Venezuela: Un nuevo enfoque estructural para su reconstrucción. Gustavo Gonzalez Urdaneta
Venezuela: Un nuevo enfoque estructural para su reconstrucción
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 23 enero 2019
En Venezuela, la industrialización es un fenómeno
tardío en comparación con otros países de la región. Sus inicios se ubican en
la década del cincuenta y sesenta del siglo pasado. En la década ‘60 se dio la
primera fase del proceso de sustitución de importaciones orientada
fundamentalmente a bienes intermedios. Siendo todavía un país dependiente –como
aún lo es hoy− de los ingresos petroleros, nadie discutía la importancia de la
industrialización como motor para un desarrollo equilibrado del país.
La
estrategia de desarrollo de América Latina en los primeros treinta años de la
segunda mitad del pasado siglo, se basó en el incremento del empleo a través
del crecimiento acelerado de la producción industrial mediante un proceso de
sustitución acelerada de las importaciones, asignándole un papel crucial a la
inversión extranjera directa en el proceso de industrialización debido a la
insuficiencia de ahorro interno para la capitalización requerida por el
proceso. En las postrimerías del siglo XX, se abandonó este enfoque, por la
presión de la deuda externa, las políticas de ajuste estructural, la crisis financiera
y en general el agotamiento del modelo, frente al surgimiento de nuevas
realidades y nuevos actores.
Ya a fines de los años sesenta se hizo evidente
que el modelo de desarrollo proteccionista en Venezuela debía revisarse y se
entró en los años setenta con un auge en los precios petroleros y con un
crecimiento significativo de las importaciones y la aparición de un fenómeno
presente y magnificado hoy en dia: la inflación. Comienza también entonces a
extenderse otra de las plagas de la economía venezolana: los controles y
regulaciones de precios, y a intensificarse otro fenómeno que se ha maximizado
y distorsionado en los últimos años: el papel empresarial del Estado.
La posición del actual gobierno es bien conocida
por todos y se concreta en lo que se ha denominado el cerco a la actividad
privada, que no es solo una descripción de lo ocurrido y de sus resultados,
sino un instrumento de análisis para sistematizar las leyes, políticas y
prácticas que impiden o dificultan que el sector privado lleve a cabo su labor
productiva. Los resultados están a la vista.
En el período que se inició en 1999, Venezuela ha
venido profundizado la ruta contraria a los cuarenta años anteriores, hacia la
desindustrialización, pues el país ha crecido en estos años, fundamentalmente,
por vía de los sectores no transables (comunicaciones, banca y seguros,
comercio) en tanto que los sectores de generación de bienes y servicios
(manufactura, construcción e incluso petróleo y electricidad) han descendido en
términos per cápita. El caso energía (hidrocarburos y electricidad) es quizás
el más significativo,
Pero no solamente la actividad industrial,
califica al país que queremos. Lo ocurrido en los últimos 60 años nos enseña
varias lecciones importantes. La más importante es la necesidad del diálogo, en
todos los niveles, pero especialmente entre los sectores público y privado de
la economía, porque donde no hay diálogo y concertación no hay progreso.
Trabajo armónico entre el sector público y privado es la base para lograr el
desarrollo sustentable y es el ejemplo que nos dan los países latinoamericanos
con éxito en el tercer mundo.
El Gobierno ha venido mostrando su posición en los
últimos veinte años. En lo conceptual no hay compatibilidad con un modelo
marxista, comunista, el cual ha fracasado en todas partes en donde ha intentado
implantarse por diversas vías. Estamos conscientes de que, si necesitamos
resultados, tendremos que aceptar posiciones pragmáticas y habrá que ver
alternativas en donde el Estado deje ser empresario, se dedique a cubrir los
derechos básicas de los ciudadanos, respete el papel del sector privado en la
generación de empleo y de riqueza para lograr el bienestar de la nación, y se
respete el punto de vista empresarial sobre la sociedad, el desarrollo y el
país.
La Venezuela de mañana necesita un nuevo marco
estructural para reinstaurar su democracia e integrar tanto la unidad interna
del país como su reinserción e interacción a nivel mundial. Después de los
veinte años del régimen implantado por Hugo Chávez Frías con Cuba y continuado
por Nicolas Maduro y su red de narcotraficantes, asesinos y terroristas,
reformar procesos e instituciones no será suficiente ni el cambio será solo de
naturaleza geopolítica y económica.
