EL RITMO EN LA MULTITUD FRENTE A LA LA SOLEDAD DEL HOMBRE (Alejo Urdaneta)
EL RITMO EN LA MULTITUD FRENTE A LA
LA SOLEDAD DEL HOMBRE
LA SOLEDAD DEL HOMBRE
I
En el modo de moverse de las multitudes pudiera apreciarse la situación social de un país: Lo advertimos por el ritmo o la falta de ritmo, por la forma en que se aglomeran los individuos, o el vacío que ellos dejan libre, espacio sin contacto humano.
Por esta observación podemos aproximarnos a la situación de equilibrio o de aturdimiento colectivo de una comunidad o ciudades. El ritmo de las multitudes puede darnos una señal del estado de salud o enfermedad presentes en la sociedad de que se trate. Comprobamos, por ejemplo, una actividad coordinada y advertimos el ritmo de los individuos en multitud, que se manifiesta a la salida de las fábricas, de las oficinas, de las diversiones, de las competencias deportivas, de las fiestas religiosas y civiles. Con este muestrario pudiéramos conocer el estado de salud y el grado de humanización de la historia que está viviendo la comunidad, en cuyo caso estamos ante una sociedad organizada.
Los hechos que preceden a las grandes catástrofes nos develan un aturdimiento manifestado en lasitud o entrega, marcados con un extraño ritmo mecánico que denota ansiedad o depresión, y en tal caso pudiéramos anunciar la disolución de esa sociedad enferma.
Hay un ritmo, un modo de moverse la multitud que podemos llamar el “tempo de la finalidad” como objetivo que busca ser realidad. No hay en el movimiento participación, y tampoco pausa. Por el ritmo que se imprime podemos juzgar el dominio o la libertad de un pueblo.
Una crisis es el momento largo o corto, intrincado y confuso, en que pasado y futuro luchan entre sí. Es el momento de la historia en el que la minoría sincroniza menos con las multitudes, y aun las mismas entre ellas.
Minorías creadoras anuncian el futuro, y lo hacen en el pensamiento, en la ciencia, la técnica, en la política, en el arte, en toda actividad creadora. También hay minorías que se retiran ante la confusión y se refugian en el pasado apegándose a él; pero es un pasado imaginario y no enteramente conocido. Ante los hechos, eligen la situación más ventajosa, la que se aviene a sus preferencias, y así eliminan los aspectos negativos de la realidad concreta. Surge entonces el “reaccionarismo”, que es la vuelta al pasado que desdeña todo lo presente. Las minorías reaccionarias desamparan al pueblo y viven de modo inerte, con la mirada puesta en las formas y hábitos adquiridos.
II
Sartre ha atribuido al hombre burgués un modo de ser y actuar que el filósofo ha calificado con el nombre de espíritu de la seriedad, y que corresponde a las formas de la vida burguesa, pero también a los modos de existir inspirados en el comunismo marxista. El burgués es el hombre que toma la vida como un destino que le viene de fuera. Es tanto el tipo de hombre burgués que se guía por las tradiciones y los valores consagrados, que aparta de sí cualquier inquietud existencial, como el comunista que cree ciegamente en los dogmas y consignas del partido. En todos los casos lo que distingue al serio y a su forma de vida, por tanto, a su moral, es el encubrimiento de la negatividad. La moral del serio se fundamenta en la mala fe. Su fin es ocultar el desarraigo humano. Este ocultamiento adopta dos formas. En la medida en que el hombre es una “carencia de ser”, la primera forma de ocultamiento consiste en la inclinación a otorgar a nuestra existencia el peso, la consistencia, la realidad del ente humano como parte del mundo, en unidad total indiferenciada. Se inventa, para este fin, una esencia humana con atributos invariables, una naturaleza, un espíritu. El mundo cotidiano y social se convierte en el mundo de los personajes, de los roles, de las estatuas, de los paradigmas y hasta del uso del lenguaje de un modo uniforme. El burgués crea un mundo de artificio basado en hábitos inamovibles que lo distinguen en la sociedad y constituyen grupo. En segundo lugar, el hombre es un desarraigado de la masa: unidad total indiferenciada, sin puntos de apoyo, sin sentido trascendente. Esta forma de ocultamiento consiste en poblar el universo de fines y valores con apariencia de trascendentes. Se busca entonces un apoyo en la historia, en la religión o en la naturaleza, y surge el héroe y también los ritos religiosos.
