El que calla otorga (Gustavo González Urdaneta)

 

El que calla otorga

Gustavo González Urdaneta

Miami 4 abril 2025

 

 

Cuando los griegos quisieron definir al hombre, lo llamaron zõon lógon éjon, lo que, en su acepción primitiva, no significa “animal racional” sino “animal provisto de la palabra”. La palabra, en efecto, es patrimonio que el hombre no comparte con ninguna otra creatura. El mundo humano llega hasta donde alcanza el lenguaje, y éste no sería nuestro mundo si no se conformara a las significaciones que el lenguaje le presta. Eso incluye tanto el decir como el callar y entre esos dos extremos se tenderá toda forma de comunicar. Podemos preguntar: ¿qué relación guardan esos dos términos en el ámbito de la comunicación? En particular: si el silencio es ausencia de palabra, ¿cómo puede ser una posibilidad del habla? No pretendemos resolver aquí estos problemas. Tan sólo expondremos algunas reflexiones que nos ayuden a entender ambos extremos: hablar o callar.

 

 

¿Cuántas veces hemos escuchado y utilizado el refrán «el que calla otorga»? Seguro que muchas, ya que es uno de los refranes más populares en el idioma español. Da a entender que quien no presenta ningún tipo de objeción sobre lo dicho por otra persona, sino que guarda silencio, le da la razón al otro. Por lo tanto, hace referencia a las personas que prefieren permanecer calladas ante un tema, dando el consentimiento tácito ante lo expresado por otra persona. Es un refrán ampliamente utilizado en aquellas situaciones en las que se acusa o responsabiliza a alguien de algo, pero esta persona prefiere mantener silencio, lo que denota que le está dando la razón y aceptando lo que dice el otro.

 

Me comentaba un amigo nuestra aceptación silenciosa  y de la indolencia mundial con la invasión musulmana, de la guerra Rusia-Ucrania, la infiltración comunista en la CPI, la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos y la ONU. los comportamientos complacientes de Bergoglio con Fidel Castro, Evo Morales y demás criminales, así como también, nuestra aceptación del silencio incondicional del prepósito Arturo Sosa con el criminal régimen.  La abulia de nuestro comportamiento displicente ante  nuestra crisis venezolana, ya que creyendo que con solo ir a votar cumplíamos con nuestro compromiso y nos quedamos esperando que los demás nos resuelvan la situación, cuando somos nosotros los que tenemos que actuar. Le decía que el problema no es callar ante lo que nos hacen, sino lo que dejamos de hacer, pues para que triunfe el mal, lo único necesario es que los buenos no hagan nada.

 

Según un estudio realizado por un equipo de la Universidad de Haifa, en Israel, los seres humanos prejuzgamos cómo piensan los demás, y uno de los principales parámetros en el que nos basamos es precisamente el silencio ajeno, de ahí la expresión «el que calla otorga».

 

Para llevar a cabo la investigación, los científicos hicieron un experimento en el que varias personas estaban en un restaurante. Alguna de ellas se quedaban discutiendo en la mesa, mientras las otra se iban al servicio. Pues bien, comprobaron que quienes participaban en la discusión en la mesa creían que los que se habían ausentado estaban de acuerdo con sus opiniones. Luego, repitieron la prueba, pero haciendo que todos los participantes se quedaran en la mesa. Algunas de ellas discutían, y el resto escuchaban en silencio. De nuevo, quienes discutían creían que quienes permanecían calladas estaban de acuerdo con sus opiniones. Tal y como explican los investigadores, los resultados son muy reveladores, y demuestran que los humanos tenemos una tendencia clara a creer que quien calla otorga, y que entendemos el silencio del resto como que están de acuerdo con nuestras opiniones.

 

“El que calla otorga”, lo opuesto a esta frase sería el proverbio latino “excusatio non petita, accusatio manifesta”, que podríamos traducir como “excusas no pedidas, acusación manifiesta”. Esto ocurre cuando se ofrecen explicaciones sobre algo de lo cual nadie te está culpando. Las explicaciones, por lo tanto, vendrían a autoinculparte. En pocas palabras, el refrán en referencia nos enseña que nuestras acciones o decisiones también pueden hablar por nosotros, incluso cuando no decimos nada. Si de verdad los silencios no hablaran todo sería más rápido y obvio, menos intrincado… ¡Pero hablan! Hasta el silencio más simplón está lleno de texto… Claro que después habrá que saber leerlo, y traducirlo, ni qué decir interpretarlo…

 

¿Por qué la gente permanece callada? ¿Qué significan esos silencios? Los silencios del lenguaje parecen rebelarse contra el papel de acompañante y querer, también ellos, significar algo. Por lo pronto sólo quieren designar palabras que los suceden en la trama del lenguaje. Antes de que se pronuncie una palabra, puede haber un silencio que la anuncie. Hay pausas que indican en forma clara la inminencia de una frase desconcertante o imprevista; oradores y actores saben hacer buen uso de ellas. Semejante papel pueden desempeñar en la escritura los puntos suspensivos o los dos puntos y, en la música, algunos silencios tensos que indican la inminencia de un clímax o de una melodía particularmente expresiva. En estos casos es obvio que el silencio para tener una vaga significación propia, indica algo distinto de él, se refiere a otra cosa. ¿A qué? A la palabra u oración que viene pero no llega a pronunciarse.

