Los peligros de un plan estratégico optimista (Gustavo González Urdaneta)

 Los peligros de un plan estratégico optimista

Gustavo González Urdaneta

Miami 23 octubre 2023

 

Pensar positivamente, gústeles o no, es un paso habitual para llegar al éxito, es algo que está en el ADN de la mayoría de los emprendedores. Cualquier consultor te dirá que si no piensas positivamente, nunca arrancarás un negocio. Sin embargo los planes suelen fracasar pues el poder del pensamiento positivo tiene sus inconvenientes. Simplemente ser positivo y despreocupado no va a funcionar. Eso tiene que mezclarse con una buena dosis de realismo.

 

Cualquier líder o estratega para formular un plan estratégico debe hacer uso de unos factores claves para tener éxito. Lo básico es limitar el tamaño del equipo de trabajo involucrado en formularlo para que las sesiones de trabajo sean efectivas y lleven únicamente el tiempo necesario. El resto son factores típicos de cualquier trabajo en equipo.

 

Solo por citar un ejemplo, recuerdo que el Plan País de Juan Guaidó estaba centrado en tres grandes aspectos: poner el Estado al servicio de los ciudadanos, empoderamiento ciudadano con el fin de liberar sus fuerzas creativas y productivas y reinsertar el país en el concierto de naciones libres. Era una hoja de ruta para recuperar la economía del pais elaborado por expertos económicos y diputados de la Asamblea Nacional e identificaba, en la última versión que conocí, unos 16 sectores y participaron 35.000 personas en las mesas de trabajo con el fin de debatir las posibles opciones para reconstruir a Venezuela después de registrarse un cambio político.

 

Según decía el mismo Guaidó, el Plan País “era la unión de todos los partidos democráticos junto a la sociedad civil en un gran acuerdo para trazar la ruta clara que permitirá alcanzar la Venezuela posible que todos los venezolanos queremos y merecemos”. Ya sabemos en que acabó todo eso. Recientemente hemos visto un video, de uno de los candidatos a las primarias, que formuló un plan bajo patrones más acorde con las reglas de eficiencia normales aunque, según mi opinión, es muy optimista y desconozco el grado de recursos y realidad que pueda involucrar. El 22 de octubre se realizaron las primarias a nivel nacional e internacional y resultaron un éxito en todos los aspectos. Hay que seguir hasta el final.

 

El poder del pensamiento positivo ha sido un principio rector para los líderes empresariales, desde, por lo menos, 1936 cuando el escritor Napoleón Hill publicó Think and Grow Rich ("Piense y hágase rico") y dos décadas después Norman Vincent Peale escribió The Power of Positive Thinking ("El poder del pensamiento positivo"), un libro que ha vendido más de 21 millones copias en todo el mundo. Y más recientemente, The Secret ("El secreto"), de Rhonda Byrne, cautivó a líderes empresariales y otros lectores con sus promesas de éxito basadas en el pensamiento positivo. Según esas obras, los pensamientos negativos o las dudas se interponen en el camino hacia el éxito. Y, después de mis 57 años de ejercicio como profesional y consultor en los sectores públicos y privados, comparto esa opinión. Las dudas y las indecisiones, así como muchos otros, son costos silenciosos que pueden erosionar cualquier plan/empresa en todos sus ámbitos.  

 

El plan estratégico suele enfocarse sólo hacia la previsión y, en algunas situaciones en base a diagnósticos deficientes por múltiples razones, tratan de adivinar la evolución más probable de variables económicas significativas, utilizando las técnicas más modernas y sofisticadas pero sin una información que refleje la realidad, con una dependencia excesiva de la experiencia. La experiencia puede en algunos casos ser peligrosa, ya que lo que sucedió en el pasado no es probable que sea adecuado para una situación futura.