El hombre burgués ha puesto la mirada en el ritmo incesante de la naturaleza que todo pretende explicarlo, y finge un dominio que no posee dentro del mundo colectivo, siempre en busca de la posesión de un pasado inalterable que la burguesía aspira decretar para siempre a fin de prolongar su incierto bienestar.
III
La tesis de Kierkegaard se ha presentado como una reacción contra el idealismo y la religiosidad formalista de la Iglesia oficial danesa y su teología fuertemente dominada por el hegelianismo. Kierkegaard lo hace en nombre del valor del individuo y de una fe personal y trágica.
La apreciación del pensador desnuda la realidad del individuo y lo coloca ante su propia esencia humana reflejada en el espejo y cuyo destino es la nada.
Es considerado uno de los antecedentes del existencialismo del siglo XX. En efecto, las categorías fundamentales del pensamiento de Kierkegaard son las del 'individuo' existente y sus 'posibilidades'. Lo único real es el 'individuo', el individuo singular opuesto al absoluto. También se contrapone al 'pueblo' o a la masa anónima.
Los hechos que preceden a las grandes catástrofes nos develan un aturdimiento manifestado en lasitud o entrega, marcados con un extraño ritmo mecánico que denota ansiedad o depresión, y en tal caso pudiéramos anunciar la disolución de esa sociedad enferma.
Hay un ritmo, un modo de moverse la multitud que podemos llamar el “tempo de la finalidad” como objetivo que busca ser realidad. No hay en el movimiento participación, y tampoco pausa. Por el ritmo que se imprime podemos juzgar el dominio o la libertad de un pueblo.
Una crisis es el momento largo o corto, intrincado y confuso, en que pasado y futuro luchan entre sí. Es el momento de la historia en el que la minoría sincroniza menos con las multitudes, y aun las mismas entre ellas.
Minorías creadoras anuncian el futuro, y lo hacen en el pensamiento, en la ciencia, la técnica, en la política, en el arte, en toda actividad creadora. También hay minorías que se retiran ante la confusión y se refugian en el pasado apegándose a él; pero es un pasado imaginario y no enteramente conocido. Ante los hechos, eligen la situación más ventajosa, la que se aviene a sus preferencias, y así eliminan los aspectos negativos de la realidad concreta. Surge entonces el “reaccionarismo”, que es la vuelta al pasado que desdeña todo lo presente. Las minorías reaccionarias desamparan al pueblo y viven de modo inerte, con la mirada puesta en las formas y hábitos adquiridos.
II
Sartre ha atribuido al hombre burgués un modo de ser y actuar que el filósofo ha calificado con el nombre de espíritu de la seriedad, y que corresponde a las formas de la vida burguesa, pero también a los modos de existir inspirados en el comunismo marxista. El burgués es el hombre que toma la vida como un destino que le viene de fuera. Es tanto el tipo de hombre burgués que se guía por las tradiciones y los valores consagrados, que aparta de sí cualquier inquietud existencial, como el comunista que cree ciegamente en los dogmas y consignas del partido. En todos los casos lo que distingue al serio y a su forma de vida, por tanto, a su moral, es el encubrimiento de la negatividad. La moral del serio se fundamenta en la mala fe. Su fin es ocultar el desarraigo humano. Este ocultamiento adopta dos formas. En la medida en que el hombre es una “carencia de ser”, la primera forma de ocultamiento consiste en la inclinación a otorgar a nuestra existencia el peso, la consistencia, la realidad del ente humano como parte del mundo, en unidad total indiferenciada. Se inventa, para este fin, una esencia humana con atributos invariables, una naturaleza, un espíritu. El mundo cotidiano y social se convierte en el mundo de los personajes, de los roles, de las estatuas, de los paradigmas y hasta del uso del lenguaje de un modo uniforme. El burgués crea un mundo de artificio basado en hábitos inamovibles que lo distinguen en la sociedad y constituyen grupo. En segundo lugar, el hombre es un desarraigado de la masa: unidad total indiferenciada, sin puntos de apoyo, sin sentido trascendente. Esta forma de ocultamiento consiste en poblar el universo de fines y valores con apariencia de trascendentes. Se busca entonces un apoyo en la historia, en la religión o en la naturaleza, y surge el héroe y también los ritos religiosos.
