Conocimiento, experiencia y habilidad *Gustavo Gonzalez Urdaneta


Conocimiento, experiencia y habilidad
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 29 enero 2020

Tan fundamental son estas competencias en la vida que todos "sabemos" lo que es el conocer y el conocimiento, la experiencia de cómo hacer algo y la habilidad para hacer ese algo, con tal de que no tengamos que explicarlo. Tal es la situación que ocurre con casi todos los conceptos verdaderamente importantes: la palabra es perfectamente conocida y su uso perfectamente dominado. Pero la palabra tiene una amplitud tan grande y su uso unos contextos tan variados que el concepto, tan rico y lleno de matices, resulta muy difícil de comprender y explicar.

El conocimiento, la experiencia y las habilidades son tres cosas diferentes. Y es importante saber la diferencia, aunque esta puede ser sutil. El conocimiento es la comprensión teórica o práctica de un tema, la experiencia se refiere al conocimiento procedimental (cómo hacer algo), y las habilidades son las competencias innatas o desarrolladas a través de la capacitación o la experiencia. Veámoslas un poco más en de detalle y que cada quien juzgue la importancia de cada una y priorice su preferencia personal.

Los conocimientos se adquieren mediante una pluralidad de procesos cognitivos: percepción, memoria, experiencia (tentativas seguidas de éxito o fracaso), razonamiento, enseñanza-aprendizaje, testimonio de terceros, etc. Estos procesos son objeto de estudio de la ciencia cognitiva. Por su parte, la observación controlada, la experimentación, la modelización, la crítica de fuentes (en Historia), las encuestas, y otros procedimientos que son específicamente empleados por las ciencias, pueden considerarse como un refinamiento o una aplicación sistemática de los anteriores. Estos son objeto de estudio de la epistemología. 
No existe una única definición de «conocimiento». Sin embargo existen muchas perspectivas desde las que se puede considerar el conocimiento; siendo la consideración de su función y fundamento, un problema histórico de la reflexión filosófica y de la ciencia. La rama de la filosofía que estudia o que relaciona el conocimiento es la epistemología o teoría del conocimiento. La teoría del conocimiento estudia las posibles formas de relación entre el sujeto y el objeto. Se trata por lo tanto del estudio de la función del entendimiento propio de la persona. El conocimiento es propio únicamente del ser humano gracias a la facultad del entendimiento. El entendimiento, según Aristóteles, es intuitivo y penetra en la esencia de las cosas a partir de la experiencia mediante un proceso de abstracción.
Diferenciamos, de un modo técnico y formalizado los conceptos de conocer y saber, por más que, en el lenguaje ordinario, se usen a veces como sinónimos, otras veces no. Conocer, y su producto el conocimiento, va ligado a una evidencia que consiste en la creencia basada en la experiencia y la memoria y es algo común en la evolución de los seres naturales concebidos como sistemas, a partir de los animales superiores.
Saber, por su parte requiere, además de lo anterior, una justificación fundamental; es decir un engarce en un sistema coherente de significado y de sentido, fundado en lo real y comprendido como realidad; más allá del conocimiento del objeto en el momento presente como si fuera definitivo y completo. Un sistema que constituye un mundo y hace de este hecho de experiencia algo con entidad consistente. Un conjunto de razones y otros hechos independientes de mi experiencia que, por un lado, ofrecen un "saber qué" es lo percibido como verdad y, por otro lado, orientan y definen la conducta, como un "saber hacer" como respuesta adecuada y una valoración de todo ello respecto a lo bueno.  

El conocimiento se suele entender como los hechos o información adquiridos por una persona a través de la experiencia o la educación, la comprensión teórica o práctica de un asunto referente a la realidad y representa toda certidumbre cognitiva mensurable según la respuesta a «¿por qué?», «¿cómo?», «¿cuándo?» y «¿dónde?». Es lo que se adquiere como contenido intelectual relativo a un campo determinado o a la totalidad del universo y la conciencia o familiaridad adquirida por la experiencia de un hecho o situación. Una persona con considerable conocimiento en un área determinada puede ganar reputación como un experto.
 
Fue Albert Einstein quien dijo “En momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento”. Al respecto les cuento una anécdota interesante: “Estaba un cachorro, perdido en la selva, vio un tigre corriendo en su dirección y comenzó entonces a pensar rápido, para ver si se le ocurría alguna idea que le salvase del tigre. Entonces vio unos huesos en el suelo y comenzó a morderlos. Cuando el tigre estaba casi para atacarle, el cachorro dijo en alto: ¡Ah, este tigre que acabo de comer estaba delicioso! El tigre, entonces, paró bruscamente y, muerto de miedo, dió media vuelta y huyó despavorido mientras pensaba para sí: ¡Menudo cachorro feroz! ¡Por poco me come a mí también! Un mono que había visto todo, fue detrás del tigre y le contó cómo había sido engañado por el cachorro. El tigre se puso furioso y dijo: ¡Maldito cachorro! ¡Ahora me la vas a pagar! El cachorro, entonces, vio que el tigre se aproximaba rápidamente a por él con el mono sentado encima y pensó: ¡Ah, mono traidor! ¿Y qué hago ahora? Comenzó a pensar y de repente se le ocurrió una idea: se puso de espaldas al tigre y cuando este llegó y estaba preparado para darle el primer zarpazo, el cachorro dijo en voz alta: ¡Será perezoso el mono! ¡Hace una hora que le mandé para que me trajese otro tigre y todavía no ha vuelto!” Tenía razón Einstein en su reflexión y es algo que deberían tener presente los políticos de la oposición real en Venezuela.

