Brexit: El divorcio turbulento del Reino Unido y la Unión Europea /Gustavo Gonzalez Urdaneta
Brexit: El divorcio turbulento del Reino Unido y la
Unión Europea
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami, 5 febrero 2020
Después de tres
años de regateo con el parlamento británico, de convulsiones en la cúpula
gubernamental y súplicas a Bruselas para atrasar la salida, Gran Bretaña da
vuelta a la página y pone fin a casi medio siglo de vínculos cercanos con
Europa el pasado 31 de enero. A la medianoche del 31 de enero en Bruselas —11
de la noche en Londres, un recordatorio de que fue la Unión Europea la que fijó
los términos de la partida— Gran Bretaña comenzó una transición de once meses
en la que seguirá cumpliendo con las reglas y regulación del bloque mientras
decide qué tipo de Brexit seguirá.
Lo que
finalmente surja mientras Gran Bretaña se divorcia de la Unión Europea podría
determinar el curso de la nación y su lugar en el mundo durante décadas. Boris Johnson, un impetuoso defensor de la retirada, ahora guiará a la
nación a través de la etapa más crítica del Brexit: las negociaciones que
determinarán qué tan vinculado quedará Gran Bretaña con el bloque europeo.
Brexit
—contracción de las palabras Bretaña y salir, exit, en inglés—, se convirtió en
la abreviatura preferida de la propuesta de que Gran Bretaña se separe de la
Unión Europea y cambie su relación con el bloque en materia de comercio,
seguridad y migración.
Gran Bretaña ha
estado debatiendo los pros y los contras de la membresía a una comunidad
europea de naciones casi desde el momento en que se planteó la idea. Realizó su
primer referéndum sobre la membresía a lo que entonces se llamaba la Comunidad
Económica Europea (CEE) en 1975, menos de tres años después de su adhesión. En
ese momento, el 67 por ciento de los votantes apoyaba pertenecer al bloque.
Pero el debate no terminó ahí.
Es motivo de
reflexión, qué ha ocurrido para que una de las naciones más influyentes del
mundo se volviera un lugar cada vez más aislado y abandonara su vocación de
potencia global. Tal vez en parte debido a que el Reino Unido tenía una
influencia muy superior a la que cabría de esperar de un estado relativamente
pequeño y cada vez más alejado de su legado imperial y como se dice en lenguaje
boxístico “el Reino Unido está pegando por encima de su peso”
Esa pegada fuera
de peso, aparte de su relación especial con Estados Unidos, es producto de su armamento
nuclear, la solidez de sus empresas, la calidad de su educación universitaria,
el alcance global de su cultura o la adopción del inglés como lengua en un
mundo globalizado. Esa influencia ayudó a atenuar el declive de un país que
durante la segunda guerra mundial todavía era un imperio global y que fue
adaptando sus políticas al impacto de la descolonización.
El ocaso del
imperio hubiera sido más difícil para los británicos si el Reino Unido no
hubiera entrado en el proyecto europeo en enero de 1973. El beneficio fue
mutuo. El dinamismo económico del Reino Unido ayudó a potenciar el mercado común
y sus diplomáticos mejoraron el funcionamiento de las instituciones europeas.
Además, su presencia en Bruselas potenció el valor de su alianza con Estados
Unidos, cuyos líderes siempre vieron a los británicos como su mejor aliado
dentro de la institución.
El Brexit ha
sido el fruto de varios factores, algunos más cercanos como las contradicciones
de David Cameron, la tibieza (indefinición) del líder laborista Jeremy Corbyn o
los recortes del gasto público por parte del gobierno. Otros más profundos son
el desencanto con la clase política, la impopularidad de la Unión Europea o las
consecuencias del declive industrial.
El fiasco de la
crisis de Suez en 1956 dejó al desnudo el poder menguante del Reino Unido y
regiones como Gales, Manchester o Yorkshire empezaron a sufrir los efectos del
declive industrial. Hasta 1956, en las minas de carbón de Gales trabajaban cerca
de 700,000 británicos y en varias regiones del norte de Inglaterra. Hoy apenas
quedan un par de miles. Ese declive es similar en sectores estratégicos como la
industria siderúrgica. El Reino Unido fabricaba casi la mitad del acero del
mundo en 1875. Hoy sus doce millones de toneladas apenas suponen un 0.87% de la
producción mundial.
El sector
industrial ha encogido más que en países como Francia o Alemania. A principios
de los ’50, representaba un tercio del PIB y empleaba un 40% de los británicos.
Hoy esa cifra se ha reducido hasta el 8% y apenas representa el 11% del PIB
según referencias del 2013. Sea cual sea su origen, la destrucción de la
industria pesada ha contribuido a erosionar el tejido social de decenas de
ciudades pequeñas del norte del país. No es casual que las regiones más
afectadas por ese declive fueran las que más votaron a favor de sacar al reino
Unido de la UE.
