Globalismo, Nacionalismo y Tecnología ( Gustavo González Urdaneta )
Globalismo, Nacionalismo y Tecnología
Gustavo González Urdaneta
Miami, 15 julio 2020
A cuatro meses cortos
para las próximas elecciones presidenciales de los EE. UU., las encuestas miden
la pelea por el voto popular entre Donald Trump y Joe Biden, el virtual
candidato demócrata. Si las elecciones presidenciales fuesen hoy, Joe Biden le
sacaría 8-9 puntos porcentuales de ventaja a Donald Trump, de acuerdo con el
promedio de sondeos nacionales de RealClearPolitics. Para esta misma fecha en
el 2016, las encuestas pronosticaban 4 puntos a favor del candidato demócrata y
el resultado electoral fue diferente.
Cierto que las
variaciones en las encuestas pueden atribuirse a los márgenes de error, y más
cierto aún que, con el descalabro que tuvieron todas las encuestas, excepto
algunas online, con la elección de Donald Trump y con el Brexit, la confianza
en ellas está en entredicho. Pero el punto no es este, sino el movimiento hacia
un nuevo estado de cosas, la sacudida de la política tradicional, especialmente
de las líneas ideológicas marcadas luego del fin de la Guerra Fría.
La lectura más
verosímil de lo que vemos es justo eso: un reordenamiento de la política en
occidente. Lo que es la próxima batalla ideológica del mundo ya es un hecho, la
izquierda y la derecha tradicionales han dejado de ser las líneas sobre las
cuales giraba la política en occidente, una nueva reordenación se está
conformando: nacionalistas contra globalistas.
Al igual que
cuando la caída del muro de Berlín y el fin del campo socialista, una
nueva era parece estar a las puertas. El capitalismo moderno surgió
justo de lo que tratan de negar los globalistas: un orden moral común. Adam
Smith, sin duda alguna, se hubiera horrorizado totalmente de ver lo que se
impone como dogma en la actualidad: el libre comercio irrestricto, el poner la
economía en primer lugar de la moral o, en otras palabras, la subordinación de
la vida humana a la economía.
Revisemos un
poco lo que nos dicen los especialistas y las redes sociales, pero analícenlas
y saquen sus propias conclusiones. Al orden globalista las naciones-estados
le son incómodas, no el control de los ciudadanos, obviamente, pero sí el que
existan valores ajenos al orden económico; hay que destruir pues la
homogeneidad étnica y cultural de las naciones. La inmigración masiva es
parte de la estrategia. Según algunos especialistas, el orden globalista en occidente
tiene un correlato: lo políticamente correcto, o sea, una nueva dictadura
del pensamiento, un experimento de ingeniera social a la altura de lo
creado por el comunismo. Disolver la familia tradicional, negar la tendencia
natural de los seres humanos de preferir a los suyos ante los extranjeros (cosa
esta que no tiene nada de racista, o xenófoba, es algo programado a la
especie), y que, contrario a lo que promueven los defensores de la nueva moral,
dígase diversidad, ideología de género, feminismo desbocado y resentido y
demás, no produce ninguna armonía social, ni tampoco mejores sociedades.
A ese respecto,
sin embargo, debemos tener presente que los problemas más importantes del mundo
hoy son esencialmente globales y no pueden ser resueltos sin que haya algún
tipo de cooperación global. No es solo el cambio climático, que es el ejemplo
más evidente que la gente brinda. Tiendo a pensar más en términos de una alteración
tecnológica. Si pensamos en la Inteligencia Artificial, por ejemplo, que
dentro de los próximos 20, 30 años echará a millones de personas del mercado
laboral, esto es un problema a nivel global. Alterará la economía de todos los
países. Este articulo esta correlacionado con dos anteriores, uno sobre el
Transhumanismo y la Tecnología.https://ramm1943.blogspot.com/2020/07/transhumanismo-la-tecnolgia-puede-y.html y otro de hace justo dos años, julio 2018, sobre la Inteligencia
Artificial y la Revolución Digital http://ramm1943.blogspot.com/2018/07/la-inteligencia-artificial-y-la_28.html
De la misma
manera, si pensamos en la Bioingeniería y en gente temerosa de conducir
investigaciones de ingeniería genética en humanos, por ejemplo, no será de
ayuda que un país, digamos, EE. UU., prohíba los experimentos genéticos en
humanos si China o Corea del Norte continúan haciéndolos. Entonces, si EE. UU.
