Conversatorio sobre el COVID-19: Variantes y diplomacia de las vacunas (II)
Conversatorio sobre el COVID-19: Variantes
y diplomacia de las vacunas (II)
Gustavo Gonzalez Urdaneta y Roberto Martin Montilla
(Editores)
Miami 20 abril 2021
En publicación de
abril 2021 de The New York Times nos dice que las noticias sobre nuevas Variantes
del Coronavirus pueden causar temor a quienes desconocen la jerga genómica.
Lo cierto es que los virus experimentan mutaciones con frecuencia, tanto en las
personas ya infectadas como durante el traslado de una persona a otra. Por eso
es importante recordar este adagio (modificado): Todas las variantes son
inocentes hasta que se demuestre su culpabilidad.
El coronavirus
responsable de la pandemia, SARS-CoV-2, tiene alrededor de 30.000 bases, o
nucleótidos. Conforme el virus evoluciona y se propaga de un huésped a otro,
algunas de estas bases cambian. Si solo cambiaran 20 bases, generarían más de
un billón de combinaciones o posibles variantes distintas de la cepa
responsable del primer brote. De los 136 millones de casos confirmados de
COVID-19 en el mundo hasta la fecha, se ha secuenciado el virus de un millón de
personas. De ese millón de secuencias, solo unas cuantas variantes han causado
inquietud entre los científicos, por ser más infecciosas, porque causan una
enfermedad más grave, porque pueden evadir en parte nuestra respuesta
inmunitaria o por todas las razones anteriores.
En otras
palabras: cientos de miles de secuencias no se han asociado con cambios
sustanciales en el comportamiento del virus. Si bien estos cambios pueden
ayudar a los científicos a rastrear cómo y dónde se propaga el virus, no tienen
ninguna importancia médica.
Según Eric
Topol, profesor de Medicina Molecular en Scripps Research y exintegrante del
consejo asesor del Covid Tracking Project, las variantes del coronavirus no
deben asustarnos. Las mutaciones de los virus son constantes, pero no siempre
peligrosas. Sin embargo, necesitamos seguir con la inmunización y mantener una
actitud vigilante. Hasta ahora, se ha demostrado la culpabilidad de cinco
variantes, según la designación “variantes preocupantes” de los Centros para el
Control y la Prevención de Enfermedades (CDC según sus siglas en ingles). Son
las denominadas B.1.1.7 (identificada en el Reino Unido), B.1.351 (detectada en
Sudáfrica), P. 1 (identificada en Brasil) y dos variantes más recientes
descubiertas en California y Nueva York. Ninguna de estas variantes tiene más
de veinte mutaciones notables, muchas de las cuales se encuentran en la
proteína de espiga del virus, que se adhiere a nuestras células y es el principal
blanco de las vacunas. Algunas mutaciones mejoran la capacidad del virus de
adherirse a las células que cubren nuestro tracto respiratorio superior,
mientras que otras interfieren con la capacidad de nuestro cuerpo de organizar
una respuesta inmunitaria integral.
Continua Topol,
un aspecto crucial es que no existe correlación estricta entre el número de
mutaciones y los cambios en la capacidad infecciosa del virus. Por ejemplo, se
descubrió hace poco en Angola la variante con el mayor número de mutaciones
hasta la fecha, pero no hay pruebas claras de que cause una enfermedad más
grave. Se requiere una cantidad considerable de trabajo (estudios en
laboratorio y en un gran número de personas) para determinar si una variante
puede provocar un aumento en el número de casos, de hospitalizaciones, muertes
o reinfecciones.
Las vacunas
administradas en Estados Unidos se desarrollaron antes de que surgieran algunas
de las variantes. Sin embargo, hasta ahora parecen ser efectivas para combatir
a esos virus. En estudios de laboratorio se ha demostrado que las vacunas de
Moderna y Pfizer, que emplean una tecnología llamada ARNm, son eficaces contra
las variantes principales. Aunque las variantes reduzcan la efectividad de las
vacunas, las vacunas contra el coronavirus que emplean tecnología ARNm y se
aplican en la actualidad son tan buenas que no es probable que una reducción
afecte su tasa de efectividad de manera significativa.
