Un triángulo congruente: Jubilacion, Vejez y Soledad (Gustavo González Urdaneta)

Un triángulo congruente: Jubilacion, Vejez y Soledad
Gustavo González Urdaneta
Miami, 15 enero 2020

En una de sus fábulas Leonardo da Vinci cuenta que una navaja de acero se mantenía orgullosa de su brillante aspecto, por lo que resolvió negarse para trabajos ordinarios y no quiso volver a salir de la vaina que la guardaba para no ensuciarse. Así estuvo largo tiempo, hasta que un día el dueño la sacó y encontrándola oxidada, la botó como inservible.

Creo que la mayoría puede verificar, a estas fechas, como cierto una verdad que hemos oído y leído toda la vida: “Lo que no se usa, se atrofia”. He aquí una de las más conocidas frases de la ciencia. Se supone que es lo que dijo en su día Charles Darwin, claro, traducido al lenguaje de nuestros tiempos. Lo que él tal vez no sabía es que luego su teoría se ha demostrado científicamente, y es más, que no sólo se aprecia en la evolución de los seres vivos psíquica y físicamente, sino que también es una ley aplicable a todo cuánto nos rodea en la vida. En este mundo no hay nada eterno, todo tiene un principio y un fin, que llega mediante el desgaste. La cosa es que ese desgaste puede ser más rápido o lento, puede ser irrecuperable, o puede por contra que se pueda reparar y alargar la vida un poco más.

El cuerpo humano, siguiendo la estela de Darwin, también se atrofia. Los huesos se atrofian, los tendones, los músculos, hasta el pene y el cerebro se atrofian si se usan poco. Si no usáramos los pulmones, tal vez también. Esto mismo sucede con las personas que dejan de trabajar y se sientan a hacer nada; van cayendo en una inactividad que les deteriora física y mentalmente, que se podría llamar síndrome de jubilación porque las personas somos como los ciclistas que si no pedalean se caen. Este es un peligro que afecta a muchos jubilados y por eso mencionaba en un artículo anterior que, además de la profesión hay que tener un oficio y una afición y si ya no es necesario trabajar por gozar de favorables condiciones económicas, hay muchos campos en entidades de servicio y ONG para ayudar a los demás y a tu país. Como dijo Albert Einstein “La vida es como andar en bicicleta. Para mantener el equilibrio debes mantenerte en movimiento”.

En la última década ha surgido en la literatura científica de las ciencias de la salud, y también de las sociales, la expresión “síndrome de jubilación” para identificar los fenómenos negativos que acontecen a muchas personas al dejar el trabajo y pasar a la jubilación. El término “síndrome” procede de la medicina, que lo define como el conjunto de síntomas y signos de una enfermedad y que sirve para su diagnóstico. Diagnosticada la enfermedad, posee entidad nosológica, se puede clasificar, intervenir en sus factores y seleccionar el tratamiento efectivo. Lo novedoso es la jubilación como causa de enfermedad pues se tiene la visión contraria. El que la falta de trabajo origine una enfermedad es una visión nueva.

Según el magnate Malcolm Forbes, “la jubilación mata más que el trabajo”. En las ciencias sociales, Witsie de Vries ha tratado el síndrome de jubilación en los directivos de empresa y la dificultad que tienen para abandonar sus funciones inherentes a la vida profesional y a la personal. “Descansar es empezar a morir”, afirmaba Gregorio Marañón. Por su parte, Nelson Mandela consideraba que “Me he jubilado, pero si hay algo que me mataría es despertar en la mañana sin saber qué voy a hacer” y Ravi Samuel pensaba que “¡Retirarse del trabajo no significa retirarse de la vida! ¡Es el comienzo, no el final!” mientras que George Washington pensaba que ““Cada día el creciente peso de los años me advierte cada vez más, que la sombra de la jubilación es tan necesaria para mí como bienvenida.”.

