Privatización del Sector Eléctrico Venezolano (I) (Gustavo González Urdaneta)
Privatización del Sector Eléctrico Venezolano (I)
Gustavo
González Urdaneta
Miami
1 enero 2023
La
privatización del sector energético de cualquier pais es un término que se
refiere al proceso de conversión del sector energético de un régimen
paraestatal hacia uno en el que el sector se encuentre abierto al mercado de
las empresas privadas. Es tema de controversia en muchos países. Existen muchos
argumentos sobre si en verdad se debiese privatizar este sector que significa
una gran parte de los ingresos nacionales en muchos países, por no decir la
totalidad en otros casos. Las tres principales razones que impulsan a la gente
a pensar en contra de ello son: La Injerencia Extranjera: la compra y
control del sector de forma total o parcial por parte de empresas privadas
extranjeras; la Monopolización: el dominio de facto de una sola empresa
privada sobre todas las demás, en la que los recursos e ingresos se dirigen a
una sola empresa; y el Desempleo: aunque nuevas empresas privadas
traerían nuevos empleos consigo, miles de trabajadores que anteriormente se
encontraban en las empresas gubernamentales quedarían sin trabajo.
En el caso de Venezuela, en
las últimas dos décadas, la degradación del sector energía (hidrocarburos y
electricidad) es responsabilidad exclusiva de quienes han tenido en sus manos
la dirección y gerencia de este sector que es indispensable para la economía de
la nación y para la vida cotidiana de sus habitantes. Es lamentable pero el
régimen actual ha llevado a la destrucción operativa y financiera a las dos
empresas del sector energía: PDVSA y Corpoelec. PDVSA se
trasformó, en una empresa con una deuda de 72,000 millones de dólares y
Corpoelec raciona diariamente entre 2000 a 2500 MW a nivel nacional. En el
sector energía, los hidrocarburos y la electricidad son complementarios, uno le
suple combustible al otro y éste le suministra electricidad y cada sector
generó durante el presente régimen su propio circulo vicioso de crisis interna.
Al final de los ’80 y durante los ’90, en el mundo
entero, el sector eléctrico sufrió una profunda transformación. El modelo
anterior se caracterizaba por la integración vertical de empresas que gozaban
de un monopolio en su territorio. La tendencia dominante tendió a sustituirlas
por empresas especializadas (generación, transmisión, distribución,
comercialización), con la creación de un mercado en donde los productores
compitan entre sí y los consumidores puedan escoger entre varios proveedores.
Esta transformación viene acompañada de una masiva privatización de las
empresas públicas, así como de un cambio radical en la manera de regular el
sector y sus instituciones. En América, Asia, Europa, África, es decir, en
todas las regiones del mundo se conoce más o menos la misma evolución. En todas
partes se manifiestan adhesiones entusiastas y resistencias tenaces. Surgieron
severas crisis (desde la de California, hasta la quiebra de Enron) que generan
nuevas preguntas en torno a la pertinencia y la eficacia de dicha política.
Venezuela no escapa a tal debate. Pero el país se
encuentra, más que otros, en un periodo de gran incertidumbre acerca del futuro
de su industria eléctrica. En 1989 se inició un proceso de privatización y, a
partir de 1996, una progresiva creación de una competencia en el mercado
eléctrico. El actual Gobierno aprobó en 1999 una ley para la regulación
eléctrica en Venezuela. Sin embargo. los cambios previstos en la ley no se
dieron. y durante los últimos veintitrés años, han sido postergados una y otra
vez. Más aún, en las dos últimas décadas varios proyectos de ley han sido
remitidos a la Asamblea Nacional para cuestionar radicalmente sus principios.
proponiendo, por ejemplo. la integración vertical de las empresas o la
estatización de todas las actividades del sector (proyecto Luis Tascón).