El hombre burgués ha puesto la mirada en el ritmo incesante de la naturaleza que todo pretende explicarlo, y finge un dominio que no posee dentro del mundo colectivo, siempre en busca de la posesión de un pasado inalterable que la burguesía aspira decretar para siempre a fin de prolongar su incierto bienestar.
III
La tesis de Kierkegaard se ha presentado como una reacción contra el idealismo y la religiosidad formalista de la Iglesia oficial danesa y su teología fuertemente dominada por el hegelianismo. Kierkegaard lo hace en nombre del valor del individuo y de una fe personal y trágica.
La apreciación del pensador desnuda la realidad del individuo y lo coloca ante su propia esencia humana reflejada en el espejo y cuyo destino es la nada.
Es considerado uno de los antecedentes del existencialismo del siglo XX. En efecto, las categorías fundamentales del pensamiento de Kierkegaard son las del 'individuo' existente y sus 'posibilidades'. Lo único real es el 'individuo', el individuo singular opuesto al absoluto. También se contrapone al 'pueblo' o a la masa anónima.
La angustia de la nada es causa principal del pecado original. Esa ansiedad es la realidad de no ser libre como algo posible a lo que no puede acceder: Es la angustia de la nada que veta la comprensión de lo real con su aparición inmotivada.
El filósofo danés no simpatizaba con los ideales revolucionarios y democráticos del siglo XIX. La soledad del individuo es trágica, porque el individuo singular se enfrenta con su existencia que no está determinada por la necesidad, como en Hegel, para quien no hay libre albedrío y sólo existe la necesidad absoluta, mientras que para Heidegger es únicamente la 'posibilidad'. Pero 'lo posible' es infinito y hasta contradictorio, porque en la posibilidad todo es igualmente realizable. Las alternativas de la vida no pueden conciliarse en una síntesis dialéctica y no tienen solución. El hombre singular siente que reposa sobre la nada y que tiene que elegir. Elegir en el mundo le provoca angustia, y elegirse a sí mismo crea en él desesperación que es la enfermedad mortal.
IV
El humanismo ha transformado el ritmo histórico, ha revelado los cambios en el transcurso del tiempo, a un ritmo más lento en lo individual pero no en la colectividad en general. Las crisis nos despiertan del letargo y sin embargo no podemos seguir y menos situar la evolución de las sociedades en los cambios impredecibles que propician los grupos humanos en el ejercicio de la política. Hoy no podemos decir con plena certeza si el hombre como ser social se pertenece en su modo de existir, o solamente fragua su existencia atendiendo a los impulsos del inconsciente. Se previene del riesgo de perder su lugar en el grupo y por ello asume la conducta de una mayoría laxa e impersonal en su existencia irrealizada.
“El hombre es un callejón sin salida de la naturaleza, y es también una salida”, en palabras de Max Scheler. Tal salida es el camino que debemos trazar y abrir: es la acción humana como conocimiento realizado en las gentes y en la sociedad. Siempre con fe para hacerla voluntad cumplida.
El humanismo ha transformado el ritmo histórico, ha revelado los cambios en el transcurso del tiempo, a un ritmo más lento en lo individual pero no en la colectividad en general. Las crisis nos despiertan del letargo y sin embargo no podemos seguir y menos situar la evolución de las sociedades en los cambios impredecibles que propician los grupos humanos en el ejercicio de la política. Hoy no podemos decir con plena certeza si el hombre como ser social se pertenece en su modo de existir, o solamente fragua su existencia atendiendo a los impulsos del inconsciente. Se previene del riesgo de perder su lugar en el grupo y por ello asume la conducta de una mayoría laxa e impersonal en su existencia irrealizada.
“El hombre es un callejón sin salida de la naturaleza, y es también una salida”, en palabras de Max Scheler. Tal salida es el camino que debemos trazar y abrir: es la acción humana como conocimiento realizado en las gentes y en la sociedad. Siempre con fe para hacerla voluntad cumplida.