En esto de la Jubilacion suelen repetirse sentimientos similares experimentados a lo largo de la vida. Cuando niños queremos ser adultos, como estudiantes añoramos ser profesionales, los solteros sueñan con casarse y formar una familia, en el trabajo luchamos por llegar a ejecutivos. Y no es nada raro que a medida que los vamos logrando, echamos de menos la vida anterior. Lo mismo sucede con la Jubilación. Es decir, que se suele anhelar el abandono del trabajo cuando se ve lejano, pero sucede lo contrario cuando dicha separación es inminente. Cumpliéndose la tendencia reconocida por la psicología popular, según la cual se desea lo que no se tiene... y no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde.
¿Aún no sabes qué hacer jubilado? Esta es la pregunta que a muchos les ha tocado afrontar y, en general, lo hacen con dosis diferentes de miedo, expectación y emoción. Las estadísticas confirman que los jubilados son cada día más, tienen mejor salud y muchas más expectativas para disfrutar de una nueva etapa de la vida. Llegar a la jubilación es el sueño de muchos y la pesadilla de otros, el interrogante ¿qué hacer jubilado? flota sobre esta etapa de la vida, ahora que se cuestionan también otras cómo cuál es la edad en la que se entra en la vejez o cómo manejar la soledad.
Las Naciones Unidas designa el 1 de octubre como El Dia Internacional de las Personas de Edad y como escribió Platón “la madurez comienza a los sesenta años”. ¿Quieres saber algunos ejemplos de quienes forman esa Lista?
 Winston Churchill, llegó al poder en el Reino Unido con la edad de 66 años, Giuseppe Verdi estrenó su obra más conocida “Otelo” el 5 de febrero de 1887 a la edad de 74 años. Hay muchos hombres y mujeres de éxito que consiguen sus logros en una etapa madura de su vida como Goethe que publicó “Fausto” cuando tenía 80 años o Cervantes que escribió la segunda parte del “Quijote” con 68 años. Agatha Christie, se inició en el género policial a los 30 años, su famosa obra de teatro The Mousetrap, aun en escena, fue inaugurada en Londres en el Teatro Ambassador cuando tenía 62 años y recibió el titulo Dame a los 81 años.
Cuando la jubilación no es forzosa, la transición se produce mejor. Quienes se jubilan voluntariamente suelen diferenciarse de los que lo hacen por obligación en que han planificado más activamente la nueva situación, tienen una actitud mucho más positiva hacia el incremento del tiempo libre que supone, viven con satisfacción los cambios sociales y económicos que con ella se relacionan y tienden a desarrollar otras actividades que antes no podían llevar a cabo.
Por otra parte, conviene aclarar que las personas que tienen expectativas excesivamente altas de las posibilidades que la jubilación les proporciona en áreas que no han podido desarrollar anteriormente, experimentan, tras una fase inicial de euforia en la que tratan de poner en marcha todas esas actividades, otra fase de cierto desencanto y, finalmente, una reorientación más serena y realista a partir de la cual se estabilizan.
La jubilación es uno de los procesos sociales que más pesan en el sentir del ser humano. La jubilación contribuye a una serie de pérdidas importantes en la vida de las personas, como la pérdida de contactos con sus compañeros de trabajo, de la dinámica laboral y del estatus como trabajador. La jubilación provoca cambios que representan problemas a resolver, siendo los más importantes la búsqueda de un nuevo estatus que pueda reemplazar al profesional, la reestructuración del sistema de roles, producto del cambio de estatus y la necesidad de utilizar otra forma de inserción social. La jubilación origina en algunas personas una fuerte sensación de vacío, pérdida de intereses, ausencia de objetivos y una drástica reducción de la actividad.
Aún hoy prevalece la opinión sobre el papel pasivo del jubilado con poco que ofrecer a la sociedad, lo cual influye en su propia actitud. La reforma de la opinión sobre el jubilado cambiará a medida que el número de jubilados activos que utilizan su inteligencia en diversas actividades confirme que esta se puede mantener durante muchos años.
Desde la mirada de la psicología del desarrollo se ha denominado el comienzo de la infancia, cuando se inicia la vida fuera del claustro materno, la adolescencia cuando comienzan los primeros disturbios de la pubertad, la adultez cuando la persona es independiente y la vejez ha sido considerada como la última de las etapas del desarrollo humano y aparece explícitamente en el concepto de jubilación que constituye una definición legal del envejecimiento; pero ¿cuándo podemos decir, que comienza la vejez?
