La Trampa de la Superficialidad (Gustavo Gonzalez Urdaneta)


La Trampa de la Superficialidad
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 23 Octubre 2018

‘El pensador’ de Rodin nos parece completamente fuera de moda. Nuestro ideal de pensamiento humano profundo y creativo ha cambiado. Las múltiples ventajas y utilidades de internet tienen como contrapartida el triunfo de la superficialidad y la distracción. La facilidad de la web nos ‘indispone’ mentalmente para la concentración que exige el pensamiento crítico y profundo, internet hace que disfrutemos de ser superficiales.

La trampa de la superficialidad en que hemos caído se nos ha convertido en un ‘black hole’ (hueco negro) cuya densidad se ha visto incrementada por tres tendencias mundiales: la globalización(diversidad), la revolución digital(conectividad) y el peso del tiempo en nuestras decisiones(velocidad). La sinergia entre ellas aumenta la complejidad y la incertidumbre que nos llevan a optar por lo rápido, lo simple y lo fácil, es decir, lo que no no cuesta tiempo, ni reflexión ni esfuerzo. El peligro de la superficialidad.
La mente superficial jamás podrá conocer grandes profundidades. Puede tener abundancia de conocimientos, de información, pero la superficialidad es una actitud que se toma en la vida y nace por diversos factores, pero en especial por carencia de autenticidad, incapacidad de reflexionar, por baja autoestima asi como falta de inteligencia emocional. La mente superficial solo desea conseguir resultados.
La superficialidad se manifiesta como inconstancia y volubilidad en la voluntad; como capricho en los afectos; como puerilidad en el humor; como debilidad en las resoluciones; frivolidad en el trato; y, a menudo, como sensualidad e incluso desenfreno. Se relacionan con este defecto la imprudencia, la mediocridad, la tibieza, la banalidad y la pereza.   
Escribía Pío XII, anticipándose a su tiempo: “Es de suma importancia formar cuidadosamente el sentido crítico de los jóvenes, a la edad en que se abren a la vida cívica y social. No ciertamente para halagar el gusto por la crítica a la que dicha edad está excesivamente inclinada, ni para favorecer su espíritu de independencia. Se trata de enseñar a pensar y vivir como hombre, en un mundo en que los medios de difusión de las noticias y las ideas han adquirido una fuerza de penetración tan apremiante. Saber leer un periódico, juzgar una película, criticar un espectáculo, saber, en una palabra, conservar el dominio del juicio y de los propios sentimientos contra todo cuanto tiende a despersonalizar al hombre, esto se ha convertido en una exigencia de nuestro tiempo”. Profecía luminosa.
En los veinticinco años que llevamos desde que se inventó la world wide web ha habido una suerte de triunfalismo, de utopía, y no hemos pensado críticamente sobre los efectos que puede tener en nosotros. Al usar la tecnología para ampliar nuestra mente nos parecemos más a máquinas y si pensamos como máquinas perdemos la conexión entre nuestra mente y nuestro proceso biológico natural.