no puede resolverlo por sí solo rápidamente, la presión sobre EE. UU. para
hacer lo mismo será inmensa porque estamos hablando de tecnologías de alto
riesgo, pero alta recompensa. Si alguien más lo está haciendo, no pueden
permitirse quedarse atrás. La única forma de tener regulaciones efectivas sobre
áreas como la ingeniería genética, es tener regulaciones globales. Si
tienes regulaciones nacionales nadie querrá quedarse atrás.
El término globalismo
es un neologismo que se refiere a un supuesto deseo de acabar con el
estado-nación como marco para la administración política y la referencia de
identidad. Se usa en ciertos círculos nacionalistas para describir la marcha
hacia una especie de estado mundial. No se debe confundir globalismo con globalización.
El politólogo
estadounidense Joseph Nye, cofundador de la teoría de las relaciones
internacionales del liberalismo, generalizó el término para argumentar que el globalismo
se refiere a cualquier descripción y explicación de un mundo que se caracteriza
por redes de conexiones que abarcan distancias multicontinentales; mientras que
la globalización se refiere al aumento o disminución del grado de
globalismo. Este uso del término se originó y continúa utilizándose en debates
académicos sobre los desarrollos económicos, sociales y culturales que se
describen como globalización.
En su libro de
2005 “El colapso del globalismo y la reinvención del mundo”, el filósofo
canadiense John Ralston Saul trató el globalismo como colindante con el
liberalismo y la globalización liberal. Argumentó que, lejos de ser una fuerza
inevitable, la globalización ya se está dividiendo en partes contradictorias y
que los ciudadanos están reafirmando sus intereses nacionales de manera
positiva y destructiva.
Paul James, director australiano del Instituto para la Cultura y
la Sociedad, define el globalismo como la ideología dominante y la subjetividad
asociadas con diferentes formaciones históricamente dominantes de extensión
global. La definición implica que hubo formas premodernas o tradicionales de
globalismo y de globalización mucho antes de que la fuerza impulsora del
capitalismo buscara colonizar todos los rincones del mundo, por ejemplo,
volviendo al Imperio Romano en el siglo II d. C., y quizás a los griegos del
siglo V a. C.
Globalismo se ha
utilizado para describir los esfuerzos internacionales iniciados después
de la Segunda Guerra Mundial, como las Naciones Unidas, el Pacto de Varsovia,
la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la Unión Europea, y a veces
las políticas liberales y neoconservadoras posteriores al final de la Guerra
Fría en 1991 y el comienzo de la Guerra contra el terrorismo en 2001.
La gran lucha
política mundial en 2020 está protagonizada por el enfrentamiento ideológico
del nacionalismo contra el globalismo. Ambos sistemas tienen sus
ventajas y sus inconvenientes, pero los dos pueden ser malos si se llevan a su
máximo extremo. El nacionalismo puede conducir a una dictadura nacional, pero
el globalismo puede conducir a una dictadura mundial, que es peor todavía. El nacionalismo
es el sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con
su realidad y con su historia, mientras que el globalismo es una
ideología que defiende los intereses globales por encima de los nacionales.
El movimiento antiglobalización
acusa al actual proceso de globalización-no confundirlo con globalismo- de
beneficiar a las grandes multinacionales y a los países más ricos, acentuando
la precarización del trabajo, y consolidando un modelo de desarrollo económico
injusto e insostenible. También lo acusa de socavar la capacidad democrática de
los Estados, entre otros aspectos negativos.
Según los
patriotas, se supone que el globalismo tiene por objetivo la ideología
de género, la destrucción de la familia, las fronteras abiertas, la destrucción
de la soberanía nacional, la destrucción de la identidad cultural y la
destrucción de la espiritualidad, mientras que su nacionalismo tiene por
objetivo la soberanía nacional, el orgullo patriota, la migración positiva y
controlada, la protección de los recursos naturales, la protección y el fomento
de la familia, el desarrollo de la identidad cultural y el desarrollo de una sana
espiritualidad.
