El Efecto Pigmalión (Gustavo González Urdaneta)
El Efecto Pigmalión
Gustavo González Urdaneta
Miami 25 septiembre 2022
A menudo hablamos de la importante influencia que tienen nuestras creencias y pensamientos sobre nuestras capacidades sobre lo que hacemos. Ahora bien, ¿cómo influyen las creencias y pensamientos de otras personas hacia nuestras capacidades sobre lo que hacemos, y sobre lo que somos? A esta pregunta da respuesta el denominado efecto Pigmalión.
El efecto Pigmalión debe su nombre a una leyenda relatada por Ovidio, en la que su protagonista era el rey Pigmalión de Chipre, hábil escultor. Este rey afirmó que no se enamoraría de ninguna persona que no fuera perfecta. Como es evidente, esta búsqueda causaba mucha frustración a Pigmalión, pues no daba con una mujer que cumpliera tal requisito. Por ello, tomó la decisión de dejar la búsqueda y de comenzar a crear esculturas de mujeres.
Del rey Pigmalión se cuenta que produjo una escultura de la diosa Afrodita, tan bella que se enamoró perdidamente de ella, hasta el punto de rogar a los dioses para que la estatua cobrara vida y poder amarla en la vida real. La cultura romana (Ovidio en su Metamorfosis) reelaboró el mito: Venus (la equivalente latina de la griega Afrodita) accedió a sus ruegos y convirtió a Galatea, la escultura, en una mujer de carne y hueso, que se convirtió en su deseada amante y compañera.
Más tarde Pigmalión se casó con ella y fruto de su amor, nació su hija Pafo. La expectativa cargada de deseo se hizo finalmente realidad. Por tal razón, en psicología se toma su nombre para referirse a situaciones en las que un hecho cualquiera se cumple, no por el hecho en sí, sino por desearlo mucho, o porque la persona que lo desea crea subconscientemente las condiciones para que se dé.
De acuerdo a la historia previa, podemos definir el efecto Pigmalión como la influencia que tienen las creencias de otras personas sobre nuestras propias capacidades y sobre lo que podemos o no lograr. Es decir, el hecho de que otras personas me vean como una persona capaz de hacer algo, hará más probable que yo acabe siendo capaz de hacerlo. Y lo mismo ocurriría de manera contraria. Así, este efecto explica cómo las expectativas que otras personas depositan en mí acaban siendo integradas y cumplidas por mí, para bien o para mal.
Cuando se trata de un efecto positivo (Efecto Galatea) del deseo de cumplir nuestros sueños y metas, el efecto Pigmalión es una gran herramienta de autorrealización. Cuando se trata de un efecto negativo (Efecto Golem), trata de profecías o hechos autocumplidos debido a nuestra fijación con la idea de desgracias o fatalidades que, de una o de otra manera, nos lleva a acomodar las situaciones y condiciones para que las "veamos cumplidas". Este último efecto debió ser una de las inspiraciones básicas de Murphy para su Ley.
Tal vez no has oído hablar antes del Efecto Golem. Para explicarlo, lo mejor es recurrir a su hermano pequeño, el Efecto Pigmalión. En realidad, ambos efectos son “opuestos”, hasta el punto de que, en muchas ocasiones, al Efecto Golem se le llama también “Efecto Pigmalión Negativo”. El Efecto Golem es el proceso según el cual una persona condiciona a un tercero para que su autoestima disminuya y crea que no es capaz de hacer algo, de tal forma que, mediante una nueva profecía autocumplida, definitivamente no pueda hacerlo. Evidentemente, en ambos casos, lo sucedido se retroalimenta: Si eres y logras algo, acabas creyéndote que eres capaz de más cosas; si no logras algo, acabas creyéndote que no eres capaz de lograr nada.
El campo educativo es donde más se ha estudiado este efecto, de la mano de Rosenthal y Jacobson, que lo estudiaron en relación a la profecía autorrealizada. Lo que descubrieron fue que los maestros “clasificaban” inconscientemente a los alumnos, de tal forma que determinaban (de forma irracional) quién tenía posibilidades de obtener buenos resultados y quién no las tenía. Después, mediante la forma en que trataban a unos y a otros, se acababa cumpliendo la previsión que habían hecho.
