Conversación de despedida con mi hija (Gustavo Gonzalez Urdaneta) Miami 14 mayo 2021
Conversación de despedida con mi hija
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami 14 mayo 2021
Uno no está supuesto sobrevivir a un hijo así que el
dolor que experimentas al despedir a uno es nuevo, más profundo y con una carga
sentimental que tiene sus raíces en el día que nació y a ese árbol con el tiempo le van naciendo ramas y va adquiriendo
mayor frondosidad con cada año trascurrido en etapas que van de la infancia a
través de su formación escolar y todas esas primeras veces que los acompañan
hasta que se casan y empieza una nueva etapa, la de los nietos. Son tantos
recuerdos que te toma el resto de tu vida, recordarlos poco a poco. Por eso
nuestros recuerdos constituyen nuestro árbol genealógico. Los árboles son los
seres vivos más viejos del planeta.
Hay tristezas que se llevan por dentro y en ellas
guardamos los recuerdos de los seres queridos que ya no nos acompañan: La esposa,
la pareja, padres y hermanos. Nunca esperas incluir un hijo. Es difícil no
reflejar de alguna forma esas pérdidas, siempre hay algún indicio en nuestra
cara, en lo que decimos o en esa mirada perdida y desenfocada por estar
viajando a través de nuestras memorias. No debemos privarnos de esos recuerdos
pues lo que puede alejarse en el tiempo sigue vivo en la intensidad de nuestros
sentimientos internos.
Traer a nuestra memoria los recuerdos de la figura e
imagen del ser querido que despides te brinda la oportunidad de revivir los
años compartidos y agradecer la suerte de tenerlo siempre presente. Seguro que
su presencia te da la permanencia de ese sentimiento de familia que ambos
fundaron y compartieron. Esos recuerdos son parte de la fuente de juventud que
te permite seguir adelante.
Cada uno lleva su propio mundo en la cabeza y no es fácil
consolar a nadie en esta ocasión tan especial. Lamentablemente, mi querida Hija,
así es la vida, los finales son comienzos también, y uno solo sabe que avanza,
lo mejor es dejar que todo siga y facilitar que el agua de esta corriente, que
es la vida, siga su curso e ir encontrando nuevos límites a nuestra capacidad
de convivir con nuestras tristezas y alegrías. Hoy veo con mayor claridad la maravilla
que es ver crecer a los árboles que sembramos en el jardín que es nuestra
familia. Parafraseando a Rodolfo Izaguirre…unos crecen más rápidos que otros
pero todos cambian al crecer y el tiempo adquiere enorme importancia porque
permanece al acecho, ofrece apoyo y complicidad a todos y a cada uno.
¿Sabes una cosa? Contigo aprendí a ser padre, aún estoy
aprendiendo, Se que cometí muchos errores contigo y en vida te negué tantas
cosas de mí, mi tiempo, mi esfuerzo… con frecuencia mi trabajo, mis metas, mis
problemas eran primero que tú. Pero si estoy consciente de algo, siempre fui tu
amigo al que le contabas tus cosas y a quien acudías en cualquier necesidad. En
eso creo que no te fallé. Pero, no era suficiente estar siempre disponible, tu
tenías que haber sido una de las primeras personas por las cuales yo me
preocupara de verdad, tu alma tuvo que haber sido prioridad en mi vida. Con
frecuencia fui ciego y sordo ante tu crecimiento y desarrollo.
Hoy quiero volver el tiempo atrás y recordar todos los
momentos que si compartimos, ya no puedo compensar las cosas que en vida te
negué. Hagamos cuenta que esto es un sueño y que al despertar tu estuvieras
ahí. ¡Falso! Esto ni es un sueño ni tu estarás pues te has ido para más nunca
volver. Ya no podré remediar lo que no te dí. Pero si puedo soñar despierto y conversar sobre nuestra
linda relacion padre-hija. Eso nadie lo puede impedir.