El Reino Unido se adhirió a la CEE, comúnmente
denominada por los británicos como el «Mercado Común», el 1 de enero de 1973,
bajo el gobierno conservador de Edward Heath. El Partido Laborista, liderado en
la oposición por Harold Wilson, concurrió a las elecciones generales de octubre
de 1974 con el objetivo de renegociar los términos de pertenencia del Reino
Unido a la CEE y, posteriormente, celebrar un referéndum sobre la permanencia
en la misma en función de los nuevos términos. En 1975 se celebró un referéndum
en el que el electorado decidió sobre la permanencia británica en la CEE. Todos
los principales partidos políticos y la prensa apoyaron la continuidad en el
mercado común.
El 5 de junio de 1975, los electores tuvieron que
decidir si votaban sí o no a la pregunta: «¿Piensa que el Reino Unido debe
permanecer en la Comunidad Europea (Mercado Común)?». Todos los condados
administrativos del Reino Unido registraron una mayoría de votos afirmativos,
con la excepción de las islas Shetland y las islas Hébridas Exteriores. Como
resultado, el Reino Unido permaneció en la CEE con 67.2% votos del Si y 32.8%
del No para una participación del 64.5%.
El Partido Laborista, en la oposición, hizo campaña en
las elecciones generales de 1983 para que el Reino Unido saliera de la CEE. La
propuesta no tuvo mayor calado por la aplastante victoria de Margaret Thatcher,
que fue reelegida en las elecciones. A partir de ese momento, el Partido
Laborista cambió su política hacia Europa.
Desde la década de 1990, la oposición a una mayor
integración europea vino principalmente de la derecha. Cuando en 1992 el
Tratado de Maastricht, que creó la UE y el mercado único y garantizó las cuatro
libertades básicas (la libre circulación de bienes, servicios, capitales y
personas en toda la UE) fue presentado ante el Parlamento, hubo divisiones
dentro del Partido Conservador, lo que llevó a una rebelión sobre el Tratado.
A comienzos de la década de 1990 se formó el Partido
de la Independencia del Reino Unido (UKIP). Es un partido euroescéptico en
contra de la participación del Reino Unido en la Unión Europea. Consiguió el
tercer lugar en el Reino Unido en las elecciones europeas de 2004, el segundo
en las de 2009 y el primero en las de 2014. Creció fuertemente a principios de
la década de 2010 y la influencia de la campaña «Compromiso del Pueblo» entre
partidos también se ha descrito como influyente para lograr un referéndum.
El debate lo volvió a retomar David Cameron en 2013,
al proponer un referéndum sobre el mantenimiento del Reino Unido en la UE con
la idea de zanjar el asunto de una vez por todas. Las opciones presentadas a
los votantes eran amplias y vagas —Quedarse o Irse— y Cameron estaba convencido
de que “Quedarse” ganaría sin problemas. Fue un grave error de cálculo. Cuando
los británicos acudieron a las urnas el 23 de junio de 2016, una crisis de
refugiados había convertido la migración en un tema candente en toda Europa. Al
final, resultó que el 52 por ciento de los votantes apoyaban abandonar el
bloque, a pesar de que esto no estuviera bien definido, frente a un 48%
partidario de permanecer. El Brexit se
decide en una votación de cuatro puntos. Su semilla se había sembrado varias
décadas antes con el declive de las comunidades más vulnerables, la selección
de políticos despegados de sus circunscripciones y la apuesta estratégica por
los servicios financieros, que potenció la brecha entre Londres y el resto del
país. El referéndum fue el final del principio de ese proceso.
Sin embargo, en Escocia, Irlanda del Norte y
Gibraltar, además de la mayoría de Londres, predominó la opción de la
permanencia. Tras los resultados del referéndum, el primer ministro David
Cameron hizo efectiva su dimisión del cargo el 13 de julio del mismo año,
argumentando que un liderazgo fresco debe llevar al país a la opción elegida en
la votación.
Tras el referéndum de junio 2016 se inició un proceso
de casi tres años que debía concluir con la salida del Reino Unido el 29 de
marzo de 2019. En realidad, el proceso de retirada del Reino Unido de la Unión
Europea se inició una vez que el Reino Unido invocó el artículo 50 del Tratado
de la Unión Europea, lo que sucedió el miércoles 29 de marzo de 2017. El plazo de 29 de marzo 2019 fue prolongado en
primer término hasta el 12 de abril de 2019. El plazo volvió a ser prolongado
hasta el 31 de octubre de 2019. Por tercera y última vez, el plazo volvió a ser
prorrogado hasta el 31 de enero de 2020.
