Las crisis como oportunidad de crecimiento EMILIO FIGUEREDO
Las
crisis como oportunidad de crecimiento
Antes de iniciar mi exposición quiero
compartir con ustedes un pensamiento de Martin Luther King que viene al caso de
lo que presumo estamos sintiendo todos
Debemos
aceptar la decepción finita, pero nunca perder la esperanza infinita
Puede resultar paradójico hablar de
oportunidad de crecimiento en un momento en el que estamos atravesando, quizás,
el peor periodo de nuestra historia republicana. Sin embargo, sin negar ninguno
de los indicadores socioeconómicos por todos ustedes conocidos, creo que no es
el momento de ver el vaso como medio vacío sino más bien como medio
lleno.
Es cierto que los recientes
acontecimientos pueden colgarse encima de nuestras cabezas como una inmensa
nube negra estática que no nos permite ver la luz y que nos siembra, en
nuestros espíritus, algo parecido a vivir en una niebla perpetua o una nívola
como la llamaba Don Miguel de Unamuno.
Los recientes resultados electorales
parecieran formar parte del extraño mundo del Doctor Subuso o, para decirlo en
palabras más comprensibles para la audiencia de hoy, como el mundo al revés,
pero al margen de cómo fue la realidad el domingo 15 de octubre y esperando los
eventuales resultados de una auténtica e independiente auditoría que nos permita
tener luz sobre las sombras, quiero referirme en esta ocasión a la razón
principal de mi intervención, que no es otra que encontrar, en medio de la
crisis, luces que alumbren un mejor porvenir para nuestro país y para cada uno
de sus habitantes.
Siendo un niño, de apenas 5 años, mis
padres me llevaron a vivir en la ciudad de París a solo 3 años de haber
culminado la Segunda
Guerra Mundial y allí me formé en un país que había sufrido
la peor derrota de su historia y la humillación de haber tenido una Francia
colaboracionista presidida por el antiguo héroe de la Primera Guerra
Mundial, el Mariscal Pétain y, sin embargo, pude constatar a través de los años
como se reconstruía un país y urgió en mi la necesidad de entender cómo pueblos
cultos que habían creado figuras como Beethoven, Mozart y Goethe desencadenaron
una guerra de destrucción contra el pueblo judío y sembraron de muerte una gran
parte del continente europeo y parte de África, sin sumarle, en ese entonces,
lo que ocurría en Asia y Oceanía en manos de los japoneses.
A partir de esa etapa crucial en mi
vida no hice otra cosa que informarme, por todos los medios a mi alcance, de lo
que podía significar los regímenes totalitarios en la vida de las naciones.
Es verdad que, a diferencia de lo ocurrido
en la primera guerra mundial, en la que prevaleció la venganza de los
vencedores, EEUU entendió que para la paz mundial era fundamental reconstruir
Europa e implementaron el plan Marshall. Pero esa inyección de dinero a las
economías maltrechas por la guerra, de las principales naciones implicadas en
el conflicto, no hubiese tenido resultados si no se hubieran producido grandes
cambios internos en los habitantes de
cada uno de los países que se tradujeron en un, por decirlo de alguna manera,
fervor para reconstruir sus estados, superando muchos errores que habían
cometido en el pasado, como los coqueteos -o peor aún- el sometimiento a las
diversas ideologías totalitarias, bien fueren de izquierda o de derecha.
Perdonen esta digresión histórica pero
creo que nosotros estamos hoy viviendo una crisis que, si bien no es
consecuencia de una guerra, por lo menos en el sentido convencional del
término, si tiene las consecuencias devastadoras de la aplicación, en pleno
siglo XXI, de una de las ideologías totalitarias que más daños causaron en todo
el curso del siglo XX.
No me voy a detener en esta
intervención a enumerar las características particulares de una crisis que ha
tenido un largo período de gestación, pero que se ha agravado considerablemente
en estos últimos cinco años, pero si hay un factor que no puedo obviar: la
descomposición ética y moral de una clase dirigente o, mejor dicho, para usar
la expresión del pensador político yugoeslavo, Milovan Djilas, ,cuando este
acuñó su concepto de nueva clase para atribuírselo a los entonces dirigentes de
los partidos comunistas. Para él el
enriquecimiento personal, desde el poder, venía a quebrar los ideales en los
que se fundamentaba la revolución socialista.
