Actitud, optimismo, confianza y resiliencia ante la Venezuela actual (GGU)


Actitud, optimismo, confianza y resiliencia ante la Venezuela actual
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 1 abril 2019

Los términos actitud y aptitud generan ciertas confusiones debido a su gran similitud al momento de ser pronunciadas y escritas, pero es de gran relevancia tener conocimiento de que ambos poseen diferentes definiciones.

Aptitud de origen latín ‘aptus’, que significa 'capaz para', es la idoneidad que posee un individuo para ejercer un empleo o cargo y, la capacidad o disposición para el buen desempeño de un negocio o industria. En cambio, actitud es la voluntad o disposición que posee un individuo para realizar una determinada actividad.

Winston Churchill decía que “La actitud es una pequeña cosa que hace una gran diferencia”. Según la psicología, la actitud es el comportamiento habitual que se produce en diferentes circunstancias y que determinan la vida anímica de cada individuo. Las actitudes quedan patentadas por las reacciones repetidas de una persona.

La actitud es la manifestación o el ánimo con el que frecuentamos una determinada situación, puede ser a través de una actitud positiva o actitud negativa. La actitud positiva permite afrontar una situación enfocando al individuo únicamente en los beneficios de la situación en la cual atraviesa y, enfrentar la realidad de una forma sana, positiva y efectiva. A su vez, la actitud negativa no permite al individuo sacar ningún provecho de la situación que está viviendo lo cual suele llevarlo a sentimientos de frustración, resultados desfavorables que no permiten el alcance de los objetivos trazados.

El pueblo venezolano se ha mantenido alerta y movilizado, dispuesto a hacer todo lo necesario para lograr su Libertad. Debe sobreponerse y evitar en lo posible los efectos perversos de desmotivación, paralización y depresión que persigue el régimen actual. El monstruo esta herido de muerte, estamos en la etapa final de nuestras noches a obscuras. Churchill tenía razon y parafraseándolo, es nuestro momento de sangre, sudor y lágrimas, pero con el objetivo claro.

Me animé un poco a reflexionar sobre estos “significados” a raíz de una conversa con un gran amigo sobre Venezuela en la cual, después de múltiples análisis y comparaciones, me dijo “lo que si estoy absolutamente claro es que el pobre país que tenemos no se lo debemos solamente a los chavistas”. Sentí como excusa lo que dijo a continuación “tengo el pesimismo en una hipernota”. Esa aclaratoria, al momento, me imagino era porque en un almuerzo reciente me habia confesado que él era pesimista por naturaleza. Eso ya lo sabía, pero hay algo que no termino de entender pues, por naturaleza, también es un gran critico y defensor a ultranza de la filosofía y su enseñanza desde la primaria.

Dado que la filosofía es el camino del que ama la sabiduría, una actitud filosófica significa no aceptar algo que se considera como la verdad absoluta sin antes pensar sobre esa determinada "supuesta verdad". Es tener un pensamiento crítico y no basarse en el sentido común, que a menudo puede llevarte al engaño.

La actitud crítica analiza lo verdadero de lo falso para encontrar los posibles errores, esta no permite aceptar ningún otro conocimiento que previamente no sea analizado para asegurarse que los conocimientos adquiridos sean puramente válidos. Algunos expertos de la filosofía consideran la actitud crítica como una posición intermedia entre el dogmatismo y el escepticismo, como defensa de que la verdad existe, sometiendo a examen o crítica a todas las ideas que pretenden ser consideradas verdaderas.

Vivimos en tiempos pesimistas, aunque haya muchas razones para el optimismo. El ánimo pesimista circula por los titulares de prensa y las redes sociales furibundas. Recientemente lei un artículo que sugería que la prensa cubriera también las noticias positivas como hacen algunos medios con “periodismo de soluciones” y varios comunicadores lo criticaron diciendo que eso no era parte de su oficio, como si hubiera sugerido que fueran ellos mismos quienes resolvieran los problemas.

Sin embargo, en muchos sentidos, vivimos en una buena época. Nunca había habido un porcentaje más bajo de personas que viven en la pobreza; la mortalidad infantil es la mitad de lo que era en 1990; a pesar de retrocesos en varios países, la democracia nunca había sido la forma de gobierno de tantos Estados. Hay muchas otras cifras para el optimismo, pero prefiero concentrarme en otras razones, más de otro tipo psicológico.   