El efecto Pigmalión es positivo cuando, por ejemplo, provocamos un efecto bueno en cualquiera ser humano animándole a afrontar una tarea para él complicada porque confiamos en él, reforzando una imagen segura y con la autoestima alta. También implica animarle ante los fracasos para que vuelva a intentarlo o enseñarle a asumir las consecuencias negativas de una acción que le ha salido mal, aunque él haya tratado de hacerlo bien. El efecto Pigmalión es negativo cuando destruimos la autoestima de alguien a través de comentarios y descalificaciones. Cuando sacamos a relucir sus defectos y los destacamos como si fueran los rasgos que mejor le definen: que si es un vago, un quejica, torpe, que si es tonto por no sacar buenas notas, etc. Los niños tampoco se libran de este efecto, por eso la posición y el buen tacto de sus padres es fundamental para que tengan un buen desarrollo de su propia personalidad y carácter.
La mejor manera de que quienes integran nuestro entorno familiar y social cumplan con los objetivos que le proponemos es motivándole y mostrándole nuestra confianza. Regañarle por sus errores o torpezas y mostrarnos disgustados por su forma de ser sólo le creará inseguridad y le llevará a ser incapaz de afrontar muchos de los retos que la vida le planteará.
El comportamiento de un adulto se ve alterado en gran medida según las creencias que los demás tengan sobre nosotros: la falta de confianza de nuestro entorno nos puede llevar a no afrontar retos por miedo al fracaso, y por el contrario, si hay confianza y empuje entre quienes nos rodean, nos veremos con capacidad de lanzarnos a donde haga falta. Son muchas las veces que actuamos por cumplir las expectativas que se esperan de nosotros, más que por nosotros mismos.
Veamos algunos ejemplos de cómo el efecto Pigmalión puede actuar en positivo. Por ejemplo, el efecto Pigmalión en la Educación consiste en lo que los demás nos comunican sus expectativas con respecto a nosotros, logrando así ser influenciados por ellos sin que nos demos cuenta, “la imagen o expectativa del futuro que el educador tiene en relación con el alumnado influyen en su comportamiento”. En el área laboral también podemos ver ejemplos del efecto Pigmalión. Si mis superiores me ven como una persona capaz, con talento, y con amplias posibilidades de mejora, entonces será más probable que yo acabe confirmando sus expectativas. Si mis padres en mi casa confían en que puedo lograr algo, probablemente me ayudarán a hacerlo, depositarán esa expectativa en mí, y, más fácilmente, yo acabe desarrollando cualquier habilidad sin quedarme atrapado en el hecho de “ser miedoso”, sino en la creencia de “si me dicen que puedo, entonces será que puedo”. Este ambiente también será más favorable para desarrollar una alta autoestima.
Ahora bien, el efecto Pigmalión puede retrasar o anular el crecimiento de una persona si se usa de forma negativa. Así cómo es posible depositar expectativas positivas, también es posible hacerlo con las negativas, de tal manera que el impacto sobre la otra persona es tal, que esta no puede desarrollar todo su potencial. El efecto Pigmalión es negativo (Efecto Golem) cuando destruimos la autoestima de alguien a través de comentarios y descalificaciones. Cuando sacamos a relucir sus defectos y los destacamos como si fueran los rasgos que mejor le definen: que si es un vago, un quejica, torpe, que si es tonto por no sacar buenas notas, etc.
Investigaciones recientes en neurología, están descubriendo que el cerebro tiende a decidir en función de lo que cree, no de lo que ve. Es decir, vemos el mundo según creemos que hay que verlo. La construcción del personaje del candidato político y el manejo de su imagen ayuda al político a ser exitoso en campaña. Tanto en cine como en teatro, se ha abordado el tema de la construcción de imagen. Un ejemplo ilustrativo del efecto Pigmalión fue legado por el dramaturgo británico George Bernard Shaw, quien a principios del siglo XX escribió inspirado por el mito la novela Pigmalión, y fue llevada al cine en 1964 bajo el título ‘My Fair lady’. En su trama se muestra como la protagonista, quien parte de ser una humilde vendedora de flores, sin modales ni buenas costumbres, es instruida por un caballero que la moldea y refina hasta producir que se muestre al paso de poco tiempo como toda una dama, capaz de brillar en sociedad. Parece existir una gran fuerza de autosugestión en nuestro subconsciente, capaz de convertir en realidad nuestras obsesiones, temores profundos, expectativas y deseos fundamentales, a través del acomodamiento de circunstancias que facilitan esa cristalización.
