Globalismo, Nacionalismo y Tecnología ( Gustavo González Urdaneta )


Globalismo, Nacionalismo y Tecnología
Gustavo González Urdaneta
Miami, 15 julio 2020

A cuatro meses cortos para las próximas elecciones presidenciales de los EE. UU., las encuestas miden la pelea por el voto popular entre Donald Trump y Joe Biden, el virtual candidato demócrata. Si las elecciones presidenciales fuesen hoy, Joe Biden le sacaría 8-9 puntos porcentuales de ventaja a Donald Trump, de acuerdo con el promedio de sondeos nacionales de RealClearPolitics. Para esta misma fecha en el 2016, las encuestas pronosticaban 4 puntos a favor del candidato demócrata y el resultado electoral fue diferente.

Cierto que las variaciones en las encuestas pueden atribuirse a los márgenes de error, y más cierto aún que, con el descalabro que tuvieron todas las encuestas, excepto algunas online, con la elección de Donald Trump y con el Brexit, la confianza en ellas está en entredicho. Pero el punto no es este, sino el movimiento hacia un nuevo estado de cosas, la sacudida de la política tradicional, especialmente de las líneas ideológicas marcadas luego del fin de la Guerra Fría.

La lectura más verosímil de lo que vemos es justo eso: un reordenamiento de la política en occidente. Lo que es la próxima batalla ideológica del mundo ya es un hecho, la izquierda y la derecha tradicionales han dejado de ser las líneas sobre las cuales giraba la política en occidente, una nueva reordenación se está conformando: nacionalistas contra globalistas.

Al igual que cuando la caída del muro de Berlín y el fin del campo socialista, una nueva era parece estar a las puertas. El capitalismo moderno surgió justo de lo que tratan de negar los globalistas: un orden moral común. Adam Smith, sin duda alguna, se hubiera horrorizado totalmente de ver lo que se impone como dogma en la actualidad: el libre comercio irrestricto, el poner la economía en primer lugar de la moral o, en otras palabras, la subordinación de la vida humana a la economía.

Revisemos un poco lo que nos dicen los especialistas y las redes sociales, pero analícenlas y saquen sus propias conclusiones. Al orden globalista las naciones-estados le son incómodas, no el control de los ciudadanos, obviamente, pero sí el que existan valores ajenos al orden económico; hay que destruir pues la homogeneidad étnica y cultural de las naciones. La inmigración masiva es parte de la estrategia. Según algunos especialistas, el orden globalista en occidente tiene un correlato: lo políticamente correcto, o sea, una nueva dictadura del pensamiento, un experimento de ingeniera social a la altura de lo creado por el comunismo. Disolver la familia tradicional, negar la tendencia natural de los seres humanos de preferir a los suyos ante los extranjeros (cosa esta que no tiene nada de racista, o xenófoba, es algo programado a la especie), y que, contrario a lo que promueven los defensores de la nueva moral, dígase diversidad, ideología de género, feminismo desbocado y resentido y demás, no produce ninguna armonía social, ni tampoco mejores sociedades.  

A ese respecto, sin embargo, debemos tener presente que los problemas más importantes del mundo hoy son esencialmente globales y no pueden ser resueltos sin que haya algún tipo de cooperación global. No es solo el cambio climático, que es el ejemplo más evidente que la gente brinda. Tiendo a pensar más en términos de una alteración tecnológica. Si pensamos en la Inteligencia Artificial, por ejemplo, que dentro de los próximos 20, 30 años echará a millones de personas del mercado laboral, esto es un problema a nivel global. Alterará la economía de todos los países. Este articulo esta correlacionado con dos anteriores, uno sobre el Transhumanismo y la Tecnología.https://ramm1943.blogspot.com/2020/07/transhumanismo-la-tecnolgia-puede-y.html y otro de hace justo dos años, julio 2018, sobre la Inteligencia Artificial y la Revolución Digital http://ramm1943.blogspot.com/2018/07/la-inteligencia-artificial-y-la_28.html

