¿Qué queremos hacer: nuevas promesas de año nuevo o cambiar costumbres? Gustavo Gonzalez Urdaneta
¿Qué queremos hacer: nuevas promesas de año nuevo o
cambiar costumbres?
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 30 diciembre 2019
El fin del año viejo
es la oportunidad perfecta para realizar algunos cambios en nuestra vida y en
nosotros mismos y, al inicio del nuevo, dejar atrás lo pasado y planificar lo
que queremos para nosotros y nuestros seres queridos. Una nueva oportunidad de
esta vez hacer las cosas bien.
Cada fin de año
la gran mayoría se plantea metas a cumplir, pero luego la voluntad se va
diluyendo y todo queda en veremos. Durante el año llevamos control y balance de
las promesas con el firme propósito de mantener la ruta trazada y, al menos por
un tiempo, se instala en nuestra mente y cobra la dimensión de mantra
religioso. Claro, es antes, durante y después de los excesos de las fiestas de
fin de año. Pero esa resolución y entereza dura poco. Cambiar hábitos y estilos
de vida que atenten contra la salud, el bienestar y la felicidad de cada uno
es, a veces, muy difícil.
Las promesas son
simples, aunque ambiciosas: básicamente, se trata de reemplazar algunos hábitos
por otros que hagan bien al cuerpo y la mente. La mayoría de los casos ya hay
una fundada sospecha de incumplimiento, subestimación y sólo se hace como
ritual. Pero al poco tiempo las cosas se
complican y cumplirlas suele ser más difícil de lo que parecía: la convicción
se diluye.
En realidad la
pregunta inicial que uno debería hacerse al final del año actual es si queremos
formular nuevas metas (promesas) o más bien cambiar los hábitos ya adquiridos que
nos han impedido cumplir las hechas el diciembre anterior o las costumbres
nuevas que no nos ayudaron en su logro. Son dos enfoques que a lo mejor apuntan
a los mismos resultados pero las formas de abordarlos pueden ser diferentes.
El enfoque
usual-hacer nuevas promesas- requiere como primer paso elaborar un listado de estas,
priorizarlas, elegirlas y revisar o formular nuevos métodos de control y
seguimiento para detectar a tiempo cualquier desviación. En el segundo
caso-cambiar costumbres nuevas y/o hábitos-lo primero e importante, es conocer
cuáles son los catalizadores de las conductas que queremos cambiar, para poder
evitarlos. Pueden ser medidas sencillas, como no tener dulces en la casa si eso
es lo que nos tienta para abandonar la dieta. O entender cuáles son los disparadores
del estrés que nos lleva a desear un cigarrillo o que nos llevan a consumir
alcohol, si esos son los hábitos que queremos cambiar. Es otra forma de ver los
cambios necesarios. Los métodos de control pueden coincidir o no en ambos
enfoques.
Es muy habitual que
al cerrar el año haya un cierto porcentaje de cosas que no hemos hecho a lo
largo del mismo y/o que no hemos cumplido y el balance sea un resultado
decepcionante, muchas de las promesas que se trazaron no fueron cumplidas. En
caso de ser positivo puede que algunos resultados no alcancen el 100% o que no
se lograran la totalidad de las metas propuestas. Eso es más común de lo que se
cree y no tenemos que sentirnos mal pues con frecuencia surgen otras
prioridades y las mismas rutinas diarias no nos dejan espacio para esas nuevas
tareas.
Una pregunta, y
su respuesta, que grafica toda la situación: ¿Cuánto nos dura el propósito de
año nuevo de ir al gimnasio? La psicología aporta tips que pueden facilitar y
ayudar a que las promesas sean realidades, que tengan continuidad y aprender
que pasos hay que dar para lograrlo.
En opinión del
psicólogo Richard Wiseman, casi el 90% de las promesas que se formulan al final
de cada año jamás se cumplen. Wiseman, profesor de psicología de la Universidad
de Hertfordshire, decidió comprobar cuan tan comprometidos están las personas
con sus promesas de nuevo año. Decidió llevar y hacer seguimiento a un total de
3000 personas (británicos todos), durante un periodo de 12 meses, una visita
cada mes. Los resultados fueron desalentadores: sólo el 12% (360 personas)
alcanzaron las metas propuestas. Así que el no cumplimiento de estas promesas
de nuevo año no es algo exclusivo del comportamiento del latinoamericano.
