Mi primera elección presidencial en EE. UU.(I): Historia, politica y tradiciones (Gustavo González U.)
Mi primera elección presidencial en EE. UU.(I): Historia, politica y
tradiciones
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 12 noviembre 2020
Primero, quiero
excusarme ante mis seguidores del blog pues llevo ya un par de meses que no he
podido dedicarle ni un minuto a mis articulos por una simple y valiosísima
razón, un compromiso al que no pude negarme. El grupo Ricardo Zuloaga (GRZ) y
el IESA me dieron el honor de asignarme la coordinación virtual de un curso de
gerencia media para la industria eléctrica nacional en Caracas, que está
previsto iniciemos el 23 de noviembre con una duración de seis meses. Esa
coordinación se está convirtiendo en una experiencia muy enriquecedora e
inolvidable pero me ocupa la mayor parte del tiempo. Seguramente, más adelante,
se las contaré.
Cuando llegué en
el 2014 a Miami era un aprendiz, en todo sentido, de la historia, politica y
cultura norteamericana, poco sabia de las tres a pesar de que en muchas
apreciaciones, la Caracas en la cual había vivido casi toda mi vida, era una
imagen y con costumbres de muchas ciudades de este país. A los dos años, en
2016, fui un observador de primera fila, por primera vez, de una eleccion
presidencial. En ese entonces no tenía derecho a participar en la votación. Nada
menos que entre la Clinton y Trump, tremendos personajes. En ese entonces, me
aliviaba el hecho de que no pudiera votar, pues la verdad, no me gustaba
ninguno de los dos. Episodio que terminó con el triunfo de Donald Trump, algo
que no se esperaba y que nos ha traído a otro evento similar en este año.
Al año siguiente,
en el 2017, tuve mi primera experiencia de la época de huracanes en Florida con
Irma que igual la conté en un artículo de nuestro blog Factótum Ignacianos https://ramm1943.blogspot.ca/2017/09/mi-primer-huracan-irma-gustavo-gonzalez.html) . Recuerdo que al año siguiente, escribí un artículo
en el mismo blog y les decía que, en realidad, el refrán que todos conocemos
‘Unas veces se gana, otras se pierden’ no es cierto. El refrán debería decir ‘Unas veces se gana, otras
se aprenden’. Eso sí, uno debe tener las ganas de extraer una lección para no
volver a pasar por el mismo sufrimiento, si está en nuestras manos. Algunas
veces se gana, otras, se aprende. Hay que meditar sobre ello y aprender el arte
de navegar por la vida. Los venezolanos tenemos más de dos décadas con un
régimen autoritario, múltiples elecciones y, aun así, andamos perdidos. No hemos
aprendido.
Se ha dicho que
la esperanza es lo último que se pierde. También que si hay reflexión hay
esperanza. Pero hoy día parece que lo inmediato, lo urgente, se impone por
doquier. Y es que al final poco espacio queda para el pensar meditado. Sin
embargo, existe la opción de resistirse y procurar hacer de la reflexión una
sana costumbre, para evitar así la entrega con facilidad a toda suerte de
vientos.
Pensar, por
tanto, envuelve reflexionar y examinar con cuidado algo para formar dictamen o
criterio. Por otro lado, cultura incluye la idea de ‘cultivar’ conocimientos
que permitan desarrollar un juicio crítico. Se ha dicho que la Filosofía puede
mejorar nuestro conocimiento propio, puede hacer que no sucumbamos fácilmente ante
los tópicos, saber argumentar evitando las falacias habituales, estar atento
para que no le den a uno apariencia por realidad, poner los poderes que uno
tiene en su mano para dar y obtener lo mejor de la vida. Esta eleccion
presidencial en EE. UU. es asunto, sin duda, de vital y de primerísima
importancia dramática en nuestras vidas. Ha habido una ausencia total de
reflexión, falta de criterio y formación razonada de juicio de ambas partes
involucradas. Mucha prisa en dar resultados por parte de los medios, quienes no
tienen ni vela ni entierro en tal actividad; obligación y derecho que sólo les
corresponde a los colegios electorales de los estados. Y eso lo harán a
mediados de diciembre.