 
De la misma manera, si pensamos en la Bioingeniería y en gente temerosa de conducir investigaciones de ingeniería genética en humanos, por ejemplo, no será de ayuda que un país, digamos, EE. UU., prohíba los experimentos genéticos en humanos si China o Corea del Norte continúan haciéndolos. Entonces, si EE. UU. no puede resolverlo por sí solo rápidamente, la presión sobre EE. UU. para hacer lo mismo será inmensa porque estamos hablando de tecnologías de alto riesgo, pero alta recompensa. Si alguien más lo está haciendo, no pueden permitirse quedarse atrás. La única forma de tener regulaciones efectivas sobre áreas como la ingeniería genética, es tener regulaciones globales. Si tienes regulaciones nacionales nadie querrá quedarse atrás.

El término globalismo es un neologismo que se refiere a un supuesto deseo de acabar con el estado-nación como marco para la administración política y la referencia de identidad. Se usa en ciertos círculos nacionalistas para describir la marcha hacia una especie de estado mundial. No se debe confundir globalismo con globalización.

El politólogo estadounidense Joseph Nye, cofundador de la teoría de las relaciones internacionales del liberalismo, generalizó el término para argumentar que el globalismo se refiere a cualquier descripción y explicación de un mundo que se caracteriza por redes de conexiones que abarcan distancias multicontinentales; mientras que la globalización se refiere al aumento o disminución del grado de globalismo. Este uso del término se originó y continúa utilizándose en debates académicos sobre los desarrollos económicos, sociales y culturales que se describen como globalización.

En su libro de 2005 “El colapso del globalismo y la reinvención del mundo”, el filósofo canadiense John Ralston Saul trató el globalismo como colindante con el liberalismo y la globalización liberal. Argumentó que, lejos de ser una fuerza inevitable, la globalización ya se está dividiendo en partes contradictorias y que los ciudadanos están reafirmando sus intereses nacionales de manera positiva y destructiva.

Paul James, director australiano del Instituto para la Cultura y la Sociedad, define el globalismo como la ideología dominante y la subjetividad asociadas con diferentes formaciones históricamente dominantes de extensión global. La definición implica que hubo formas premodernas o tradicionales de globalismo y de globalización mucho antes de que la fuerza impulsora del capitalismo buscara colonizar todos los rincones del mundo, por ejemplo, volviendo al Imperio Romano en el siglo II d. C., y quizás a los griegos del siglo V a. C.


Globalismo se ha utilizado para describir los esfuerzos internacionales iniciados después de la Segunda Guerra Mundial, como las Naciones Unidas, el Pacto de Varsovia, la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la Unión Europea, y a veces las políticas liberales y neoconservadoras posteriores al final de la Guerra Fría en 1991 y el comienzo de la Guerra contra el terrorismo en 2001.

La gran lucha política mundial en 2020 está protagonizada por el enfrentamiento ideológico del nacionalismo contra el globalismo. Ambos sistemas tienen sus ventajas y sus inconvenientes, pero los dos pueden ser malos si se llevan a su máximo extremo. El nacionalismo puede conducir a una dictadura nacional, pero el globalismo puede conducir a una dictadura mundial, que es peor todavía. El nacionalismo es el sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia, mientras que el globalismo es una ideología que defiende los intereses globales por encima de los nacionales.

El movimiento antiglobalización acusa al actual proceso de globalización-no confundirlo con globalismo- de beneficiar a las grandes multinacionales y a los países más ricos, acentuando la precarización del trabajo, y consolidando un modelo de desarrollo económico injusto e insostenible. También lo acusa de socavar la capacidad democrática de los Estados, entre otros aspectos negativos.

Según los patriotas, se supone que el globalismo tiene por objetivo la ideología de género, la destrucción de la familia, las fronteras abiertas, la destrucción de la soberanía nacional, la destrucción de la identidad cultural y la destrucción de la espiritualidad, mientras que su nacionalismo tiene por objetivo la soberanía nacional, el orgullo patriota, la migración positiva y controlada, la protección de los recursos naturales, la protección y el fomento de la familia, el desarrollo de la identidad cultural y el desarrollo de una sana espiritualidad.


