El síndrome de Hubris y la estupidez del poder (Gustavo Gonzalez Urdaneta)
El síndrome de
Hubris y la estupidez del poder
Gustavo Gonzalez
Urdaneta
Miami, 27 julio
2020
En estos tiempos en que todo es posible, donde el
narcisismo, la arrogancia y la ambición no tienen límites claros o son
ilimitados, una antigua enfermedad, como un virus dormido desde los tiempos
griegos, se ha activado y contagiado tanto a poderosos, políticos, financistas,
como a tantos otros profesionales que se ven en los medios de comunicación y en
la vida diaria.
El Síndrome de Hubris o adicción al poder. La
hubris es un concepto griego que puede traducirse como "desmesura" y
que en la actualidad alude a un orgullo, arrogancia o confianza en sí mismo muy
exagerada, especialmente cuando se ostenta poder.
La palabra Hubris
proviene del griego hybris y refiere a la descripción de un acto en
el cual un personaje poderoso se comporta con soberbia y arrogancia, con una
exagerada autoconfianza que lo lleva a despreciar a las otras personas y a
actuar en contra del sentido común. Para los antiguos griegos este
comportamiento era deshonroso y digno de ser censurado; eso ocurría tanto en la
literatura como en la tradición oral. Sobre el poder y su censura, que existe
desde la antigüedad, el tema de 'hybris' se ha tratado en filosofía
(Aristóteles, Platón, Heródoto) y fue en el drama griego donde se desarrolló
con más fuerza.
La arrogancia
no es sola otra forma más de estupidez, sino que puede tratarse de su
raíz. La ilusión que vive el que se siente “superior” es una agresiva causa de
estupidez. Aun cuando no se produce abuso físico, las personas arrogantes hacen
cuanto puedan para forzar a los otros a obedecerlos. Por desgracia se les permite lograrlo. El
Poder de la Estupidez.
En el caso del Síndrome
de Hubris, algunos lo ven como narcisismo. Otros simplemente lo asumen como
algo esperable en líderes poderosos: presidentes de grandes empresas,
gerentes, políticos, militares, artistas, etc., pero esa arrogancia tiene otro
significado en términos de salud mental, por supuesto, después de descartar
problemas psiquiátricos como el trastorno afectivo bipolar o el trastorno de
personalidad paranoide en el que la grandiosidad puede ser una característica
destacada.
Las personas que
padecen este trastorno, generalmente líderes, se sienten capaces de realizar
grandes tareas, creen saberlo todo y que de ellos se esperan grandes cosas, por
lo que actúan yendo un poco más allá de la moral ordinaria. El síndrome puede
afectar igualmente a otras personas que no poseen el poder.
Los psiquiatras
opinan que "El síndrome de Hubris saca su nombre del teatro de la Grecia
antigua y aludía particularmente a la gente que robaba escena. Empezó a usarse
como trastorno de personalidad al observarse ciertas características en
personas que tienen un cargo de poder", si bien como tal no está dentro
del manual psiquiátrico, eso no quiere decir que no pueda haber una patología
que reúna determinadas particularidades.
En la mitología
griega se aplicaba a los que víctimas de su propia soberbia, se creían y
actuaban como dioses. Es, en definitiva, un intento de romper el equilibrio
entre los dioses, la naturaleza y el hombre. Y lleva implícito el desprecio
hacia el espacio de los demás, lo que los lleva a realizar actos crueles y
gratuitos contra ellos. Es un concepto muy relacionado con el de las Moiras,
los tres seres mitológicos que enhebraban medían y cortaban el hilo de la vida.
El enfermo de ‘hubris’ se cree con derecho a más hilo del que le fue asignado y
se rebela contra su propio destino. En la actualidad, se utiliza como sinónimo
de soberbia, arrogancia o prepotencia.
Némesis en la mitología griega era la diosa de la justicia,
del equilibrio y de la mesura. Castigaba los actos de soberbia y devolvía al
enfermo de ‘hubris’ a los límites que había cruzado restaurando el equilibrio
de la naturaleza. El sol derritió la cera de las alas de Ícaro que, por querer
volar demasiado alto (‘hubris’), cayó al mar y desapareció para siempre. El
Señor que confunde los idiomas de la tierra es la Némesis del pueblo orgulloso
que pretende construir una torre que llegue hasta el cielo (Génesis 11: 1-9).