 

A pesar de contar con un equipo de trabajo de primera categoría y de vasta experiencia en todos los objetivos estratégicos incluidos en un plan, nos encontramos que fracasan por múltiples razones, tanto en su elaboración como, posteriormente, en su implementación.

 

Las faltas más comunes en su elaboración son: Primero, la Falta de objetivos, la planificación no puede ser efectiva si los objetivos no son claros, alcanzables y realizables, la solución no es otra que establecer objetivos claros como parte del proceso de planificación; segundo, la Falta de visión, por falta de información veraz de la realidad que se está enfrentando y estar tan absortos en el desarrollo de programas y proyectos que no son capaces de ver los planes más globales. La falta de visión para ver la planificación como un proceso racional requiere, a su vez, objetivos claros, conocimiento de alternativas, capacidad para analizar las alternativas en términos de los objetivos buscados, información y un deseo de encontrar la mejor solución posible. Tercero, la Falta de recursos, tanto humanos como financieros. Los recursos son todo lo que necesitas para completar un plan, la única solución es generar un plan realista para la gestión de recursos por anticipado.

Venezuela ha sufrido de las tres faltas más comunes en la elaboración de sus planes en diferentes etapas de su vida democrática y en las últimas dos décadas bajo el régimen actual. Lamentablemente, la falta de objetivos claros o contrarios al bienestar público, pueden estar presentes en cualquier plan estratégico y por eso la única solución es hacerlos más claros en la etapa de planificación. Por otra parte, los objetivos que inspiran y ayudan a motivar al equipo deben ser viables. Si los objetivos del proyecto son demasiado ambiciosos, puede surgir rápidamente la falta de cumplimiento de los plazos previstos. Los últimos planes políticos de conocimiento público, no implementados aun en el pais, han sido en esa dirección, producto tal vez del estado a que ha llegado la falta de objetivos claros y de visión de la realidad.

 

La falta de visión puede tener que ver mucho con deficiencias en la información o en la sensibilidad a aspectos sociales no percibidos producto de no estar pendiente de la visión global del entorno en que se formula o ejecuta el plan. Un ejemplo es el Caracazo, nombre de una serie de fuertes protestas, disturbios y saqueos en Venezuela que comenzaron el 27 de febrero de 1989 en Guarenas, se extendieron hasta Caracas y finalizaron el 8 de marzo del mismo año. Se iniciaron principalmente en respuesta a las medidas económicas anunciadas durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, las cuales incluían un incremento de la gasolina y del costo del transporte urbano. Un plan diseñado por tecnócratas y economistas de primera linea pero que no tuvieron la debida sensibilidad a los aspectos sociales que le toca atender al gobierno.

 

Para algunas personas, demasiado optimismo indica hacer la vista gorda a la hora de identificar y solucionar algunos problemas reales en nuestras vidas. Sin embargo, demasiado de cualquier cosa buena no es práctica. Tenemos que entender qué puede salir mal y ser capaces de evitar que suceda. Como planificador, el deber que se impone a todo planificador es el de mirar la realidad de frente, el de ser plenamente consciente. Nada más opuesto a la planificación que la idealización de la realidad. Nos toca ser realistas y aceptar  la realidad imperfecta de la humanidad.

 

Por otra parte, hay quienes adoran el optimismo como si fuera una verdad dogmática. Suelen sentirse cálidos y confusos cada vez que hablan sobre el tema del optimismo pero nunca pueden imaginar que el optimismo pudiera tener una desventaja. Para su credo optimista, suele ser una herejía.

 

Resulta que existe algo llamado sesgo de optimismo, descrito por primera vez por los psicólogos Daniel Kahneman, premio Nobel, y Amos Tversky en el libro más vendido: Pensar, rápido y lento.