Hoy en día, es muy difícil prever hacia dónde va
la industria eléctrica venezolana. Los defensores de las reformas llamadas
neoliberales piensan que el mundo entero se dirige hacia un mismo modelo organizativo
en el sector. Existiría una solución única. óptima. Esta visión es simplista e
incluso errónea, porque varios modelos eficientes de organización son posibles
y. además. porque cada país tiene problemas específicos que resolver como la
herencia de un pasado ideológico, de un sistema institucional, de una
estructura industrial. de un conjunto de grupos de presión. que tienen un
enorme impacto sobre las tentativas de reforma. No hay tabla rasa, la historia
tiene importancia. Por esta razón. frente a la profunda incertidumbre que rodea
la evolución de la industria eléctrica en Venezuela y, la inminente necesidad
de darle apertura total a la participación del sector privado en todo el sector
energético venezolano. es importante hacer un recorrido por las diferentes
opciones disponibles para su privatización. Nos ocuparemos únicamente del
sector eléctrico y dejaremos que los colegas petroleros nos cuenten su visión
para el sector de hidrocarburos,
El Fondo de Inversiones
de Venezuela (FIV), el ente oficial responsable de la privatización de
empresas estatales adjudicó el 14 de septiembre de 1998 el 70% de las acciones
de SENECA (Sistema Electrico de Nueva Esparta) a través de un contrato de
concesión. Este es el primer complejo eléctrico venezolano en privatizarse.
El contrato de concesión era por 50 años y comprometía al Concesionario a
efectuar inversiones por más de 210 millones de dólares en un plazo de diez
años. También contemplaba un régimen tarifario con las normas de calidad del
servicio que entraría en vigor a partir del 1 de enero de 1.999. Entre las
primeras decisiones que debía tomar el grupo ganador estaba la opción
tecnológica para el suministro de energía a largo plazo. Esa ha sido la única experiencia
de privatización del sector eléctrico y, en términos generales, fue un éxito.
Para no rescribir la historia sobre el papel del sector privado en
el sector electrico venezolano, les recomiendo el libro de Rodolfo Tellería
para la historia del sector y un artículo de Eduardo
Páez-Pumar de abril 2021 “La Empresa Privada como prestador del Servicio
Eléctrico en Venezuela” en cuyas conclusiones indica que “sin la implementación
de todas las acciones prioritarias en materia económica, legal e institucional,
no se generarán las condiciones mínimas necesarias para atraer la inversión
privada, ni las fuentes de financiamiento requeridas para la consecución
exitosa de la recuperación del sector electrico nacional (SEN)”.
No hay duda de que todos coincidimos con
la conclusión anterior lo que me lleva a reafirmar lo que vengo diciendo desde
hace muchos años de que, desde el punto de vista conceptual, el futuro de los
negocios eléctricos en Venezuela todavía está por definirse en los actuales
momentos. Tal vez en un par de años,
varias de las incertidumbres e intangibles vigentes a esta fecha estén más
claras y valoradas, por lo tanto, mi intención es compartir con ustedes algunas
ideas, preocupaciones y esperanzas sobre las posibles opciones a futuro del
negocio eléctrico. Parto del principio que los “intereses” del Gobierno vigente
en su momento tendrá con el Sector responderán a todo lo pautado en la Ley del
Servicio Eléctrico que al final se apruebe.
Paez-Pumar señala dos posibles opciones
de participación del sector privado en la privatización del sector
eléctrico en Venezuela:
Venta de acciones en propiedad de PDVSA Una de
las opciones de privatización está asociada a la venta de acciones de empresas
privadas nacionalizadas que están en manos de PDVSA. En el caso de las acciones
de la Electricidad de Caracas, indica que fueron compradas por un valor de US$
739.260.000. Si PDVSA vende estas acciones, dispondría de un capital importante
para el pago de deudas pendientes, el aumento de la producción de gas y la
recuperación de la operatividad de pozos petroleros paralizados. Esta opción se
haría seguramente a través de la figura de Concesión. Faltando por definir el
modo de la venta.
Asociaciones Público-Privadas Entre
las opciones más utilizadas en Latinoamérica y el Caribe (ALyC) para el
desarrollo de infraestructura están las Asociaciones Público-Privadas (APP),
metodología que en Venezuela prácticamente no ha sido utilizada. Según la
Corporación Andina de Fomento (CAF), para el 2014, los países de la
región con mayor capacidad para movilizar inversión privada en infraestructura
a través de APP estaban Chile, Brasil, Perú, México y Colombia, en ese orden.