David Owen, médico y político británico, describió en su libro “En
el poder y la enfermedad” que fue en el drama griego donde se desarrolló
con más fuerza. Asegura Owen que la trayectoria de la 'hybris' en los dramas
griegos tenía, más o menos, las siguientes etapas: “El héroe se gana la gloria
y la aclamación al obtener un éxito inusitado contra todo pronóstico. La
experiencia se le sube a la cabeza y empieza a tratar a los demás, simples
mortales corrientes, con desprecio y desdén, y llega a tener tanta fe en sus
propias facultades que empieza a creerse capaz de cualquier cosa”. El asunto es
que dicho exceso de confianza en sí mismo lleva al líder a interpretar
equivocadamente la realidad que lo rodea y a cometer errores. “Al final se
lleva su merecido y se encuentra con su némesis, que lo destruye”, remata Owen,
quien es además neurólogo.
Owen identificó
este síndrome como un trastorno que padecen las personas que ejercen poder; es
una característica de la personalidad que los hace excesivamente auto confiados
y mesiánicos. No es una enfermedad como tal, aclara Federico Bermúdez Rattoni,
investigador del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM (México). Se trata
de “una característica de personalidad y del momento en que una persona está en
cierta situación social; es decir, hay personas que en el juego social pueden
adquirir o tener mucho poder, y esto los hace adictos a él”, dijo el académico.
Desde el punto de vista neurocientífico no hay ninguna evidencia de que pueda
existir un cambio fisiológico en dichas personas; sin embargo, la psiquiatría
lo aborda.
Lo puede padecer
cualquier persona que está en el ejercicio del poder, en este tipo de personas
se observa todo lo que puede tener alguien que 'se la cree' con el poder: narcisismo,
imagina que lo que piensa es correcto y lo que opinan los demás no, cree que
todos los que lo critican son enemigos y pueden llevar a quien las padece a
tomar decisiones erróneas porque la persona pierde la perspectiva de la
realidad total y ve sólo lo que quiere ver.
En ese sentido,
si se piensa al síndrome en el marco de la política, hay que considerar
que ya para dedicarse a la política hay que tener cierto rasgo de personalidad
narcisista y si a eso se le suma el entorno que se crea en el poder, son pocos
los que llegan a una alta esfera de poder que logran escaparle al trastorno.
Suele tratarse de un trastorno de personalidad transitorio, que tiene
síntomas psiquiátricos pero más bien es observable desde lo sociológico dado
que se relaciona con el momento que se esté viviendo y suele revertirse cuando
la persona abandona los ámbitos de poder.
La presidenta de Argentina Cristina Fernández forma
parte de un grupo entre quienes han presentado el trastorno, según el neurólogo
David Owen. El presidente fallecido de Venezuela, Hugo Chávez, así como George
W. Bush, Tony Blair, José María Aznar, Arthur Neville Chamberlain, Adolfo
Hitler y Margaret Thatcher son algunos de los políticos que, a decir de David
Owen, padecieron el síndrome de Hubris.
En su libro ‘En el poder y en la enfermedad:
Enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años’, David
Owen considera que el síndrome de Hubris suele mezclarse, en muchas ocasiones,
con el narcisismo y con el trastorno bipolar. Para que la persona pueda
“curarse”, sostiene este autor, simplemente basta con que pierda su poder.
En una ocasión anterior escribí un artículo sobre “La
Estupidez y la Prisa”, allí les decía que la estupidez de cada ser humano
tomado de forma independiente constituye en sí misma un problema
suficientemente grande pero el panorama varía considerablemente cuando tomamos
en consideración la estupidez de las personas que tienen “poder”; esto es, el
control sobre el destino de otras gentes. La Estupidez del Poder.
Se observa una diferencia sustancial, un
desequilibrio, cuando la relacion no se produce entre iguales. Con las personas
que sufren el síndrome de Hubris que ejercen su influencia sobre la vida y el
bienestar de muchas personas, esto cambia el tamaño, el impacto y la naturaleza
de todas las relaciones de causa y efecto en el sistema.
