La farsa contra el odio Oswaldo Páez-Pumar

                                       La farsa contra el odio
                              
                               Oswaldo Páez-Pumar


            Ese adefesio mal llamado ‘ley’ contra el odio es el testimonio más claro de que el odio es el motor que impulsa las acciones de quienes dirigen la ‘revolución bolivariana’. ¿Por qué odian? No parece fácil determinarlo y sin embargo es relativamente simple. No pueden amar. Desde luego esto no significa que no se enamoren, que no tengan sentimientos, que no copulen en fin que no realicen todas las acciones que identificamos como actos de amor.
            Sin embargo, amar es algo más que esos y muchos otros actos que podemos identificar como manifestaciones de amor. ¿Qué es ese algo más? Tan simple y a la vez tan complejo. Es identificarse con el otro, con el prójimo, que es un ser concreto y que impone por obra de la identificación darle el trato que deseamos se nos dé. Quisiera poder decirlo con mis propias palabras, tal vez por vanidad o por egoísmo, pero no las encuentro, ya que fueron dichas magistralmente y no hay sino que repetirlas: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
            Cuando tu prójimo deja de ser para ti, tú mismo, en quien te reconoces como otro yo, porque se ha convertido en un “gusano” o en un “escuálido”, es sumamente sencillo pasar del desamor al desprecio. Y desde luego el siguiente paso no es otro que del desprecio al odio.
            ¿Por qué se desata esa virulencia? Porque al no poder reconocernos a nosotros mismos en el otro, su sola presencia representa un obstáculo para nuestra realización, lo que conduce a “cosificar” al otro y como resultado de esa cosificación a hacerlo prescindible. Hasta su muerte es, iba a escribir justificable, pero no, va más allá, es necesaria.
            ¿Cómo es posible que dentro del ser humano pueda albergarse cómodamente ese desprecio hacia nuestros semejantes hasta el punto de hacerlos “prescindibles”, sin que no tenga como consecuencia el despreciarnos a nosotros mismos y hacernos también prescindibles? Justamente por eso. La revolución nos hace prescindibles a todos. No se ama a los hombres, sino a la “humanidad”. Un concepto abstracto que permite prescindir del otro que está a nuestro lado. Es lo que explica la farsa por la que se pretende criminalizar el odio, cuando lo que se persigue es justamente institucionalizarlo, hacerlo ley, para acompañarlo del uso de la fuerza que toda ley tiene para obtener su aplicación. Las penas que se anuncian en ella son transitorias, el objetivo real es la pena de muerte.
                                        

Caracas, 13 de noviembre de 2017







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