Muchos tecnólogos
creen, sin duda, que las preocupaciones políticas son un poco exageradas,
que en realidad los líderes políticos no tienen mucha influencia en el
mundo, que el rumbo de la humanidad en este punto está marcado por la ciencia,
la invención, las empresas, por muchas cosas distintas de los líderes
políticos, en realidad es muy difícil que hagan mucho, y nos estamos preocupando
por nada aquí. Es cierto que la capacidad de los líderes políticos para hacer
el bien es muy limitada, pero su capacidad para hacer daño es ilimitada. Hay
un desequilibrio básico aquí. Todavía puedes apretar el botón y hacer volar
a todo el mundo. Tienes esa capacidad. Pero si quieres, por ejemplo, reducir la
desigualdad, eso es muy muy difícil. Pero si quieres comenzar una guerra, aún
lo puedes hacer fácilmente. Por lo tanto, hay un desequilibrio integrado al
sistema político de hoy, es muy frustrante, no puedes hacer mucho bien pero sí
puedes hacer mucho daño. Y esto hace que el sistema político sea aún una
gran preocupación.
La elección de
noviembre en EE. UU., ya no es una lucha ideológica entre demócratas y
republicanos. Lo que está en juego, según muchos, es una lucha entre el bien y
el mal, entre lo que denominan el patriotismo identitario y el globalismo
satánico. Personalmente no lo veo tan claro como sus partidarios y trato de adoptar,
por los momentos, una posición de observador y análisis neutral, en espera de
acontecimientos. Por sus obras los conoceréis.
Ahora bien con
estas ondas de choque entre nacionalismo, globalismo y tecnología por todo el planeta…
¿Hacia dónde estamos yendo? ¿Qué es lo que ha pasado y por qué?
Ya en el 2017 en
una entrevista en New York a Yuval Noah Harari, él respondía a esas preguntas.
Según Harari lo que sucedió es que “hemos perdido nuestra historia. Los humanos
pensamos en historias, y tratamos de comprender el mundo contando historias.
Durante las últimas décadas, tuvimos una historia muy simple y atractiva sobre
lo que sucede en el mundo. La historia decía que lo que sucede es que la
economía se está globalizando, la política se está liberalizando, y la
combinación de ambas creará un paraíso en la Tierra. Necesitamos globalizar más
la economía y liberalizar el sistema político, y todo será hermoso”. Harari,
como historiador, marca el 2016 como el momento en que una gran parte, incluso
del mundo occidental, dejó de creer en esta historia. “Por buenas o malas
razones, no importa. La gente dejó de creer en la historia, y cuando no tienes
una historia, no comprendes lo que sucede”.
Según Harari, el
modelo político del siglo pasado de derecha versus izquierda ahora es bastante
irrelevante, la división real de hoy se da entre global o nacional, global o
local. Y vemos alrededor del mundo que esta es la principal lucha.
Probablemente necesitemos modelos políticos completamente nuevos y formas
completamente nuevas de pensar en la política. En esencia, de acuerdo con
Harari, lo que se puede decir es que ahora tenemos una ecología global, tenemos
una economía global pero tenemos una política nacional, y esto no funciona en
conjunto. “Esto hace ineficaz al sistema político, porque no tiene
control sobre las fuerzas que moldean nuestra vida”. Para él, hay básicamente
dos soluciones a este desequilibrio: o desglobalizas la economía y vuelves a
una economía nacional, o globalizas el sistema político.
Desde hace
muchas décadas, la enfermedad del sistema político es que ya no empodera ni se
preocupa por la persona común y lo que se está viendo es una reacción humana
inmediata: si algo no funciona, volvamos atrás. Y lo vemos en todo el mundo,
casi nadie en el sistema político actual tiene una visión orientada a futuro de
hacia dónde va la humanidad. Casi en todas partes se tiene la visión
retrógrada: Volver a ser grande a EE. UU de nuevo y en Rusia volver
al imperio zarista.
A excepción del presidente,
Xi Jinping quien declaró en 2017 que China había entrado en una
"nueva era", y ocuparía un lugar central en el mundo; también dio a
entender que él mismo se iba a convertir en el líder supremo de la
superpotencia más importante del planeta.