El poder está en todas partes. Todos estamos sujetos
al poder de otras personas y todos ejercemos poder sobre los demás excepto el
caso de esclavitud extrema. Los padres tienen poder sobre sus hijos pero los
hijos cuentan con muchísimo poder sobre sus padres y a menudo lo usan de una
forma despiadada. Sin entrar en los múltiples enredos de las relaciones
humanas, en el tema que nos ocupa nos referimos a aquellas personas que ostentan
una autoridad definida sobre un gran grupo de personas. En ese caso todos
estamos de acuerdo que debería existir el menor poder posible y que sus
poseedores deberían estar sometidos al control del resto de la gente. Es lo que
llamamos “democracia”. O bien dentro de una organización podemos llamarlo
“liderazgo”
La responsabilidad es una carga y muchas personas
descubren que les conviene más ser “seguidores”; permitir que los gobernantes,
los jefes, sean los que marquen la opinión y tracen el camino y se ocupen de
pensar …y prefieren poder echarles la culpa cuando estan descontentos. Pero
existe otra variedad de gente un tanto especial que disfruta con el poder y
cuando el poder afecta a un gran número de personas, como es el caso de los líderes
y/o gobernantes, la relacion personal se pierde. Es mucho más difícil
escuchar, comprender, medir las consecuencias y las impresiones. Se produce un “efecto
Doppler’, un cambio de frecuencia, que produce un incremento del factor
estupidez.
Entre esta gente existe una competencia por hacerse
con el poder y mantenerse en él. Ansias por alcanzar el poder, agresivas, a
veces aterradoras, a menudo angustiosas y siempre turbulentas. Los que sienten
avaricia por el poder se centran en la lucha por alcanzarlo y el elemento
manipulador es el más agresivo en el juego y, por lo tanto, es el que consigue más
poder. Otro elemento que también empeora las cosas es la megalomanía. El
poder es una droga adictiva. Los que ostentan la autoridad terminan
creyendo a menudo que son mejores, más listos y sabios que las personas
normales porque ellos tienen el poder. Además, estan rodeados de aduladores,
seguidores y aprovechados que alimentan sus falsas ilusiones.
El concepto de poder en las relaciones humanas es
análogo al concepto de energía en el mundo de la física. Según Bertrand
Russell, es el elemento más importante, la meta última del ser humano y,
junto con la gloria, uno de los principales deseos infinitos del hombre. Ya en
1987 David McClelland identificó el poder como una de las tres
necesidades básicas del ser humano (la necesidad de logro, poder y de
afiliación).
La historia del ser humano es la historia del
orgullo desmedido de los poderosos: los generales romanos victoriosos
recibían a su entrada en Roma el regalo de una corona de laurel y un esclavo
(servus publicus) que, ante los vítores del pueblo, les susurraba unos pasos
más atrás: ‘memento mori’ (‘recuerda que eres mortal’). En la coronación de los
papas la alocución ‘sic transit gloria mundi’ les recordaba lo efímero de su
reinado en la tierra.
En 2008, David Owen en su libro, atraído por el
comportamiento y el perfil psicológico de ciertos políticos (parlamentarios,
dictadores…), acuña el término ‘síndrome de hubris’ (SH) para describir
a los mandatarios que creen estar llamados a realizar grandes obras; muestran
tendencia a la grandiosidad y la omnipotencia y son incapaces de escuchar,
mostrándose impermeables a las críticas. Owen analiza el comportamiento de
políticos como Roosevelt, Ariel Sharon, el sha de Irán, Bush, Blair, etc., y
dedica un capítulo a las medidas de protección democrática contra los
gobernantes con SH. Para Owen, el SH está indisolublemente unido al poder y
alimentado por el éxito. Lo describe como un trastorno adquirido y reversible
que puede remitir al desaparecer el poder.
¿Se aplica este síndrome sólo a los presidentes? Definitivamente no. Lo padecen diputados, alcaldes,
representantes y hasta personas allegadas a los círculos del poder, incluso los
porteros de los ministerios. El poder obnubila, dicen algunos, y en la
psiquiatría, los casos son cada día más. Más allá de la mitología, el Síndrome de
Hubris está también muy presente en el mundo real. Infinidad de reyes,
emperadores, gobernantes de toda índole, políticos, militares, grandes
empresarios y directivos lo han padecido y lo padecen.