Solo a través de tu memoria personal obtendrás riqueza intelectual, conocimientos, porque establece conexiones entre lo que conoces, has vivido, has experimentado. Cuando solo te basas en conexiones externas pierdes tu propia identidad, y acabas teniendo una personalidad más plana. Internet hace que deseemos respuestas instantáneas, lo que hace mucho más difícil un pensamiento lento, contemplativo y profundo, porque nos están entrenando para lo contrario, para ‘surfear’. La metáfora dominante para la mente es el computador y no ves ninguna necesidad de ejercitar tu memoria porque piensas que internet es tu propia memoria, lo cual es una completa distorsión de lo que ocurre, de la parte de experiencia.   
Nuestro cerebro, como demuestran las evidencias científicas o históricas, cambia en respuesta a nuestras experiencias, y la tecnología que usamos para encontrar, almacenar y compartir información puede, literalmente, alterar nuestros procesos neuronales. Además, cada tecnología de la información conlleva una ética intelectual. Asi como el libro impreso servía para centrar nuestra atención, fomentando el pensamiento profundo y creativo, Internet fomenta el picoteo rápido y distraído de pequeños fragmentos de información de muchas fuentes. Su ética es una ética industrial de la velocidad y la eficiencia. La Red nos está reconfigurando a su propia imagen, volviéndonos más hábiles para manejar y ojear superficialmente la información, pero menos capaces de concentración, contemplación y reflexión. Sería de esperar que pronto surja un nuevo pensamiento crítico.
Otro buen ejemplo, aparte de Internet, del impacto de la tecnología en esta marcada tendencia a la superficialidad vienen de la mano de la cultura del PowerPoint. Franck Frommer, en su libro “El pensamiento PowerPoint” hace un recorrido por el impacto que esta herramienta ha tenido en una manera de comunicar y construir el pensamiento, con efectos devastadores. Steven Pinker, científico y lingüista, defensor de las posibilidades de la web para generar conocimiento, avisa: “Si lo que usted busca es profundidad intelectual, no recurra a un PowerPoint o a Google”. Recuerda un poco al directivo que antes de empezar a escuchar una presentación pregunta: ¿Usted trae un PowerPoint o sabe de lo que viene a hablar?.     
Ser superficial es un defecto que tenemos todos los seres humanos. Somos superficiales cuando nos dejamos llevar por lo que vemos, por aquello que nos emociona, que nos causa reacción porque el superficialísimo muchas veces significa placer. Nuestro primer juicio suele ser visual, luego materialista y, por tanto, superficial. Así somos los seres humanos, y así funcionan las relaciones humanas. En un mundo material queremos vivir en otro totalmente ideal. Es claro que la gran mayoría de las personas que viven en un mundo superficial no se han dado cuenta de que: No todo en la vida es superficial.
La superficialidad no es parte del humano, ha sido parte del humano anhelar cosas, tenemos que recordar que todos nacimos sin nada y del mismo modo nos vamos. Algunos especialistas dicen que la superficialidad es una defensa contra sentimientos más profundos que pueden movilizarnos, angustiarnos, alterarnos; según ellos detrás de una actitud superficial suele haber alguien huyendo de sus emociones. Todos tenemos algo de superficiales, y por más ridículo que parezca, muchos se sienten orgullosos de serlo. El materialismo nos está dominando y poco a poco nos volvemos más superficiales. Todo se debe, en parte, a la perdida de los valores y la ética humana, la cultura, la irracionalidad y la publicidad, causas del materialismo: la materia es lo primero.     
Las redes sociales hacen de nosotros meros actores y de nuestros amigos, espectadores, lo que alimenta el narcisismo, es decir, un mundo en el que todo se vuelve alrededor de mí: mi estatus, mis tuits, mis fotos…En pocas palabras, si no las sabemos manejar, las redes sociales nos pueden llevar a la dependencia, superficialidad y narcisismo. La experta en coaching Sylvia Hart Frejd dice que “Nos hemos vuelto un 40% menos empáticos ante las necesidades de los demás y un 30% más narcisistas”.