La gente piensa
que en el pasado, en algún momento nos perdimos, y que es como perderse en la
ciudad, volvamos al punto donde te sentías seguro y comienzas de nuevo. Difícil
que esto funcione, pero es un instinto visceral de mucha gente.
Aparentemente
Harari está a favor del Globalismo pero considera que “durante muchos
siglos, incluso miles de años el Patriotismo funcionó bastante bien. Por
supuesto, condujo a guerras y demás, pero hay muchas, muchas cosas positivas
del patriotismo Pero en el siglo XXI, la Tecnología está cambiando
todo eso de una manera fundamental”. Todas las personas del mundo estamos
viviendo ahora en la misma ribera del río cibernético, y ni una sola nación
puede regular este río por sí misma. “Estamos viviendo juntos en un solo
planeta amenazado por nuestras propias acciones. Y si no hay algún tipo de
cooperación global, va a ser difícil resolver los problemas, ya sea el cambio
climático o una alteración tecnológica”.
Por otra parte, el
punto de partida de mucha de la ira que nos ha empujado a donde estamos surge
de preocupaciones válidas sobre la pérdida de empleo. Si se va el
trabajo, se va una forma de vida tradicional también, no es de extrañarse que
la gente se enfurezca al respecto. Generalmente, han culpado a la globalización,
a las élites globales de hacerles esto sin pedirles permiso y parece ser una
queja legítima. Pero, mirando hacia el futuro, no son los mexicanos o
los chinos los que dejarán sin empleo a la gente, sino los robots (hardware)
y los algoritmos (software). La gente simplemente no se da cuenta de que
podría haber una revolución tecnológica inmensa, no en 200 años, sino en
10, 20, 30 años y tenemos que pensar hoy qué necesitamos enseñarles a los
jóvenes. Podríamos estar apostando a un posible cambio de fase hoy, yendo como
sonámbulos hacia un futuro que nadie quiere realmente.
Uno de los
ejemplos de Harari en su libro "Sapiens" es que durante la revolución
agrícola, la inmensa revolución tecnológica y económica fortaleció a
la humanidad en su conjunto, pero si observan las vidas individuales, la vida
de una pequeña élite mejoró mucho, y la vida de la mayoría de las personas
empeoró considerablemente. Y esto puede suceder nuevamente en el siglo XXI.
No hay duda de que las nuevas tecnologías fortalecerán a la humanidad en
general. Pero podríamos terminar nuevamente con una pequeña élite cosechando
todos los beneficios, tomando todos los frutos, y las masas de la población se
encontrarán en un lugar peor del que estaban antes, ciertamente mucho peor que
esta pequeña élite.
Y esas élites
posiblemente no sean élites humanas, podrían ser superhumanos mejorados.
Podrían ser androides. Podrían ser élites completamente inorgánicas. Incluso
podrían ser algoritmos sin conciencia. Lo que vemos hoy en el mundo es que
el poder está cambiando de humanos a algoritmos producto de la inteligencia
artificial. Hay algoritmos que toman cada vez más decisiones sobre la vida de
las personas, sobre cuestiones económicas, sobre cuestiones políticas. Si le
pides un préstamo a un banco, es muy probable que tu destino lo elija un
algoritmo y no un ser humano. Y la impresión general es que posiblemente el
Homo Sapiens se haya perdido. Y, aparentemente, a esto nos llevarían el Globalismo
y la Tecnología.
Uno de los problemas del Globalismo es que,
como dice Harari, nadie tiene un modelo de eso todavía. Sin duda no hay razón
obvia para pensar que ese estado mundial sería como Dinamarca, o que
sería una democracia. Muy probablemente no. No tenemos modelos democráticos
efectivos para un gobierno global. Quizás se vería más como la China antigua
que como la Dinamarca moderna. Pero aun así, dados los peligros que enfrentamos,
la necesidad de tener algún tipo de habilidad real para tomar decisiones
difíciles a nivel global es más importante que casi cualquier cosa.