El síndrome del poder no es una enfermedad que afecta
solo a los poderosos, sino también a sus seguidores y a la mayoría de
las personas a quienes conocen o tratan, o a los que intentan introducirse en
su entorno. La gente que está al servicio de los poderosos medra y prospera en
una relacion de estúpida simbiosis con el poderoso, quien tiende a incrementar
y complicar la estupidez del poder. Esta es devastadoramente eficaz: el
beneficio de unos pocos representa una horrible tragedia para demasiados.
Owen describió el SH en políticos con
responsabilidades de gobierno, pero puede afectar a cualquier persona con
poder, en cualquier ámbito de la actividad humana: la política, las finanzas,
la militar, el deporte, los papas o la propia medicina. A lo largo de los
siglos, muchos papas también han padecido el SH. El actual papa Francisco
muestra un comportamiento diametralmente opuesto. Ha hecho de la humildad su
bandera: renuncia a su residencia oficial, a los símbolos y lujos de su cargo,
se mezcla con los humildes, y convive con ellos.
Los temas que la literatura nunca abandona, porque se
hallan en la sustancia de la condición humana, son pocos: el amor, la
locura, la muerte, el poder. A Eurípides se atribuye una frase
lapidaria, aquella de que los dioses vuelven loco primero a aquel a quien
quieren perder, como ocurrirá con Ricardo III, “alguien criado en
sangre, y en sangre asentado”. Es la locura a que Lady Macbeth incita a
su marido para apoderarse del reino usando de los instrumentos más mortíferos y
eficaces, la traición, la vileza, la falta de escrúpulos, la perfidia, y el
asesinato como necesidad de Estado.
Barbara Tuchman en su libro “La marcha de la Locura”, que en su opinión trata el
tema de la locura; en un capítulo presenta el caso de los seis papas
renacentistas, entre 1470 y 1530, que siguieron conjuntamente los patrones
del gobierno, que si se los puede llamar así, fueron “los excesos de venalidad,
amoralidad, avaricia y una política de poder espectacularmente calamitosa… que
los llevó a la Secesión protestante y la pérdida de la Iglesia de Inglaterra”.
Los 6 villanos principales, en el decir de Tuchman,
fueron: Sixto IV, Inocencio VIII, Alexander VI, Julio II, Leo X, y Clemente
VII. Y que “estos 6 fueron los que su gobierno consternó a los fieles,
desprestigió a la Santa Sede, dejó sin respuesta el grito de reforma, ignoró
todas las protestas, advertencias y signos de una revuelta creciente, y terminó
rompiendo la unidad de la cristiandad y perdiendo la mitad de la
circunscripción papal en la secesión protestante. La suya fue una locura de
perversidad, quizás la más importante para la historia occidental, si se mide
por su resultado en siglos de hostilidad y guerra fratricida ".
En el mundo de las finanzas, los casos de
Lehman Brothers y el Royal Bank of Scotland son un ejemplo ampliamente conocido
de cómo el comportamiento ‘hubrístico’ de sus líderes causó la quiebra de sus
instituciones. En el deporte, el entrenador portugués Jose Mourinho es
el paradigma de un comportamiento arrogante y se ha señalado frecuentemente
como un claro ejemplo de SH. Nadie está a salvo. Más rápido aún se
sienten los síntomas cuando el ascenso a la cima ocurre en poco tiempo. ¿Quién
no ha escuchado frases tales como “a éste se le subieron los humos”, “se
emborrachó con el poder”, “subió muy rápido y se cree una maravilla”, “antes
era sencillo ahora es petulante”, y un largo etcétera. ¿Te reconoces en alguna de estas frases?
Según David Owen, las fases por las que pasan las
personas que padecen el Síndrome de Hubris son: dudas, autoconfianza, halagos,
arrogancia y paranoia. La mejor cura consiste en darse de vez en cuando un baño
de modestia. Y conviene temer siempre en la cabeza esta cita, atribuida a
Eurípides: «Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven
loco».
Los Jefes pueden sufrir de muchas condiciones
como, por ejemplo, la llamada soledad del poder, la vanidad, la paranoia e
incluso las tentaciones. Pero según los expertos, uno de los más interesantes
es el síndrome de Hubris, un comportamiento caracterizado por el exceso de
confianza que el jefe siente cuando llega al poder. "Este síndrome
perjudica al directivo y, por supuesto, a aquellos que dependen de él”, dice
Juan David Tous, especialista en el área de emprendimiento corporativo y
comunicaciones en Colombia.
