Costumbres que se han perdido (I)- El Piropo o Flirteo Callejero (Gustavo González Urdaneta)

 Costumbres que se han perdido (I)- El Piropo o Flirteo Callejero

Gustavo González Urdaneta

Miami 1 marzo 2023

 

El origen de la cultura en Venezuela se encuentra en la mezcla de elementos de otras civilizaciones que tuvieron una marcada presencia en su territorio. En ese sentido, hubo grandes aportes europeos a la cultura venezolana, especialmente durante la época de la conquista, de allí que se pueden encontrar algunas similitudes con la cultura de España. Aunque la influencia de los pueblos originarios de Venezuela fue menor al impacto que tuvo la presencia de europeos, si existen aportes indígenas a la cultura venezolana. Otro aspecto relevante fueron los aportes africanos y, juntamente con grandes oleadas de migración, se forjó el contexto cultural en la Venezuela actual. No se puede llamar cultura y tradicion a valores y costumbres a nada menos de cincuenta años. Nuestro interés es conversar sobre algunas costumbres que disfruté, que hemos ido perdiendo y añoro. Empecemos con el Piropo.

 

De la palabra latina pyropus procede el término piropo, no obstante, a su vez, emana de la griega pyropos, que puede traducirse como “rojo fuego” o “fuego en la cara” por ser fruto de la suma de pyros, que es sinónimo de “fuego”, y ops, que es equivalente a “cara”. El mineral piropo pertenece al grupo granates y es el único miembro de esa familia que siempre presenta una coloración roja en las muestras naturales, y es a partir de dicha característica que obtiene su nombre: del griego: Pyropos, fuego y rojo. Los romanos tomaron esta palabra de los griegos y la usaron para denominar piedras preciosas de color rojo: una variante del granate, pero también el rubí. El rubí simbolizaba el corazón, y era la piedra que los galanes regalaban a la mujer a la que pretendían conquistar. Pero, naturalmente, no todos podían regalar rubíes, por lo que tenían que suplirlos regalando hermosas palabras. Antiguamente en España y hoy día en otros países hispanoparlantes los jóvenes demostraban su amor a las doncellas regalándoles un piropo, un granate con un color muy intenso debido a la concentración de hierro que tiene. Por ello el termino empezó a usarse en sentido simbólico a la frase galante que un varón puede dedicar a una dama.

 

Un estudio del flirteo callejero en la lengua española, publicado en 1998, señala que las primeras referencias escritas con el uso de la palabra “piropo” datan del siglo XVI, pero que tan rápido como apareció fue degradando su cortesía y aumentando su crudeza. A fines del siglo XVI, el biólogo y escritor español Benito Arias Montano publicó una serie de versos en los que dice que el rojo de las mejillas de una joven doncella es capaz de eclipsar el rojo de un rubí. Esta comparación, según el filólogo cervantista Américo Castro, llevó a que los jóvenes estudiantes del siglo XVI comenzaran a recitar estos versos a sus novias y luego fueran imitados por otros muchachos que dedicaban versos a las mujeres que transitaban por las calles.

 

Una de las acepciones más habituales del concepto piropo está vinculada al halago que se le expresa a una mujer. La diferencia básica entre los dos términos es que el piropo se refiere a una interacción marcada por el género (de hombre a mujer), mientras que el halago se refiere a una entre individuos independientemente del género. Lo habitual es que los piropos sean un cumplido o resquiebro que halaga la apariencia física de una persona y que, generalmente, dirige un hombre a una mujer. Sí un hombre observa a una mujer que pasa frente a la puerta de su casa y le dice algo como “Voy a avisarle a Dios que las puertas del Cielo están abiertas: se acaba de escapar un ángel y lo estoy viendo en estos momentos”, podrá indicarse que el sujeto en cuestión le dijo un piropo a la dama. Cuando se piensa en piropos, a la mayoría se nos viene a la mente una imagen que es la que se ha transmitido al respecto en multitud de películas, series de televisión e incluso anuncios. En concreto, nos estamos refiriendo a esa en la que una mujer comienza a andar por una calle y cuando pasa por una obra los albañiles que están trabajando en esta no sólo la miran, sino que le lanzan distintos comentarios sobre su belleza o su físico.