La tecnología se ha convertido en la arquitectura de nuestras intimidades. En línea, caemos en la ilusión de compañía, reuniendo a miles de amigos de Twitter y Facebook, y confundiendo tweets y publicaciones en el muro con comunicación auténtica. Vivimos en la cultura de las opiniones. Hoy en día todos tienen el derecho a una opinión. Y todas las opiniones deben valer lo mismo, nadie es mejor que el otro, no importa que unos hayan cultivado su mente y otros no. Umberto Eco habló sobre esto: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios.”   
Cada vez nos cuesta más concentrarnos en una sola tarea durante mucho tiempo seguido sin mirar nuestros móviles para comprobar si hemos recibido algún whatsApp. La doctora en Sociología y Psicología de Harvard y profesora del MIT, Sherry Turkle, tras veinte años estudiando las nuevas tecnologías y entrevistando a miles de personas sobre sus vidas ‘conectadas’, ha llegado a la conclusión de que “esos pequeños aparatos que llevamos en nuestros bolsillos son tan poderosos que no solo transforman lo que hacemos, sino también quiénes somos”. La tecnología digital está reconectando nuestros cerebros para la distracción y la adicción. Así, casi sin darnos cuenta, las redes sociales nos empujan a desarrollar comportamientos adictivos que, hasta hace pocos años, nos habrían parecido de pésima educación, como chatear por WhatsApp con amigos en medio de una comida familiar o en una conferencia, durante la disertación del ponente.
Hemos desarrollado una nueva forma de estar ‘juntos, pero solos’, lo que provoca que nuestras relaciones se vuelvan cada vez más superficiales e impersonales, hasta el punto de que podemos estar conectados con muchas personas a la vez, pero sin establecer una verdadera comunicación con ninguna de ellas. Una de las consecuencias más graves de ‘vivir en las redes sociales’ es que muestran una realidad que no existe, porque en ellas damos una imagen falsa de nosotros mismos, aquella que nos interesa ofrecer en cada momento. Las virtudes de la conversación persona a persona son atemporales, y nuestra tecnología más básica, la conversación, responde a nuestros desafíos modernos. Tenemos todo para empezar, nos tenemos el uno al otro.  ¿Realmente vivimos o hacemos que vivimos?
Tengamos presente, sin dejar de reconocer que son una asombrosa herramienta de comunicación, las redes sociales están plagadas de amenazas tales como los hackers, estafadores, robo de identidad, ciberacoso, robo de información y un conjunto creciente de riesgos a nuestra seguridad.
La educación de la reflexión, que anticipó Pío XII, se hace absolutamente esencial y urgente en una circunstancia como la nuestra, en la que la televisión, Internet, cine, revistas, publicidad, y el consumismo influyen más que todos los colegios y universidades juntos, arrastran sin oposición alguna hacia la superficialidad. Vivimos en gran medida de impresiones, sensaciones, impulsos emocionales. Y por eso la inestabilidad caracteriza nuestras vidas. No es bueno dejarse llevar de la verborrea de palabras e imágenes que bombardean la conciencia, sin dejar tiempo para reflexionar, para separar el grano de la paja, la apariencia de la realidad. Ser reflexivo es profundizar en el ser de las cosas, en su valor y en su sentido Una juventud se pierde si no hay educadores que la hagan reflexionar.    
Tenemos otras dificultades, aparte de la trampa de la superficialidad, que caracterizan la situación en la que todavía vivimos y que tienen que ver con el espejismo encantador de las burbujas y la exaltación de la estupidez.
La ambición desmedida y la falta de sentido común han propiciado una cultura de burbuja, como la del Mar del Sur o la de los tulipanes holandeses. Al hilo de la Compañía del Mar del Sur, organización comercial privada formada en 1711 por el Ministro de Hacienda británico, Robert Harley.  surge el nombre de burbujas para referirse a un montón de compañías de dudosa viabilidad. La creación de dicha compañía surgió como parte de un plan para financiar al gobierno inglés: los titulares de deuda pública debían cambiarla por acciones de la nueva empresa. A cambio, el gobierno concedía a la compañía una renta perpetua de 576.534 libras al año, que se distribuirían como dividendos entre los accionistas. La empresa también recibió los derechos exclusivos del comercio con América del Sur y América Central de ahí el nombre de "Compañía de los Mares del Sur". Esta burbuja económica conocida como la Burbuja del Mar del Sur fue una de las crisis bursátiles más devastadoras de la historia del capitalismo.   