Esta primera experiencia
electoral empezó muy bien, quería vivirla personalmente así que el domingo
anterior al martes 3 de noviembre, fui a mi centro electoral que,
afortunadamente, me quedaba a escasas 1.8 millas de mi apartamento y, además,
era en los terrenos del estacionamiento de Villa Vizcaya en South Miami Avenue,
en linea recta desde mi edificio. No tuve ningun problema en estacionar
prácticamente al lado de la puerta de entrada al centro electoral. La segunda
sorpresa es que no había nadie, lo cual era de esperar pues fui a las 8:30 am,
así que pasé directo a recoger el material de votación. Para quienes no
tuvieron esta vivencia, te entregan dos hojas grandes que debes responder por
ambos lados. Aparte de la eleccion del presidente y su vicepresidente
correspondiente, te piden seleccionar la permanencia de unos cuantos jueces y
responder si/no a una serie de propuestas en curso. De todas formas es solo
rellenar una pequeña elipse o elegir entre sí/no. Todo no toma más de 10
minutos y unos más revisándolos. Todo el personal muy atento a cualquier
necesidad que tuvieras y al final, te llevan a una maquina lectora en donde
introduces secuencialmente ambas hojas. Y ya está, en menos de 15-20minutos,
estas de vuelta a tu carro con una calcomanía pegada al pecho de haber votado.
Como uno puede votar de muchas formas y mucho antes del 3 de noviembre, creo
que este cuento se lo habrán oído a muchos.
El desarrollo
del proceso electoral en EE. UU. me recordó otro que tuve la oportunidad de
presenciar -sin votar - en Londres, en mis tiempos de posgrado. Lo particular
en ambos casos es que uno ni se entera que hay elecciones a menos que pases por
un centro electoral. Prácticamente la propaganda electoral es mínima. Aparte de
que en nuestros países natales, la eleccion es en un solo día y no hay otra
forma de votar sino yendo directamente a hacerlo personalmente. Olvídense de
correos ni otras variantes que hay aquí en USA.
Otra particularidad de este proceso, para quienes no lo conocen, es el
mecanismo particular de votación vigente en EE. UU. Muchos estamos
acostumbrados a elecciones en las cuales nuestro voto es directo y cuenta para
los candidatos que elegimos, aquí no es así.
En otras
elecciones que se llevan a cabo en Estados Unidos los candidatos son elegidos
directamente por voto popular. Sin embargo, en el caso de las elecciones para
presidente y vicepresidente el resultado no depende directamente del voto
ciudadano. Los ganadores son determinados por el voto de los “electores”,
quienes son parte de un proceso llamado Colegio Electoral. El utilizar
“electores” como parte del proceso está establecido en la Constitución. Fue una
manera de encontrar, por los Founding Fathers, un punto medio entre un voto
popular ciudadano y una votación en el Congreso.
Cada estado tiene
tantos electores como miembros en el Congreso (Cámara de Representantes y
Senado). Incluyendo los tres electores de Washington DC, hay 538 electores en
total. Los partidos políticos de cada estado eligen su propia lista de posibles
electores. Quién es elegido para ser un elector, cómo y cuándo varía según el
estado.
Después de que
usted emite su voto para presidente, su voto pasa a un conteo estatal. Un
candidato necesita el voto de al menos 270 electores (más de la mitad del
total) para ganar la elección presidencial. En la mayoría de los casos, es
posible proyectar a un posible ganador la misma noche de las elecciones de
noviembre, al terminar el conteo de la votación popular ciudadana. Sin embargo,
la votación del Colegio Electoral, que es la que determina oficialmente al
ganador, tiene lugar a mediados de diciembre cuando los electores se reúnen en
sus estados. La Constitución no le exige a los electores que sigan el voto
popular de su estado, pero es raro que alguno no lo haga. Es posible ganar la
votación del Colegio Electoral pero perder el voto popular. Esto ha ocurrido en
2016, 2000 y tres veces en el siglo XIX. Hasta ahora ninguna institución del
Estado ha nombrado a ninguno ganador, solo los medios han nombrado ganador. Tengamos
paciencia. Que sean los votantes quienes decidan.
¿Qué pasa si ni
Trump-Pence ni Biden-Harris (ni ninguna otra fórmula) obtiene 270 votos?