Muchos tecnólogos creen, sin duda, que las preocupaciones políticas son un poco exageradas, que en realidad los líderes políticos no tienen mucha influencia en el mundo, que el rumbo de la humanidad en este punto está marcado por la ciencia, la invención, las empresas, por muchas cosas distintas de los líderes políticos, en realidad es muy difícil que hagan mucho, y nos estamos preocupando por nada aquí. Es cierto que la capacidad de los líderes políticos para hacer el bien es muy limitada, pero su capacidad para hacer daño es ilimitada. Hay un desequilibrio básico aquí. Todavía puedes apretar el botón y hacer volar a todo el mundo. Tienes esa capacidad. Pero si quieres, por ejemplo, reducir la desigualdad, eso es muy muy difícil. Pero si quieres comenzar una guerra, aún lo puedes hacer fácilmente. Por lo tanto, hay un desequilibrio integrado al sistema político de hoy, es muy frustrante, no puedes hacer mucho bien pero sí puedes hacer mucho daño. Y esto hace que el sistema político sea aún una gran preocupación.

La elección de noviembre en EE. UU., ya no es una lucha ideológica entre demócratas y republicanos. Lo que está en juego, según muchos, es una lucha entre el bien y el mal, entre lo que denominan el patriotismo identitario y el globalismo satánico. Personalmente no lo veo tan claro como sus partidarios y trato de adoptar, por los momentos, una posición de observador y análisis neutral, en espera de acontecimientos. Por sus obras los conoceréis.

Ahora bien con estas ondas de choque entre nacionalismo, globalismo y tecnología por todo el planeta… ¿Hacia dónde estamos yendo? ¿Qué es lo que ha pasado y por qué? 

Ya en el 2017 en una entrevista en New York a Yuval Noah Harari, él respondía a esas preguntas. Según Harari lo que sucedió es que “hemos perdido nuestra historia. Los humanos pensamos en historias, y tratamos de comprender el mundo contando historias. Durante las últimas décadas, tuvimos una historia muy simple y atractiva sobre lo que sucede en el mundo. La historia decía que lo que sucede es que la economía se está globalizando, la política se está liberalizando, y la combinación de ambas creará un paraíso en la Tierra. Necesitamos globalizar más la economía y liberalizar el sistema político, y todo será hermoso”. Harari, como historiador, marca el 2016 como el momento en que una gran parte, incluso del mundo occidental, dejó de creer en esta historia. “Por buenas o malas razones, no importa. La gente dejó de creer en la historia, y cuando no tienes una historia, no comprendes lo que sucede”.

Según Harari, el modelo político del siglo pasado de derecha versus izquierda ahora es bastante irrelevante, la división real de hoy se da entre global o nacional, global o local. Y vemos alrededor del mundo que esta es la principal lucha. Probablemente necesitemos modelos políticos completamente nuevos y formas completamente nuevas de pensar en la política. En esencia, de acuerdo con Harari, lo que se puede decir es que ahora tenemos una ecología global, tenemos una economía global pero tenemos una política nacional, y esto no funciona en conjunto. “Esto hace ineficaz al sistema político, porque no tiene control sobre las fuerzas que moldean nuestra vida”. Para él, hay básicamente dos soluciones a este desequilibrio: o desglobalizas la economía y vuelves a una economía nacional, o globalizas el sistema político.

Desde hace muchas décadas, la enfermedad del sistema político es que ya no empodera ni se preocupa por la persona común y lo que se está viendo es una reacción humana inmediata: si algo no funciona, volvamos atrás. Y lo vemos en todo el mundo, casi nadie en el sistema político actual tiene una visión orientada a futuro de hacia dónde va la humanidad. Casi en todas partes se tiene la visión retrógrada: Volver a ser grande a EE. UU de nuevo y en Rusia volver al imperio zarista.

A excepción del presidente, Xi Jinping quien declaró en 2017 que China había entrado en una "nueva era", y ocuparía un lugar central en el mundo; también dio a entender que él mismo se iba a convertir en el líder supremo de la superpotencia más importante del planeta.