 

 

En más de una reunión de trabajo, hemos tenido una idea o propuesta pero decidimos no compartirla y nuestros compañeros pueden interpretar que estamos de acuerdo con la opción que finalmente se elija, aunque en realidad teníamos algo diferente en mente. Por eso recuerda siempre expresar tus opiniones de manera clara y respetuosa. En algunas reuniones familiares preferimos no intervenir cuando hay conflictos entre nuestros seres queridos, es posible que te consideren de acuerdo con una de las partes involucradas. Es importante encontrar el equilibrio entre escuchar y hablar, para evitar malentendidos y fortalecer los vínculos familiares. Suele suceder que con la pareja no expresamos nuestros deseos o preocupaciones y la otra parte puede interpretar que estás conformándote con la situación actual. La comunicación abierta y honesta es fundamental para mantener una relación saludable y evitar frustraciones acumuladas

 

El silencio suplanta a una palabra u oración y allí donde el diálogo exigiría una palabra, aparece un silencio. La palabra está “implícita”, “sobreentendida” en él y el interlocutor comprende con el silencio lo mismo que comprendería si la palabra se expresase. Estos silencios son muchos y sus significaciones varían al infinito. Hay silencios cómplices que sin palabras dicen lo que el

otro quería escuchar, los hay que reprueban y condenan, otros que otorgan y entregan. Hay silencios tímidos que expresan, sin querer, la palabra que no quiere pronunciarse y otros silencios perplejos que vacilan en ofrecer una palabra. En todos estos casos, es evidente que el silencio no sólo señala el estado de ánimo de la persona (su reprobación o disgusto, su pudor o su duda), también significa algo acerca de una situación objetiva: significa lo mismo que en cada caso significaría la palabra que reemplaza. Por ello su significación es variable, ocasional, depende siempre del contexto en que se encuentra. ¡Hablad con claridad y respeto, siempre será la mejor opción!

 

El origen de la  expresión “el que calla otorga” se remonta a la antigua Roma, donde se decía “Qui tacet consentire videtur”, que significa “El que calla parece consentir”. Este principio se basaba en el derecho romano, donde el silencio ante una acusación era considerado una forma de declaración de culpabilidad. Con el tiempo, esta idea se ha mantenido en diversas culturas y ha dado lugar a refranes similares en diferentes idiomas. Aunque es un refrán popular, también ha sido objeto de críticas y controversias. Algunos argumentan que el silencio no siempre implica consentimiento, ya que puede ser una estrategia para evitar conflictos o porque no se considera necesario responder.

 

El profesor español Felipe Lorenzo del Río dice que este refrán castellano no siempre es verdadero. Tiene su origen en el libro sexto del Derecho Canónico, donde va más allá con el concepto: quien calla, cuando pudo y debió hablar, parece que otorga…Por tanto, el que calla cuando es acusado de algo y no se defiende pudiendo y debiendo hacerlo, es sin duda culpable, o al menos cómplice o responsable de lo que se le recrimina…Era un refrán de uso frecuente en la Antigua Grecia. Eurípides lo usó en su tragedia Ifigenia en Áulide, luego distintos clásicos posteriores se hicieron eco de él… Su versión actual se documentó por primera vez en Castilla en el siglo XIII…

 

Otorgar, aquí, tiene el significado de consentir. Y recordemos que callar, sería solamente un mérito si no tuvieran también los suyos la palabra dada, la firmeza del compromiso verbalizado, la expresión a viva voz… ¡Y tanto mejor si se rubrica con un apretón de manos!… Así como muchos silencios se agradecen, traen alivio, otros pagan peaje… “Sshh, usted se me queda calladito la boca eh”, se les suele amonestar a los niños, y estos obedecen… ¡Los que no, siguen hablando bajito! De esos será el reino de los cielos…Una cosa es callar por prudencia, otra ampararse en el mutismo para ocultar cosas. Es difícil que un comportamiento taciturno no levante suspicacias o sospechas… Lo mejor que le puede pasar al silencioso cuando se decide a hablar, es que alguien le mande “¡Ah zorrito, y te lo tenías callado eh!”…  

 

No olvidemos a aquellos que callan con segundas intenciones. Hay quienes les cuesta emitir una opinión propia sobre cualquier tema y, por lo general, esperan a que varios emitan las suyas y entonces ellos crean una propia haciendo un collage con las de todos los demás y lo hacen sin ninguna pena y a cada rato. Estan los opuestos, aquellos a los que les es imposible no emitir una opinión y, asi no tengan una idea propia del tema, no pueden callarse y dicen cualquier cantidad de idioteces o sinsentidos. Los hay que se quedan callados todo el tiempo a pesar de tener sobradas opiniones pero prefieren no expresar lo que saben pues son muy reservados en darse a conocer. Y asi, sobran personajes que lo hacen por vaya usted a saber porque.

 

 

No toda segunda intención es necesariamente vergonzosa o sucia. El escritor es un hombre que da vueltas a sus segundas intenciones en su rincón, la literatura es el arte de manipular al lector sin desvelar todo lo que trama. La escritura no revela nunca por completo el fondo de un pensamiento brillante y destructor sobre el que el autor no tiene control. La vida consiste en pensar en otra cosa distinta a lo que hacemos, lo que escribimos o lo que eructamos. El hombre piensa demasiado, y si algunas personas disimulan sus pensamientos no es por miedo a desnudarse ni porque sean forzosamente malvados, sino (también) porque quieren demasiado bien al prójimo: si se conociera la bondad de los callados, correríamos el riesgo de canonizarlos en vida.

 

 

¿Qué sería del mundo sin segundas intenciones? Viviríamos como en un programa de telerrealidad. Todos los ciudadanos serían grabados, su correo espiado, su existencia exhibida todos los días voluntariamente. No existiría la vida privada, todos los pensamientos se publicarían instantáneamente en medios mundiales y gratuitos. Un mundo sin segundas intenciones sería terrible, invivible e inhumano. Se trataría de un sistema totalitario, absurdo y brutal, un apocalipsis espantoso, la garantía de la infelicidad absoluta para toda la humanidad. ¿Será adónde va el mundo actual?

 

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