 

La práctica del piropeo, que de una romántica declamación de versos fue simplificándose a un simple fraseo de palabras adulatorias o lisonjeras, rápidamente se extendió por España, Italia y algunas otras regiones mediterráneas, así como por Latinoamérica. En la medida que fue popularizándose y cruzando fronteras, el piropo también fue mutando. Dejó de ser solo una costumbre oral. Comenzó a incorporar gestos y sonidos. Entonces era costumbre entre los hidalgos españoles arrojar sus capas al paso de la dama deseada o que los galanes españoles del siglo XIX se cubrieran los ojos ante una mujer para demostrar que los deslumbraba su belleza. También que comenzaran a tirar besos al aire cuando veían a una mujer. Así, la aparición de los largos y fuertes silbidos para galantear fue inminente. Y luego empezaron a subir de tono las insinuaciones, las metáforas adquirieron fuerte contenido sexual. A comienzos de los años 20, según reportajes de la prensa, el piropeo era un deporte entre los bohemios y escritores que piropeaban sin miedo y sin éxito. Pero lo hacían sin obscenidades. “Era el mejor tiempo del piroperismo” nacional, pero esto cambió de forma drástica hasta la actualidad. Hay que establecer que muchas son las mujeres que, por muy galantes que sean los piropos que les dicen, consideran que esa actitud es machista y carente de toda lógica en pleno siglo XXI.

 

Un buen piropo motiva, entusiasma, levanta el ánimo, produce risas. Aunque en ocasiones se diga lo contrario, una mujer siempre lo agradece. Y más la muchacha joven y linda, que, como un político en día de elecciones, sale a la calle en busca de sufragios, lo valora con más fuerza la mujer que va dejando de merecerlo. La primera, porque lo considera un acto de justicia. La otra, porque le hace sentir que todavía es capaz de llamar la atención, atraer miradas, despertar deseos e inflamar pasiones. No todos los piropos persiguen el fin de llegar a las últimas consecuencias. Basta con que halaguen y despierten simpatía. La acción de piropear no es privativa de los hombres. Piropean también las mujeres.

 

Los piropos se valoran mucho conforme va pasando el tiempo. Cuando la mujer es una adolescente le ruborizan esos adjetivos que pueden ir de lo original a lo gracioso como… “¡Quien pudiera ser papel para poder envolver ese bombón!” o “Voy a comprarme un diccionario, porque en cuanto te he visto me he quedado sin palabras”. Cuando tienen treinta cambia un poco la visión, es posible que con los kilitos ganados les guste escuchar “¡Ahí va una mujer como Dios manda!” “¡Guapa!” Pues sí. Tiene razón el mozo, piensan satisfechas de que se haga justicia tras varios duros meses de gimnasio.

¡A los cuarenta ya le enorgullece escucharlos y hasta les gustó oír “Señora de las cuatro décadas” de Ricardo Arjona que habla sobre una mujer que tiene 40 años o un poco más y le pide que no se quite años…! Señora, No le quite años a su vida, ¡Póngale vida a los años, que es mejor Señora! Y llegan a los cincuenta y necesitan un piropo cueste lo que cueste. Porque sí, cada vez cuestan más. Ahora están hasta dispuesta a pagar algo a cambio de escuchar un requiebro masculino.