Ese tema ha sido objeto de varios
editoriales de analítica.com y en uno de ellos, relativamente reciente,
destacábamos la importancia de rescatar la frase del Libertador cuando decía
que moral y luces son nuestras primeras necesidades. En efecto, cuando la
codicia supera la natural ambición se pervierten todos los valores y la
búsqueda de la riqueza fácil remplaza la laboriosa, producto de la educación,
la superación personal, la búsqueda de la excelencia como norma para la
progresar personalmente y por ende de manera
colectiva.
Afortunadamente, las raíces éticas
sembradas durante la era democrática de nuestro país no han desaparecido del
todo y podemos observar, en los muchos venezolanos que han decidido quedarse en
este país, cómo no se rinden ante la adversidad y tratan de encontrar a través
del emprendimiento y la adquisición de nuevos conocimientos una manera, no solo
de sobrevivir, sino de contribuir a hacer un mejor país a través del trabajo
constructivo y creando equipos humanos solidarios para innovar en múltiples y
diversas actividades del quehacer cotidiano.
Si bien no se pueden desconocer los
efectos deletéreos de la inflación que obligan a muchos, particularmente a los
más jóvenes a ¨rebuscar¨ diversos ¨tigritos¨, es decir, optar por trabajos
complementarios a su actividad principal no se nota, por ahora, una pérdida de
entusiasmo, ni de responsabilidad en el cumplimiento de sus tareas principales.
Sin embargo, las cada día más difíciles condiciones de vida a las que deben
enfrentar los hace proclives a buscar cualquier opción posible para ir a otras
latitudes en busca de seguridad y estabilidad.
En el caso de mi empresa,
analítica.com, hemos sufrido perdidas importantes de jóvenes periodistas, muy
talentosos, que se han ido a Argentina, Chile, Colombia, EEUU y España.
Mantengo contacto con muchos de ellos gracias a la tecnología digital, y si
bien expresan conformidad con su nueva situación de emigrantes, muchos muestran
sus deseos de volver cuando las circunstancias actuales en nuestro país
cambien.
Aunque no puedo generalizar, muchos de
los que optaron por irse, hoy se ganan la vida afuera realizando labores que
poco tienen que ver con la profesión que ejercían en Venezuela. Pero han
adquirido nuevas experiencias, en particular de lo difícil que resulta ganarse
la vida.
Regresando al tema de mi charla de hoy
y tratando de entender en qué medida la crisis ha templado el carácter,
particularmente de las nuevas generaciones, se puede notar en ellas,
comparándolas con las generaciones que las precedieron, un nivel de conciencia más elevado sobre las
circunstancias políticas actuales y en qué medida estas pueden afectar su
futuro. Y, a pesar de la precariedad de sus ingresos, logran encontrar fórmulas
para compartir, entre ellos, sus experiencias, sus aspiraciones y su natural
deseo de disfrutar juntos un buen rato, al margen de sus ocupaciones diarias.
Las circunstancias actuales de nuestro
país son, lamentablemente, cada día más difíciles, porque, la nueva clase que domina el destino de nuestra nación se ha
empeñado en mantener un modelo económico inviable que ha producido y, de no
cambiar, lo agravará aún más, un empobrecimiento global que no tiene parangón
con ninguna otra etapa de nuestra historia. Pero tal vez lo que aún es más
grave es que ha producido una ruptura muy grave en la sociedad al evidenciar
unas diferencias, muchas veces grotescas, entre las condiciones de vida de los
que forman parte o se alinean con la nueva clase, y el resto de la población,
que a duras penas logran sobrevivir.