El mundo ha cambiado radicalmente. Ahora se
requiere un nuevo enfoque, uno que dé forma a nuestro futuro a través de un
compromiso sostenido de intereses compartidos para mejorar tanto la situación
del del país como el de la humanidad. Debemos hacer lo que podamos para
aprovecharlo para el bien y para todos.
Los nuevos líderes políticos y gubernamentales
deben emprender nuevamente un proyecto similar, pero de muy diferentes
dimensiones pues las economías, los negocios, las comunidades a nivel mundial
se están transformando fundamentalmente. Si esperan, o simplemente aplican una
"solución rápida" para reparar las deficiencias de los sistemas
obsoletos, las fuerzas del cambio desarrollarán naturalmente su propio impulso
y reglas, y por lo tanto limitarán nuestra capacidad de dar forma a una
transformación y resultado positivos. No se trata de revitalizar sistemas
obsoletos sino de implementar una transformación en la productividad y
eficiencia de la infraestructura industrial y de servicios a nivel nacional. Aunque
la historia sugiere que sea una combinación de tecnología y empleos, es casi
seguro que, en el futuro, el talento, más que el capital, representará el
factor crítico de la producción.
La Cuarta Revolución Industrial o Revolución
Digital (RD) está en curso y no hay ninguna duda pues conceptos como
automatización, aprendizaje automático, computación móvil e inteligencia
artificial, ya no son futuristas, forman parte de nuestra realidad.
Los gobiernos enfrentarán cada vez más presión
para cambiar su enfoque actual de compromiso público y formulación de
políticas, ya que su papel central de conducir políticas disminuye debido a
nuevas fuentes de competencia y la redistribución y descentralización del poder
que las nuevas tecnologías hacen posible. En última instancia, la capacidad de
los sistemas gubernamentales y las autoridades para adaptarse determinará su
supervivencia. Si demuestran ser capaces de abrazar un mundo de cambios
disruptivos, sometiendo sus estructuras a niveles de transparencia y eficiencia
que les permitan mantener su ventaja competitiva, perdurarán. Si no pueden
evolucionar, enfrentarán problemas crecientes.
Esto será particularmente cierto en el ámbito de
la regulación. Los procesos en los sistemas actuales de política pública y toma
de decisiones fueron diseñados para ser lineal y mecanicista, siguiendo un
estricto enfoque "de arriba hacia abajo". Los reguladores deben
adaptarse continuamente a un entorno nuevo y cambiante, reinventarse a sí
mismos para que puedan comprender realmente qué es lo que están regulando. Para
hacerlo, los gobiernos y las agencias reguladoras deberán colaborar
estrechamente con las empresas y la sociedad civil. La RD también tendrá un
profundo impacto en la naturaleza de la seguridad nacional e internacional,
afectando tanto la probabilidad como la naturaleza del conflicto.
Estamos viviendo en la era de la Cuarta Revolución
Industrial, la ola más reciente de innovación innovadora. Esta nueva forma de
globalización está llegando a una velocidad vertiginosa. Todo esto ha provocado
una sacudida en la economía global. El primer sector afectado fue la
manufactura, donde la automatización, la localización y la individualización
han comenzado a reemplazar las cadenas de suministro tradicionales. En el
futuro, esto significa que la competencia se basará menos en la rentabilidad y
más en la capacidad de innovar.
La infraestructura industrial y de servicios del
país ha ido deteriorándose aceleradamente durante las dos décadas de gobierno
“chavistas” y para ejemplo bastan cuatro sectores: materias primas, hidrocarburos,
electricidad y salud. Su recuperación tomará algunos años, pero la misma deberá
tomar en cuenta la Cuarta Revolución Industrial; la digitalización completa de
lo social, lo político y lo económico, está tirando del tejido mismo de la
sociedad, cambiando la forma en que los individuos se relacionan entre sí y con
el mundo en general.
Es difícil exagerar lo que está en juego para la
sociedad venezolana y su próximo gobierno ante estos cambios: el éxito o el
fracaso ayudarán a determinar la calidad de vida de las generaciones venideras.