A primera vista,
es bastante sorprendente que haya una correlación muy cercana entre el nacionalismo
y el cambio climático. Es decir, casi siempre la gente que niega el
cambio climático es nacionalista y a primera vista piensas ¿por qué? Es obvio:
porque el nacionalismo no tiene solución para el cambio climático. Si
quieres ser nacionalista en el siglo XXI, tienes que negar el problema. Si
aceptas la realidad del problema, entonces debes aceptar, sí, que todavía hay
lugar en el mundo para el patriotismo, que todavía hay lugar en el mundo para
tener lealtades especiales y obligaciones hacia tu propio pueblo, hacia tu
propio país. No creo que nadie esté pensando en terminar con eso realmente.
Eso no debería
ser imposible porque la gente puede tener muchos grados de lealtad. Puedes ser
leal a tu familia, a tu comunidad y a tu nación, entonces ¿por qué no
puedes ser leal a toda la humanidad en conjunto? Igual podría suceder con
los grupos de identidad. Sin embargo, según Harari “casi todas las identidades
no son ciertas, son historias que la gente inventa, la cuenta y la cree. Por lo
tanto, todas las identidades son extremadamente inestables. No son una realidad
biológica”. Por supuesto, hay ocasiones en las que se vuelve difícil determinar
qué poner primero pero, no tenemos ninguna duda que, la vida es difícil y hay
que afrontarla.
Ya están claras
las líneas de la batalla, nacionalistas, o patriotas, contra globalistas.
Unos consideran que querer imponer la ideología de género, a cultura, va contra
la naturaleza y yendo en su contra, la historia augura que fracasará. A menos
que la distopía de la ingeniería social logre imponerse en una especie de “Mundo
Feliz”, la novela de Aldous Huxley, que es al neoliberalismo y la
globalización como fue “1984”, la novela de George Orwell, al comunismo
y el nazismo.
La Unión
Europea, proyecto en sus inicios de una nobleza admirable, está ahora
empeñada en imponer una visión de las cosas, una ideología y una
ingeniería social. Según algunos analistas, la salida del Reino Unido, las
recientes elecciones en Italia y un poco antes en Austria y el auge de los
partidos nacionalistas en todas partes, la obligará a reformarse o a perecer.
Aunque cabe que se logre imponer a la fuerza su modelo, no parece probable.
Hay quienes
piensan que estemos próximos a un reordenamiento fundamental de la
visión de la globalización y sus ideologías compañeras pero la tozudez
de las élites puede llevar a reacciones peligrosas. Ya sucedió en los años
30 del siglo pasado; consideran que ahora, como entonces, parecen las élites
estar igualmente ciegas, pero la civilización occidental es algo
demasiado grande, bello y valioso para que no siga siendo capaz de mover aún a
sus habitantes a salir en su defensa. Tal vez aún hay tiempo, aunque
ciertamente no mucho.
Hay quienes
piensan que el nacionalismo no sólo es una estupidez sino que es
imposible, pese a lo que digan o voten los partidarios del Brexit. Para ellos
resulta un hecho incontrovertible el globalismo, es decir, la noción de
que estamos todos interrelacionados y debemos guarecernos tras instituciones
supranacionales, aunque muchas de ellas sean frustrantes (aunque
perfeccionables), y tenemos que comportarnos como seres humanos más allá de las
banderitas y los himnos.
Es verdad que el
globalismo ralentiza los procesos de creación de riqueza por la torpeza
de los organismos internacionales y por la pérfida labor de los lobbies;
y no es menos cierto que se cometen atropellos contra algunas naciones clave
como Estados Unidos, pero quienes lo apoyan, piensan que el costo de abandonar
la senda de la solidaridad y el internacionalismo es demasiado alto para poder
asumirlo.
Nos cuenta Carlos
Montaner que el globalismo surgió, de manera embrionaria, hace miles de
años, cuando dos personas pertenecientes a tribus diferentes establecieron una
suerte de intercambio más allá de las lenguas en las que se hablaban. Ahí
estaban los remotos antecedentes de la ONU, de la Unión Europea y de la lucha
para mitigar los problemas del cambio climático que se debaten hoy día.
A fines del siglo
XV el globalismo cobró un nuevo impulso con el descubrimiento de América en
1492 y el Reino de Castilla se trasformara en un poder imperial. A partir de
los siglos XVII y XVIII Francia y Alemania recogieron el testigo,
mientras Inglaterra desataba la revolución industrial y se alzaba a la cabeza
del mundo, desovando en América trece colonias que se independizaron para
transformarse en la república más exitosa de la historia.