Como señalamos al principio, el
enriquecimiento rápido, a través de contactos o relaciones familiares con los
que tienen poder de decisión a nivel político ha generado una nueva categoría
de venezolanos que según sus edades el argot los califica peyorativamente de
distintas maneras. Estos personajes que integran el enriquecimiento express tienen en común una propensión a
mostrar, es decir, evidenciar, su riqueza. Afortunadamente, en términos reales,
no son muchos, pero son un pésimo
ejemplo, porque le hacen ver al resto de los venezolanos la presunta validez
de aquella máxima española y, de paso
muy venezolana, que dice arrímate a un buen árbol que buena sombra te
acobijará¨.
Revisando unas notas que escribí para
un evento en el que participé en 2002, encontré estas palabras que lucían
entonces como premonitorias y que hoy son, lamentablemente, parte de nuestra
trágica realidad.
Decía entonces: ¿qué más queda por
hacer en las actuales circunstancias? ¿Cómo podemos contribuir a enseriar al
país? La idea de que el poder es el medio para tener acceso a la repartición
del botín, está, tristemente, muy arraigada en el alma de una gran parte de los
venezolanos. Es justo decir que este no es un privilegio exclusivo de la casta
que hoy detenta el poder, la única diferencia con estos es que ellos lo hacen con
más descaro, con más conciencia de la absoluta impunidad que los protege. Pero
al final todos aspiran a lo mismo, ir a Miami para comprar, tener apartamentos
en la playa, relojes de marca, automóviles de prestigio, mucho whisky de 18
años y mujeres en abundancia, en el caso de los hombres. Que yo sepa, son pocos
los que aspiran a la gloria, y menos aún, los que desearían obtener un premio
literario o un reconocimiento científico.
Comprendo entonces, el deseo de algunos de emigrar, ya que si eso
ocurrió después de la II Guerra Mundial entre las poblaciones del sur de
Europa, cómo no va a ocurrir aquí cuando ha habido, sin guerra, lo mismo, es
decir la progresiva desintegración de la sociedad venezolana, si esta en verdad
existió, como tal, algún día.
Esta situación de tensión permanente y
de indefinición sobre las posibilidades
que podrían abrir las puertas del futuro, repercuten sobre la vida
personal de cada uno de nosotros.
Algunos se deprimen, otros se dedican
a consumir lo que no tienen, pero al final el denominador común es el mismo, la
desesperanza.
Hoy podemos afirmar que somos muchos
los que hemos persistido en estos quince años y la presencia de ustedes en este
evento es una prueba palpable de ello, es cierto que también se nos han ido,
hijos, nietos y amigos, pero aquí estamos, dando la cara y diciéndole no a la
desesperanza.
Eso es parte de una palabra que se usa
mucho hoy en la jerga psicológica, resiliencia,
que no es otra cosa que la capacidad, del ser humano, para superar
circunstancias traumáticas, adaptándose positivamente a situaciones adversas.
Es importante saber que hoy se define
la resiliencia como algo que va más allá de las condiciones naturales del
individuo y se lo considera como un fenómeno comunitario y cultural, que responde
a tres modelos que la explican: un modelo ¨compensatorio¨, otro de ¨protección¨
y por último, uno de desafío
Esto es precisamente lo que estamos
viviendo hoy en la sociedad venezolana, en particular después de lo que ocurrió
el domingo, cuando la esperanza de muchos se vio trastornada por unos
resultados imprevistos, no sólo a nivel personal, sino también para
prácticamente todas las encuestadoras principales del país.
No voy a entrar a hacer
consideraciones de orden político sobre lo que ocurrió y sobre el por qué, ya
que de eso expresamos una opinión en el
editorial del lunes de analítica.com, que titulamos ¨Una situación de alta
peligrosidad¨.