El Banco Mundial define la Asociación
Público-Privada como “un contrato a largo plazo entre un ente público y un ente
privado, para el desarrollo y/o la gestión de un bien o servicio público, en el
que la parte privada asume un riesgo significativo y la responsabilidad de la
gestión en la vida del contrato, y su remuneración está vinculada
significativamente a su rendimiento y/o la demanda o utilización del bien o
servicio". Falta por definir igualmente como se adjudican los contratos.
Los principales cambios regulatorios
comenzaron en el sector eléctrico latinoamericano a finales de la década de
1980. En este periodo, la mayoría de los países de la región tenían graves
problemas en el servicio eléctrico por falta de inversión y mantenimiento de
las infraestructuras, lo que provocó malestar en la población y aceleró la
petición de reformas. Se separaron los segmentos de actividad de la generación,
transmisión, distribución y comercialización eléctrica. Esa no era la situacion
de Venezuela. La transformación del sector eléctrico de América Latina combinó
la privatización de los activos estatales con una reforma regulatoria que
modificó el marco y el proceso de APP. Con el Decreto-Ley de 1999 en Venezuela
se instituyo la separación jurídica de las actividades del negocio electrico,
pero hasta allí llegó pues la Ley nunca fue ni ha sido aplicada.
La CAF publicó en el 2017 un documento
titulado “Asociación Publico-Privada en Infraestructuras
Energéticas-Experiencias Latinoamericanas” en el cual establece en sus
conclusiones que las APP involucran distintas disciplinas (p.ej. política,
judicial, institucional, fiscal, etc.) que las hacen complejas. Por ello, un
marco adecuado para las APP debe estar compuesto por un conjunto de marcos
específicos (política pública, jurídico, institucional, fiscal, y soporte) y un
proceso de APP que los articule y permita establecer la gobernanza.
Según la CAF, las APP deben considerarse
una opción en un país con un marco regulatorio y un proceso de APP suficientemente
desarrollado que minimice riesgos. Sólo así las APP pueden facilitar
oportunidades de financiación, mejorar la contratación, optimizar la
construcción y la O&M, y ajustar los pagos por la infraestructura
construida. Adicionalmente, las APP ofrecen ciertas limitaciones observadas en
su práctica que hacen que no sean una panacea. Aunque esa no es evidentemente
la situacion de Venezuela no debe descartarse.
Para atraer nuevas plantas de generación
se implementó una segunda ola de reformas del sector eléctrico latinoamericano
a partir de 2004. Con esta ola de reformas se produjeron numerosas APP gracias
a Contratos de Compra de Energía realizados por el mecanismo de subasta
competitiva, que garantizaban contratos a largo plazo o pagos por capacidad, en
países como Brasil y Colombia respectivamente. A partir del 2008, el mecanismo
de subasta comenzó también a extenderse a otros países de America Latina y El
Caribe (ALyC), estableciéndose como el mecanismo principal de apoyo
explícito dirigido a fuentes energía convencionales y subastas de energías
renovables.
No creo que al momento exista consenso
en Venezuela de como debe ser la apertura de las actividades del negocio electrico
(generación, transmision, distribución y comercialización) y la participación
en las mismas del sector privado. Personalmente siempre he estado a favor de
una apertura total a la competencia a través del sector privado en la generación;
considero que la transmision, dado su papel de intermediario entre la
oferta y la demanda, debe al menos en sus inicios permanecer como un “monopolio
deseable” mediante una empresa nacional de transmision y la distribución,
por definición, es un “monopolio natural” y debe abrirse totalmente al sector
privado. En Venezuela nunca ha existido el “mercado” como un ente separado así
que, en sus inicios, la comercialización del servicio debe permanecer en
manos de las distribuidoras hasta que se tenga la madurez regulatoria que
permita la apertura a comercializadores independientes. Puede que no muchos
compartan totalmente mi posición, pero es posiblemente la más viable dada la
crisis y el caos a que han llevado al sector.