La gente piensa que en el pasado, en algún momento nos perdimos, y que es como perderse en la ciudad, volvamos al punto donde te sentías seguro y comienzas de nuevo. Difícil que esto funcione, pero es un instinto visceral de mucha gente.

Aparentemente Harari está a favor del Globalismo pero considera que “durante muchos siglos, incluso miles de años el Patriotismo funcionó bastante bien. Por supuesto, condujo a guerras y demás, pero hay muchas, muchas cosas positivas del patriotismo Pero en el siglo XXI, la Tecnología está cambiando todo eso de una manera fundamental”. Todas las personas del mundo estamos viviendo ahora en la misma ribera del río cibernético, y ni una sola nación puede regular este río por sí misma. “Estamos viviendo juntos en un solo planeta amenazado por nuestras propias acciones. Y si no hay algún tipo de cooperación global, va a ser difícil resolver los problemas, ya sea el cambio climático o una alteración tecnológica”.  

Por otra parte, el punto de partida de mucha de la ira que nos ha empujado a donde estamos surge de preocupaciones válidas sobre la pérdida de empleo. Si se va el trabajo, se va una forma de vida tradicional también, no es de extrañarse que la gente se enfurezca al respecto. Generalmente, han culpado a la globalización, a las élites globales de hacerles esto sin pedirles permiso y parece ser una queja legítima. Pero, mirando hacia el futuro, no son los mexicanos o los chinos los que dejarán sin empleo a la gente, sino los robots (hardware) y los algoritmos (software). La gente simplemente no se da cuenta de que podría haber una revolución tecnológica inmensa, no en 200 años, sino en 10, 20, 30 años y tenemos que pensar hoy qué necesitamos enseñarles a los jóvenes. Podríamos estar apostando a un posible cambio de fase hoy, yendo como sonámbulos hacia un futuro que nadie quiere realmente.

Uno de los ejemplos de Harari en su libro "Sapiens" es que durante la revolución agrícola, la inmensa revolución tecnológica y económica fortaleció a la humanidad en su conjunto, pero si observan las vidas individuales, la vida de una pequeña élite mejoró mucho, y la vida de la mayoría de las personas empeoró considerablemente. Y esto puede suceder nuevamente en el siglo XXI. No hay duda de que las nuevas tecnologías fortalecerán a la humanidad en general. Pero podríamos terminar nuevamente con una pequeña élite cosechando todos los beneficios, tomando todos los frutos, y las masas de la población se encontrarán en un lugar peor del que estaban antes, ciertamente mucho peor que esta pequeña élite.

Y esas élites posiblemente no sean élites humanas, podrían ser superhumanos mejorados. Podrían ser androides. Podrían ser élites completamente inorgánicas. Incluso podrían ser algoritmos sin conciencia. Lo que vemos hoy en el mundo es que el poder está cambiando de humanos a algoritmos producto de la inteligencia artificial. Hay algoritmos que toman cada vez más decisiones sobre la vida de las personas, sobre cuestiones económicas, sobre cuestiones políticas. Si le pides un préstamo a un banco, es muy probable que tu destino lo elija un algoritmo y no un ser humano. Y la impresión general es que posiblemente el Homo Sapiens se haya perdido. Y, aparentemente, a esto nos llevarían el Globalismo y la Tecnología.

Uno de los problemas del Globalismo es que, como dice Harari, nadie tiene un modelo de eso todavía. Sin duda no hay razón obvia para pensar que ese estado mundial sería como Dinamarca, o que sería una democracia. Muy probablemente no. No tenemos modelos democráticos efectivos para un gobierno global. Quizás se vería más como la China antigua que como la Dinamarca moderna. Pero aun así, dados los peligros que enfrentamos, la necesidad de tener algún tipo de habilidad real para tomar decisiones difíciles a nivel global es más importante que casi cualquier cosa.

