Evangelio (Lc 18, 9-14) correspondiente el 30vo Domingo del Tiempo Ordinario (C): El fariseo y el publicano
A continuación, podrán leer nuestro
comentario al Evangelio (Lc 18, 9-14) correspondiente el 30vo Domingo del Tiempo
Ordinario (C):
El fariseo y el publicano
En la parábola del fariseo y el
publicano, el evangelista San Lucas nos presenta a dos personajes que suben al Templo
a orar con actitudes completamente diferentes; aunque ambos están convencidos
de ser justos y de que su vida agrada a Dios. Sin embargo, mientras el fariseo
se siente seguro en el templo; el publicano sabe que su presencia en ese lugar
es mal vista por todos.
Los fariseos eran un grupo piadoso
judío que aceptaban la Ley, tanto oral como escrita, y observaban
escrupulosamente numerosas prácticas (366 normas positivas y 250 negativas).
Criticaban a Jesús por perdonar los pecados, no respetar las disposiciones
sabáticas y relacionarse con pecadores. Por su parte, Jesús les censuraba su
legalismo externo y su formalismo hipócrita; sin embargo, Él fue defendido
(como ocurrió con Nicodemo) e incluso invitado por algunos fariseos.
Los
publicanos eran personas privadas que habían conseguido ser contratadas por el
gobierno romano para el cobro de los impuestos. De lo recaudado debían entregar
una cantidad determinada pero, para su manutención y medios de vida, solían
sobrecargar los gravámenes. Por su proceder, frecuentemente tramposo, eran muy
impopulares y considerados a todos los efectos como pecadores, hasta el punto
de que el trato con ellos provocaba escándalo.
El fariseo del relato “oraba” de pie
y con la cabeza erguida; pero no le daba gracias a Dios por su bondad o
misericordia; sino por lo bueno y grande que era él mismo. Sintiéndose
justificado ante Dios se exhibía en el Templo como superior a los demás. Como
contraste, la oración del publicano era completamente diferente porque sabía
que su presencia en el Templo era mal vista por todos; pero no se excusaba,
sino que reconocía su incorrecto comportamiento y expresaba su sincero
arrepentimiento en una frase: “Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador”.
Comentarista: Agustín Coll
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