Uno de los problemas graves para la
apertura y privatización de la generación en Venezuela es que dispone de
una capacidad enorme instalada de generación (35,000 MW) pero con una
indisponibilidad del 75%. Posiblemente una de las formas de rehabilitar lo que
sea factible, es privatizarlas a través de una variante de las clásicas APP
constituidas bajo cualquiera de las dos modalidades conocidas como BOT (Build,
Operate and Transfer) o BOO (Build, Operate and Owner) usando los
acuerdos de Compra de Energía clásicos tipo PPA (Power Purchase Agreement). Los
PPA mediante subastas competitivas se ha convertido en uno de los métodos más
populares y eficaces para atraer inversiones en ALyC. Los PPA a largo plazo
reducen los riesgos del mercado spot (corto plazo) e incentiva la construcción
y/o rehabilitación de nuevas infraestructuras. Dado su horizonte de largo
plazo, permiten ser un vehículo de financiación para la creación de
infraestructura energética de servicio público, y en este sentido, favorecen la
creación de Asociaciones Público-Privadas. Estos contratos suelen satisfacer la
demanda de clientes regulados y clientes libres.
El problema de la privatización de la transmision
en Venezuela es, aparte de la falta de experiencia local privada, lo cual nos
lleva a la causal inicial de oposición a la intromisión extranjera, normalmente
sus tarifas suelen no estar a la par del importante rol que desempeña como
intermediario entre oferta y demanada y suele no ser muy atractiva a los
inversionistas. Por eso la sugerencia de un monopolio deseable. En el caso de
la Distribución la privatización debe realzarse en base a un
predeterminado número de regiones geoelectricas que estén balanceadas en sus
principales parámetros (tipos de clientes, demanda máxima, consumo promedio,
área servida, población, ventas, etc.) y adjudicarse a través de procesos
precalificados de licitación pública y/o subastas públicas ascendentes
simultaneas que favorecen a quienes, cumpliendo la normativa exigida, aporten
el mayor precio.
En el caso de la comercialización,
la oferta puede satisfacer la demanda de clientes regulados mediante la compra
de energía por parte de los distribuidores para su venta posterior a los
pequeños consumidores y también, puede satisfacer la demanda de los clientes
libres que tienen un perfil de demanda mayor, como puedan ser los Productores
Independientes de Energía (IPP) y los consumidores industriales. Los clientes
libres deben poder comprar directamente de los generadores. Por ello, la
producción y el consumo energético deben involucrar a sectores como el
automotriz, el petroquímico, el agroalimentario, el minero o el de servicios,
ya que, entre otros supuestos, los clientes libres favorecen la creación de
Asociaciones Público-Privadas.
Dado que la opción de Subasta Publica
seria nueva es oportuno reflexionar más sobre la misma. Literalmente desde los
días de Adam Smith, los economistas han sido grandes creyentes de la mano
invisible que guía los mercados. Pero a veces, ayudamos un poco a la mano
invisible. Cuando los problemas de coordinación u otras complejidades impiden que
el mercado encuentre el precio correcto por sí solo, a menudo
reunimos personas precalificadas y descubrimos los precios a través de subastas.
En muchos entornos, la mejor subasta es aquella en la que los postores se
turnan para ofrecer precios cada vez más altos hasta que todos menos uno
abandona. Esa es una “subasta inglesa” en economía, y es genial porque la gente
abandona exactamente cuando la oferta excede sus valores por el bien que se
vende. Esto garantiza que el bien va al postor que más lo valora entre postores
precalificados y, además, el proceso público asegura que los subastadores no
puedan hacer trampa cotizando un precio inflado. Los especialistas han
desarrollado y estudiado modelos nuevos de subastas más matizados en los
valores y el comportamiento de los postores y han concluido que la
transparencia es a menudo el camino por seguir, independientemente de si hay
unos expertos más calificados que otros en la sala de subasta.