El llamado “sesgo de negatividad” ayudó a los humanos a sobrevivir como especie, pero hoy nos hace desmedidamente pesimistas. Se le suele dar mucha más atención a un comentario negativo que a muchos positivos sobre la misma cosa. “Las malas impresiones y los estereotipos negativos se forman más rápidamente y son más duraderos que los buenos”, concluyó el psicólogo Roy Baumeister en un estudio clásico. En algunas profesiones relacionadas con la ingeniería y la tecnología o que tengan que ver con la seguridad, es imprescindible aplicar esta línea de pensamiento al desarrollar ideas o productos, el famoso peor caso. En definitiva, el sesgo de negatividad es necesario para sobrevivir, pero ¿Qué ocurre cuando queremos pasar la pantalla y vivir en lugar de sobrevivir? Nos toca asumir riesgos y darle apertura a nuestro carácter exploratorio.

Quizá por eso en la academia hay más críticos demoledores que constructivos. Un rasgo similar se nota en otras profesiones, que requieren una dosis alta de escepticismo, que termina mutando en pesimismo. Tal vez ese sea el perfil de mi amigo.

Otros términos que tienden a confundirse son conciencia y consciencia, a veces son intercambiables, pero no siempre. Con el sentido general de ‘percepción o conocimiento’, se usan ambas formas. Pero, conciencia es el conocimiento de lo que nos rodea, en base a los órganos de los sentidos. En sentido moral, como ‘capacidad de distinguir entre el bien y el mal, sólo se usa la forma conciencia. Fue Vincent Van Gogh quien dijo que “la conciencia es la brújula del hombre”.  En cambio, consciencia es el conocimiento de sí mismo. La consciencia define al ser. Se es consciente de sí mismo y de lo que nos rodea en base a lo que uno Es. Parece que, si apagamos la conciencia, no estamos en el aquí y en el ahora, difícilmente llegaremos a elevar la consciencia.
Si no soy consciente considero que mis límites son fronteras inexpugnables, acumulo límites. En cambio, un ser consciente conoce sus límites y sin embargo aspira a la totalidad, quiere ir más allá de los mismos. Para liberarte de los prejuicios y traumas solo tienes la consciencia. Es la consciencia la que te puede liberar. Siempre serás esclavo de las cosas de las que no eres consciente.  Cuando construimos una opinión sobre la realidad de lo que sucede y se vive, por ejemplo, en Venezuela, estamos realizando una toma de consciencia. Ahora bien, una toma de conciencia que no es seguida de un acto resulta completamente estéril. Un acto vale más que mil palabras.

Si hay virtudes, creencias y capacidades que necesitamos practicar los venezolanos en estos tiempos son la paciencia y la confianza con Guaidó y su equipo y la resiliencia en nosotros mismos.

Según el filósofo y científico, Aristóteles, la paciencia es aquella que permite al individuo sobreponerse a las emociones fuertes generada por las desgracias o aflicciones. Con la palabra paciencia existen dos expresiones coloquiales; “perder la paciencia” es utilizado cuando la tolerancia y la perseverancia se agotan en el individuo o cuando este ya no soporta seguir esperando por algo o por una situación. También existe la expresión,” la paciencia tiene un límite” que quiere decir que el individuo, por más paciente que sea, tiene un límite de espera o tolerancia. No podemos darnos el lujo de perder la paciencia ni ponerle límites.

No es fácil desarrollar la paciencia en las actuales circunstancias que vive el pueblo venezolano ante todas las carencias producto de la crisis inducida y explotada por el régimen actual y el hostigamiento más el estrés diario producto del caos económico, político y social, entre otras causas. Por ello, es de suma importancia que el venezolano desarrolle la paciencia como la capacidad que posee el individuo para enfrentar las adversidades con tenacidad y sin lamentaciones. Fue Immanuel Kant quien dijo que” la paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte”. Y Plutarco “La paciencia tiene mas poder que la fuerza”.

Para la psicología social y la sociología, la confianza es una hipótesis que se realiza sobre la conducta futura del prójimo. Se trata de una creencia que estima que una persona será capaz de actuar de una cierta manera frente a una determina situación. En este sentido, la confianza puede reforzarse o debilitarse de acuerdo con las acciones de la otra persona.  La confianza supone una suspensión, al menos temporal, de la incertidumbre respecto a las acciones de los demás. Cuando alguien confía en el otro, cree que puede predecir sus acciones y comportamientos. La confianza, por lo tanto, simplifica las relaciones sociales. Nos guste o no, Juan Guaido es el líder y si él cae, nos caemos todos. Por eso debemos mantenernos unidos y no permitir caer en confrontamientos inútiles. Recientemente nos dijo que esto era algo de todos, no sólo de él. Asi que después no le echemos la culpa pues la culpa será de todos y sobre todo de los agoreros y de los que viven cuestionando.

La resiliencia en el ámbito de la psicología se entiende como la capacidad que posee la persona para hacer frente a sus propios problemas, superar los obstáculos y no ceder a la presión, independientemente de la situación. Es la capacidad de un individuo para sobreponerse a períodos de dolor emocional y traumas. Se corresponde aproximadamente con el término "entereza".

