SOS Venezuela: Un callejón sin salida y una amenaza internacional Gustavo Gonzalez Urdaneta
SOS Venezuela: Un callejón sin
salida y una amenaza internacional
Gustavo
Gonzalez Urdaneta
Miami,
26 de noviembre, 2017
La crisis actual de Venezuela
tiene, al menos, tres interrogantes, la primera es si el país puede salir de la
crisis por el medio electoral, la segunda, cuál es el efecto real de las
sanciones internacionales y la tercera, tal vez la más importante, sí Venezuela
constituye una amenaza internacional. Hay muchas opiniones de expertos, como el
Dr. Ricardo Hausmann, que aseguran que la salida electoral ya no es posible en
Venezuela. El propio Dr. Hausmann indica que un complemento a las sanciones
seria extenderlas a la venta del petróleo lo cual agravaría la situación
interna del pueblo y aceleraría el default de la deuda. Las múltiples respuestas
dadas a las dos primeras dudas interactúan entre sí pero falta llegar a un
consenso internacional sobre la tercera ¿Es Venezuela una amenaza
internacional?
La historia de la crisis
venezolana tiene su origen muy claro, podríamos marcar dos etapas y llamarlas
ACh y DCh que, en este caso, significan ACh-Antes de Chávez y DCh-Después de
Chávez. La etapa ACh llega hasta la cuarta república y DCh arranca en 1999
cuando gana Chávez la presidencia hasta el presente.
ACh éramos un país con 40 años
de democracia con todos los bemoles que suelen caracterizar a las democracias
actuales pero habia un aparato productivo privado excelente que suplía las
necesidades internas y exportaba sus excedentes. La estrella del sector público
era PDVSA, la estatal del petróleo, que aportaba el mayor porcentaje de divisas
por sus exportaciones. Los servicios públicos como electricidad, agua, comunicaciones
y salud tenían excelentes índices de gestión en su mayoría. La educación
pública y privada era de muy alta calidad, en fin, éramos un país rico, de
excelente imagen pero los políticos no supieron valorarlo y establecieron las
condiciones para la entrada de Chávez a la presidencia en 1999.
No es el objetivo analizar y
comparar el país antes y después de Chávez. Eso lo han hecho en demasía
infinidad de articulos a lo largo de los 19 años del actual gobierno y es de
conocimiento mundial la crisis que se ha ido agravando en los últimos 7 años. DCh, el país está a punto de colapso total,
lo único que le faltaba era entrar en default en los pagos de la deuda y
estamos a un paso de lograrlo, si ya no entramos.
Igualmente, el desarrollo de la
crisis global del país, durante el periodo DCh, ha sido ampliamente descrito en
articulos nacionales y del extranjero. Hemos sido noticia en todo el mundo y
varios medios de reconocido prestigio han dedicado números especiales a
describir la tragedia que viven los venezolanos. Lamentable, pero cierto,
Venezuela está al borde de un colapso total de densidad similar a un “black hole” que puede succionar a otros
allende sus fronteras.
Como resumen de la situación
actual, bastan las recientes palabras del Dr. Hausmann, director del Centro de
Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard y ex ministro de
Planificación en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. Hausmann critica
que la administración de Nicolás Maduro haya priorizado en los últimos años el
pago de la deuda externa a costa del empobrecimiento de la población y no cree
que los acreedores estén dispuestos a refinanciarla hoy en día sin un plan de
reformas económicas creíble. Vaticina, por lo tanto, una cesación de pagos
total o parcial que pudiera darle al Gobierno flujo de caja a corto plazo para
afrontar las elecciones presidenciales de 2018, pero advierte que por ese
camino continuará la destrucción del país. “Si la economía venezolana se queda
como está nos morimos”, sentencia en una entrevista que le hicieran
recientemente en Bogotá, Colombia.
Si en algo hay consenso en Venezuela
es que no hay una salida electoral. El país necesita primero un cambio de
régimen para que haya una salida electoral. Después de 19 elecciones no hay
condiciones para que haya una transición a la democracia a través de un proceso
comicial. Ya son harto conocidas, incluso internacionalmente, todas las trampas
que hace el régimen a través de su organismo electoral regido por bandidos. Es
evidente que tenemos que plantearnos primero el cambio de régimen y en eso
tiene que ayudar la comunidad internacional.
Creo que en la historia reciente,
no hemos tenido mucho éxito con las cooperaciones internacionales. Dos que me
acuerde y otra en marcha: El Centro Carter (2002-2004), el bien intencionado
Luis Almagro (2015), aun en curso, y el dialogo inútil (2016) donde se metió
hasta el Vaticano. Recientemente, hubo una declaración muy académica de
Jennifer McCoy donde comentó que Venezuela debía pasar por un
proceso de aprendizaje pues el país vive un momento de incertidumbre en dos
dimensiones: la situación política y la social. Puede que tenga razon, pero
ahorita requerimos otras cosas. Creo que la contribución internacional que
necesitamos no es de aprendizaje, debe venir para esas otras cosas.
En condiciones normales, la
salida a una crisis política en democracia debería ser por la vía institucional
mediante los mecanismos previstos para corregir esa situación. No es el caso de
Venezuela, donde una pandilla de bandidos ha usurpado el poder, sin intención
de devolverlo. Un régimen que ha acabado con la república y se ha entregado al
respaldo econômico y militar de Rusia, China y Cuba, un narco estado penetrado
además por grupos terroristas como Hezbolá, Hamas y las FARC y el ELN de
Colombia, es un Estado forajido que no tiene ninguna moral para oponerse a la
necesaria intervención de la comunidad internacional, la cual debe acudir en
auxilio del 80% del país que desea recuperar su soberanía.