Según Tous, el directivo con este trastorno
presenta ciertas características que lo diferencian de otros jefes. Es, por
ejemplo, impulsivo, confía exageradamente en su instinto y descalifica las
opiniones ajenas. Además, se muestra como ejemplo para todo y con ello busca
aprobación de los demás. Le da mucha importancia a su imagen personal y a los
lujos en su entorno, tiene poca empatía y está predispuesto a aplastar a toda
costa a sus rivales y contradictores. “Tiende además a aislarse y a decir que
está ocupado siempre y quiere verse como si fuera no solo la máxima autoridad,
sino la empresa en sí misma”.
Es, según los expertos, casi la antítesis de lo que la
mayoría busca en un líder: carisma, encanto, poder de persuasión, autoconfianza
y habilidad para correr riesgos, entre otras. Pero el jefe con enfermedad de
poder solo ve lo que quiere ver e imponer su visión. “Quien piense distinto es
ignorante, no está a su altura”, dice Tous.
Porque, entre otros comportamientos que lo describen
está la paranoia que siente cuando alguien lo contradice. “Cree que esa
persona está contra él y su autoridad o que actúa motivado por la envidia pues
quiere quedarse con su cargo”, señala Tous. Y si un colaborador le recuerda
algo, se siente amenazado pues cree que lo está desafiando. En temas de dinero,
racionaliza el gasto cuando se trata de recursos para otros, pero no ve
inconveniente alguno en incurrir en gastos por lujos que vienen con su
posición. Con frecuencia utiliza su cargo para satisfacer su vanidad.
Según el neurólogo David Owen:” Las presiones y la
responsabilidad que conlleva el poder terminan afectando a la mente”. El poder
no está en manos siempre del más capaz, pero quien lo ostenta así lo cree y
termina comportándose de manera narcisista y prepotente.
Entre los síntomas que afectan a estos individuos encontramos
que suelen darle a todo un sesgo altamente egocéntrico cuando por
ejemplo, tratan sobre cualquier tema por más intrascendente que sea; denotan
una confianza desmedida en sí mismos; son impulsivos e imprudentes;
se sienten superiores a los demás; le otorgan una desmedida importancia a su
imagen; ostentan sus lujos; son excéntricos; se preocupan porque sus
rivales sean vencidos a costa de cualquier cosa; no escuchan a los demás; son monotemáticos
(todo ronda en tono suyo); se sienten iluminados y aunque fallan, no lo
reconocen. Donald Trump es un buen ejemplo. Esta confirmado que los poderosos,
empiezan consiguiendo el poder económico y, una vez logrado, van tras el poder
político. Como ejemplos recientes tenemos a George Soros con su
especulación financiera y proyecto del Globalismo y la Sociedad Abierta y Bill
Gates con Microsoft y la Fundación Bill & Melinda Gates. No es difícil
imaginarse quienes le seguirán, si ya no están.
La primera etapa del SH se da cuando el sujeto asume
un poder y comienza a verse rodeado de aduladores. Si al principio dudaba de su
capacidad para ejercer el mando, las dudas pronto se disipan y atribuye todos
los éxitos a sí mismo. De aquí pasa a la fase en la que cree que nada de lo que
dice, hace y piensa puede ponerse en entredicho. Se siente infalible e
insustituible. Y todo aquél que se le oponga será relegado al ostracismo.
Estos sujetos confunden realidad con fantasía como cosa normal. Su mundo se
divide entre ganadores y perdedores por lo que se asumen como ganadores
a la vez que temen enormemente perder su estatus y se afanan a toda costa por
mantenerlo ya sea mediante el fraude o la tergiversación de los hechos sin
dudar ni por un momento en adoptar actitudes amenazantes y causar a los demás
que están por debajo de él, daños irreparables. Recuerdo a uno de nuestros
expresidentes decir que después de estar cinco años oyendo a todo el mundo
decirle diariamente la maravilla que era en todo lo que hacía, se lo terminó
creyendo.