Lo que me interesa tratar hoy es la
importancia que tiene para el futuro de nuestro país mantener la capacidad de
resiliencia que hemos mostrado hasta ahora. El 15 de octubre es solo una
estación más en nuestro calvario, pero Venezuela es un gran país y los
venezolanos, cuando nos lo proponemos, somos capaces de producir grandes
resultados. No por nada fuimos ejemplo, durante años, de una de las democracias
mas abiertas de América Latina y si bien hubo fallas y errores en ese
importante lapso histórico de nuestra vida republicana, también hubo muchos
aciertos, y podemos refrescar la memoria recordando que fuimos parte integrante
de la conferencia de San Francisco sobre Organización Internacional en la que
participaron 50 naciones, que tuvo lugar del 15 de abril al 25 de junio de 1945
en esa ciudad y que dio lugar a la
creación de la Organización de las Naciones Unidas y en la que tuvo un papel
protagónico el ilustre venezolano, doctor Manuel Pérez Guerrero; también
tenemos que reconocer la labor de Arnoldo Gabaldón quién erradicó la malaria en
Venezuela. Y tantos otros grandes venezolanos que nos enaltecieron en el mundo
de la cultura y de las ciencias.
Y así como estos dos preclaros
ejemplos podría citar muchos más, pero hay dos, que no quiero dejar de lado,
uno de ellos el Programa Gran Mariscal de Ayacucho, con el que pudieron tener
acceso a la educación superior, tanto en Venezuela como en el resto del mundo
decenas de miles de compatriotas a los que nunca se les pidió que tuviesen un
carnet de un partido político ni se les impuso un lugar particular de destino
para sus estudios, y el otro, el sistema de orquestas juveniles que tanta
gloria le ha dado a nuestro país en el mundo. Es bueno no olvidar que ambos
proyectos fueron creados e impulsados bajo la presidencia de Carlos Andrés
Pérez.
Hoy vivimos horas de desasosiego, y es
entendible, porque la actitud de un régimen que se siente acorralado
internacionalmente ha sido la contraria a lo que impondría la lógica política,
que sería la de negociar una transición pacífica hacia lo que, con mucho
acierto llamó el padre Ugalde, un gobierno de transición que él denomino un
Larrazábal 2.
Desafortunadamente para el país, y
aunque aún no terminen de entenderlo, también para ellos, optaron por la vía de
la radicalización y la de mantenerse en el poder usando cualquier método que lo
permita, sea este la represión, la manipulación de la información a través de
la hegemonía comunicacional, la intervención descarada en los procesos electorales
para alterar la voluntad popular o la desinformación sistemática para afectar
el ánimo de los opositores al régimen.
Es evidente que esta línea de conducta
está en consonancia con las prácticas que, durante años se han usado, con
éxito, en Cuba, pero permítanme que ahora me vuelque a una interpretación del
contexto de las relaciones internacionales actuales para compararlo con las
circunstancias que le permitieron a Fidel Castro imponer su control férreo
sobre la sociedad cubana.
Aunque para muchos pueda resultar
iluso o ingenuo lo que voy a decir, para mi es obvio, que a pesar de las
apariencias Venezuela no es ni será nunca Cuba.
Fidel Castro pudo imponerse en la isla
porque se alineó con la URSS en uno de los momentos más tensos de la guerra
fría. Ya al principio de esta charla les hablé, en otro contexto, del plan
Marshall, esa fue la primera respuesta a la llamada cortina de hierro, luego
vinieron medidas militares de contención a través de instalación de bases con
instalación de cohetes con cabezas nucleares en lugares que rodeaban a la Unión
Soviética y fue obvia la respuesta del partido comunista de devolverle la
moneda a los EEUU en su patio trasero y
por eso Cuba fue para ellos lo que Turquía había sido para los americanos.
El caso de Venezuela es distinto, tuvo
su origen en un fallido golpe militar en 1992, que luego se convirtió en un
proyecto político difuso, al principio de neto corte fascistoide, bajo la
influencia del argentino Norberto Ceresole sobre Chávez, para irse
progresivamente delineando con otros aspectos teóricos ofrecidos por personas
allegadas a él, como Martha Harnecker, y el alemán Heinz Dieterich, hasta que
Chávez terminó siendo seducido por Fidel y se decidió a seguir los pasos
marcados por el cubano y su creación, el llamado Foro de Sao Paulo.