Las expectativas psicosociales son categorías psíquicas que engloban la potencia, el poder y el deseo de las personas para lograr sus objetivos, metas y proyectos de vida a nivel personal y grupal. Mientras más intenso el planteamiento de las expectativas más dinámica es la vida psíquica y social. La dinámica de la construcción de las expectativas tiene como primera fuente la personalidad. Es así como desde los ejes de la personalidad y los tiempos en los que se conforman las expectativas, tendríamos el proceso de construcción de estas.
Está demostrado que la confianza que los demás tengan sobre nosotros puede darnos la fuerza para poder alcanzar los objetivos más difíciles. Esta es la base del efecto Pigmalión. A partir de este principio, Robert K. Merton acuña el término “profecía autocumplida”. En su libro Teoría y estructura sociales (1970), considera que “la profecía autocumplida es, en el origen, una definición falsa de la situación que suscita una conducta nueva, lo cual convierte en verdadero el concepto originariamente falso”. Con el nombre ‘Efecto Pigmalión’ se designó las consecuencias que generan sobre el comportamiento de una persona las expectativas y creencias que se tienen de ella. Si percibe que se le valora poco o que es tratada con desconfianza, esto se reflejará en sus acciones, mostrando resultados tendentes a la mediocridad. Si, por el contrario, percibe que sobre ella se deposita confianza y se le trata con consideración, su desempeño mejorará notablemente. Este efecto también se da con las expectativas que uno tiene sobre sí mismo.
Los políticos son seres muy particulares en los cuales difícilmente vemos cumplidas nuestras aspiraciones y expectativas respecto a lo que esperamos de ellos. El efecto Pigmalión, en política, aparece cuando el acceso masivo a datos, información y campañas propagandísticas logra sacar de contexto a los candidatos y los sustrae de la realidad cotidiana, confiriéndoles atributos abstractos ante la percepción de los demás, presentando a los candidatos como sujetos con rasgos éticos, con talento y con conducta ejemplar. La supremacía de los partidos políticos se ve de esta manera superada por una sociedad, que no milita y no participa en ellos, prefiriendo personajes carismáticos como modelo a seguir y así otorgarles el poder de dirigir una comunidad necesitada de ídolos a seguir. Ante esto, el candidato ganador deberá decir lo que la gente quiere escuchar, saber de lo que habla, creer en lo que dice, involucrar a los electores, generar empatía, contagiar una visión e incitar a la acción. Para ellos comparto una reflexión de Ronald Reagan tan aplicable a políticos y expolíticos actuales: “La política no es mala profesión. Si tienes éxito tiene muchas recompensas, si caes en desgracia siempre puedes escribir un libro”.
Reflexiones como las compartidas aquí no suelen tener fin. Es esencial cuidar mucho nuestras creencias y fijarnos en qué expectativas estamos depositando en todos a los que tenemos a nuestro alrededor, pues, aunque creamos que no, están teniendo un impacto enorme en su desarrollo. Y, lo mismo ocurre con las etiquetas que utilizamos con ellos. Los “eres” que escuchamos desde fuera acaban, con mucha probabilidad, siendo interiorizados como “soy”, de hecho “ser el bueno” de la familia también es una etiqueta con mucho impacto. Lo que esperamos de todos, aunque no se lo digamos de forma directa, moldea su escultura interna, tal y como ocurrió con Pigmalión y Galatea. Potenciar la autoestima es primordial. Por ello, trata de pensar, creer, y trasladar a todos, lo importantes, capaces, e increíbles que son, pues esa es la mirada que necesitan, y merecen, para verse, creerse y sentirse como tales.
“Ningún hombre sabe completamente lo que ha dado forma a su propio pensamiento“
Robert K. Merton
“Felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace” Jean Paul Sartre
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