Según Montaner,
“nada de esto hubiera sucedido sin una mentalidad globalista y considera
que hay que olvidarse del nacionalismo. A fin de cuenta, los Estados,
como los conocemos, tienen sólo unos cientos de años. Poco a poco, el planeta
se va unificando en las expresiones más exitosas. A trancas y barrancas, con
marchas y contramarchas, se imponen, poco a poco, la democracia representativa,
el culto por los derechos humanos, el mercado y la libertad. Eso también es la
globalización bajo el slogan ‘Poner el planeta primero’ “.
"Globalismo", un término que aparece con frecuencia en los
discursos y en las críticas de autoridades como el presidente de Estados
Unidos, Donald Trump, significa cosas diferentes para distintas personas.
Para el nuevo
ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Ernesto Araújo, por
ejemplo, globalismo es una "configuración actual del marxismo", de la
cual Brasil y el mundo necesitan liberarse. "Es la globalización económica
que pasó a ser controlada por el marxismo cultural". En su discurso de la
73ª Asamblea General de Naciones Unidas, Trump dijo "Yo honro el
derecho de cada nación a seguir sus propias costumbres, creencias y
tradiciones", sentenció Trump, agregando que su país es "gobernado
por estadounidenses" y que por eso, en vez del globalismo, él abraza la
"doctrina del patriotismo".
Especialistas
entrevistados por BBC Brasil concuerdan que, en otros momentos
históricos, el término globalismo tenía una definición bastante
diferente a la actual, adoptada por la nueva derecha populista del planeta.
Para estos analistas, el término se transformó en un "eslogan
político" o en una "caricatura" y representa, en el abordaje
de los debates recientes, ideas opuestas al nacionalismo y al
patriotismo.
El primer
aspecto que debe destacarse dice el lingüista belga Jan Blommaert,
profesor de Lengua, Cultura y Globalización en la Universidad Tilburg de
Holanda, es que el término es "vago, y eso forma parte de una estrategia
del discurso político".
Globalismo, por
ejemplo, no es sinónimo de globalización, según Blommaert, "pero es
justamente su semejanza con globalización lo que confunde a la gente y le hace
pensar que saben de lo que se está hablando". El segundo aspecto es que el
término, dice el profesor, es la "munición ideal" para el siglo XXI,
"perfecto para las redes sociales". "En el mundo de Twitter
es ideal: es una palabra con varios significados distintos y varias
aplicaciones diferentes. Las ideas extensas y los argumentos se reducen a una
palabra o una frase".
Por otro lado,
las quejas de los líderes de derecha contra el globalismo pueden tener cierta
razón, reconoce Gideon Rachman, columnista del periódico británico
Financial Times. Para él, el uso de ese término está ligado “a la crisis
financiera global de 2008”. En aquella época, la percepción era que había algo
equivocado con el proyecto de globalización. Había descontento, un
estancamiento en Europa y EE. UU., y un sentimiento de que la gente que había
creado el sistema era la que había perdido menos.
Para muchos
otros, en sus inicios, el globalismo no era visto como algo bueno o malo, sino
como algo necesario para responder a la nueva realidad. Algo así como:
'Necesitamos globalización, o vamos a quedarnos atrás'".
Lo que se juega
en última instancia es el destino de la civilización occidental. Más de
dos mil años de historia están jugando su destino ahora, sí la grandeza
abrumadora y única de la civilización occidental va a seguir existiendo o se
convertirá en una especie de pieza más de museo.
No comparto
algunos de los puntos de vista expresados tanto por los que prefieren el
globalismo como los que se oponen a favor del nacionalismo pero coincido con
algunos de ellos y, eso es suficiente para comprender que, existe una
intersección de ideas que no está vacía y que pueden ir aumentando, los puntos
de coincidencia, a medida que avance el debate de estos. En esta fecha mantengo
aún la opinión de que tanto lo global como lo local nos hacen falta en el siglo
XXI.