Además, cuando el Gobierno es el
subastador, la transparencia y la equidad son primordiales, al igual que evitar
la concesión accidental de concesiones de forma que no se creen monopolios. Y
además de eso, los postores en las subastas del servicio electrico suelen ser
empresas de electricidad sofisticadas y con buenos recursos; si hay alguna
forma de jugar con el sistema para obtener un mejor precio, la encontrarán.
Ningún mecanismo de subasta en la caja
de herramientas de los economistas ha estado cerca de resolver todos los
problemas a la vez, pero hay expertos que han desarrollado nuevos tipos de
subastas, basadas en las ideas clásicas de la subasta inglesa, que podrían
usarse en Venezuela permitiendo que los postores hagan ofertas simultáneas en
concesiones tanto de generación como en distribución siempre que cumplan con
las limitaciones reglamentarias a la conformación de monopolios.
Aunque aún no existe un marco unificado y global para ejecutar un programa de privatización a gran escala, el próximo gobierno de Venezuela debe poner en marcha una estrategia consistente en minimizar la presencia estatal y promover e incentivar la participación de inversionistas privados, particularmente en hidrocarburos y electricidad. La estrategia debe establecer incentivos excepcionales como permitir la capitalización de intereses durante la construcción, otorgar concesiones por 50 años y permitir la participación de capital nacional en proporciones significativas.
ReplyDeleteEl conocimiento y análisis de las experiencias previas de privatización del sector electrico en diferentes países permite evaluar con objetividad las verdaderas perspectivas de la participación privada en el caso venezolano, y diseñar una estrategia coherente y realista. De dicho análisis se derivan algunas conclusiones, de las cuales cuatro de ellas estan altamente correlacionadas con el caso de Venezuela: 1. Gestión ineficiente de las empresas; 2. Déficit fiscal elevado; 3. Presiones de racionamiento y 4. Incapacidad para acometer la expansión eléctrica requerida por la insolvencia financiera y la dificultad de acceder a nuevos créditos.
En todos los casos el proceso ha sido dispendioso y complejo requiriéndose, la mayoría de las veces, la expedición de leyes para hacer viable la participación privada, así como el otorgamiento de garantías para cubrir adecuadamente los riesgos y obtener una tasa adecuada de rentabilidad sobre el capital invertido.
En el caso venezolano la prioridad es rehabilitar el máximo factible de los 18,000 MW térmicos instalados de los cuales sólo 2,000 MW estan disponibles. Entre las opciones más utilizadas en Latinoamérica y el Caribe para el desarrollo de infraestructura están las Asociaciones Público-Privadas (APP), metodología que en Venezuela prácticamente no ha sido utilizada. En 15 años hasta el año 2014 se habían construido 64.695 MW en obras de generación eléctrica en Latinoamérica a través de Asociaciones Público-Privadas. El país que más construyó obras de generación eléctrica en este período fue Brasil con un monto total de 38.739 MW; cifra esta superior a la capacidad instalada actual de Venezuela.
La privatización no hay que verla como un proceso para desmantelar y extinguir el Estado, sino para regresarlo a sus funciones originales: garantizar y regular las libertades individuales lo que, conforme a la concepción liberal equivale a ocuparse exclusivamente de los bienes públicos, a propiciar el buen funcionamiento de asuntos como la infraestructura, la educación o la preservación ambiental y a controlar monopolios naturales, o simplemente cubrir las fallas del mercado, como consideran los economistas neoclásicos y desarrollistas.
ReplyDeleteEn otras palabras, las transformaciones que se buscan no se vislumbran como un proceso de eliminación del Estado, están sustituyendo ideologias, mecanismos, quizá modelos, que no habiendo sido aplicados con eficiencia y eficacia han llevado al deterioro actual del servicio de electricidad, simplemente ya no son eficaces. Pero la desaparición de unos mecanismos implica la presencia de otros nuevos, que igualmente van a ser operados por el nuevo Estado. No se trata, en estricto sentido, de eliminar la rectoría económica del Estado, ésta seguirá existiendo, sólo que ahora son indispensables un conjunto de ajustes para que la rectoría del Estado se aplique a una economía abierta y no a una economía cerrada.