Algunos casos históricos del síndrome de Hubris
rayando en el paroxismo fue el del emperador romano Claudio, que se
caracterizaba por su magnanimidad y su preocupación por sus súbditos, hasta que
empezó a obsesionarse con la idea de que los demás pudieran reírse de su tartamudez
y su aerofagia. La solución que halló Claudio fue impulsada sin duda por el
Hubris: por mediación de su médico personal, Jenofonte, promulgó un edicto que
obligaba a sus cortesanos a tirarse dos ventosidades por cada una que dejara
escapar él. A partir de este edicto, tal como señala Suetonio en Los doce
césares, Claudio empezó a encapricharse cada vez con más cosas.
Lo mismo le sucedió a otro emperador romano, Marco
Antonio Casiano, que se enfrentó de esta forma con las facciones críticas del
Senado: «Sé que no os gusta lo que hago, pero por eso poseo armas y soldados,
para no tener que preocuparme de lo que penséis de mí». Calígula, por su parte,
nombró senador a su caballo.
El general y presidente de México Antonio López de
Santa Anna, autocalificado como «el nuevo Napoleón», hizo enterrar su pierna
amputada con honores de funeral de Estado. El presidente de Ecuador José Abdalá
Bucaram “El loco que ama” perdió su puesto, entre otras locuras, cuando se
empeñó en contratar a Maradona por medio millón de dólares que por cierto
Maradona nunca devolvió. Jahangir, gran mogol de la India (1569-1627), tenía un
harén compuesto por 300 esposas, 5.000 mujeres sirvientes y 1.000 jóvenes que
satisfacían todos sus caprichos. Nadie está libre de que el veneno del hubris
corra por su sangre. Pero han sido los reyes, emperadores, políticos y, en
definitiva, los gobernantes de toda índole quienes más han sufrido sus
estragos.
El Journal of Neurology publicó el artículo “Hybris,
¿un trastorno de la personalidad adquirido?’, en el que analizó el
comportamiento de los presidentes de Estados Unidos y primeros ministros del
Reino Unido de los últimos 100 años con resultados que confirman que muchos lo
padecieron, entre ellos George W. Bush, Margaret Thatcher y Tony Blair. La
lista incluye a dictadores cuyas personalidades narcisistas los tornaron más
proclives a desarrollar SH, como Stalin, Hitler, Franco, Sadam Hussein y uno
que otro político latinoamericano.
La historia nos muestra que grandes líderes han
sufrido desórdenes mentales como la esquizofrenia, el trastorno afectivo
bipolar, el trastorno depresivo mayor, el trastorno de personalidad paranoide o
antisocial y en general otras patologías graves. Por supuesto, no todos. Por
ejemplo, una revisión de fuentes biográficas de trastornos mentales en
presidentes de Estados Unidos entre 1776 y 1974 mostró que 49 por ciento
cumplían criterios que sugerían trastorno psiquiátrico: depresión (24 por
ciento), ansiedad (8 por ciento), trastorno bipolar (8 por ciento) y alcoholismo
(8 por ciento), datos que coinciden en términos generales con las tasas de
trastorno mental de la población.
El Síndrome de Hubris, al ser considerado una
condición adquirida de manera circunstancial, es diferente de la mayoría de los
trastornos de la personalidad descritos en psiquiatría. Es relevante señalar
que se desarrolla con más frecuencia cuando el personaje aspira a un segundo
período de poder.
A lo largo de la historia no faltan casos en que el
“aparato” ha sobrevivido a la caída del poder. En muchas “revoluciones’, una
vez fallecido el “tirano” el poder no pasa a manos de los revolucionarios o del
pueblo, sino que lo ostentan o las mismas oligarquías que lo poseían
anteriormente u otros que se comportan igual. Sirva de ejemplo el final del
sistema colonial. No es exclusivo del siglo XX, existen muchos ejemplos en la
historia previa como en sucesos más recientes.
El mayor problema radica en que el poder, por más que
podemos y debemos controlarlo, examinarlo y condicionarlo, es imposible de
eliminar por completo. Las organizaciones necesitan a personas que asuman la
responsabilidad y estas debe contar con cierto poder para representar su papel.