En general el término globalización le suele ser más claro a la gente que globalismo y por eso insisto en el artículo que no se deben confundir ambos. Globalismo, es un término que significa cosas diferentes para distintas personas y por eso transcribí en el artículo como lo entendían diferentes personas conocidas a nivel mundial con diferentes perfiles. Por ejemplo, el lingüista belga Jan Blommaert, profesor de Lengua, Cultura y Globalización en la Universidad Tilburg de Holanda, considera que Globalismo es un término "vago”, y que eso forma parte de una estrategia del discurso político.
ReplyDeleteComo aparece en el artículo “El término globalismo es un neologismo que se refiere a un supuesto deseo de acabar con el estado-nación como marco para la administración política y la referencia de identidad. Se usa en ciertos círculos nacionalistas para describir la marcha hacia una especie de estado mundial. Globalismo se ha utilizado para describir los esfuerzos internacionales iniciados después de la Segunda Guerra Mundial, como las Naciones Unidas, el Pacto de Varsovia, la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la Unión Europea, y a veces las políticas liberales y neoconservadoras posteriores al final de la Guerra Fría en 1991 y el comienzo de la Guerra contra el terrorismo en 2001.
He recibido muchos comentarios directamente que es una lástima no los expresen en la sección respectiva en el mismo blog al final del articulo para que sirvan no sólo de aliciente a otros sino que se produzcan referencias cruzadas, Siempre he mantenido que el desacuerdo en una fuente de información invaluable pues se convierte en fuente de crecimiento del conocimiento personal y colectivo. Y siempre defiendo a capa y espada el derecho individual a expresarlo.
1 La tendencia hacia la Globalizacion ha estado presente en toda la historia de la Humanidad y hoy en dia es una realidad que permea toda la estructura actual de la Sociedad y esta presente y actuante en el Mundo entero salvo en regiones muy marginales. La encontramos en todas las variantes posibles: en redes de producción, transporte y distribucion de bienes y servicios, en redes de comunicación, en redes de transporte aéreo, terrestre, marítimo, en el uso del espectro radioelectrico, en organismos regulatorios y arbitrales, en redes financieras. Es difícil encontrar alguna actividad donde la Globalizacion no este presente.
ReplyDeleteQue mas globalizado que la Ciencia ? Isaac Newton hablando sobre sus logros declaro: Estoy montando en hombros de gigantes, honrando asi a todos los que construyeron, en diversas latitudes, el extraordinario edificio de la Ciencia.
Como en toda empresa humana la Globalizacion tiene ventajas y falencias y es perfectible siempre y cuando los actores tengan voluntad política para hacerlo. Lamentablemente y como en tantas otras cosas, sus beneficios no han sido distribuidos con equidad.
Ejemplo de ello son las GAFA: Google, Amazon, Facebook, Apple, que han aprovechado su poder beneficiándose de las diferentes normas impositivas de las naciones, pagando menos impuestos que las empresas locales y, en un futuro cada dia mas cercano, estas junto con otros actores corporativos, podrían obtener el dominio de la Inteligencia Artificial, con efectos determinantes sobre el trabajo y el accionar de los gobiernos.
Junto a esta tendencia globalizadora y cabalgando en ella, ha marchado la caravana de tribus, naciones, imperios, a veces cooperando, la mayor parte de las veces luchando por el control de recursos, por el dominio, en la dura competencia por exclusión, que aleja e incluso elimina al rival menos dotado.
Estas tendencias han acompañado y continúan haciendolo a la aventura humana. Lo que por simplificación podríamos llamar Nacionalismo, ha sido causa de guerras, conquistas, expoliaciones, colonizaciones, todas justificadas por adelantar el progreso, la civilización, la religión, normalmente los valores de las potencias de turno. En estos momentos hay tres exploraciones al planeta Marte, una de China, otra de USA y una menor de los Emiratos Arabes Unidos y pareciera que llevaran a ese planeta las rivalidades presentes en la Tierra. Tanto China como USA proyectan establecer bases en la Luna y ya USA creo y no dudo que China también lo habrá hecho, una Fuerza Espacial cuya misión seria adelantar sus intereses particulares en el satélite común de la Tierra.
Ante estas realidades aparece una nueva narrativa, nueva al menos en su alcance y penetración, que ha sido llamada Globalismo, concepto muy elástico y cuya definición academica pareciera que no abarca todo lo que sus detractores han incluido en ella.