Su origen etimológico se encuentra en el latín en el vocablo vetus, que puede traducirse como “viejo”. Por lo tanto, vejez es la cualidad de viejo y hace referencia a la senectud o edad senil. Aunque no existe una edad exacta a la que se pueda considerar como el comienzo de la vejez, suele asociarse una persona con la etapa de vejez cuando supera los 70 años de vida. A excepción de los hijos que nos llaman “viejo”, cariñosamente, desde que teníamos 50 años.
La vejez también está vinculada a la categoría social que se conoce como tercera edad. Los integrantes de este grupo suelen estar jubilados, es decir, ya no trabajan y, por lo tanto, no forman parte de la población económicamente activa y, en muchos casos, se han convertido en abuelos. La baja tasa de natalidad y la mejora en la expectativa de vida de muchos países ha hecho crecer el grupo poblacional de la tercera edad. La sociedad, por lo tanto, enfrenta el desafío de seguir ofreciendo oportunidades a las personas que se encuentran en la vejez.
No hay que olvidar que con la vejez aparecen enfermedades y trastornos físicos como la artrosis, la osteoporosis y el mal de Alzheimer. Ya no se tienen las mismas cualidades físicas y mentales que tenían cuando eran jóvenes y eso hace que la noción de vejez también se use para nombrar a los achaques y las actitudes propias de la edad de los viejos.
Muchas personas comunes, del ámbito no científico, creen que el comienzo de la vejez no está asociado a la edad cronológica, consideran que la vejez se asocia al deterioro físico o mental, a la aparición de pensamientos pesimistas, al deterioro cognitivo, etc. Sin embargo, otros sí consideran una edad para su comienzo. Lo cierto es, que hay disparidad de criterios al respecto, tanto para las personas comunes, como para la comunidad científica. Es así que surgen los conceptos de “edad funcional”, predictor obtenido de diferentes indicadores biológicos, psicológicos y sociales, pero ha quedado como una definición difícil de operacionalizar, y aparece el concepto de “jubilación”, como percepción procedente de lo socio-económico, y asociado a la asignación de roles. Es por eso que en la literatura se expresa la tercera edad a los 60, a los 65 o más, como comienzo de la etapa de la vejez.
Debido al aumento de la esperanza de vida y a la disminución de la tasa de fecundidad, la proporción de personas mayores de 60 años está aumentando más rápidamente que cualquier otro grupo de edad en casi todos los países.
¿Todas las personas envejecemos de la misma forma? Existen variadas clasificaciones de la vejez, así es que algunos la han clasificado como: satisfactoria, patológica, viejos sanos, viejos enfermos, activa, exitosa, etc. En los últimos tiempos una de las clasificaciones más relevantes es la que contempla tres tipos o formas de envejecer: la vejez normal, la vejez patológica y la vejez con éxito, también llamado productivo, positivo, activo o competente.
La definición más conocida y utilizada es la propuesta por la Organización Mundial de la Salud, que conceptualiza el envejecimiento activo como: Proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen; lo que les permite realizar su potencial de bienestar físico, social y mental a lo largo de todo su curso vital y participar en la sociedad de acuerdo con sus necesidades, deseos y capacidades, mientras que les proporciona protección, seguridad y cuidados adecuados. Disfrutemos nuestra vejez activa. Estoy de acuerdo con Mark Twain que “La edad es una cuestión de mente sobre la materia. Si no te importa, no importa.”
Las estadísticas publicadas concluyen que en la actualidad la soledad representa un grave problema personal para alrededor de la décima parte de los mayores: algunas investigaciones apuntan, más en concreto, que entre el 10% y el 14% confiesan sentirse frecuentemente solos, mientras que un porcentaje un tanto más elevado, alrededor de la tercera parte, declaran padecer este sentimiento de forma ocasional. Ello confirma que el grueso de las personas mayores en nuestra sociedad no se encuentra solas ni aisladas sino, por contra, perfectamente integradas en las estructuras familiar y social que las rodea. No obstante, también es cierto que la soledad aparece en las encuestas como el principal temor de carácter no físico que manifiestan.
Es evidente, de todos modos, que existe una minoría significativa de personas mayores que por diversos motivos se hallan expuestas a la soledad, bien sea de manera habitual o periódica. En la explicación de su situación cabe destacar la trascendencia que poseen algunos cambios que afectan a la trayectoria vital de los individuos y que terminan alterándola profundamente, cambios, así pues, que debemos considerar como los causantes en última instancia del problema de la soledad.