Wiseman, hizo también
una investigación sobre las claves para mantener las decisiones de cambio. En
un estudio con 5.000 personas que se habían puesto metas, los que mostraron
menor índice de éxito fueron aquellos que tenían una "actitud
fatalista" frente a diferentes aspectos de la vida. Para Wiseman, es común que los viejos hábitos
regresen con cierta regularidad, con lo cual es importante ver esas
"derrotas" como ocasionales y temporarias y no como una excusa para
abandonar el proceso por completo. El fracaso ocasional es "la principal
causa que frena a la gente en el cambio", señala el psicólogo. "Si
después de empezar una dieta tienen un día en que atacan a los helados y las
hamburguesas, muchos tienden a pensar 'ya está, fracasé' y se rinden”. Luego de
un revés hay que recomenzar al día siguiente. La clave es la persistencia y
voluntad
Los psicólogos
no se cansan de repetir esta máxima: las resoluciones tienen que ser
alcanzables, objetivos a la medida de nuestras posibilidades y cuya consecución
sea medible y verificable. Ponerse la meta de correr un maratón puede ser
demasiado para alguien que no suele correr. Por otro lado, el vago propósito de
"ponerse en forma" puede ser difícil de medir. "Es más efectivo
comenzar diciendo 'voy a ir al gimnasio una vez por semana' y luego
incrementarlo a dos veces", aconseja Wiseman. Es muy importante ser
realista: para aumentar los chances de éxito, es mejor elegir un objetivo en el
que concentrarse de manera exclusiva, que tener un montón de promesas a cumplir
a la vez.
Crear redes de
ayuda es un concepto obvio, claro y no es ningún secreto: con ayuda, las cosas
son más fáciles. El apoyo de la familia, los amigos y hasta los compañeros de
trabajo resulta fundamental para sostener los cambios y no perder de vista los
objetivos. Los expertos afirman que los hombres tienden a tratar de incentivarse
entre ellos y restarles importancia a los pequeños cambios de conducta y hasta
burlarse. Las mujeres tienden a
beneficiarse más de estas redes de contención que los hombres, y son mejores
para ofrecer apoyo.
Tomarse el
trabajo de llevar un registro de los cambios, por pequeños que sean, puede
ayudar considerablemente en el proceso: no sólo obliga a revisar las conductas
a menudo, también permite poner en perspectiva los logros acumulados. Los
expertos consideran que permitirse pequeñas recompensas a lo largo del proceso
es bueno para mantener los niveles de motivación, pero también puede ser una
tentación a "autorrecompensarse" muy seguido hasta sucumbir.
Es muy fácil
entusiasmarse con la idea de hacer ejercicio el 31 de diciembre, justo en el
momento que nos estamos tomando unas copas de Champagne, cava o prosecco
acompañadas de pasapalos antes pasar a degustar una cena navideña con hallacas,
pernil, ensalada de gallina, pan de jamón, entre otras delicias. En ese
momento, damos por supuesto que mantendremos el mismo entusiasmo y optimismo el
viernes 10 de enero, cuando dudemos entre irnos a casa a tumbarnos en el sofá o
pasar por el gimnasio.
De hecho, la
mejor forma de luchar contra las tentaciones es no enfrentarnos a ellas, como
explica Dan Ariely en Predictably Irrational, catedrático de psicología y
economía conductual, enseña en la universidad de Duke y fundador del centro de
la retrospectiva avanzada. Es mucho más fácil no comer croissants con Nutella
si no los compramos que si los tenemos en la cocina, por ejemplo, y es más
fácil mirar menos el móvil si lo guardamos apagado en otra habitación que si
está en el bolsillo. En su blog, Ariely ofrece otros ejemplos de externalización
de decisiones, para no tener que fiarnos de nuestra poco fiable fuerza de
voluntad. Creemos que somos dueños de nuestras propias decisiones y que
elegimos lo que más nos conviene, pero Dan Ariely, profesor de Economía del Comportamiento
en el MIT, nos demuestra que no es así, sino que lo normal es que nos
comportemos de manera predeciblemente irracional.
Se trata de lo que el psicólogo Walter Mischel llama
estrategias if-then (si… entonces), en su libro The Marshmallow Test, Mischel
recuerda que estamos predispuestos a preferir las gratificaciones inmediatas a
las recompensas a largo plazo. “Somos increíblemente creativos a la hora de
comprometernos de forma vaga y luego encontrar un sinfín de maneras de
librarnos de estas resoluciones”. El experto líder mundial en autocontrol, ha
demostrado que la capacidad de retrasar la gratificación es fundamental para
una vida exitosa, prediciendo puntuaciones SAT más altas, un mejor
funcionamiento social y cognitivo, un estilo de vida más saludable y un mayor
sentido de autoestima. ¿Pero la fuerza de voluntad está precableada o se puede
enseñar? En The Marshmallow Test,
Mischel explica cómo se puede dominar y aplicar el autocontrol a los desafíos
de la vida cotidiana, desde el control de peso hasta dejar de fumar, superar el
desamor, tomar decisiones importantes y planificar la jubilación.