Entre muchas de las cosas que se atribuyen al globalismo y sin pretender agotar la lista, se encuentran la destrucción de la homogeneidad étnica y cultural de las naciones, en un mundo donde los ‘milenial’ escuchan la misma música, usan los mismos equipos de comunicación, enfrentan los mismos problemas y con un morral al hombro se lanzan a recorrer el mundo; la migración masiva se considera parte de la agenda de esta programada destrucción, como si los cristianos sirios que huyeron de su país, cuando este se convirtió en el patio trasero de las potencias, lo hicieron con esa intención, o los africanos famélicos que se arriesgan a morir ahogados al cruzar el Mediterráneo y muy cercano a nosotros, los cinco millones de venezolanos que abandonaron la tierra que los vio nacer, los centroamericanos y mexicanos buscando un mejor futuro en USA. Las poblaciones negras, hindúes, musulmanas, que habitan Europa vinieron de las tierras que la Europa imperial conquisto y colonizo. Las migraciones han sido una constante en la aventura humana.
2 Tambien se incluyen problemas presentes, como la histórica minusvalia del genero femenino, que objetivamente se muestra en salarios inferiores, escalas jerárquicas menores tanto en las tres religiones monoteístas como en las corporaciones y en los gobiernos; la lucha por superar esas limitaciones se considera que no contribuye a la armonia social. A titulo anecdotico, las sufragistas eran consideradas radicales y en la Alemania de Goethe las mujeres estaban destinadas a la cocina, a los niños y a la escuela. Un refran popular alemán decía que las mujeres eran animales de ideas cortas y cabellos largos.
ReplyDeleteEn los márgenes mas radicales del Globalismo se presentan las elecciones de Noviembre en USA como una lucha entre el Bien y el Mal, la Luz y las Tinieblas. Aparte de darle demasiada trascendencia a un proceso que ocurre cada cuatro años en ese país y sin ignorar la presencia y poder del mismo y su incidencia en la geopolitica, cuesta creer que la posible victoria de Joe Biden y su entorno represente la victoria de las fuerzas demoniacas.
Y aun hay mas, la actual Pandemia es parte de una conspiración que busca establecer un nuevo orden mundial, manejada esta conspiración por una nueva fuerza, el Estado Profundo, donde figuran personajes como Bill Gates, Soros, el Gran Capital y coincidencialmente, figuras del partido Democrata de USA como Barak Obama y los Clinton.
Ante esta visión apocalíptica que presenta el Globalismo aparece el Nacionalismo como la alternativa salvadora y con audacia hipérbolica se plantea que lo que esta en juego es nada mas y nada menos que el destino de la Civilizacion Occidental.
La aventura humana, narrada a través de la Historia, es un rio continuo con estadios emergentes de mayor complejidad producto de desarrollos filosóficos, éticos, tecnologicos y todas las civilizaciones que han nacido, desarrollado y desaparecido, se han nutrido de sus antecesores, lo cual no le da un carácter único a la civilización occidental. Esto es una muestra de etno-centrismo. Tal vez la cuna de las civilizaciones es el Creciente Fertil, ese espacio al Este del Nilo y del Mediterraneo que llegaría hasta el Tigris y el Eufrates por el Oeste, donde apareció la Agricultura, la escritura cuneiforme de los Sumerios, una sociedad jerarquica y compleja y sin embargo esta caracterización dejaría afuera vastísimas extensiones geográficas como las situadas en el lejano Oriente, en las márgenes del Rio Amarillo, donde grupos tribales se vieron obligados a dejar sus diferencias para poder enfrentar las amenazas producto de las inundaciones causadas por ese rio iniciando asi un largo proceso integrador que con el tiempo daría lugar a la aparición de la antigua China imperial.
Lo que si amenaza, no la Civilizacion Occidental, sino a la Especie y a la Biosfera que nos sustenta, son el Cambio Climatico por causas antropogénicas y la amenaza de una guerra nuclear por dominio y control de territorios, caracteristica esta permanente en la Especie, tal vez fruto de sus instintos tribales, sublimados en nacionalismos. Y estos retos, asi como las disrupciones que causaría el avance tecnológico, solo pueden ser enfrentados a nivel global, pues todos somos habitantes del mismo planeta.