Tener una hija es luchar por
sus sueños con ella, hacerle creer que puede con todo y que siempre, pase lo
que pase, estarás a su lado. Tener una hija es ser feliz cuando la ves sonreír,
y no poder derramar una lágrima cuando la ves llorar. Tener una hija es un
regalo, y es cierto que es un amor que dura para toda la vida, que cambia con
los años, pero que es tan fuerte como el primer día. Al final aprendí a cambiar
pañales, hacer teteros, reponer chupones, calmar llantos, mecer la cuna,
cantarle a un bebé que creo no me entendía, a no dormir, a vivir pendiente de
la alarma de la cuna del bebé y, hoy en día, lamento haber estado tan ocupado
con mi profesión y formación profesional que pocos recuerdos tengo de esa época
hasta los tres años de Adriana en que nos fuimos los tres a Londres por mi
doctorado. Allí fue todo muy distinto Una época inolvidable.
Recuerdo, como si fuera ayer, cuando con tus tres añitos en Londres te reunías con tus amiguitas en la casa
en 5 The Green en Wimbledon Common y, entre ustedes, hablaban en inglés pero apenas entraba un adulto cambiaban a español y
cuando te pregunté por qué lo hacían, me dijiste que era que nosotros
hablábamos muy mal el inglés. Ahí entendí que era la misma razón cuando te
llevaba a diario al colegio y no querías que me bajara.
Seguro te acuerdas cuando te enseñé a montar en bicicleta en el pond enfrente de nuestra
casa y quedé sorprendido de lo rápido que aprendiste. Ahí empecé a
darme cuenta de lo que llaman el gap generacional. Yo aprendí solo y cuando me
regalaron la primera bicicleta lo único que me dijeron era que solo podía darle
vueltas a la manzana de la casa en El Rosal. Siempre fuiste una gran compañera
de viaje. En algunas oportunidades, que tu mami no podía, fuiste mi pareja y
conservo fotos de sitios tan distantes como las pirámides de Egipto, los
bosques de Sherwood con tu abuelo materno y una cena con mis amigos de Cigre en
el Sena en Paris. Una vez, con tu mami, hicimos un Road Trip por Francia que
fue inolvidable. Fueron muchas vivencias a tu temprana edad.
Esa actitud tuya desde tan tempana edad tuvo continuidad,
fuiste un ser humano muy especial, algo fuera de serie, siempre tan alegre,
positiva y extrovertida que hacías amigos todos los días y les transmitías ese
espíritu interno que todos te admiraban. Viviste una vida feliz y agradecida de
todo lo que tenías, sin ser perfecta. La balanza estaba a tu favor y eso se
reflejó en la gracia del Señor al permitirte despedir de todos durante
tu sueño, como lo hacen las almas buenas y al obviarte el
calvario de la quimioterapia. Como me dijo una de tus hermanas del alma, no
hubo dolor, ni malestar, moriste en paz.
De los años más felices de mi vida fueron tus inicios escolares y
sobre todo, las vacaciones pues era cuando más tiempo teníamos para compartir.
En esa época te convertiste casi en una nadadora profesional, hacías cien
piscinas de cincuenta metros todos los días. Aprendiste ballet y flamenco
español, ambos te encantaban. Razones en la vida te llevaron a graduarte de
bachiller en Bogotá y de Licenciada en Administración en Caracas.
Tus años en la Metropolitana, con tus hermanas del alma, fueron
de particular experiencia para todos. Recuerdo que conversamos y tu experiencia
era similar cuando pasé del San Ignacio a la UCV. Venias de tu colegio muy
estricto en Bogotá a una universidad como la Metro totalmente diferente, no
solo académicamente sino socialmente. Igual me pasó cuando de los Jesuitas pasé a la UCV. Ciento ochenta grados. Nada que ver. Tu
escogiste por tu propia cuenta la carrera de administración así como yo la de
ingeniero electricista. Afortunadamente a ambos nos fue bien. En esos años pasé de tener una hija a sentir el mismo cariño por todas tus
hermanas del alma. Recuerdo las cenas que las invitaba a todas en Sebucán y los
ratos inolvidables compartidos con unas hijas que me llamaban “otro Papi” y que
además de bellas eran muy queridas e inteligentísimas. A todas las vi casarse.