La cantidad
limitada de pruebas disponibles para las vacunas Johnson & Johnson, AstraZeneca
y Novavax sugiere que en general conservan su efectividad para combatir las
variantes. Hasta ahora, la variante B.1.351 parece ser la más hábil para evadir
a las vacunas, pero algunos estudios indican que las inyecciones todavía pueden
prevenir una enfermedad significativa.
En Estados
Unidos, B.1.1.7 se ha convertido en la variante dominante. Imagina que B.1.1.7
es una versión superpropagadora del virus, capaz de dejar atrás a variantes que
no pueden transmitirse con tanta eficiencia. Sabemos por el Reino Unido, donde
esta variante ha sido responsable de casi el 100 por ciento de las infecciones,
que la vacunación ha reducido los casos, las hospitalizaciones y las muertes
con gran efectividad. Las noticias de Israel, que ha vacunado a su población más
rápido que los demás países, demuestran que la efectividad de la vacuna ARNm no
disminuyó con las tres variantes preocupantes más comunes.
Estados Unidos
observa el principio de una cuarta oleada de COVID-19, más drástica en
Míchigan, donde en las últimas dos semanas el número de casos nuevos ha
aumentado un 60 por ciento y las muertes y hospitalizaciones son de más del
doble. Cuando ocurrieron los repuntes previos no teníamos vacunas, pero ahora
que hay varias, podemos detener cualquier repunte en los casos en cuanto
aparezca. Por desgracia, Estados Unidos se ha comprometido estrictamente a
asignar las vacunas solo con base en la población, en vez de utilizar una
táctica dirigida para contener áreas de contagio como Míchigan. Esta estrategia
es todo lo contrario a lo que se ha probado que funciona en Israel, el Reino
Unido y otros países.
Las principales
variantes representan un reto, pero, según Topol, la extraordinaria efectividad
de nuestras vacunas las superará a final de cuentas. En parte, se debe a que
las vacunas inducen una respuesta inmunitaria mucho más amplia y poderosa a las
infecciones por coronavirus que la del cuerpo humano. No obstante, es esencial
que contengamos el virus para que no pueda evolucionar más y, en teoría, eluda
nuestras vacunas.
Las vacunas son
herramientas vitales, pero el uso de cubrebocas y el distanciamiento social
funcionan bien contra las variantes. Combinar estas estrategias de mitigación
con la vacunación es la forma más rápida para salir de la pandemia. La ciencia
de las variantes del virus y las pruebas de nuestro armamento de vacunas
comenta Topol, deberían llenarnos de confianza de que estamos camino a la rampa
de salida.
Sobre el tema de
la Diplomacia de las Vacunas, Eric Farnsworth, vicepresidente de Americas
Society and Council, nos decía en abril que el mes pasado, la Casa Blanca anunció
que Estados Unidos ofrecerá millones de vacunas contra el coronavirus a sus dos
vecinos inmediatos, México y Canadá, en un paso bienvenido hacia la reversión
de las políticas de "Estados Unidos primero" de la administración
Trump. Pero por razones humanitarias, económicas y estratégicas, debe ser solo
el primer paso hacia un programa intencional del liderazgo estadounidense para
vacunar a las Américas.
En la lucha
global contra COVID-19, los países de América Latina y el Caribe se han quedado
rezagados. Los sistemas de salud débiles, el liderazgo incierto, el alto número
de trabajadores informales y la mala suerte han creado una tormenta perfecta en
la región. Incluso mientras Estados Unidos y otras naciones ricas comienzan a
reabrir y esperan volver a la normalidad, América Latina y el Caribe están
luchando por salir de su contracción económica más pronunciada en más de 100
años, acabando con una década de avances en la lucha contra la pobreza y
exacerbando la desigualdad ya desenfrenada. No se espera que el PIB per cápita
se recupere a niveles anteriores a la pandemia hasta 2023, lo que anticipa otra
"década perdida", además de la tensión financiera y el alto potencial
de volatilidad política.