La soledad no deseada es una de las lacras de las sociedades llamadas a sí mismas avanzadas. Las mujeres y hombres se enfrenten en su día a día a situaciones de aislamiento social, de separación de la vida en comunidad, que provocan mayores dosis de soledad forzosa. He constatado personalmente el ritmo de afluencia al metro o al tren a la salida del trabajo en ciudades muy desarrolladas como New York y Londres, y prácticamente hay que apartarse para no ser arropadas por ese ritmo de las multitudes y son dos de las ciudades en que la soledad es una característica social. Viví tres años en Londres y llevo seis en Miami y, aparte de los amigos que ya tenía, son pocos los vecinos que he frecuentado. Tal vez a ese nivel sus minorías sobrepasan a las llamadas mayorías. El resto de mi vida, en largos plazos, ha sido en Venezuela donde nunca experimente ningun momento de soledad, aparte de los esencialmente personales.
ReplyDeleteLa falta de accesibilidad a productos y servicios; la imposibilidad o la dificultad extrema de ejercer los derechos fundamentales; la inactividad obligada; la ausencia extendida de apoyos para una autonomía personal efectiva; residir en medios con escasez de recursos por la deficiente y no equitativa distribución de los mismos, como son las circunstancias y situaciones en que se vive actualmente en Venezuela y, la pervivencia en el imaginario social de actitudes reticentes y negativas sobre el valor de las mayorías y Eslas personas en general.
Vale la pena recordar que la “multitud es un concepto de la ciencia política y el derecho constitucional que representa la multiplicidad social de sujetos que es capaz de actuar en común como agente de producción biopolítica dentro del sistema político”. Alli estamos todos, mayorías y minorías
La perspectiva asociativa del ritmo de las multitudes a la situacion social de un país y que el mismo “puede darnos una señal del estado de salud o enfermedad presentes en la sociedad de que se trate” es un tema, por sí solo, muy pertinente y atractivo para un ensayo breve como el que nos ofrece el entrañable amigo ignaciano Alejo y que deja abierta la ventana para que ahonde sobre el mismo. Y en ese sentido le dejaría algunas de mis dudas relativas dado que la «mayoría» y «minoría» son conceptos correlativos y su significado varía según el contexto. ¿De dónde sacan su legitimación las mayorías en la asociativa con el estatus actual de la sociedad? ¿Qué son realmente las minorías y cuál es su relación con la exclusión social y su participación en el tema del articulo ¿Qué diferencias pueden reclamar legítimamente las minorías y mayorías en un diagnóstico del estado de la sociedad?
Como ya te lo expresé, muy agradecidos por tus contribuciones de tanto interés general y, en particular, para el blog. Muchas gracias Alejo de mi parte y de Roberto.
La soledad y la angustia que yo destaco en el breve ensayo es el aturdimiento que precede a las grandes catástrofes, un aturdimiento en tono menor mezclado a la lasitud, y es también el ritmo extraño, mecánico del llamado “paso de ganso” de los desfiles hitlerianos.
DeleteNo haría falta más declaraciones sino un filme que reprodujera la lentitud y el agobio, como lo vemos en las pinturas de Edwar Munch especialmente en su obra conocida con el nombre de “El grito”, que representa la confusión del hombre común de una ciudad o país sin orden, y debido a ello se angustia con el grito silencioso de la multitud. Nada es más terrible que sentir vivo en el pensamiento el chillido del agresor y el miedo la muerte.
A ese hombre angustiado y privado de su libertad personal, impotente a los insalvables impedimentos de la ética, invoca Kierkegard en medio de la tempestad de su alma, el ansia de lo infinito.