Se inicia un
proceso llamado "contingent election", o "elección de
contingencia". El procedimiento está provisto en la duodécima enmienda de
la Constitución. Consiste en que la Cámara de Representantes
("House") elige al presidente, y el Senado al vicepresidente. Los
Senadores tienen un voto cada uno, pero los Representantes votan en bloque, por
Estado. Es decir, por ejemplo, que California tiene un solo voto, al igual que
Wyoming. Más aun considerando que este voto lo haría el nuevo Congreso, el que
asume en Enero. Esto está estipulado en la enmienda número 20 de la
Constitución desde 1933. La última vez que hubo una elección de contingencia
para presidente fue en 1824, cuando John Quincy Adams fue electo como el sexto
presidente de los EE. UU., derrotando a Andrew Jackson, a William Crawford y a
Henry Clay.
Es
particularmente sorprendente (“astonished”) como suelen decir los británicos
aun para cosas más simples; miren cómo se llevó a cabo eso y díganme si no les
parece bien complejo:
El candidato más
votado a nivel nacional fue Jackson, con más de 151.000 votos de un total
alrededor de 366.000 (41.4%). Segundo salió Adams, con 113.000 votos (30.9%).
Tercero Clay con 48.000 (13.0%) y cuarto Crawford con 41.000 (11.2%). Pero en
votos electorales, nadie llegó a la mayoría necesaria. Jackson obtuvo 99, Adams
84, Crawford 41 y Clay 37. Habiendo un total de 261 Electores, nadie llegó a la
mayoría necesaria, es decir 131. No fue así el caso para vicepresidente: John
C. Calhoun obtuvo 182 electores, y fue electo vicepresidente, pero sin
presidente aún. Solo los 3 candidatos con más Electores pasan a la elección de
contingencia, por lo cual Clay fue descalificado. Clay apoyó luego a Adams (segundo
en voto popular y Electores). En la House, los 24 Estados terminaron votando
así: 13 por Adams, 7 por Jackson y 4 por Crawford. De esa manera John Quincy
Adams fue electo Presidente. Anecdóticamente, Jackson derrotaría luego al mismo
Adams en 1828, esta vez sin necesidad de una elección de contingencia, con 178
votos electorales contra 83. Hoy en día ninguno de esos escenarios es deseable
para ninguno de los dos bandos ya que reduce la legitimidad del ganador. Esa es
mi opinión.
El proceso del
Colegio Electoral está establecido en la Constitución de Estados Unidos. Se
necesitaría una enmienda constitucional para cambiarlo. Siendo aun todavía
aprendiz, empiezo a compartir la idea de que el país necesita desesperadamente
una reforma del esquema para elegir a sus representantes, pero es difícil que
una sociedad tan dividida sea capaz de crear el consenso político necesario
para llevarla a cabo. El sistema de votación y conteo de Estados Unidos es sin
lugar a duda bastante complejo. La ciudadanía de igual modo se ha adaptado de
manera progresiva, sin embargo no se contaba con un catalizador del caos: el
coronavirus.
El aumento del voto
por correo y en papel (depositado en buzones al aire libre o en colegios
electorales) debido a la pandemia del COVID-19, ha sido el principal generador
de lo que se vive hasta ahora en el territorio estadounidense. Este tipo de
papeleta tiene un modo distinto de tratamiento. Requiere un manejo manual
tedioso y lento. En estas elecciones, según he leído, se recibieron 64 millones
de sufragios por vía postal antes del 3 de noviembre. En medio de una
pandemia, participaron aproximadamente 160 millones de estadounidenses, o el 67
por ciento de los votantes elegibles. La participación fue la más alta de todas
las elecciones estadounidenses en 120 años. Es decir, alrededor de 40 % de los
votos fueron por correo.
Independientemente
de lo que uno pueda sentir sobre el resultado de las elecciones presidenciales
de Estados Unidos de 2020, una cosa debe quedar clara: el sistema funcionó como
se suponía. Es más, en los próximos días, el sistema electoral de la nación
seguirá funcionando. Los funcionarios electorales obtendrán y certificarán
recuentos precisos de los votos. Esos recuentos certificados determinarán el
ganador de las elecciones presidenciales, no los tribunales ni el presidente.