Por lo tanto, tenemos que vivir con el poder… y su estupidez. Como se ve, no
hay una solución universal ni generalizable para este problema. Pero tendremos
la mitad del camino andado si somos conscientes de ello y si jamás nos
permitimos quedar cegados o seducidos por el traicionero brillo del poder.
Necesitamos que llegue Némesis para restablecer el
equilibrio natural del universo, en el que la desmesura debe ser corregida, no
importan el ruido y la furia con que el hubris se deshace en pedazos en su
caída. Al fin y al cabo se trata de derribar ídolos de sus pedestales de cera y
el bronce hueco resuene en ecos contra el suelo.
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ReplyDeleteComentarios recibidos por email-mensajes:
ReplyDeleteDe: Kaled Yorde
Para: Factótum Ignacianos-Gustavo Gonzalez
Fecha: 28 julio 2020
Extraordinario artículo, Gustavo. Te felicito. Con tu permiso, lo voy a difundir a mi grupo de estudios filosóficos en Maracaibo y a una agrupación de venezolanos en Houston que apoyan a Trump para su reelección. Te felicito nuevamente. Intenté llamarte hace un rato, sin que pudieras atender el teléfono. Otra vez será. Saludos cordiales. Kaled Gracias por enviármelo. Es una fuente de aprendizaje extraordinaria
De: Enrique Story
Para: Gustavo Gonzalez Urdaneta
Fecha: 29 julio 2020
Sobran los líderes, políticos o no, lo que es el Sindrome de Hubris. Claro que no lo saben, pero su comportamiento los hace padecer de ese síndrome. Hay que leer este articulo varias veces, que desarrolla con elegancia, el ilustrísimo Gustavo Enrique Gonzalez Urdaneta, haciendo uso de extensa bibliografía, por lo que es copioso y extenso.
De: Gregorio Ugarte
Para: Gustavo Gonzalez
Fecha: 29 julio 2020
Gustavo:
He leído tu trabajo con interés que, aunque un poco extenso, aborda un tema que ha estado presente desde el inicio se la civilización, cómo tu bien lo pones en evidencia, resulta de particular importancia destacarlo y revisarlo en este tiempo que vivimos en el cual se intenta una transformación en la distribución del poder en nuestro mundo.
Tu trabajo, más me parece un ensayo o un tratado de referencia sobre el tema por lo completo y exhaustivo de su contenido. La citación de amplias referencias para ilustrar las diferentes consideraciones y derivaciones del tema son de un gran valor para los estudiosos del tema.
No obstante, a los efectos de la divulgación del mensaje principal la extensión y la diversificación de disciplinas artísticas en las cuales recibe aplicación dificulta su importantísima y urgentísima divulgación te sugeriría presentar un versión reducida.
Un gran abrazo de tu amigo.
De: Alvaro Rotondaro
Para: Gustavo Gonzalez Urdaneta
Fecha: 29 julio 2020
Querido Gustavo: como siempre, excelente tu artículo, el cual es muy didáctico y sumamente importante para el momento trágico que estamos viviendo en el país, ya que los que van a llevar las riendas del gobierno, después que salgamos de este régimen, deben tener muy claro este SH, para que trabajen coordinadamente en equipo y no cometan el mismo error de ese SH que inundó a la “oposición oficial”(G4) y que ab-initio, siempre han tenido los demonios de la narcotiranía
De: Raul Curiel Carias
Para: Gustavo
Fecha: 29 julio 2020
Tobi, este artículo es una verdadera joyita! Al igual que los anteriores, lo he puesto a rodar entre personas que le den realmente el verdadero valor que merecen. Tobi, te pregunto, has pensado alguna vez poder conectarte con alguna institución (universidad, por ejemplo), donde puedas exponer personalmente o a través de cualquier medio tecnológico, bien sea en condición de docente, investigador, conferencista, asesor, coach, motivador, orientador, etc., que te permita ser formador de grupos humanos donde puedas aportar tus talentos? Seguro que sería muy satisfactorio tanto para ti como para los que compartieran tus talentos. Esto da unas satisfacciones enormes!! Por la amistad que nos une me atrevo a formularte este planteamiento y, además, porque no me sentiría bien dejando de hacerlo a sabiendas de que se trata de algo que considero de bien para ti. A lo mejor estoy lloviendo sobre mojado, pero ahí lo dejo…Un abrazo.