El Articulo 50
fue escrito por Giuliano Amato, ex primer ministro italiano. con la intención
de proveer una cláusula de escape pensando que nunca se usaría. Cualquier
líder, tan loco como Cameron, que se le ocurriera proponer un referéndum sobre
la salida de la UE, según Amato, debería saber que: "Cuando se trata de la
economía, tienen que perder". Abandonar la UE requiere tres procesos
infernalmente complicados. Gran Bretaña debe llevar a cabo un Brexit
administrativo, un Brexit legal y un Brexit económico. En un mundo ideal, o
incluso deseable, los tres se completarían antes de que un país abandonara la
UE. Pero este no es un mundo ideal. Ninguna economía avanzada, la cual es un
engranaje central, ha intentado algo como el Brexit.
Cameron fue sucedido el 16 de julio 2016 por Theresa
May, su ex-Ministra del Interior. May anunció la intención del gobierno de no
buscar ser miembro permanente del mercado interior europeo o de la unión
aduanera de la UE después de abandonar la UE. May así confirmaba que el voto
Brexit haba sido un rechazo integral de la libre circulación de personas, vista
como una sensación publica de impotencia que debe ser terminada; pues tal
rechazo implicaría ciertamente casi abandonar el mercado único. Los argumentos
de May fueron suficientes para que no recibiera un mandato abrumador del Brexit
pues se consideró que "Ningún acuerdo sería mejor que un mal trato".
El 14 de marzo de 2019, la Cámara de los Comunes votó
para que May le solicite a la UE una extensión del período permitido para la
negociación. Miembros de toda la Cámara de los Comunes rechazaron el acuerdo.
Los líderes sindicales exigieron que cualquier acuerdo debe mantener una unión
aduanera y un mercado único. Theresa May acabó dimitiendo el 24 de julio de
2019 y fue sustituida por Boris Johnson.
Johnson asumió el poder el 24 de julio y prometió que
para fin de año, con o sin acuerdo, el país estaría fuera del bloque. Pero los
parlamentarios de oposición y algunos rebeldes de su partido se apoderaron del
proceso del Brexit y se organizaron para bloquear una salida sin acuerdo, lo
que habría dejado a Gran Bretaña sin un colchón para amortiguar el golpe de una
separación súbita. Eso forzó a que Johnson pidiera una extensión, algo que
había dicho que “prefería estar muerto en una zanja” antes de hacerlo. Los
líderes europeos acordaron darle un plazo de tres meses, hasta el 31 de enero
de 2020, mientras Gran Bretaña sopesaba sus alternativas.
La retirada del Reino Unido de la UE ha sido defendida
por los euroescépticos de izquierda y de derecha, mientras que los proeuropeos,
que también abarcan todo el espectro político, han abogado por la membresía
continua y el mantenimiento de la unión aduanera y el mercado único.
Aunque el 31 de enero marcó un hito simbólico, es
simplemente el comienzo de un capítulo potencialmente más volátil de un
divorcio turbulento, en el que los líderes políticos y empresariales discuten
cómo será el Brexit. Cada camino conlleva riesgos para Johnson, más aún después
de una elección en la que lo apoyaron los votantes de antiguos bastiones del
laborismo en el norte y centro de Inglaterra, quienes, se espera, sufrirán al
instalarse las barreras comerciales con Europa. Y el tiempo ya corre. Cualquier
solicitud para extender ese plazo deberá hacerse antes de junio.
Sin embargo, Johnson ha prometido en varias ocasiones
completar la salida a finales de año. Si cumple con su palabra, Gran Bretaña y
la Unión Europea tendrán que llegar a un acuerdo que regule el comercio a
través del Canal de la Mancha de manera acelerada. Algo difícil pues, por
ejemplo, renegociar el acuerdo comercial entre Canadá y la Unión Europea de
2016 tomó siete años. También habrá negociaciones sobre el comercio de bienes
manufacturados y servicios, que conforman gran parte de la economía británica.
Como ya mencionamos, hay tres Brexit que cumplir para abandonar la UE (administrativo, legal y económico).
La ausencia de barreras físicas entre la República
Irlanda -que sigue siendo parte de la UE- e Irlanda del Norte -una de las
cuatro naciones que conforma el Reino Unido- es una de las bases del acuerdo de
paz que puso fin a años de violencia independentista. Dichas barreras dejaron
de ser necesarias cuando ambos territorios pasaron a ser parte de la zona aduanera
de la Unión Europea. Pero con el Reino Unido decidido a dejar esa unión para
poder negociar sus propios tratados de libre comercio, esas barreras tendrían
que volver a levantarse, aunque tanto Londres como Bruselas se han comprometido
a que eso no ocurra.