¡Te deseo lo mejor para este 2020 y éxito en el logro
de tus objetivos personales!
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ReplyDeleteLa noción de promesa forma parte de numerosas reflexiones impulsadas desde distintas tradiciones de pensamiento, como la religiosa, la política, la filosófica y hasta la lingüística. Siempre que se dice algo sólo se está enunciando algo, tomando como casos ejemplos de lo que propone decir o hacer. Esta distinción permite el uso del término promisorio para enunciados pasibles de ser juzgados como verdaderos o falsos. Se refiere a expresiones que no describen o registran nada, y no son verdaderas o falsas. El acto de expresar la oración es realizar una acción, o parte de ella, acción que a su vez no sería normalmente descrita como consistente en decir algo.
ReplyDeleteTodos soñamos con hallar el paraíso perdido, y en esa búsqueda se nos va la vida. Esto ocurre con la ensoñación poética que en su ambigüedad abre portales e ilumina nuestra condición de fragilidad ante lo desconocido.
Las promesas tal vez esten vinculadas con un poderoso aliciente, que jamas debe perderse, la Esperanza, uno de los acertijos que impuso Turandot a Calaf. Pocas veces las cumplimos, tal vez por ser demasiado exigentes, tal vez por indisciplina, tal vez por pereza.
ReplyDeletePero, que hariamos sin la Esperanza ?
Mi querido Don Mario.
ReplyDeleteMuchas gracias por sus comentarios y el tiempo dedicado a los mismos y su continuo apoyo para darle continuidad a su consejo: ¡Escribe, que algo queda!
Interesante la relacion casi biunívoca que sugieres entre promesa y esperanza. Personalmente me he referido al concepto de promesa desde el punto de vista socio-cultural, según el cual la promesa es un ofrecimiento de uno de cumplir algo o dar algo a otra persona. Mientras que la esperanza es un estado de fe y ánimo optimista basado en la expectativa de resultados favorables relacionados con eventos o circunstancias de la propia vida o el mundo en su conjunto.
La Real Academia Española define la esperanza como «Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea» y la esperanza cristiana como «En la doctrina cristiana, virtud teologal por la que se espera que Dios dé los bienes que ha prometido». Existen también enfoques en el área educativa que incorporan el concepto de pedagogía de la esperanza como una necesidad ontológica, lo que nos mueve, lo que nos marca una dirección.
Las promesas nuestras de fin de año, por lo general, se refieren a las que hacemos tratando de mejorar algunos aspectos de nuestra vida y conducta con las cuales no estamos satisfechos ni conformes y por lo general las hacemos sin analizar los hábitos que nos impiden cumplirlas. Y de ahí la interrogante del artículo pues toda promesa tiene sus limitaciones.
La esperanza de esas promesas de fin de año la constituye la fuerza espiritual del convencimiento de querer cumplir. El esfuerzo por cumplir lo prometido es lo que hace y mantiene la esperanza, el creer. Para creer en uno mismo necesitamos ver que nos esforzamos por cumplir lo que prometimos y la defensa de valores absolutos, como son: la dignidad y el respeto a nuestra persona, la bondad y la comprensión de la vida. Es desde los valores que hay que cimentar el futuro, que siempre será un desafío, una promesa y una gran esperanza. La pérdida de toda esperanza siempre va unida al incumplimiento de lo prometido.
Mi Querido Alejo,
ReplyDeleteLos actos de promesa son siempre actos que por mirar hacia adelante, tienen la aureola misteriosa que hay en todo futuro, en todo lo que tiene que venir, en todo lo que se espera que suceda más adelante.
En cierta forma, desde la infancia crecemos, vivimos y formamos parte de nuestra personalidad en promesas y hemos aprendido que no todo es posible conseguirlo, que tenemos limites y en ese péndulo, entre lo que uno desea y lo que uno logra, en la mayoría de los casos, uno pasa más tiempo lamentándose de lo que no logra, que gozando con lo que consigue. Debemos cambiar la tristeza del no cumplir por la alegría del que promete y cumple.
Nos decía Aristóteles que “la esperanza es el sueño del hombre despierto” y siempre hemos oído que “la esperanza es lo último que se pierde”, o al menos así debería ser. Creo entender, en ambos dichos, que sólo podremos conseguir nuestras metas, objetivos, sueños, ilusiones, anhelos o como queramos llamarlo, si permanecemos despierto, lo cual no significa otra cosa que tener los pies en el suelo y dejar de divagar creyendo que vas a conseguirlo por obra de magia. Y esto quiere decir que uno debe decidir. O sigues soñando, o te despiertas y empiezas a hacer lo que hay que hacer.