Por su parte, el concepto de experiencia se refiere al conocimiento procedimental (cómo hacer algo), en lugar del conocimiento factual (qué son las cosas). Los filósofos tratan el conocimiento basado en la experiencia como «conocimiento empírico» o un «conocimiento a posteriori». Las experiencias son eventos únicos y personales en el momento presente pero que pueden conducirle a momentos futuros o a reminiscencias pasadas. Otros autores abogan por entender el término transversalmente en todas sus acepciones dado que «experiencia es un término que tiene distintas acepciones pudiéndose dirigir en términos de uso, de expectativas y de vivencias».

Del latín experiri, "comprobar", es una forma de conocimiento o habilidad derivados de la observación, de la participación y de la vivencia de un evento o proveniente de las cosas que suceden en la vida, es un conocimiento que se elabora colectivamente.  

Otros plantean que la experiencia se refiere a “eso que me pasa” y en función de algunos principios propios de la experiencia (exterioridad, subjetividad, reflexividad y transformación; singularidad, finitud, etc.), el experimentar implica ser transformado. No es sólo comprender algo o saber algo, sino que tiene que ver con ese proceso innovador que me transforma y tiene efectos en mí, en mis saberes, en mis creencias, en mis pensamientos. A esto se le denomina “principio de reflexividad”. Por ejemplo, la situación experiencial con la lectura de un libro; el lector que lee y comprende (en el sentido cognitivo) un texto, pero que no le pasa nada con este, no ha hecho ninguna experiencia; es decir, que lo importante es la relación que se establece con el texto y no el texto en sí mismo. Kafka, al respecto, citaba “Si el libro que leemos no nos despierta con un puñetazo en la cabeza, ¿para qué leerlo? Un libro tiene que ser el hacha que rompa nuestra mar congelada”.

A lo largo de mis 53 años de experiencia laboral en los sectores público y privado de mi área profesional, la ingeniería eléctrica, la gerencia y consultoría, mucho fue lo que aprendí de mis jefes, compañeros, amigos y consultores; personajes cuyas vidas y trayectorias me han legado aportes, enseñanzas y ejemplos que he ido incorporando en la trayectoria de mi vida personal y profesional. De todos ellos fui recibiendo aportes que trate de sintetizar en lo que me dio por llamar “El decálogo de la responsabilidad en los negocios”. Son diez mandamientos que adopte en mi vida personal y profesional y considero que debieran ser respetados por las empresas públicas y privadas para mantener una actitud responsable ante la sociedad juntamente con la idea de negocio que cada uno pueda tener. Aquí se los transmito:

“Deberás usar la competencia para estimular el mejoramiento en el rendimiento y la productividad y distribuir los beneficios de esas mejoras tanto en los clientes como en quienes lo hicieron posible. Debes usar los costos reales del dinero en todas las evaluaciones y comparaciones económicas y dejar las decisiones de subsidio al nivel político, tomando decisiones exclusivamente en base a maximizar el bienestar de los clientes. No deberás discriminar los proyectos por segmentos de la sociedad ni emprender nuevos proyectos para servicios que pueden ser suministrados a través de instalaciones ya en servicio a menos que sean más económicas en una base nacional. Deberás minimizar los costos en base al valor presente a largo plazo y los costos en todas las regiones geográficas de forma que todos puedan recibir equitativamente los beneficios disponibles. Deberás minimizar los costos de toda la cadena del servicio eléctrico desde la generación hasta el cliente final. Y no deberás considerar las ganancias como el incentivo esencial para el desarrollo, ni la competencia como ley suprema de economía o la participación privada como un absoluto derecho sin límites u obligaciones sociales.”

Como dijo Leonardo da Vinci “El buen juicio nace de la buena inteligencia y la buena inteligencia deriva de la razón, sacada de las buenas reglas; y las buenas reglas son hijas de la buena experiencia: madre común de todas las ciencias y las artes.”

Según la Real Academia Española, se entiende la habilidad como la capacidad de alguien para desempeñar de manera correcta y con facilidad una tarea o actividad determinada. De esta manera, se trata de una forma de aptitud específica para una actividad puntual, sea de índole física, mental o social. El término habilidad proviene del latín habilis, que inicialmente significó “aquello que se puede tener”, y fue empleado en la designación de algunas de las especies del género Homo de nuestro pasado evolutivo: Homo habilis, el hombre “hábil” que aprendió a emplear herramientas de piedra para hacerse su vida más fácil. Así, se le llama hábiles a las personas que poseen facilidades para desempeñarse en un área específica.