En forma simple, el sesgo optimista en psicología es la explicación de por qué cada uno está convencido de que el futuro y la suerte estarán de su lado y que ciertas cosas sólo les pasan a los demás. Así pues, es un sesgo cognitivo que induce a una persona a creer que está menos expuesta a eventos negativos que otros. Si esta creencia implica un riesgo o conduce a un error, entonces se habla de optimismo poco realista. El optimismo como teoría parece atractivo, pero en situaciones de la vida real, lo que tiene más sentido es un trabajo duro y disciplinado junto con una apreciación realista y una cierta dosis de sesgo pesimista.

 

Tendemos a ser optimistas, según los expertos, porque nuestro cerebro está diseñado para ver el vaso medio lleno y los factores que conducen al sesgo optimista pueden clasificarse en cuatro grupos diferentes. En un primer grupo estan quienes tienden a considerar su riesgo más bajo que el de los demás debido a la imagen que quieren proyectar influenciados por factores como la autoestima y el control percibido. Suelen ser personas que confían en sus capacidades, se sienten orgullosos de ellos mismos y en ocasiones les gusta que los demás lo noten. A veces pueden dejar una mala imagen ante los demás, al dar la impresión de que presumen de sus virtudes, a pesar de que esa no sea su intención.

 

Otro grupo tiende al sesgo optimista afectado por tres mecanismos cognitivos que guían los juicios y los procesos de toma de decisiones: la heurística de la representatividad, el enfoque en un sujeto individual (empatía) y la distancia interpersonal (sentimientos intensos). La heurística de representatividad ocurre cuando estimamos la probabilidad de un evento en función de qué tan similar es a una situación conocida. En otras palabras, lo comparamos con una situación, prototipo o estereotipo que ya tenemos en mente.

 

Un tercer grupo incluye a quienes tienden a sacar conclusiones específicas basados más en sus propios riesgos que sobre los riesgos de los demás. Esto produce diferencias en los juicios y conclusiones sobre los riesgos personales en comparación con los riesgos de los demás. Y por último, las investigaciones han demostrado que las personas muestran un sesgo menos optimista cuando están de mal humor y un sesgo optimista cuando están de buen humor.

 

Para quienes tienen la oportunidad de participar en la elaboración de un plan estratégico, cualesquiera que sean sus objetivos, es importante ser y estar consciente de los riesgos del sesgo optimista para que no los perjudique.

 

El primero es la Ilusión de la invulnerabilidad, tener una visión demasiado soleada del entorno en que se aplicará el plan puede socavar la calidad de nuestro proceso de toma de decisiones. Sentirnos invulnerables, o seguros del éxito, no nos permite ver la realidad tal como es. Otro es tener un Optimismo poco realista, por ejemplo, erróneamente creer  que la experiencia y profesionalismo de tu equipo de trabajo, es más que suficiente para la implementación del plan. Un último riesgo, para no sonar pesimista, es la Percepción alterada de una situacion de caos, por ejemplo, la situacion actual de la crisis interna en Venezuela. No es fácil obtener, por muchas razones, un buen diagnóstico de algo con todos los detalles que implica, como es/está y qué podría ser realmente útil para ese algo. Su contraparte no tiene por qué ser un profundo pesimismo. Un profundo sentido de fuerza y simplicidad es evidente si nos tomamos un segundo para mirar el optimismo de manera diferente. Si simplemente respiramos profundamente y entendemos la positividad tal como es. Es una elección que uno siempre puede hacer.      

 

Retomando el tema inicial, al final, gran parte de un buen plan estratégico depende de la capacidad de financiamiento que tenga el pais, organización, empresa o  privado que formula el plan pues de ello dependerá su posibilidad de implementarlo. Con un buen plan de gestión de recursos disponen de la cantidad y el tipo de recursos que se necesitarán para el proyecto; para saber exactamente qué hace falta antes de empezar. Después, hay que aplicar las mejores prácticas para asignación de recursos e identificar exactamente en qué momento habría que asignar cada recurso a cada proyecto del plan. Este es un peligro muy fácil de darse en la Venezuela a futuro,

 

“El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas” William Arthur Ward

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