Según dicen, tal
participación récord fue posible solo porque las autoridades estatales y
locales hicieron ajustes ágiles a las nuevas circunstancias. Aumentaron el
acceso a la votación por correo y agregaron días de votación anticipada para
disminuir la densidad en los lugares de votación. También aprendieron de
experiencias catastróficas en las primarias, cuando decenas de miles de
votantes fueron privados de sus derechos porque las solicitudes de boleta
electoral por correo no se procesaron de manera oportuna. Para las elecciones
generales, los funcionarios contrataron a miles de trabajadores adicionales
para procesar y contar las boletas electorales y trabajar en las urnas.
Ahora estamos
exactamente donde esperábamos estar: esperando que los estados terminen de
contar todas las papeletas y publiquen los resultados no oficiales. El
intervalo no es sorprendente: en cuatro de las últimas seis elecciones
presidenciales, incluida esta, los medios de comunicación no pudieron proyectar
un ganador con confianza antes del final del día de las elecciones.
El papel de los
tribunales no es decidir elecciones. Es para hacer cumplir las reglas que ya
estaban en los libros antes del día de las elecciones. Sería excepcionalmente
improbable que un tribunal impidiera el recuento de votos emitidos
legítimamente según las leyes de un estado, incluso para un Tribunal Supremo
tan conservador como el actual. La Constitución establece que los votantes
deben poder confiar en las reglas y prácticas estatales que estaban en su lugar
cuando emitieron sus votos. En la medida en que los funcionarios electorales
sigan esas reglas, como parecen estar haciendo en 2020, los tribunales pueden
hacer poco para evitar que se certifiquen resultados legítimos y se escuche la
voz de la gente. Mantenga la idea……continúa!
¿Quién es el ganador de la elección presidencial de Estados Unidos? Es la pregunta que sigue sin respuesta y que tiene en vilo al país. Pero esa es una película que ya han visto los estadounidenses. Hace 20 años, la elección presidencial fue resuelta en la Corte Suprema que determinó que el republicano George W. Bush ganó por 537 votos el decisivo estado de Florida frente al demócrata Al Gore. El desenlace solo fue conocido 35 días después de la votación.
ReplyDeleteAl haber una diferencia de menos de 0,5%, la ley requería un recuento automático de votos, lo cual redujo la ventaja de Bush a 327 sufragios. Al ser eso menor a 0,25%, debía darse un recuento de votos manual. El máximo tribunal emitió su fallo el 12 de diciembre de 2000, 35 días después de la elección: el recuento ampliado ordenado por la instancia de Florida y los criterios diferentes del conteo de "chads" entre condados eran inconstitucionales. Entonces Bush había ganado.
A diferencia de muchos países, en Estados Unidos a lo largo de la historia no ha existido una única forma de emitir el voto en las elecciones presidenciales. En algunos distritos se ha usado un sistema electrónico, en otros boletas en papel y en algunos más el votante tenía que usar una máquina con la que se perfora una tarjeta. Este último fue el método disponible en 2000 en los distritos de Florida, incluidas las populosas metrópolis de Miami y Palm Beach, donde el sistema de perforación, llamado "chad", representó un gran problema.
Es de esperar que en estos 20 años las autoridades electorales hayan aprendido de esa mala experiencia y que hayan puesto en su lugar mecanismos más eficientes para hacer un conteo rápido y seguro. La atención este año se centra en el conteo de las boletas enviadas por correo, cuya distribución fue señalada insistentemente por Trump como "fraudulenta". Ante la cantidad récord de votos por correo y anticipados que han surgido por la pandemia de covid-19, esto puede tomar mucho tiempo.
Uno podría pensar que eso es así pero no lo es. Los estados tienen cinco semanas desde el 3 de noviembre para decidir qué candidato ganó la batalla presidencial. Se conoce como la fecha de "puerto seguro" y este año es el 8 de diciembre. El 14 de diciembre los electores se reúnen en sus respectivos estados para votar. Si todavía no hay un ganador por mayoría para el 6 de enero, el nuevo Congreso decide el resultado en lo que se conoce como elección de contingencia, que ya citamos en el artículo. La Cámara de Representantes seleccionará al presidente mientras que el Senado elegirá al vicepresidente. Sí, esto significa que podríamos tener a un presidente y a un vicepresidente de diferentes partidos, pero todavía no es hora de pensar en la fórmula Biden-Pence o Trump- Harris. Cada delegación de la Cámara de Representantes tiene un voto. Quien sea que gane 26 delegaciones será el nuevo presidente de EE. UU.