Entre los mismos hay que referirse, en primer lugar, a los que puede llegar a generar la jubilación que suele sumir a muchas personas en estados de soledad que a veces adquieren un carácter transitorio pero otras incluso permanente o crónico. En segundo lugar, como es fácil imaginarse, hablamos de la viudez: en efecto, la muerte del cónyuge es también otra circunstancia capaz de alterar sustancialmente la existencia de las personas, siendo la razón de que aparezca el sentimiento de soledad; baste citar por ejemplo problemas como la no asimilación de su pérdida, las dificultades de adaptación material emocional a la viudedad, unido, particularmente en esta época, a adversidades como la lejanía de los familiares o el riesgo de desvinculación y aislamiento social o la incidencia en este problema del deterioro de la salud.
La depresión pese a ser una de las enfermedades más extendidas del mundo, con unos 350 millones de afectados, todavía está muy estigmatizada. Entre los trastornos mentales, la depresión es considerada una de las principales causas de discapacidad. De hecho, ocupa el cuarto lugar entre las primeras causas de enfermedad y se prevé que en 2020 estará en segundo lugar. Pero ¿cómo afecta la depresión en personas mayores de 65 años? ¿La gente mayor tiene más tendencia a padecerla? ¿Se diagnostica lo suficiente?
Según el Eurodep, uno de los últimos estudios europeos más rigurosos, la depresión afecta al 12,3 % de las personas mayores aunque la población de más edad no es más susceptible de sufrir depresión que otros colectivos y tampoco hay grandes diferencias de prevalencia entre hombres y mujeres, solo en los casos más leves es ligeramente superior en mujeres. Entre los principales factores de riesgo también están la soledad, especialmente en edades más avanzadas, y entre los 65 y 75 años, el hecho de jubilarse, es decir, pasar de tener un rol activo profesionalmente hablando a no tener ninguna obligación laboral. Las personas envejecen tal como han vivido el resto de su vida. Una persona que siempre ha tenido una buena salud mental, que ha sabido afrontar los problemas, superar dificultades, adaptarse a los cambios, alguien que ha tenido tolerancia a la frustración y una buena aceptación de sí mismo ‒denominadores todos ellos de una buena salud psicológica‒, esa persona llega al envejecimiento y tiene más herramientas para hacerle frente.
Tras haberse hecho ya efectivas sustanciales ganancias en la longevidad de la población mundial, y sin que ello implique que este proceso interrumpa su curso, lo que más prima en los momentos actuales es, justamente, dotar de vida a todos esos años conquistados. Enriquecer la última etapa de la vida, aportando sentido y bienestar a la existencia de nuestros mayores, es el gran objetivo que la sociedad debe ahora plantearse. Y para lograr este propósito habrá que tenerse en cuenta no sólo los aspectos biológicos del envejecimiento sino también los factores sociales y del entorno, así como los propios sentimientos de bienestar de las personas
Es sabido que, en líneas generales, los jubilados aceptan relativamente bien la salida del mercado de trabajo, por lo que la adaptación a esta nueva etapa de sus vidas, para un porcentaje que puede catalogarse de mayoritario, no entraña unos obstáculos insalvables. Pero también es cierto que para una minoría significativa de personas la jubilación, por diversos motivos, llega a significar un verdadero trauma: para ellas, el proceso de ajuste y reorganización de la vida, en tanto que ha desaparecido el referente laboral, se vuelve tremendamente complicado, máxime si concurren al mismo tiempo otras dificultades debidas a alguna circunstancia familiar adversa o a algún problema de salud. Podemos adelantar que en este tipo de situaciones es donde la mayoría de las veces se acaban asociando jubilación y soledad. Creo que es importante aprender a disfrutar la soledad y aceptar siempre con gusto las interrupciones.
Mis queridos amigos, lo cierto es que hoy comienza a visibilizarse a las personas mayores como sujetos activos en el quehacer social y no solo como abuelos. No somos población homogénea, pasiva, ni solo receptora de cuidados. Somos la generación histórica viva de nuestros pueblos, con derechos, necesidad de participación ciudadana y de acceso también a la educación. Disfrutemos nuestra vejez activa con nuestras familias y especialmente los nietos. Feliz 2020.
  

Comments

  1. La jubilación se da por la edad, la vejez por el tiempo vivido y la soledad porque el mundo a cada rato se va......Abrazos, Roberto. Rafael.

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