La teoría dice que la resiliencia es la capacidad del individuo de ser asertivo y tomar una decisión cuando se tiene la oportunidad de tomar una actitud correcta, a pesar de tener miedo de lo que eso puede causar. Por consiguiente, ese sentimiento se origina cuando la persona demuestra si sabe o no hacer frente a una situación de presión. Lo opuesto a la resiliencia es la negatividad.

De acuerdo con un artículo de marzo del 2016 de mi ahijada psicóloga, Claudia Cabanzo, recién reeditado en nuestro blog, el venezolano es resiliente por naturaleza. Nos decía ella que “los venezolanos hemos aprendido a ver lo positivo de alguna situación, a afrontar la vida con una cierta dosis de humor, a usar la creatividad para resolver problemas cotidianos, a no agachar la cabeza frente a las humillaciones de quienes ostentan el poder político y económico”. Comparto totalmente su reflexión y otra que registraba, asignada a Martin Luther King, según la cual “la mejor forma de medir a un hombre no es por lo que hace en momentos de comodidad y conveniencia, sino por lo que hace en momentos de desafío y controversia”.   

Tenemos que dejar de pensar que otros nos van a arreglar las cosas, y decir que, si el gobierno actual destruyo nuestra Venezuela, aquí estamos nosotros para rehacerla. Si hay un Plan País, estamos para ayudarlo. Si hay una Operación Libertad, aquí estamos para cumplirla. La oposición finalmente tiene un nuevo rostro que es valiente, con ideas refrescantes y habilidades de liderazgo que ha ayudado a revivirla. Es parte de la nueva generación política que surgió tras las protestas estudiantiles del 2007. Así nos apoderamos del país y de nosotros mismos, haremos lo que queramos con plena consciencia y con plena responsabilidad. Quien no quiera hacer nada, que pese sobre su conciencia y que se joda. Si cada uno no pone un granito de arena, no se logrará la victoria. Los que estamos en el exterior hemos encontrado la forma de hacerlo a través, entre otros, de nuestros sectores profesionales y las ONG.

En este nivel de consciencia se encuentra el puente entre pesimismo y optimismo. Fué Confucio el que dijo que “Darse cuenta de lo que hay que hacer, y no hacerlo, es cobardía”. Si contamos con ayuda internacional, es bueno, pero la iniciativa será nuestra como el 11 de abril del 2002. Los primeros en poner el pecho serán los venezolanos. El que entendió, entendió.

Si queremos cambiar nuestro país, primero debemos cambiar nuestra manera de verlo. Si nos hacemos conscientes de nuestros traumas, estaremos en condiciones de poder desactivarlos. Que en el pasado este cambio de consciencia sólo sucedió a un número muy reducido de personas, sin embargo, en la actualidad el cambio de consciencia se da a una escala mucho mayor. El 90% de los venezolanos quieren sacar al Usurpador, un gobierno de transición y convocar a nuevas elecciones libres y democráticas. Debemos mantenernos unidos y no permitir caer en cuestionamientos inútiles ni mucho menos en pensamientos pesimistas.

Hay que mantener las protestas por todos los medios y recalcar a diario las escaseces que sufre el país. Tenemos que estar claros que nuestra lucha no es contra políticos sino contra una banda de delincuentes asesinos que manejan a la perfección la mentira, la propaganda y la manipulación de masas y mantener elevado nuestro animo pues el monstruo está herido de muerte. Es obligatoria la protesta activa, no descansar y no perder la esperanza y la fe.

A la par de preocuparnos, encontrar soluciones y tomar en serio los riesgos existenciales que vivimos, como el cambio climático, la sobrepoblación y el deshielo antártico, entre otros, hay que contrarrestar los sesgos pesimistas y los profesionales del pesimismo, que reciben atención y crédito desmedidos. Y que alimentan la sensación de crisis que galopa por el país y por el resto del mundo, de la que beben los liderazgos mesiánicos aquí y allá. Debemos prepararnos para días más duros.




Comments

  1. Agradecido por presentar estas ideas que permanecían en el sopor de la derrota. Todos los seres humanos somos optimistas y pesimistas de acuerdo con el vaivén de las circunstancias.
    En Venezuela se hace más complejo y difícil vencer ese conflicto espiritual entre ambas emociones: La negativa y la positiva. Puede resolverse sin tenemos fe en nosotros mismos y contamos con el apoyo del amigo o de Dios.
    Confiemos en que saldremos de este laberinto, aunque la sombra del Bolivar y su último escepticismo esté en el camino.
    Un abrazo.

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