El Engaño Verde-Greenwashing (II): El Pacto Verde Europeo (Gustavo González Urdaneta)
El Engaño Verde-Greenwashing (II): El Pacto Verde Europeo
Gustavo González Urdaneta
Miami 23 octubre 2025
El Pacto Verde Europeo (PVE) es un paquete de iniciativas de la Unión Europea (UE) que surge como respuesta a los desafíos climáticos y medioambientales a los que se enfrenta el mundo: la emergencia climática, la crisis de la biodiversidad, la presión sobre los recursos o la extensión de la contaminación. En este escenario, la UE ha decidido liderar estos esfuerzos a nivel mundial, convirtiendo el PVE en uno de los componentes fundamentales de su estrategia de crecimiento. El principal objetivo del Pacto Verde Europeo es alcanzar la neutralidad climática o equilibrio de cero emisiones netas para 2050. Esto conlleva emitir a la atmósfera sólo los gases de efecto invernadero que puede absorber la naturaleza, es decir, los bosques, los océanos y el suelo. Nadie puede estar opuesto a dichos objetivos.
Desde el lanzamiento del PVE, la UE ha alcanzado avances significativos. Las energías renovables representaron el 41,2 % del consumo bruto de electricidad en toda la UE en 2022, de acuerdo con los datos de Eurostat. España es referente en este ámbito, ya que, durante el año 2023, por primera vez en la historia, más de la mitad del mix energético (50,3%) tuvo su origen en recursos como el viento, el sol o el agua. A pesar de los avances realizados desde 2019, el camino hacia la neutralidad climática presenta desafíos. Uno de los más destacados es la crisis energética provocada por la invasión rusa de Ucrania, que ha subrayado la urgencia de reducir la dependencia de los combustibles fósiles y diversificar las fuentes de energía.
¿Cuál es el Engaño o la Mentira Verde? El greenwashing no solo engaña a los consumidores, sino que también se interpone en el camino del cambio real: las promesas ecológicas, igual que las certificaciones voluntarias, han llevado al público a creer durante mucho tiempo que la economía global se está volviendo más ecológica por sí misma. Sin embargo, esto nunca ha ocurrido. Una de las primeras y grandes mentiras es el “Save the Planet” escrito sobre el alimento para perros Terra Canis de la marca Nestlé: por cada lata de carne que se venda de esta edición, se hará una donación para la reforestación de bosques, la producción de luces solares en África o la limpieza de océanos. Cuantas más latas de carne se compren, más se salvará al planeta, al menos esta es la impresión que se pretende dar. Lo que no está escrito en el paquete de este alimento para perros, que contiene carne, es que es precisamente el inmenso y creciente consumo de carne en todo el mundo es el que contribuye de manera significativa a la destrucción de los bosques. Se les destruye, entre otras cosas, para cultivar forraje para el ganado, como la soya, con frecuencia en monocultivos dañinos para el clima. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), esta es una de las razones por las que la ganadería causa alrededor del 14,5 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Greenwashing es el nombre de estrategias como las de Nestlé, tratando de ocultar su negocio principal perjudicial para el medio ambiente y el clima bajo un manto verde. Los instrumentos para esto son diferentes, pero el objetivo es siempre el mismo: se exagera el compromiso ambiental de la empresa por medio de hermosas palabras e imágenes en campañas de mercadotecnia, pero, por otro lado, no se aborda el negocio principal, dañino y rentable. De este modo, los consumidores se quedan con una conciencia tranquila. Esto también incluye melodiosas promesas de reducción de CO2. Incluso algunas compañías de petróleo, automóviles, concreto y carbón prometen hoy “cero emisiones” para 2050, es decir que sus industrias ya no emitirán gases de efecto invernadero para 2050. No piensan prescindir de su negocio principal con materias primas finitas, pero cuentan con compensar sus emisiones a través de medidas de reforestación, por ejemplo. Pero esto no evita el daño ambiental causado por la extracción de combustibles fósiles. Y de diez proyectos de reforestación, nueve fracasan.
Tales sellos de sostenibilidad no solo inspiran una confianza especial entre los consumidores: las organizaciones no gubernamentales (ONG) e incluso algunos políticos han confiado hasta ahora en poder dirigir la economía por un camino sostenible. El argumento: si se puede persuadir a través de tales iniciativas a las corporaciones que causan un gran daño para adherirse voluntariamente a la protección ambiental y los estándares sociales, se puede contener la destrucción. Pero este efecto aún no se ha producido. Una y otra vez, también se han criticado las iniciativas de certificación, porque resulta que los productos certificados no se producen en absoluto, o no de manera suficientemente sostenible.
Otra de las grandes Mentiras Verdes, no solo en la UE sino mundialmente son las acciones llevadas a cabo con el objetivo de reducir las emisiones de dióxido de carbono en el medio-largo plazo. Una de las medidas que más polémica ha generado en los últimos tiempos es la que conlleva la prohibición de vender coches de gasolina y diésel a partir del año 2035. No obstante, por muy nobles que puedan parecen las intenciones de estas acciones, cabe preguntarse si esto tiene algún tipo de sentido y de si merece realmente la pena. Para empezar, tenemos que preguntarnos ¿cuánto representan las emisiones de CO2 a la atmósfera en términos de transporte terrestre?, pues podría darse el caso de que estas emisiones representaran un porcentaje poco significativo y que, por tanto, la medida tuviera un impacto muy reducido en el agregado de reducción de emisiones. Pues si se diera el caso de que ya no sólo es que las emisiones por transporte terrestre fueran bajas, sino que el porcentaje de emisiones de la UE también tuvieran un impacto menor, podríamos concluir que la medida aplicada tiene poca razón de ser.