A pesar de la historia, las burbujas parecen tener un encanto especial para los humanos, al menos para algunos.  Como decía Charles Mackay: “Se ha dicho que los hombres piensan en rebaños; veremos que enloquecen en rebaños, pero recuperan la sensatez poco a poco, de uno en uno”. Así que la tarea es dura y de largo plazo. 
Otra dificultad que tenemos que enfrentar es la exaltación de la estupidez. En realidad, la inmediatez que lleva a la superficialidad es el regalo envenenado de la estupidez. Decía Bertrand Russell que “Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas”. Pues parece que con el paso del tiempo esta percepción no ha mejorado. De la mano de la superficialidad y la ambición, la estupidez se ha instalado en un nivel impensable. La estupidez es la fuerza oscura más poderosa que dificulta el crecimiento del bienestar humano y la felicidad. Einstein decía que hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana y a veces dudaba del universo. A uno le parece que el nivel de estupidez que hemos alcanzado es realmente relevante y según Paul Tabori, la estupidez humana no tiene fin.    
¿Qué nos está pasando?  Vivimos tiempos realmente complicados. Estamos en plena crisis social, económica y política. Nos sentimos desbordados por los acontecimientos, dentro de un espacio turbulento, en un torbellino de información y declaraciones que parecen cargadas de razón y desaparecen de un día para otro. Mucho ruido y pocas referencias estables a las que agarrarnos. Nos hemos dejado arrastrar por la superficialidad, la ambición y la estupidez.
Pues bien ¿Qué hacemos? Desde el punto de vista de la sociedad como sistema de innovación al servicio del progreso se hace indispensable activar una cadena de compromisos y alinearlos en un objetivo común. Personalmente considero que, entre todos los disponibles, algunos serian prioritarios: los valores, la tecnología en un sentido amplio, el conocimiento, la cooperación, el liderazgo y la gestión del tiempo.
En cuanto a la tecnología digital debemos maximizar su utilidad y minimizar su capacidad para destruirnos. Para ello, se aconseja utilizarla para transmitir información necesaria rápidamente, pero nunca para tratar de resolver un conflicto ni para comunicar pensamientos y emociones más profundos. Y, aunque cada vez nos cueste más, tomarnos la molestia de quedar con nuestros amigos y conocidos si queremos saber realmente cómo se encuentran. Necesitamos volver a aprender a conversar frente-a-frente, escucharnos los unos a los otros porque, a menudo, es en los momentos sin editar, en esos momentos en los que dudamos, tartamudeamos o nos quedamos en silencio, cuando nos revelamos a los demás.
Frente a la superficialidad, no queda sino la profundidad y el rigor, volver a recuperar la importancia de los detalles, de los matices. Los matices son como puntos de sutura de las relaciones a través del diálogo para activar la cooperación. Recuperar los valores que nos transmitieron nuestros abuelos y padres, recuperar la necesidad espiritual y el valor de la familia. Y el buen consejo de Pio XII: la educación de la reflexión en la juventud. Por otra parte, frente al encanto embriagador de las burbujas no nos queda sino la perseverancia, la consistencia y el trabajo duro. Recuperar el valor de la modestia y lo que llamo la paz espiritual interna, estar conformes con uno mismo. Y frente a la estupidez necesitamos la inteligencia. Necesitamos escuchar a los mejores, involucrarlos y que participen en el campo de juego.
Por último, coincido con quienes piensen que, probablemente, la mayor causa de la actual crisis venezolana y la principal amenaza y peligro al futuro de nuestra democracia sean la superficialidad, la ambición y la estupidez.  