A primera vista, es bastante sorprendente que haya una correlación muy cercana entre el nacionalismo y el cambio climático. Es decir, casi siempre la gente que niega el cambio climático es nacionalista y a primera vista piensas ¿por qué? Es obvio: porque el nacionalismo no tiene solución para el cambio climático. Si quieres ser nacionalista en el siglo XXI, tienes que negar el problema. Si aceptas la realidad del problema, entonces debes aceptar, sí, que todavía hay lugar en el mundo para el patriotismo, que todavía hay lugar en el mundo para tener lealtades especiales y obligaciones hacia tu propio pueblo, hacia tu propio país. No creo que nadie esté pensando en terminar con eso realmente.

Eso no debería ser imposible porque la gente puede tener muchos grados de lealtad. Puedes ser leal a tu familia, a tu comunidad y a tu nación, entonces ¿por qué no puedes ser leal a toda la humanidad en conjunto? Igual podría suceder con los grupos de identidad. Sin embargo, según Harari “casi todas las identidades no son ciertas, son historias que la gente inventa, la cuenta y la cree. Por lo tanto, todas las identidades son extremadamente inestables. No son una realidad biológica”. Por supuesto, hay ocasiones en las que se vuelve difícil determinar qué poner primero pero, no tenemos ninguna duda que, la vida es difícil y hay que afrontarla.

Ya están claras las líneas de la batalla, nacionalistas, o patriotas, contra globalistas. Unos consideran que querer imponer la ideología de género, a cultura, va contra la naturaleza y yendo en su contra, la historia augura que fracasará. A menos que la distopía de la ingeniería social logre imponerse en una especie de “Mundo Feliz”, la novela de Aldous Huxley, que es al neoliberalismo y la globalización como fue “1984”, la novela de George Orwell, al comunismo y el nazismo.

La Unión Europea, proyecto en sus inicios de una nobleza admirable, está ahora empeñada en imponer una visión de las cosas, una ideología y una ingeniería social. Según algunos analistas, la salida del Reino Unido, las recientes elecciones en Italia y un poco antes en Austria y el auge de los partidos nacionalistas en todas partes, la obligará a reformarse o a perecer. Aunque cabe que se logre imponer a la fuerza su modelo, no parece probable.

Hay quienes piensan que estemos próximos a un reordenamiento fundamental de la visión de la globalización y sus ideologías compañeras pero la tozudez de las élites puede llevar a reacciones peligrosas. Ya sucedió en los años 30 del siglo pasado; consideran que ahora, como entonces, parecen las élites estar igualmente ciegas, pero la civilización occidental es algo demasiado grande, bello y valioso para que no siga siendo capaz de mover aún a sus habitantes a salir en su defensa. Tal vez aún hay tiempo, aunque ciertamente no mucho.

Hay quienes piensan que el nacionalismo no sólo es una estupidez sino que es imposible, pese a lo que digan o voten los partidarios del Brexit. Para ellos resulta un hecho incontrovertible el globalismo, es decir, la noción de que estamos todos interrelacionados y debemos guarecernos tras instituciones supranacionales, aunque muchas de ellas sean frustrantes (aunque perfeccionables), y tenemos que comportarnos como seres humanos más allá de las banderitas y los himnos.

Es verdad que el globalismo ralentiza los procesos de creación de riqueza por la torpeza de los organismos internacionales y por la pérfida labor de los lobbies; y no es menos cierto que se cometen atropellos contra algunas naciones clave como Estados Unidos, pero quienes lo apoyan, piensan que el costo de abandonar la senda de la solidaridad y el internacionalismo es demasiado alto para poder asumirlo.

Nos cuenta Carlos Montaner que el globalismo surgió, de manera embrionaria, hace miles de años, cuando dos personas pertenecientes a tribus diferentes establecieron una suerte de intercambio más allá de las lenguas en las que se hablaban. Ahí estaban los remotos antecedentes de la ONU, de la Unión Europea y de la lucha para mitigar los problemas del cambio climático que se debaten hoy día. 