 

Incluso a los hombres hay halagos que nos llegan al alma. Que nos emocionan. Recuerdo que, viviendo en Caracas, cuando solia darle clases de matemáticas a las hijas de algunas vecinas, y un día, en un concierto en el Teresa Carreño, una de las vecinas a la cual no conocía mucho, se me acercó y me dijo durante la pausa ¡Hola! disculpa, ¿tú eras el profesor de mi hija en matemáticas? Sí. Fui su profesor…Pues te he reconocido y simplemente quiero darte las gracias porque, gracias a ti, a mi hija le ha llegado a gustar la matemática. Después de años de escuela e instituto repitiéndole que era una asignatura básica e interesante, que era importante… Nada. Ni caso. Siempre la odió hasta que te tuvo de profesor. ¡Qué cambio! Muchísimas gracias y perdón por molestarte…. Le di las gracias por decírmelo.

 

El piropo es callejero, improvisado, ocasional, una costumbre oral y popular. Ahora bien, sólo cuando forma parte de un proceso de conquista, enamoramiento, flirteo, noviazgo… entonces es el primer eslabón de un ritual amoroso. El piropo, se dice, es un género literario popular que se aproxima al epigrama y al aforismo. Los hay ingeniosos, pícaros, originales y pueden exaltar la belleza de una mujer (y también de un hombre) o sintetizar el sentimiento que nos inspira, pero también celebrar la amistad. Requieren de imaginación; los animará una intención subyacente y se impone que sean breves a fin de que su destinataria (o destinatario) los capte y asimile al vuelo. Aún se discute si nació en Francia o en España, que es la creencia más generalizada, pero no hay duda de que el piropo arraigó en Venezuela y se extendió allí como la hierba.

 

Y si hace 40 años atrás era más delicado, más elegante, ahora, sin perder su gracia criolla, recurre más a la modernidad. Por ejemplo, suelen aludir a la noche (tienes los ojos más negros que una noche), a la naturaleza (si el mar fuera mujer, tú serías su reina), a la religión (Dios hizo a la mujer para que yo te conociera), e incluso a la floricultura (eres la flor favorita de mi jardín). Ahora el piropo es diferente. Sin perder su encanto, es menos poético, más terrenal. Suele escucharse, “Con esos pescadores (pantalones a media pierna), me dejaría pescar sin pensarlo dos veces”; “Me gustaría ser una computadora para que navegaras por mí en Internet”. Los hay que han rebasado las décadas y llegado a nuestros días, como: “Si cocinas como caminas, me como hasta la raspita”. Aunque en algunos casos pueden resultar ofensivos y francamente vulgares, los piropos no dejan de tener picardía e ingenio y una chispa de poesía ignata. Siempre tienen un fin: conquistar.

 

¿Y qué fue de los piropos? ¿Dónde se han ido los piropos y los piropeadores? Yo los echo de menos. Su inventiva, su ingenio, su creatividad. Para muestra, les dejo varios …. “Con un bombón como tú, no me importa ser diabético”. “¡Y luego dicen que los monumentos no andan!” “¿Que está pasando en el cielo, los ángeles se están cayendo? “Tus ojos son dos luceros y también son dos ladrones, el derecho roba besos y el izquierdo corazones”. Lamentablemente, con el paso del tiempo el piropo cruzó la línea del mal gusto hasta convertirse en lo que hoy se conoce como “acoso”. Hoy en día, hay hombres de toda clase, que si ven a una mujer hermosa y atractiva la masacran con las peores obscenidades y ríen en valientes hordas como hilarantes antropoides.  De hecho, la juventud actual, más que piropos lo que suelta son barbaridades, que hacen enrojecer hasta a las personas que ya están curadas de espanto y lo han visto todo. Por eso, es importante recuperar el arte del piropo para que no se pierda.

¡Hombres de todo el mundo, no dejéis de halagar a las mujeres; seguid con los piropos, ¡las lisonjas, las galanterías, los requiebros! ¡Son necesarios, absolutamente necesarios!

 

“Iluminas mi oscura soledad, adornas mi esencia y enciendes mis sentimientos con solo tu presencia…” Tomas Edison

 

 

Gustavo Gonzalez Urdaneta

 

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