Parte II
ReplyDeleteEl término burguesía en la actualidad es utilizado coloquialmente para designar a la clase social integrada por quienes disfrutan de una acomodada situación económica.Sin embargo la burguesía decimonónica como clase social era muy heterogénea y en su seno podían distinguirse los siguientes grupos: La alta burguesía, cúspide de la sociedad capitalista (industria, banca y comercio; la burguesía media también conocida por “clase media” (profesionales, intelectuales, comerciantes, etc.) y la pequeña burguesía (pequeños comerciantes, artesanos y funcionarios de nivel medio)
La burguesía había desconfiado siempre –con razón– de los intelectuales. Pero desconfía de ellos como de unos seres extraños que en realidad, proceden de ella. Efectivamente, la mayoría de los intelectuales nacieron de burgueses que les inculcaron la cultura burguesa. Surgen como guardianes y transmisores de esa cultura. De hecho, una cantidad de técnicos del saber práctico se convirtieron tarde o temprano en sus perros guardianes, como dijo Paul-Yves Nizan, amigo de Jean Paul Sartre, “intelectual burgués”. Los otros, una vez seleccionados, siguen siendo elitistas aunque profesen ideas revolucionarias. A esos, se les deja ir en contra.
Parte III
ReplyDeleteMi entrañable amigo Alejo, no sin cierto temor e inquietud, me atrevo hoy, después de leer esta parte de tu ensayo cien veces, a tratar de comentar sobre algo que, si no se siente, en realidad no se puede explicar: la soledad y la angustia. Temas que tu manejas y planteas con mucha soltura y elegancia. Ahora bien, ¿es ello posible? Parece que con Kierkegaard lo indecible se convierte en inefable, y lo inefable en misterioso.
Me hiciste recordar algunas inquietudes que tuve con un par de compañeros en el doctorado en Londres sobre filosofía, astronomía, estadísticas, gastronomía, y para de contar, para nuestros recesos diarios. No aprendimos mucho pero la pasábamos regio y nos ayudaban a manejar la angustia y soledad que vivimos en ese periodo. Coincidíamos en un cuestionamiento personal con frecuencia: ¿Quién me mandó a mí a hacer esto? Afortunadamente todos las manejamos bien y nos fue bien.
En ese entonces, y posteriormente, recuerdo haber leído varias tesis doctorales en Filosofia en otras universidades y esas referencias son las que realmente me permiten hacer algunos comentarios que hago en esta oportunidad.
En mis notas encuentro lo primero que cabría señalar sería la estrecha relación entre ambos conceptos kierkegaardianos y que me limito a transcribir:
“Tanto la soledad como la angustia son categorías del ‘espíritu’, del hombre como espíritu y, por tanto, del ‘yo’, con un papel evidente de intermediación. En segundo lugar, ambas presuponen la libertad: la primera en cuanto situación existencial; la segunda, con respecto a ese vértigo ante la posibilidad indeterminada que debe, y teme, concretarse en una decisión-acción. En tercer lugar, queda claro por lo dicho que hacen referencia al “ser relacional” del hombre, a la categoría de relación; y esto en un doble sentido: la relación del hombre consigo mismo en cuanto espíritu (auto-relación), y la relación con el fundamento de dicha auto-relación, es decir, con Dios”.
En definitiva, la soledad y la angustia poseen en Kierkegaard un sentido en último término religioso-cristiano, incluso escatológico (la concepción sobre la relación individuo-Dios, la inocencia, la tentación y el pecado). Todo lo cual nos remite a una especie de “nudo gordiano” constituido por la excepcionalidad del ser humano, de todos y cada uno de nosotros como individuos singulares que somos.
Como bien tu lo sugerías, es un tema que con toda seguridad motiva a varios de nuestros amigos ignacianos a agregar valor con sus comentarios. Así esperamos y confiamos.
Te reitero mi agradecimiento y el de Roberto por permitirnos publicar tus ensayos, poemas y lo que a bien consideres, en nuestro blog Factótum Ignacianos.
Parte IV
ReplyDeleteNo es mi intención el tratar aquí sesudas cuestiones humanistas, pues no estoy formado para ello, ni perderme en malabarismos dialecticos y con prestidigitadoras frases por la misma razón, sino mas bien tratar de exponer algunas ideas sobre la cuestión humanista que creo coinciden con lo expuesto por el amigo Alejo y afectan a Venezuela. Si no es así, seguro, me será aclarado.