   
Bibliografia
[1] Sylvia Hart Frejd, “The digital invasion. How technology is shaping you and your
      relationships”, July 2013 (book)
[2] Franck Frommer, “El pensamiento PowerPoint”, septiembre 2011(libro)
[3] Nicholas Carr, “The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains”, July 2011 (book) [4] Charles Mackey, “Extraordinary popular delusions and the madness of crowds”, August
      2018 (book)
[5] Belén Manrique, “Superficialidad, narcisismo y dependencia: riesgos de redes sociales”,
      Revista Misión, abril 2015
[6] Francisco A. Franco, “El lado obscuro de las redes sociales”, enero 2018 (libro)
[7] Jose Luis Larrea, “Superficialidad y estupidez”, El País, enero 2013
[8] Equipo pedagógico Ágora, “Educar en la reflexión (III): El peligro de la superficialidad”,2018
[9] Sherry Turkle, “Alone together: Why we expect more from technology and less from each
        other”, January 2011 (book)
[10[ Sherry Turkle, “Reclaiming conversation: The power of talk in a digital age”, October 2015
       (book)






Comments

  1. Excelente artículo. Alarmante realidad. Y creo que los que así lo entendemos tenemos una tarea por delante, con nuestro entorno, con nuestros hijos y nietos, aunque parezca difícil pues la tecnología nos lleva por delante, educarles para pensar, reflexionar, compartir actividades interesantes y fomentar hábitos de lectura, investigación, manualidades,etc. Formarlos como seres pensantes. Hay trabajo por hacer...

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  2. Muy interesante papi, es así existen muchas personas que solo están por estar sin aportar nada de valor. Aunque he podido de observar que la generación de los Millennials y X son un poco más "curiosos" y no aceptan las noticias sin escudriñar un poco mas allá.

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  3. Excelente artículo. Alarmante realidad. Y creo que los que así lo entendemos tenemos una tarea por delante, con nuestro entorno, con nuestros hijos y nietos, aunque parezca difícil pues la tecnología nos lleva por delante, educarles para pensar, reflexionar, compartir actividades interesantes y fomentar hábitos de lectura, investigación, manualidades,etc. Formarlos como seres pensantes. Hay trabajo por hacer...

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  4. Excelente artículo jefe, totalmente de acuerdo. Vemos de forma alarmante como se pierde la comunicación, y prevalece la superficialidad. Veo jóvenes solas y amargadas y solo sonríen para tomarse fotos en instegran. Mucho éxitos!

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  5. En el artículo “Unas veces se gana, otras se aprende” recibí comentarios de dos grandes amigos; uno me daba las gracias pues considera que minimizar la superficialidad de los tiempos en que vivimos, es una tarea tan titánica como ingrata y otro esperaba que alguna vez lo extendiera buscando otros elementos. Lo que para uno es sentarse a escribir, puede ser para otra persona salir a trotar, o pintar, hacer yoga, o lo que sea. La verdadera esencia del tiempo para uno mismo es hacer algo que involucre disfrute, algo que nos guste hacer. Algo que nos ayude a encontrarnos a nosotros mismos. Estuve totalmente de acuerdo y un poco de ahí el sentido de este artículo.
    Anteriormente, el pensar empezaba por buscar información a partir de la cual aportábamos nuestras propias visiones y deducciones. Hoy en dia nos quedamos en la primera etapa sin ningún interes en aportar nuestras apreciaciones y conclusiones. Las facilidades tecnológicas nos incitan a buscar, pero no a reflexionar y nos desentendemos del pensamiento crítico.
    No todo es culpa de la mayor cantidad de información disponible pues, si a ver vamos, al estar más informados se hace más difícil de ser manipulados, pero evidentemente tampoco implica capacidad de desarrollar pensamientos más complejos. Como padres y abuelos debemos seguir el consejo de Pio XII y educar a nuestros hijos y nietos en la reflexión.
    Por cierto, por esas razones que solo se explican por la tecnología, algunos comentaristas si salen identificados, como mi hija Adriana “Nana” pero el primer “unknown”, es mi hermana Maria Eugenia que luego repitió me imagino a ver si le salía con su nombre, pero, el segundo “unknown”, no logré ubicarlo pero le agradezco su interes y muy cierta su impresión. Hubo otro amigo, Alvaro Rotondaro, que me envió su comentario por WhatsApp y quedamos en vernos para continuar conversando

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