Comúnmente, las habilidades se entienden como talentos innatos, naturales, pero la verdad es que también pueden ser aprendidos o perfeccionados: una persona puede nacer con un talento propio para cierto deporte, o puede adquirir dicha habilidad con la práctica y la ejercitación constantes. En principio, entonces, la habilidad implica de algún modo el talento en potencia. Habilidad se suele entender como la capacidad, inteligencia, efectividad y disposición para hacer algo. Es la gracia y destreza en ejecutar una cosa, especialmente aquella que sirve de adorno al sujeto: Puedes tener habilidad para contar chistes o bailar el tango o bien para hacer las dos cosas a la vez. O sea, cada una de las cosas que una persona ejecuta con eficacia, gracia y destreza.

Según Edmund Burke «El que lucha contra nosotros nos refuerza los nervios y perfecciona nuestra habilidad», mientras que Joanne Kathleen Rowling considera que «Son nuestras decisiones las que muestran lo que podemos llegar a ser. Mucho más que nuestras propias habilidades» y según Gilbert Keith Chesterton «La habilidad mata a la sabiduría; ésta es una de las pocas cosas ciertas y dolorosas».

Tal variedad de reflexiones se deriva de que el término habilidad puede referirse a diferentes conceptos, entre otros: En el ámbito cognitivo (p.e. la memoria, la rapidez del pensamiento, la deducción lógica o el manejo de lenguajes formales como la matemática); emocionales (inteligencia emocional); en el ámbito profesional (p.e. comportamiento, actitudes, valores) y en el ámbito social (p.e. liderazgo, empatía, convencimiento) y, en general, todo lo que necesita una persona para enfrentarse exitosamente a las exigencias de la vida diaria. La habilidad es la aptitud innata, talento, destreza o capacidad que ostenta una persona para llevar a cabo y por supuesto con éxito, determinada actividad, trabajo u oficio. Según Winston Churchill “El éxito es la habilidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”, muy apropiada en el presente para Venezuela.

Hay una anécdota interesante sobre las habilidades innatas o desarrolladas. Un maestro samurái paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar, constatando la pobreza del sitio, los habitantes: una pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas sucias y rasgadas, sin calzado.

Entonces se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia y le preguntó: “En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?”. El señor calmadamente respondió:” Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo”.

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue. Siguieron su camino, y un rato después se volvió hacia su fiel discípulo y le ordenó: “Busca la vaquita, llévala al precipicio de allí enfrente y empújala al barranco”. El joven, espantado, no entendió la orden del maestro, pues la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Mas como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la orden.

Un buen día, muchos años después el joven agobiado por la culpa, regreso al mismo lugar y se encontró que todo había cambiado, todo muy bonito, con árboles floridos, todo habitado, con carro en el garaje de tremenda casa y algunos niños jugando en el jardín. Espantado el joven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hacía algunos años con el maestro y le preguntó al señor, el dueño de la vaquita: “¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?”. El señor entusiasmado le respondió: “Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió, de ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos, así alcanzamos el éxito que sus ojos ven ahora”.

La moraleja samurái nos dice: Todos nosotros tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa básica para nuestra supervivencia, pero que nos lleva a la rutina y nos hace dependientes de ella, y nuestro mundo se reduce a lo que la vaquita nos brinda. Tú sabes cuál es tu vaquita. No dudes un segundo en empujarla por el precipicio.

El talento, del griego talanton, significa balanza o peso, era una unidad de medida monetaria utilizada en la antigüedad y adquirió fama por su mención en una de las parábolas de Jesús: la parábola de los talentos, de cuya interpretación se deriva inteligencia, aptitud. Muchos creen que el talento es cuestión de suerte, pero pocos saben que la suerte es cuestión de talento. Desde una perspectiva de recursos humanos, el concepto de talento es entendido como un todo, donde se mezclan, entre otros, conocimiento, experiencia y habilidad.

Como dijimos al principio, el conocimiento es la comprensión teórica o práctica de un tema, la experiencia se refiere al conocimiento procedimental (cómo hacer algo), y las habilidades son las competencias innatas o desarrolladas a través de la capacitación o la experiencia. Todas están al alcance de aquel que quiera adoptarlas.

Como ilación, lo importante es estar comprometidos a poner en práctica y transferir nuestras capacidades aportando valor a la sociedad y mantenerse en un estado de constante aprendizaje con espíritu crítico, creatividad, iniciativa y versatilidad. Capaz de romper moldes superando las expectativas, valorando la diferencia de puntos de vista, y aprovechar los cambios como oportunidades de crecimiento.

Lo que resta es preguntarnos ¿Tenemos el talento que la sociedad requiere y espera de nosotros?
  



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