Cuando nació tu hermanito te convertiste en su amiga y así fueron
toda la vida. Los años compartidos en Sebucán fueron un aprendizaje para los
tres. Alli, recuerdo, cuando cumpliste treinta años, me planteaste que no
podías seguir viviendo con tu papá y que te ayudara a conseguir lo que llamaban “un anexo”.
Un pequeño apartamento adosado a una casa. Tuviste esa linda experiencia de
independencia y manejo directo de tu hogar hasta que te fuiste a acompañar a tu
mami y allí con el tiempo decidiste casarte, formar hogar y hacer tu propia
familia.
Siempre, me brindaste ese amor de hija que en ti era algo
natural, pendiente del mínimo detalle que sabias me hacía feliz, de mi
cumpleaños y de cualquier aniversario así fuera poco relevante. Tu amor de hija
estuvo presente hasta el día anterior a tu partida cuando me contaste tu
primera experiencia con la quimioterapia.
En algo que siempre buscaste complacerme fue en hacerme abuelo y eso
siempre te lo agradecí. Lamentablemente el único nieto murió a la semana, lo
cual también fue una gracia del Señor.
Disfruté y me sentí muy orgulloso con tu Maestría en Administración
en la UCV y todos los otros cursos que seguiste para moldear tu perfil
profesional. Al final terminaste como toda una profesional en el área de los
medios y las redes sociales, el coaching y consultora en esas disciplinas. Muy
afines a tu perfil personal. La vida te llevó a emigrar y hacer casa en Tenerife con tu marido y tus
cachorros. Toda una nueva experiencia que tuvo grandes momentos con tus Ferias
Digitales, Alli disfrutaste de nuevas amistades y la compañía de tu familia
politica. Incursionaste en el mundo de los e-books y me contaste que tenías
como meta una docena, para lo cual no te alcanzó el tiempo.
He meditado mucho sobre mi caminar contigo en esta
tierra. He pensado como a veces los padres desperdiciamos los más ricos
momentos que Dios nos otorga como familia. Creemos que todo estará ahí siempre,
que los hijos nunca se han de ir, que la esposa siempre permanecerá a tu lado y
que siempre soportará todo. Que nada cambiará. ¡Qué pocas veces valoramos y
disfrutamos a plenitud lo que en ese momento tenemos! La diferencia, cuando
pierdes un hijo y miras para atrás, no sabes exactamente qué pasó. Sólo sabes que desde que pasó nada volverá a ser lo mismo. Cuando se nos va un hijo…queda un dolor
que sólo Dios con su infinito amor nos ayuda a sobrellevar. Hija,
te extrañaré todos los días, sólo que no todos los días lo aceptaré.
En estos días, recordando experiencias con amigos que les
ha tocado igualmente sobrevivir a sus hijos, me he quedado pensando que algunas
personas nunca nos dejan, nunca se van por completo aunque ya no estén. Su
esencia queda, su voz se escucha, las oímos sonreír. Algunas personas jamás nos
dejan, Son eternas. Es imposible no estar triste…su ausencia duele pero su
recuerdo nos hará sonreír.