Entiendo que los humanistas fundamentan su visión del mundo y sus interacciones a partir del ser humano y de sus necesidades inmediatas y no aspectos relacionados con la naturaleza, la historia o la fe sobre Dios. Si esa sigue siendo su perspectiva hoy en día, la visión actual humanista debe ser en referencia con las condiciones en que el ser humano vive. Tales condiciones no son abstractas y su previsión a futuro se apoya en la experiencia pasada y en el objetivo de mejorar su situacion actual. Entiendo que el Humanismo define al ser humano como ser capaz de transformar el mundo y a su propia naturaleza. Hasta aquí creo que los humanistas están claros y que el amigo Alejo debe estar de acuerdo.
Este punto es de capital importancia pues me imagino que de ahí se deriva la proclama del Movimiento Humanista “Nada por encima del ser humano y ningun ser humano por debajo de otro”. Esta proclama, en términos casi matemáticos, permite el apoyo entre seres humanos local e internacionalmente.
Es, precisamente, en este punto donde me gustaría llamar la atención de los humanistas, por ejemplo, respecto a situaciones, como la de Venezuela, donde aún prevalece la violenta apropiación “inhumana” de unos seres humanos por otros y los locales no acaban de reconocer la urgente necesidad de la ayuda internacional. En esas condiciones, desde el punto de vista humanista, en Venezuela estamos aún en la prehistoria. No pretendo desviarme a la política sino confirmarles la posición anti-humanista tanto local como internacionalmente e insistir en que Venezuela jamás saldrá del secuestro actual por mafias delictivas en varias disciplinas, sin la intervención, ayuda y apoyo internacional.
La idea del personalismo, propuesta por Emmanuel Mounier, no es una filosofía de la historia ni una teoría política. Es un movimiento de acción social de tipo cristiano que une fuertes elementos comunitarios con la reflexión sobre el sentido transcendente de la vida. No propugna una ideología ni posee un método desarrollado para difundir alguna tesis: no son sus seguidores militantes de ningún sistema. Se trata de orientación de la vida en sentido comunitario. Para comprender su propuesta es necesario asumir, casi como un axioma, o como una regla de vida, que “persona” significa mucho más que hombre, e incluso que el sentido de lo individual.
DeleteEl término persona adquiere desde épocas tempranas de la humanidad un significado vinculado con la singularidad. El filósofo y estadista romano Boecio lo definía como la “substancia individual de la naturaleza racional”, haciendo énfasis en las tres ideas de sustancialidad, individualidad y racionalidad.
Nos lo dice Marguerite Yourcenar, a propósito de su obra dramática: EL MISTERIO DE ALCESTES:
DeleteSi la humanidad está destinada a sobrevivir, la civilización de mañana será, como fue la de ayer, construida evidentemente siguiendo las líneas de las grandes tradiciones humanistas y clásicas, líneas que fueron trazadas por Grecia en su mayor parte. Pero, justamente, esa tradición tan variada, tan poco exclusiva, pertenece ya a todos: Shakespeare y Tolstoi me parece que forman parte de ella tanto como Sófocles; Einstein con el mismo derecho que Euclides.
(NOTA: Yourcenar, Marguerite: Teatro II. Editorial Lumen, Barcelona, 1986)
De: ALEJO URDANETA
ReplyDeletePara: FACTOTUM IGNACIANOS
Comentarios:
La soledad y la angustia que yo destaco en el breve ensayo es el aturdimiento que precede a las grandes catástrofes, un aturdimiento en tono menor mezclado a la lasitud, y es también el ritmo extraño, mecánico del llamado “paso de ganso” de los desfiles hitlerianos.
No haría falta más declaraciones sino un filme que reprodujera la lentitud y el agobio, como lo vemos en las pinturas de Edwar Munch especialmente en su obra conocida con el nombre de “El grito”, que representa la confusión del hombre común de una ciudad o país sin orden, y debido a ello se angustia con el grito silencioso de la multitud. Nada es más terrible que sentir vivo en el pensamiento el chillido del agresor y el miedo la muerte.
A ese hombre angustiado y privado de su libertad personal, impotente a los insalvables impedimentos de la ética, invoca Kierkegaard en medio de la tempestad de su alma, el ansia de lo infinito.
PD: Transcripción solicitada a Gustavo Gonzalez Urdaneta por correo debido a problemas con mi copia