A fines del siglo XV el globalismo cobró un nuevo impulso con el descubrimiento de América en 1492 y el Reino de Castilla se trasformara en un poder imperial. A partir de los siglos XVII y XVIII Francia y Alemania recogieron el testigo, mientras Inglaterra desataba la revolución industrial y se alzaba a la cabeza del mundo, desovando en América trece colonias que se independizaron para transformarse en la república más exitosa de la historia.

Según Montaner, “nada de esto hubiera sucedido sin una mentalidad globalista y considera que hay que olvidarse del nacionalismo. A fin de cuenta, los Estados, como los conocemos, tienen sólo unos cientos de años. Poco a poco, el planeta se va unificando en las expresiones más exitosas. A trancas y barrancas, con marchas y contramarchas, se imponen, poco a poco, la democracia representativa, el culto por los derechos humanos, el mercado y la libertad. Eso también es la globalización bajo el slogan ‘Poner el planeta primero’ “.

"Globalismo", un término que aparece con frecuencia en los discursos y en las críticas de autoridades como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, significa cosas diferentes para distintas personas.

Para el nuevo ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Ernesto Araújo, por ejemplo, globalismo es una "configuración actual del marxismo", de la cual Brasil y el mundo necesitan liberarse. "Es la globalización económica que pasó a ser controlada por el marxismo cultural". En su discurso de la 73ª Asamblea General de Naciones Unidas, Trump dijo "Yo honro el derecho de cada nación a seguir sus propias costumbres, creencias y tradiciones", sentenció Trump, agregando que su país es "gobernado por estadounidenses" y que por eso, en vez del globalismo, él abraza la "doctrina del patriotismo".

Especialistas entrevistados por BBC Brasil concuerdan que, en otros momentos históricos, el término globalismo tenía una definición bastante diferente a la actual, adoptada por la nueva derecha populista del planeta. Para estos analistas, el término se transformó en un "eslogan político" o en una "caricatura" y representa, en el abordaje de los debates recientes, ideas opuestas al nacionalismo y al patriotismo.

El primer aspecto que debe destacarse dice el lingüista belga Jan Blommaert, profesor de Lengua, Cultura y Globalización en la Universidad Tilburg de Holanda, es que el término es "vago, y eso forma parte de una estrategia del discurso político".

Globalismo, por ejemplo, no es sinónimo de globalización, según Blommaert, "pero es justamente su semejanza con globalización lo que confunde a la gente y le hace pensar que saben de lo que se está hablando". El segundo aspecto es que el término, dice el profesor, es la "munición ideal" para el siglo XXI, "perfecto para las redes sociales". "En el mundo de Twitter es ideal: es una palabra con varios significados distintos y varias aplicaciones diferentes. Las ideas extensas y los argumentos se reducen a una palabra o una frase".

Por otro lado, las quejas de los líderes de derecha contra el globalismo pueden tener cierta razón, reconoce Gideon Rachman, columnista del periódico británico Financial Times. Para él, el uso de ese término está ligado “a la crisis financiera global de 2008”. En aquella época, la percepción era que había algo equivocado con el proyecto de globalización. Había descontento, un estancamiento en Europa y EE. UU., y un sentimiento de que la gente que había creado el sistema era la que había perdido menos.

Para muchos otros, en sus inicios, el globalismo no era visto como algo bueno o malo, sino como algo necesario para responder a la nueva realidad. Algo así como: 'Necesitamos globalización, o vamos a quedarnos atrás'".
           
Lo que se juega en última instancia es el destino de la civilización occidental. Más de dos mil años de historia están jugando su destino ahora, sí la grandeza abrumadora y única de la civilización occidental va a seguir existiendo o se convertirá en una especie de pieza más de museo.     
      
No comparto algunos de los puntos de vista expresados tanto por los que prefieren el globalismo como los que se oponen a favor del nacionalismo pero coincido con algunos de ellos y, eso es suficiente para comprender que, existe una intersección de ideas que no está vacía y que pueden ir aumentando, los puntos de coincidencia, a medida que avance el debate de estos. En esta fecha mantengo aún la opinión de que tanto lo global como lo local nos hacen falta en el siglo XXI.