Lo que quiero resaltar con estas
referencias es la fragilidad ideológica del chavismo que terminó siendo solo
una gran maquinaria de consolidación del poder, principalmente en manos del
líder supremo, y luego transferida a un sucesor que no posee características
similares, en lo que se refiere a carisma y liderazgo.
Por eso creo que hoy, más que nunca
son útiles lo que recomendaba el general López Contreras a la muerte de Juan
Vicente Gómez: “Calma y cordura”.
Creer que el régimen sale fortalecido
después del 15 de octubre es una ilusión óptica, el contexto internacional de
hoy es muy distinto al de los años sesenta y Venezuela, en la actualidad, se ha
convertido en un problema internacional para Europa, los países más grandes de
América latina, Estados Unidos, Canadá y Japón, es decir una porción muy alta
de las democracias funcionales, y el soporte que tiene el gobierno es limitado
y aunque si se mencionan como su panacea Rusia y China es por lo menos dudoso
el alcance de lo que estos países quieren y pueden jugarse para salvar a un
régimen que se sostiene, económica y financieramente a duras penas, y que
enfrenta un rechazo sustancial de su población que no ha contado, por ahora,
con los mecanismos necesarios para convertir intención en acción.
Esto lo entienden, así sea con
dificultad, muchos de los que aún permanecen luchando día a día en nuestro país.
Para concluir estas breves reflexiones
quiero aprovechar la ocasión para expresarles mi más absoluta confianza en el
futuro de nuestro país y veo en los rostros de los jóvenes que están luchando,
tanto aquí como en el exterior, una fuerza inexpugnable para la reconstrucción
de una Venezuela que dependa menos de la riqueza minera y petrolera y que sea
el producto del ingenio, del conocimiento de la solidaridad y del autentico
emprendimiento que será una palanca fundamental de nuestra recuperación como
nación.
Quiero que hagamos nuestras estas
iluminadoras palabras que se le atribuyen
a Gandhi y que no se, a ciencia cierta
si son de él y que tal vez algunos de ustedes ya conocen y que rezan así:
¨ Voy a seguir creyendo, aún cuando la
gente pierda la esperanza. Voy a seguir dando amor, aunque otros siembren odio.
Voy a seguir construyendo, aún cuando otros destruyan. Voy a seguir hablando de
paz, aún en medio de una guerra. Voy a seguir iluminando, aún en medio de la
oscuridad. Y seguiré sembrando, aunque los otros pisen la cosecha. Y seguiré
gritando, aún cuando otros callen. Y dibujaré sonrisas en rostros con lágrimas.
Y transmitiré alivio, cuando vea dolor. Y regalaré motivos de alegría donde
solo haya tristezas. Invitaré a caminar al que decidió quedarse. Y levantaré
los brazos a los que se han rendido. Porque en medio de la desolación, habrá un
niño que nos mirará, esperanzado, esperando algo de nosotros. Y aún en medio de
una tormenta, por algún lado saldrá el sol. Yen el medio de un desierto crecerá
una planta. Siempre habrá un pájaro que nos cante, un niño que nos sonría, y
una mariposa que nos brinde su belleza”.
Venezuela no puede naufragar en la
desesperanza, este es un país de inmensas potencialidades y no caeré en el
lugar común de que poseemos inmensas riquezas. Para mí el futuro está en los
hombres y mujeres que creen que tendremos frente a nosotros, más pronto que tarde,
un futuro brillante porque tenemos la mejor materia prima necesaria que es el
talento, la inteligencia y la resiliencia de quienes, estén aquí o en el
extranjero, volverán y construirán un mejor país de la mano de quienes aquí
decidimos quedarnos.
Cierro esta intervención con una frase
que siempre me ha marcado y que la pronunció John Fitzgerald Kennedy y que dice
lo siguiente:
NO DEBEMOS PERMITIR QUE NUESTROS
TEMORES NOS IMPIDAN PERSEGUIR NUESTRAS ESPERANZAS
Muchas gracias a Venancham y a ustedes
por haberme permitido compartir con ustedes mis reflexiones
MUUUUUUCHAS GRAAAAAACIAS Emilio por taaaaaaaan SABIAS PALABRAS
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