En muchos aspectos eras imagen y semejanza de tu padre,
recuerdo que te ponías a jugar a la “oficina” en tu cuarto y tu mesa era casi
una copia del escritorio que veías cuando me visitabas al trabajo; heredaste
ese apego al orden que tenemos todos los nacidos bajo el signo zodiacal Virgo
pero tú eras, como tu mami, Aries, poco de común conmigo. Por ejemplo, los
arianos siempre son niños, creen en duendes, hadas, ángeles e incluso pueden
hablarles. La vida los hace adultos, pero jamás dejan su niñez atrás. Son
sinceros y espontáneos como los niños a la hora de decir algo. No piensan ni un
segundo antes de hablar y eso hace que otras personas los interpreten mal,
cuando lo único que hacen es ¡decir la verdad! Algo que nunca aprendiste fue a
administrar el dinero, sin embargo, me demostraste que la vida se resuelve con
energía, coraje, valentía y muchísima alegría ¡Arriba Aries y su espontaneidad!
La vida nos llevó a emigrar, cada uno lo hace por
diversas razones, la mayor parte de los que emigran lo hacen por motivos
económicos, huyendo de la pobreza, buscando acceso al trabajo, un mejor nivel
de vida, mejores condiciones de trabajo y remuneración, o en casos más
críticos, por cuestiones de supervivencia. La situación de hambre y miseria en
muchos países subdesarrollados obliga a muchos emigrantes a arriesgar su vida
(y hasta perderla en multitud de ocasiones), con tal de salir de su situación. Ustedes, los jóvenes, lo hicieron en busca de
un futuro que su país de nacimiento no les ofrecía. El tiempo les dio la razón.
Qué bueno que lo hicieron a su debido momento.
Les doy gracias al Señor por los años que te permitió vivir en Tenerife, para ustedes fue
una bendición y me alegro de que hayan podido compartir con la familia politica
y los éxitos que ambos obtuvieron. No pude visitarlos con la frecuencia que
hubiera querido pero los ratos compartidos perduran para siempre. Lo importante
es que se aclimataron a la isla y tuvieron éxito en todos lo que hicieron.
Algo que he aprendido recientemente es que no le pidas a
una persona en duelo que sea fuerte cuando no lo puede ser. No le pidas que no
llore porque las lágrimas son parte del dolor. No compares su
pérdida con otra porque su duelo es único y personal. No le
empujes a que contenga sus emociones, porque sería agregarle más carga.
Acompañarlos en estos momentos no significa darles ánimo sino respetar el
silencio del que está sufriendo. El dolor que se siente no se puede expresar en
palabras, nada nos prepara para despedir a nuestros hijos, Nuestro corazón se
parte ante esta situacion y no existe consuelo para lo que uno siente hoy. ¡Te
amo y te extrañaré por siempre, querida Hija!
Cuanto más pienso en tu partida menos me acostumbro. Pero
sé que no puedo hacer nada por cambiar el hecho de que ahora eres un ángel. Por
favor se mi ángel y ayúdame a soportar tu ida. Te he extrañado desde el día en
que te fuiste. No he dejado de pensarte pues nunca te olvidaré. Nunca olvidaré
esa gran sonrisa, tu espontaneidad, esas locuras, esa alegría. Lo único que me
consuela es que ahora estés cerca del Creador.
Nuestras oraciones por el descanso celestial de mi hija
Adriana Beatriz, QEPD.
Un fuerte abrazo a todos los amigos que me acompañan en
mis sentimientos,
LOS HIJOS SON UNA BENDICIÓN DE DIOS
ReplyDeleteHermoso homenaje para su primer y verdadero gran amor. Su hija se sentía amada y eso lo reflejaba en cada palabra que transmitía y en el amor que le brindaba a todo el que se le acercara. Ella aprendió a amar porque tuvo unos padres que la amaron y la enseñaron a amar. Lamento profundamente su tristeza, pero no deje de escribir, que en la escritura encontrará un medio para expresar su dolor
ReplyDeleteQue hermosa manera de despedir a una hija, amor incomparable.
ReplyDeleteMis sentidas condolencias Gustavo y Que descanse en paz 🙏 🙏 🙏
Tocayo que hermosa narrativa, mis sentidas condolencias
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