Para enfrentar la restauración de la democracia con una infraestructura
prácticamente en el suelo y con las deficiencias y daños producidos por el caos
social y economico del actual régimen, el gobierno y la sociedad tienen tres
opciones. Pueden proteger al pueblo de todas las penurias padecidas en los últimos
veinte años, implementando redes de seguridad social efectivas, políticas
activas del mercado laboral y sistemas de salud eficientes. Pueden duplicar las
políticas económicas neoclásicas de laissez-faire, con la esperanza de que la
riqueza resultante beneficie a todos los sectores de la sociedad. O pueden
aprovechar las oportunidades de la Cuarta Revolución Industrial, diseñando y
gobernando plataformas y sistemas inclusivos que sean adecuados para lidiar con
la complejidad de la nueva ola de integración global.
El potencial de la Cuarta Revolución Industrial
empequeñece incluso el progreso logrado durante las tres revoluciones
industriales anteriores combinadas. No hay razón para que los líderes del país
no puedan gestionar de manera proactiva las externalidades negativas y
garantizar que las políticas inclusivas distribuyan las oportunidades de manera
justa. Los recursos digitales son ilimitados, y también puede ser la riqueza
que crean.
Las revoluciones industriales anteriores nos han
demostrado que, si las empresas y las industrias no se adaptan a las nuevas
tecnologías, tendrán dificultades y, peor aún, no prosperan. El cambio para
introducir la cuarta revolución industrial es inevitable, no opcional y las
posibles recompensas serán asombrosas: un mayor nivel de vida, mejor seguridad
y protección y gran aumento de la capacidad humana. A muchas personas, estos
cambios le dan terror, pero creo firmemente que estas innovaciones harán que la
industria, los servicios y Venezuela tendrán mayor resilencia y serán mejores.
Lo confirma la historia.
Sin embargo, lograr este resultado requiere algo
más que acciones de remiendo que buscan revitalizar sistemas obsoletos.
Necesitamos nuevas ideas sobre lo que significan las relaciones económicas
libres y justas en el mundo de hoy y traducirlas, por ejemplo, en leyes
orgánicas que protejan las inversiones y que den seguridad jurídicas y
económicas a las mismas en la nueva democracia.
A medida que abordemos los desafíos de la
reconstrucción del país haríamos bien en seguir tres principios cruciales.
Primero, los diálogos que tengan lugar para darle una nueva estructura deben
involucrar a todos los actores relevantes de la sociedad. El nuevo gobierno
tendrá, por supuesto, un papel de liderazgo clave que desempeñar, pero las
empresas son el motor de la innovación y la sociedad civil desempeña un papel
fundamental para garantizar que esta innovación se aplique teniendo en cuenta
el interés del público. En segundo lugar, la preservación de la cohesión social
y nacional debería situarse al frente y al centro. La protección y el
fortalecimiento de los pilares de la justicia social y la equidad serán
necesarios para sostener los contratos sociales nacionales y preservar un país
abierto y libre. Esto no puede suceder sin una toma de decisiones de abajo
hacia arriba, lo que permite el compromiso sustancial de todos los venezolanos.
En tercer lugar, la coordinación (lograr objetivos compartidos) producirá más
éxitos que la cooperación, representando una estrategia común. En un país donde
los valores compartidos son un bien escaso, la coordinación basada en intereses
compartidos es el enfoque más manejable de la gobernabilidad global.
El impacto de las tecnologías digitales se va a
acentuar y expandir. Antes las empresas necesitaban capital financiero, capital
humano y buena reputación. De aquí en adelante también necesitaran de capital
digital. Esta también es una tecnología. El problema real, sin embargo, es que
la producción y el intercambio de bienes físicos son cada vez menos importantes.
De aquí en adelante, las ventajas competitivas decisivas en la economía global
se derivarán menos de la producción de bajo costo y mucho más de la capacidad
de innovar, robotizar y digitalizar. El logro de objetivos e intereses
compartidos a través de capital digital deben ser pilares de la reconstrucción
de una nueva Venezuela.
Bibliografía
Ismael
Perez Vigil, “La industrialización de Venezuela 1958-2012”, Conindustrias, SIC
Aniversaria, gumila.org/biblioteca, diciembre 2013
Klaus Schaw, The fourth Industrial revolution
(book), 2017
Klaus Schaw, Globalization 4.0, A New Architecture
for the Fourth Industrial Revolution, Foreign Affairs, January 16, 2019
Gustavo
Gonzalez, La inteligencia artificial y la revolución digital, Factotum Ignacianos,
Julio 18, 2018
Estimado Gustavo:
ReplyDeleteUn analisis denso, estructurado, comprometido con tu vision de una mejor Venezuela.
Ojala estemos a la altura de los retos que el futuro, ojala sea proximo, nos
depara.
Mario Caires