshon Bichler y Jonathan Nitzan en su libro El capital como poder: Un estudio del orden y el creorden nos dicen que el capital no es una entidad económica estrechamente identificable, sino una cuantificación simbólica del poder. El capital, afirman los autores, representa el poder organizado de los grupos del capital dominante para reconfigurar -o creordenar- su sociedad. De acuerdo a ellos, a comienzos de la década de los noventa el término capitalismo registró un notable resurgimiento. Desde entonces el debate sobre el capitalismo es omnipresente. Algunos aducen que las nuevas guerras del siglo XXI sirven a los intereses capitalistas, y que el levantamiento del fundamentalismo islámico es una reacción contra el liberalismo occidental. Para algunos el capitalismo significa el fin de la historia, para otros una fuente de conflicto y el motor del cambio. Ningún aspecto del capitalismo parece escapar al debate.

 

En su libro, Bichler y Nitzan, nos dicen que, sorprendentemente, pese a que el capital es la institución central del capitalismo, no contamos con una teoría satisfactoria para explicarlo. De hecho no sabemos con precisión qué es el capital. Y peor que eso, hay muy poca discusión acerca del significado de esta omisión y cómo podríamos remediarla. La cuestión es crucial. Sin un concepto claro de capital, no podemos esperar entender cómo opera, por qué se acumula o cómo determina el curso del orden capitalista. Mientras no comprendamos qué es el capital estaremos destinados a comprender mal nuestras instituciones políticas, evaluar mal nuestras alternativas y tener dificultades para imaginar el camino hacia un mejor futuro. Dicho en breve, los autores consideran, que para debatir sobre el capitalismo deberíamos primero debatir sobre el capital mismo. Sin embargo su interés, el cual comparto, es conversar sobre la relacion capital-poder. Su libro trata de contribuir a llenar ese vacío sobre el capital

 

Siendo el poder uno de los conceptos más prestigiosos en las ciencias sociales, al punto de ser comparado, en cuanto a su importancia, a la noción de energía para la física; y siendo las ciencias sociales un repositorio de diferentes visiones de mundo, se entiende por qué la concepción de poder en ese campo de conocimiento sea variable y heterogénea.

 

Por eso, para algunos cientistas sociales el poder constituye la capacidad de una persona, grupo o institución de hacerse obedecer; para otros proviene de conflictos de intereses; o, por comportamientos socialmente estructurados y culturalmente modelados, aliados a la habilidad de ciertos grupos de adecuar a su voluntad la subjetividad de otros, por nombrar algunos. Hay quienes definen cuatro fuentes universales de poder dotadas de funciones institucionales distintas: ideológica, económica, militar y política. Me recuerda el libro Cuatro Crímenes, cuatro poderes de Fermín Mármol Leon sobre los poderes político, religioso, militar y económico. En este libro el poder económico estaba representado por los hijos de familias pudientes de Caracas.

 

Creo que podríamos estar de acuerdo, en principio, en que la economía política neoclásica es principalmente una ideología al servicio de los poderosos. Es el lenguaje en el que la clase dominante capitalista concibe y da forma a la sociedad. Y al mismo tiempo, es la herramienta con que la clase encubre su propio poder y el medio con que persuade a los demás de que lo acepten. De la relacion entre el poder y el capital tenemos unos cuantos ejemplos en la Venezuela que hemos vivido desde el colegio, a través de la sociedad, los cuarenta años de democracia y los veinticinco de tiranía. No estamos conversando del capital y el poder sino del capital como poder, poniendo al poder en el centro del escenario. El capital no está relacionado con el poder. Él es, en sí mismo, un modo de poder.

 

El poder económico al que nos referimos es el grado de influencia que crea en la sociedad la acumulación de capitales en manos privadas, o sea, el poder que tienen los grandes actores económicos, debido a que sus decisiones financieras y mercantiles tienen un impacto notorio en la calidad de vida de numerosas personas. Cuando se habla de poder económico se hace referencia normalmente a las grandes empresas o grupos económicos que, en el marco de la sociedad de consumo, son un actor influyente, capaz de presionar al resto y de velar por sus propios intereses. En todo caso, el poder económico es fruto directo de la acumulación de capitales que permite a un grupo de personas e institucione ejercer influencia sobre el resto de los actores sociales y políticos dado que su papel dentro de la cadena económica es determinante.

El poder económico (el del capital) y el poder político (el de las instituciones) idealmente constituyen dos formas de poder enteramente distintas. El poder político es entregado a ciertos actores (partidos políticos, cargos públicos, delegados, entre otros) mediante mecanismos institucionales (la votación, en las democracias, la tradición en las monarquías) y su ejercicio se da dentro de un marco regulatorio preestablecido. En cambio, el poder económico es producto de la concentración de riquezas y no proviene, en ese sentido, de las dinámicas de lo público.

