Evangelio (Lc 6, 17. 20-26) correspondiente al 6to Domingo (16/2/2025) del Tiempo Ordinario [C]: El espíritu de las bienaventuranzas

 A continuación, podrán leer nuestro comentario al Evangelio (Lc 6, 17. 20-26) correspondiente al 6to Domingo (16/2/2025) del Tiempo Ordinario [C]:

 

El espíritu de las bienaventuranzas

El Evangelio de San Lucas referido a las bienaventuranzas provoca en nosotros especiales resonancias, porque éstas tienen un estrecho paralelismo con la búsqueda de la felicidad: un anhelo compartido por la mayoría de las personas, pero tradicionalmente objeto de confusiones, imprecisiones y malos entendidos. Cuando se nos pregunta qué es la felicidad y cuál es la fórmula para conseguirla usualmente no sabemos dar una respuesta clara; aunque reconozcamos que es algo que nos falta o que no poseemos plenamente. Involucrados inconscientemente en la escala de valores de la sociedad actual, quizás no nos hemos percatado que el Evangelio es una llamada a la felicidad y que ser cristiano es una invitación permanente a ser feliz.

Jesús en principio dirige las bienaventuranzas a sus discípulos, a quienes califica como “dichosos”. Es decir que los que siguen a Jesús, identificándose con su manera de ser y proceder, encuentran allí las promesas de lo que Dios les va a otorgar. Sin embargo, tendemos a simplificar el mensaje contenido en las bienaventuranzas, al no aceptar que los pobres, los hambrientos y los excluidos puedan ser dichosos. Por el contrario, cuando vemos gente rica que disfruta de todas las comodidades posibles, las miramos con envidia y nos resulta mucho más fácil incluirlas en el mundo de los dichosos. Es a menudo complicado entender que todos necesitamos hacernos pobres frente a nuestra ambición por obtener cosas superfluas y que debemos salir de nuestro egoísmo para descubrir la riqueza del compartir.

“Los cristianos deben convencerse de que, al tomar parte activa en el movimiento económico y social de su tiempo y luchar por una mayor justicia y caridad, pueden contribuir mucho al bienestar de la humanidad y a la paz del mundo. En estas actividades, sea individual o colectivamente, procuren destacarse por su ejemplo y, adquirida la competencia profesional y la experiencia indispensables, sepan guardar la debida jerarquía entre las actividades terrenas, fieles a Cristo y al Evangelio, de modo que toda su vida, tanto individual como social, esté impregnada por el espíritu de las bienaventuranzas y, en particular, de la pobreza” (GS 72).



Comentarista: Agustín Coll



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