Ahora, mientras
muchos países de la región se preparan para las elecciones, el virus continúa
mutando y propagándose. Con casi el 50 por ciento de su propia población ya inoculada,
Estados Unidos pronto tendrá la capacidad de producir dosis excesivas por
millones. América Latina, más afectada que cualquier otra región del mundo,
debe recibir consideración y acceso prioritarios. Biden ha
anunciado que Estados Unidos podrá producir y distribuir suficientes dosis de
vacunas para cada adulto estadounidense a fines de mayo. Esto significa que el
gobierno de los EE. UU. pronto podrá inundar el mercado mundial con vacunas de
alta calidad a un costo relativamente bajo.
Si Washington no
vacuna a las Américas, cederá su pretensión de ser el socio regional preferido.
Con él, la puerta a una cooperación más amplia se abre de par en par. Desde el
comienzo de la pandemia, China ha expresado sus esfuerzos por brindar
asistencia a la región; más recientemente, ha promovido sus propias vacunas al
tiempo que destaca la lenta y desigual campaña de inoculación en los Estados
Unidos. Rusia, por su parte, ha promocionado en voz alta su vacuna Sputnik V,
destacando su aceptación en Argentina, México y Venezuela. Cuba está trabajando
arduamente para producir sus propias vacunas para enviar a todo el mundo en
desarrollo. Todos estos países están compitiendo esencialmente en el mismo
campo de juego, entregando resultados a las personas necesitadas, donde
Washington alguna vez tuvo una clara ventaja y donde se encuentran para
acumular una buena voluntad significativa y una mayor influencia política. Los
líderes autoritarios o antiliberales solo necesitan preocuparse por ellos
mismos y sus leales políticos, y a menudo pueden poner en desventaja a sus
propios electores en la búsqueda de ambiciones globales.
Las razones de
prioridad de actuación de EE. UU. para América Latina y el Caribe son las
mismas de siempre, el interés propio estratégico: lo que sucede en la región no
se queda ahí; dada su proximidad, inevitablemente afecta la vida cotidiana de
los ciudadanos estadounidenses de manera más directa que en cualquier otra
parte del mundo. Además, la pandemia y sus secuelas económicas están agravando
las crisis migratorias de la región, desde Venezuela y también Centroamérica,
lo que representa un desafío para Estados Unidos y los países vecinos. Una
campaña de vacunación en toda la región contribuiría al objetivo final de
devolver a los países afectados por crisis a una base más estable.
La creación y
financiación de una instalación dirigida por Estados Unidos para la adquisición
y distribución regional de vacunas también generaría impulso en apoyo de las
principales prioridades de política exterior regional de la administración
Biden, al igual que la Iniciativa Enterprise for the Americas, que tenía como
objetivo expandir el comercio y la inversión en toda la región. hizo por el
expresidente George HW Bush.
Una iniciativa
liderada por Estados Unidos para vacunar a las Américas lograría muchos
objetivos más allá de contener COVID-19. Reafirmaría el liderazgo de Estados
Unidos en la región mediante gestos de buena voluntad y asociaciones; estimular
el crecimiento económico y la creación de empleo de base amplia e impulsados
por la inversión para todos los ciudadanos; ayudar a regularizar y racionalizar
los flujos migratorios; reactivar el sector turístico del que depende gran
parte de la economía de la región; reducir la corrupción y el crimen organizado;
y ayudar a hacer retroceder las incursiones chinas y rusas en la región.
No hay tiempo
que perder. Las potencias autoritarias como China y Rusia, a las que pronto se
unirá Cuba, tal vez, ya están enviando sus vacunas de cosecha propia a toda la
región como parte de su esfuerzo a largo plazo para desplazar la influencia de
Estados Unidos. Mucho de la inacción de Washington en compartir vacunas y
suministros médicos se debe a que Estados Unidos no necesariamente recibe
crédito por las contribuciones de su sector privado o de grupos de la sociedad
civil. Algo de esto es lamentablemente preciso.
https://www.globalresearch.ca/31-reasons-why-i-wont-take-vaccine/5740534?utm_campaign=magnet&utm_source=article_page&utm_medium=related_articles
ReplyDelete