Respuestas a todos los mensajes recibidos a la fecha:
ReplyDeleteEstimados amigos, aprovecho para contestarles a todos juntos aunque ya lo hice individualmente por el mismo medio en que los recibi. Así me es más fácil.
Estimado Kaled, muchas gracias por tus palabras y tienes total libertad para circularlo a todos los que quieras. El 28 cumplimos 54 años de graduados e hicimos un encuentro virtual por Zoom, debió ser en esas horas que llamaste. Saludos y muchas gracias por tus palabras y darle difusión. Ojala aprendieran los políticos que tendrán a su cargo la dirección del gobierno transitorio y el destino del país una vez salgamos del Usurpador
Muchas gracias, Don Enrique por sus palabras hacia mi persona y por tomarse el tiempo de leer el artículo. Comparto la creencia de que muy poca gente pueda haber oído del síndrome de Hubris aunque no sean tan pocos los que “transitoriamente” lo sufran en su vida profesional. En mis 54 años de ejercicio profesional, unos 30 en el sector público, fueron unos cuantos “Jefes” los que se le subió el poder a la cabeza e hicieron de las suyas en beneficio personal.
Gregorio, mi querido compañero ignaciano, muchas gracias por tus palabras hacia el contenido y el interés actual del mismo; estoy consciente de la dificultad que expresas respecto a su longitud, y te agradezco me lo recuerdes, pues es siempre una limitante para promover su lectura pero a veces el tema suele tener tantas aristas que tocar, aunque sea tangencialmente, que se convierte en una restricción acortarlo y mantener la integridad del mismo pues no siempre, su estructura, facilita usar el artificio de sacarlos en una saga.
Alvaro, otro querido compañero de esos años compartidos en las aulas del San Ignacio en Chacao, no sabes como te agradezco tus comentarios a los articulos del blog Factótum Ignacianos así como tus contribuciones al mismo que estimulan a otros a imitarte. Al igual que a mi amigo Enrique Story, a quien conoces como abogado, ojala sus deseos respecto a los próximos lideres del destino de nuestra querida Venezuela, se cumplan, y no comentan los mismos errores que le abrieron la puerta al galáctico de los primeros años de estas dos últimas décadas; de su sucesor no vale la pena ni mencionarlo pues esos personajes son únicos, no se repiten.
Raúl, debo aclararles que la “Vieja Curiel” es el único que aún me llama por Tobi, el sobrenombre al final de bachillerato. Raúl es el tercer ignaciano que hoy, y siempre, ha contribuido con el blog transmitiéndonos su pensar sobre los articulos publicados; en esta oportunidad no sólo le agradezco sus palabras y difusión del articulo como al amigo Kaled, sino sus consejos sobre lo que realmente he venido pensando en implementar. No son palabras para dejar que se las lleve el viento y sé, como él lo dice, que me hará bien explorar. Para eso estan los verdaderos amigos, que nos ayudan en reorientar nuestra vida, y te prometo que averiguaré las opciones que puedan darse para hacerlo realidad. Mi amistad de setenta años con la mayoría de mis compañeros ignacianos es invalorable e indestructible.
Gustavo, fabuloso contenido, denso análisis deberá practicarse sobre este síndrome, y sacar conclusiones a efectos de enmarcarcar justamente con el debido balance, rasgos de personalidades...fabuloso como siempre Gustavo!
ReplyDeleteAgregaria al articulo de Gustavo el tema de la Disonancia Cognoscitiva que se da en personas en posiciones de poder. Se describe como una negacion de toda realidad percibida que de alguna forma pueda afectar a estas personas. Cualquier critica u observacion contraria a su particular vision del mundo se considera una afrenta, un ataque personal; en estados avanzados conduce a paranoias severas. No circunscribo el SH a lideres en posiciones de poder. Mutatis mutandi creo que esta presente en mayor o menor medida en todos nosotros. Me remito a la forma como reaccionamos ante criticas a nuestras creencias mas queridas y los calificativos y racionalizaciones que usamos para descalificar tales criticas. Los ejemplos sobran en en estos tiempos convulsos, complejos, llenos de incertidumbre. Usando ejemplos, como hace Gustavo, un critico de Trump merece ser calificado de socialista y hasta miembro del nebuloso Estado profundo.
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