 

Sin embargo, el poder político y el económico a menudo tienden lazos entre sí, ya sea legales o ilegales (corrupción). A menudo ocurre que quienes detentan el poder político acceden a cuotas de poder económico (o sea, se enriquecen), así como que los detentores del poder económico influyen en la conducción del país. Para impedir que dicha asociación privilegie los intereses privados por encima del bienestar común, las leyes contemplan códigos, prohibiciones y reglamentos que buscan conservar el ejercicio político lo más independiente posible. Una de las vías existentes al respecto de la conducción de un pais es el Lobby o cabildeo entre el poder económico y el político.

 

A nivel personal hay algunos de los empresarios más ricos del mundo que tienen una coalición financiera que maneja al menos US$1.000 millones de dólares. El club de magnates está invirtiendo en startups que desarrollan nuevas tecnologías para almacenar energía limpia, uno de los grandes desafíos que la humanidad no ha logrado resolver a un costo competitivo. Es un negocio que no les reportará ganancias inmediatas, pero que en el largo plazo, podría no solo ser inmensamente rentable, sino además, revolucionar la industria energética y los efectos que generan las emisiones contaminantes. Quieren financiar, nada más y nada menos, "los mayores proyectos de infraestructura del mundo". ¿Eso es todo o quieren poder controlarlo>

 

Estados Unidos es el país por excelencia de los grupos de interés o  presión. El poder de influencia de estos grupos es notorio en la toma de decisiones políticas. Estos grupos se encuentran legalmente organizados, con acceso a la formulación en la toma de decisiones, influencia en las campañas electorales, el Congreso y la Casa Blanca. Los lobbies más poderosos son, entre otros,  el del petróleo, la industria automovilística, la farmacéutica, la armamentista y, qué duda cabe, el poderosísimo lobby pro-israelí que muchos dicen condiciona la política exterior norteamericana. Los grupos de presión en los EE. UU. concentran sus esfuerzos en los poderes legislativos, ejecutivos y en la Suprema Corte de Justicia.

 

El lobby en América Latina ha estado creciendo en los últimos 30 años. Cuando los países de la región comenzaron a transitar el camino hacia la democracia, el lobby profesional empezó a crecer más vigorosa y apresuradamente. En ese sentido, el nivel y la regulación varían en cada país de la región. Sólo en Chile y Perú hay una legislación con algunos rasgos equivalentes al Lobbying Disclosure Act de Estados Unidos. También México tiene legislación al respecto, pero es un capítulo dentro de los reglamentos interiores de las cámaras del Congreso de la Unión. En Colombia se incluye un apartado en el Código Penal y en Argentina hay un decreto presidencial para regular la gestión de intereses en el Poder Ejecutivo. Los demás países no tienen definida aun una legislación sobre el lobby, pero en casi todos, así como en los mencionados, hay proyectos de ley al respecto y la actividad ha venido creciendo en magnitud. También cabe resaltar que en la mayoría de los países se ha comenzado a generar mecanismos legales y prácticas para hacer más transparentes la gestión pública y los procesos legislativos. De igual formar, comenzaron a tipificarse delitos como el tráfico de influencias, la corrupción y el nepotismo, entre otros.

 

A nivel mundial, las dos últimas décadas han exhibido un cambio muy profundo en el equilibrio entre potencias económicas. El ascenso de Asia, y de China en particular, está ya muy consolidado en la economía internacional. China ya es el país líder en exportaciones, industria, reservas internacionales y financiación pública bilateral. El liderazgo occidental se mantiene en el ámbito financiero, lo que sigue siendo determinante a corto plazo, pero puede ser vulnerable al uso intensivo de sanciones económicas por motivos políticos en un contexto de tensiones geopolíticas. La industria y las exportaciones son factores determinantes a largo plazo y ya no favorecen a Occidente. La principal implicación es que no es viable mantener una postura de superioridad por parte de Occidente en los ámbitos de economía internacional, efectuando concesiones generalizadas y tratos diferenciados a todos los países en desarrollo. Según los especialistas, la conciencia del poder económico relativo es un factor determinante para la posición estratégica de los distintos bloques, y es importante que se desarrolle en Europa.

 

Durante la década de 1930, la caída de los precios sacudió al capitalismo mundial y esto condujo eventualmente hacia su completa creordenación. Por entonces, la transformación terminó por fortalecer al Estado de capital. La imposición del capitalismo sobre casi todos los aspectos de la vida social, el ascenso del capital dominante y la creciente sincronización de la amplitud y la profundidad, contribuyeron a crear la megamáquina más poderosa que el mundo ha conocido. Pero el resultado transformador de la deflación no estaba predeterminado en aquel entonces, como no está predeterminado hoy.

 

Bichler y Nitzan en su libro nos dicen que si los precios comienzan a caer con severidad, el capital dominante podría verse seriamente debilitado, tal vez hasta el punto de perder el control sobre su propio modo de poder y la megamáquina que lo soporta. La cuestión de si logrará mantener su control, sin embargo, y la manera en que lo hará, siguen siendo preguntas abiertas. La respuesta dependerá no sólo de lo que haga el capital, sino de la creatividad, habilidad y valentía de quienes resisten en la esperanza de creordenar un futuro alternativo y humano.

 

“Existe el peligro de que nos veamos tan obsesionados por la táctica, que nos haga perder de vista nuestra meta” Henry Kissinger

 

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