En primer lugar, veamos cuántas de las emisiones de CO2 a la atmósfera pertenecen al transporte terrestre. Según datos del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, el transporte fue el responsable de cerca del 25% de las emisiones de CO2 en la UE en 2019. De estas, el 71,7% de las emisiones provinieron del transporte por carretera y el 60,6% fueron provocadas por los coches, representando esta última aproximadamente una sexta parte de las emisiones de la UE. De esta manera ya estamos viendo que, dentro de la propia UE, las emisiones de CO2 por coches de diésel y gasolina son un porcentaje minúsculo, siendo aproximadamente un 15% del total de emisiones de la UE, por lo que, al observar la importancia de estas emisiones en el resultado global, comprobaremos como la relevancia se reduce aún más.
Pues bien, de acuerdo con Our World in Data tenemos que las emisiones de dióxido de carbono de la UE supusieron, en el año 2021, el 8,5% de todas las emisiones globales de CO2. Así pues, y teniendo en cuenta los datos anteriores, los coches de gasolina y diésel en la Unión Europea vendrían a suponer el 1,3% del total de emisiones globales. Para los mandatarios europeos, este minúsculo porcentaje sería motivo más que suficiente para prohibir la venta de coches de gasolina y diésel a partir del año 2035. A la luz de estos datos, cabe preguntarse si merece la pena todo el inmenso esfuerzo que están (y seguirán) haciendo los ciudadanos europeos para no tener prácticamente ninguna influencia en el resultado global.
Por tanto, esta medida parece estar más bien orientada de cara a la galería pues no da la impresión de que vaya a contribuir verdaderamente a combatir la contaminación. Es como querer matar un león con una pistola de balas de goma. Y no sólo esto, sino que a quienes más van a perjudicar este tipo de prohibiciones es a los que menos recursos económicos tienen, es decir, a la inmensa mayoría de la población. En definitiva, la UE sigue haciendo política al margen de las necesidades reales de los ciudadanos europeos, que cada vez se ven más ahogados por la mayor cantidad de impuestos, regulación y prohibición que se produce como consecuencia del problema climático, un problema que los burócratas de Bruselas creen que se puede solucionar tomando medidas aisladas desde su pequeña comunidad.
En referencia a la mención inicial de la UE de alcanzar la neutralidad climática o equilibrio de cero emisiones netas para 2050 y emitir a la atmósfera sólo los gases de efecto invernadero que puede absorber la naturaleza, es decir, los bosques, los océanos y el suelo a través de la sustitución de las energías fósiles por fuentes renovables, ahí esta otra gran mentira. La pregunta que nos debemos hacer es ¿Quién fabrica toda esa energía verde que usa la UE? Pues, la respuesta está en Asia. La UE compra toda esa energía verde a los países que más contaminan el planeta. El 98% de los paneles solares importados por la UE en el 2024 vinieron de China y no sólo eso, las turbinas eólicas, símbolo por excelencia de la energía limpia, también viene de Asia. En el 2024 el 48% de los aerogeneradores vinieron de la India y otro 43% desde China. En otras palabras, más del 90% de las turbinas eólicas provienen de los dos países que más han aumentado sus emisiones de gases de efecto invernadero. Por otra parte, Europa solo exportó 700 millones de paneles solares frente a los 11.100 millones que importó, es decir, que Europa no fabrica la revolución verde, Europa la compra. Vamos a ir más allá, en la magnitud del absurdo. Europa obliga a sus ciudadanos y empresas a pagar más por su energía, subvenciona con dinero público paneles, aerogeneradores y biocombustibles pero gran parte de ese dinero termina en las fabricas en China y la India, que fabrican mucho de esos equipos con energía procedente de carbón.
La UE presume de haber reducido sus emisiones en 1,8% en el 2024 pero esa reducción se diluye cuando vemos el panorama global. Ese mismo año las emisiones totales alcanzaron un record histórico de 53.2 gigatoneladas de CO2 equivalentes a 1.3 % más que el año anterior y quien contribuyó más, pues precisamente la India con un incremento del 3.9% equivalente a 164.8 millones de toneladas equivalentes de CO2 y China aumentó en 1.08%, o sea, la reducción de la UE queda totalmente anulada por el incremento de India. Mientras tanto, los europeos se imponen impuestos climáticos, se prohíben calderas de gas, se encarecen los coches de combustión y hasta se penaliza al sector agrícola. Pero al final, Europa importa su transición verde de los países que más contaminan para poder presumir de ser “climáticamente ejemplares”.
Según informes publicados, los 8 países más contaminantes del planeta representan mas del 66% de las emisiones globales, solo la UE y Japón redujeron sus emisiones en el 2024 porque el resto de los países las mantuvo e incluso las aumentó, además, China y la India no solo lideran la produccion mundial de energía renovable sino que lideran el crecimiento de las emisiones industriales, asi que Europa les compra su energía verde y ellos la fabrican contaminando más. La ironía y el engaño verde está en que Europa deja de emitir emisiones en su territorio pero aumenta las emisiones totales porque compra productos de países que los fabrican con combustibles fósiles. Europa presume de desacoplar su PIB de las emisiones pero en la realidad lo que la ha desacoplado es de su producción, produce menos y depende más. La UE ha construido su modelo verde, sobre el humo de las chimeneas de Chinas y de India. Queda la impresión de que las emisiones de CO2 no es lo que más preocupa a los políticos. Si todo lo de la mentira verde es verdad y está al descubierto, cabe preguntarse, a quien siguen queriendo engañar.
Comments
Post a Comment