Si las partes no logran un acuerdo, así sea uno
limitado que deje para el año siguiente algunos asuntos, Gran Bretaña saldría
disparada del bloque sin acuerdo, lo cual abriría la puerta a aranceles e
interrupción fronteriza, un escenario similar al del Brexit sin acuerdo que los
legisladores han temido desde hace mucho. Cuanta más distancia ponga Gran
Bretaña entre sus reglas y las de Europa —han dicho los líderes del bloque— más
dificultarán el acceso de Gran Bretaña al mercado europeo. Cualquier restricción
de ese tipo amenazaría los empleos británicos, ya que muchos de ellos dependen
de clientes europeos.
Parece haber un amplio consenso entre los economistas
en que el Brexit tiene la posibilidad de reducir la renta per cápita real del
Reino Unido a mediano y largo plazo, y que el referéndum sobre el Brexit, en sí
mismo, dañó la economía. Existe la posibilidad que el Brexit reduzca la
inmigración europea y plantea desafíos para la educación superior y la
investigación académica. El impacto en el Reino Unido depende de si el proceso
será un brexit «duro» o «blando», o si hay un brexit sin acuerdo, por el cual
el Reino Unido abandonaría la UE sin un acuerdo de retirada.
Hay muchas
formas diferentes de que el Reino Unido deje la UE. No es necesario estar en la
UE para ser parte de la unión aduanera ni tampoco para formar parte del mercado
común. El mercado común es el gran arreglo comercial que permite a sus miembros
comprar y vender mercancías y servicios como si estuvieran en el mismo país. La
mayoría de los miembros están en la UE, pero hay formas en que el Reino Unido
deje la UE pero retenga los beneficios del mercado común, como lo hace Noruega.
Hay otras organizaciones europeas que Gran Bretaña puede unirse en vez de estar
en la UE. Una de ellas es la Asociación de Libre Comercio Europeo (EFTA por sus
siglas en ingles). Esta es una agrupación independiente de naciones no de la UE
que en su mayoría son miembros del mercado común. La combinación de estas
variables aporta una decena de opciones que el gobierno británico puede tomar.
Esa lista de
opciones mentales va al corazón del problema: el referéndum resolvió una
pregunta, pero no dió forma a una respuesta con sólo una diferencia de solo
cuatro puntos. En el caso de Brexit no hubo nada más que una colección de
declaraciones inexactas y mutuamente incompatibles hechas por varios defensores
del Brexit. Les toca extrapolar los resultados y argumentos formulados durante el
Brexit. Es un proceso lento y exigente, pero es parte de lo que tienen.
Ahora se antoja
difícil pensar que el Reino Unido pueda volver al proyecto europeo y también
que pueda interpretar el papel que le asignaba el premier conservador Harold
Macmillan en su relacion con Estados Unidos: ser una especie de Atenas refinada
que guie los pasos de la nueva Roma imperial. Pero el futuro está por escribirse
y no dependerá de los votantes mayores sino del compromiso de esos jóvenes que
se opusieron al Brexit sin éxito y en cuyas manos está conservar la ambición
global de su país.
Minuciosa y documentada historia del Brexit, como todos los escritos de Gustavo Gonzales;
ReplyDeletenada que yo pueda agregar.
El Brexit tiene implicaciones que trascienden al ambito economico.
Europa ha sido un continente desgarrado por guerras y divisiones. Entre 1870 y 1945 hubo tres guerras donde Francia y Alemania fueron enemigos. La carniceria y destrozos economicos y sociales estan mas que documentados y presentes en la mente de cualquiera con un minimo de conocimiento historico. Y estos dos paises, guiados por estadistas con vision de futuro, junto con otros paises comprometidos, concibieron un modelo de gobernanza que, con sus defectos y virtudes, como toda empresa humana, ha sido un modelo unico en la historia, pues no fue una union forzada por ambiciones imperiales, sino el deseo de tener un espacio comun, donde hombres de diversas naciones, credos, religiones, pudieran vivir armonicamente. El ego y las ambiciones de lideres miopes ha golpeado este proyecto; espero y creo que el mismo permanecera.
Como enfrentara la U.K. la potencia de China, Rusia, USA ? Sera un pais segundon ante el coloso
norteamericano ? Ya este le mando un mensaje, cuidado con la 5G amarilla. Creera Johnson que podra negociar un acuerdo con la U.E como el que Canada tiene con ella ? Los dioses ciegan a quienes quieren perder.
En Estrasburgo, ciudad frontera entre Alemania y Francia, a orillas del mitico Rhin, sede del Parlamento Europeo, capital de facto de la U.E junto con Bruselas y Luxemburgo, cuyo centro historico, La Grande Ile, es patrimonio historico de la Humanidad, en una de sus bellas plazas hay una estatua que representa a una madre abrazando a sus dos hijos, muertos en alguna de las tantas guerras que asolaron esa region, uno aleman, el otro frances. Los forjadores de la U.E. sin duda tuvieron presente lo que este simbolo representa cuando concibieron su proyecto.
No creo, repito, que lideres como los que impulsaron la separacion, logren acabarlo.