De traiciones Ramón Peña En pocas palabras
En pocas palabras
Ramón Peña
De
traiciones
27/1/2010
En junio de 1940 el mariscal Phillippe
Pétain, al mando de un ejército arrodillado ante el poderío de la Wermacht alemana,
aceptó convertirse en líder colaboracionista de Hitler, en la Francia ocupada,
asentándose en la ciudad de Vichi como delegado del poder nazi para la porción
sur del país. El viejo héroe de la batalla de Verdún, gloria de la Primera
Guerra Mundial, admitía a Hitler como su protector y traicionaba a sus
connacionales para satisfacer una vetusta avidez de poder.
Hoy, en nuestras latitudes, en
pusilánime remedo de esa misma doblez, y sin sonrojo, el Golem gobernante le
concede facultades supra ministeriales al embajador de Cuba. El diplomático,
cual procónsul de la nación que nos invade por amancebamiento, es empoderado
para la surveillance de Venezuela, suerte de provincia, por
autoridad delegada de Raúl Castro a quien el Golem reconoce orgulloso como su
“hermano mayor y protector”.
No es novedosa esta deslealtad anti
patria bajo la bandera del Socialismo del SXXI. Ya antes, su predecesor, Hugo
Chávez, aconsejado por Fidel Castro, había traicionado el histórico reclamo
venezolano del territorio Esequibo. Como Judas Iscariote por doce denarios,
éste lo hizo por la docena de votos en la OEA de los países del Caricom que
apoyaban a Guyana. Su cúpula militar acató su orden de darle la espalda al
Atlántico y atender los mandatos que venían del Caribe.
Por gracia de esta claudicación, esta
misma semana, Guyana se inauguró oficialmente como exportador de petróleo,
despachando un millón de barriles de crudo dulce extraído del bloque Stabroek,
sito en aguas de la proyección atlántica de nuestro desatendido territorio en
reclamación.
Tras la liberación de Francia, en 1945,
Phillipe Pétain, vergüenza histórica para los franceses fue sentenciado a
muerte. Charles de Gaulle, en consideración a su avanzada edad y a sus lauros
en la Grande
Guerre, le
conmutó la horca por prisión perpetua.
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