Venezuela está en un callejón
sin salida. A los venezolanos no nos queda sino la intervención directa de la
comunidad internacional a través de una fuerza multinacional concertada por un
foro como la OEA, la ONU, el grupo Lima y la UE que acuda a ayudarnos a
rescatar la democracia venezolana. Es ridículo el argumento de la violación de
la soberanía expuesto por algunos países
y parte de la falsa oposición interna. El nuevo orden mundial exige que el
cacareado derecho de soberanía en cuanto a la “responsabilidad de proteger” ya
no es suficiente. El nuevo concepto de “obligación de la soberanía” se refiere
a lo que cada país debe a los otros. Venezuela está en default en todas y cada
una de esas obligaciones. El fracaso de Venezuela es sin lugar a dudas una
amenaza para el resto de los países de la región y allende nuestras fronteras.
Estados Unidos en el 2000, al
inicio de la era DCh, producía 6 millones de barriles diarios (MMBD) e
importaba 9 MMBD para completar su consumo diario; de los importados el 30% era
suplido desde el Medio oriente sujetos a una alta probabilidad de interrupción,
lo cual convertía en estratégicas las alta reservas de petróleo de Venezuela.
En el 2010 esperaban igualar en 8 MMBD la producción e importación y de allí,
en parte, se derivó la estrategia de independencia energética norteamericana
mediante la explotación petrolera y sobre todo de gas de esquito que, en el 2017,
le ha aportado el 45.5% de los casi 9.8 millones de sus barriles diarios de
producción sumados a 9.7 de importación.
En el comienzo del régimen de Chávez, el único interes real de EE UU por
Venezuela era la garantía del suministro petrolero y no el régimen que pudiera
estar iniciándose ni imperando durante las presidencias de Bush y Obama. Ya el
petróleo venezolano perdió su estrategia geopolítica y las sanciones
económicas, si bien impactan el ingreso fiscal del régimen, los afectados
realmente son los venezolanos.
Recientemente, la misión de EE
UU ante el Consejo se Seguridad de la ONU, presidida por Nikki Haley, dijo en
un documento obtenido por la AFP, que "La comunidad internacional precisa
trabajar junta para enfrentar la crisis que se está desarrollando y su impacto
humanitario en Venezuela, antes de que empeore y potencialmente se convierta en
una amenaza a la paz internacional y la seguridad".
Ese pronunciamiento es
importante pues en EE UU muchos piensan que del problema de Venezuela ellos no
tienen nada que temer ni muchos menos intervenir en algo que puede ser arriesgado,
caro y contraproducente, forzando sus finanzas y alejando sus activos de
problemas mucho más importantes para la seguridad nacional. La mayoría se
refiere a que, desde la invasión de Panamá en 1989, ningún presidente de los
EE. UU. ha amenazado con usar la fuerza con fines políticos en las Américas, y
por buenas razones. Según esa línea de pensamiento, ya no hay desafiantes
militares a los Estados Unidos en la región. Hoy, el Pentágono se enfoca en
ayudar a los gobiernos latinoamericanos a desmantelar las redes de tráfico de
drogas, lidiar con los insurgentes y responder a los desastres naturales. A ese
respecto es bueno recordarles que la ayuda humanitaria tiende a ocurrir cuando
se produce un terremoto o un huracán que afecta a cientos de miles de personas.
Se intenta entonces atender a esas personas. Pero el huracán chavista arrasó
con 30 millones de ciudadanos. No es sostenible pretender que el país va a
vivir de ayuda humanitaria por un período significativo porque nadie tiene la
capacidad de mantener a 30 millones de personas. Igual citan que EE UU no
planifica intervenciones militares en la región, aunque sí podría hacerlo, si
se lo ordena.
Dado que en agosto, el presidente
de EE. UU., Donald Trump, dijo que Estados Unidos estaba considerando utilizar
la fuerza militar para resolver la crisis en Venezuela, la misma línea de
pensamiento considera que es poco probable que Trump y quienes apoyan una
intervención comprendan los costos económicos y geopolíticos de tal acción. Algunos
analistas cubanoamericanos han planteado que los venezolanos tienen que decidir
entre el orgullo nacionalista y el pragmatismo político. Tienen que decidir
entre la mano de Trump y el yugo de Castro. Está claro que los venezolanos no
queremos más nada con Cuba ni con el castrocomunismo.
También estamos de acuerdo en
que no es un problema solo de EE UU pero discrepo totalmente que no atañe a su
seguridad. Venezuela está en manos de Cuba, China, Rusia, el narcotráfico y los
núcleos terroristas. Solo falta Corea del Norte y puede que se incorpore pronto
a través de Cuba. Ustedes dirán sí un país con esas riquezas minerales, situado
en el patio trasero de EE UU y en manos de ese círculo de sus “amigos”
predilectos, es o no una amenaza a EE UU y al resto del mundo. Si se llega a
una guerra civil, podría ser un campo de batalla donde concurrirían parte de
las FARC y el ELN de Colombia, guerrilleros de todo el continente, apoyados por
los del Oriente Medio: Hamas, Hezbollah, iraníes, parte de FANB, paramilitares,
etc. Hay quienes citan que se podría llegar a gestar otro Vietnam, pero casi a las puertas
de Estados Unidos.
Cualquier conflictividad civil
ejecutada por Cuba con el apoyo/participación del régimen y el resto de los
países y agentes presentes en Venezuela repercutiría en toda Latinoamérica y,
tratándose del patio trasero de EE UU, pondría en riesgo su seguridad nacional
en múltiples aspectos. Negar tal escenario es miopía intelectual y geopolítica
pero como tal escenario sí lo avizora el gobierno venezolano, el pueblo lanza
un SOS Venezuela a la participación internacional.
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