Comments

  1. En general el término globalización le suele ser más claro a la gente que globalismo y por eso insisto en el artículo que no se deben confundir ambos. Globalismo, es un término que significa cosas diferentes para distintas personas y por eso transcribí en el artículo como lo entendían diferentes personas conocidas a nivel mundial con diferentes perfiles. Por ejemplo, el lingüista belga Jan Blommaert, profesor de Lengua, Cultura y Globalización en la Universidad Tilburg de Holanda, considera que Globalismo es un término "vago”, y que eso forma parte de una estrategia del discurso político.

    Como aparece en el artículo “El término globalismo es un neologismo que se refiere a un supuesto deseo de acabar con el estado-nación como marco para la administración política y la referencia de identidad. Se usa en ciertos círculos nacionalistas para describir la marcha hacia una especie de estado mundial. Globalismo se ha utilizado para describir los esfuerzos internacionales iniciados después de la Segunda Guerra Mundial, como las Naciones Unidas, el Pacto de Varsovia, la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la Unión Europea, y a veces las políticas liberales y neoconservadoras posteriores al final de la Guerra Fría en 1991 y el comienzo de la Guerra contra el terrorismo en 2001.

    He recibido muchos comentarios directamente que es una lástima no los expresen en la sección respectiva en el mismo blog al final del articulo para que sirvan no sólo de aliciente a otros sino que se produzcan referencias cruzadas, Siempre he mantenido que el desacuerdo en una fuente de información invaluable pues se convierte en fuente de crecimiento del conocimiento personal y colectivo. Y siempre defiendo a capa y espada el derecho individual a expresarlo.

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  2. 1 La tendencia hacia la Globalizacion ha estado presente en toda la historia de la Humanidad y hoy en dia es una realidad que permea toda la estructura actual de la Sociedad y esta presente y actuante en el Mundo entero salvo en regiones muy marginales. La encontramos en todas las variantes posibles: en redes de producción, transporte y distribucion de bienes y servicios, en redes de comunicación, en redes de transporte aéreo, terrestre, marítimo, en el uso del espectro radioelectrico, en organismos regulatorios y arbitrales, en redes financieras. Es difícil encontrar alguna actividad donde la Globalizacion no este presente.
    Que mas globalizado que la Ciencia ? Isaac Newton hablando sobre sus logros declaro: Estoy montando en hombros de gigantes, honrando asi a todos los que construyeron, en diversas latitudes, el extraordinario edificio de la Ciencia.
    Como en toda empresa humana la Globalizacion tiene ventajas y falencias y es perfectible siempre y cuando los actores tengan voluntad política para hacerlo. Lamentablemente y como en tantas otras cosas, sus beneficios no han sido distribuidos con equidad.
    Ejemplo de ello son las GAFA: Google, Amazon, Facebook, Apple, que han aprovechado su poder beneficiándose de las diferentes normas impositivas de las naciones, pagando menos impuestos que las empresas locales y, en un futuro cada dia mas cercano, estas junto con otros actores corporativos, podrían obtener el dominio de la Inteligencia Artificial, con efectos determinantes sobre el trabajo y el accionar de los gobiernos.
    Junto a esta tendencia globalizadora y cabalgando en ella, ha marchado la caravana de tribus, naciones, imperios, a veces cooperando, la mayor parte de las veces luchando por el control de recursos, por el dominio, en la dura competencia por exclusión, que aleja e incluso elimina al rival menos dotado.
    Estas tendencias han acompañado y continúan haciendolo a la aventura humana. Lo que por simplificación podríamos llamar Nacionalismo, ha sido causa de guerras, conquistas, expoliaciones, colonizaciones, todas justificadas por adelantar el progreso, la civilización, la religión, normalmente los valores de las potencias de turno. En estos momentos hay tres exploraciones al planeta Marte, una de China, otra de USA y una menor de los Emiratos Arabes Unidos y pareciera que llevaran a ese planeta las rivalidades presentes en la Tierra. Tanto China como USA proyectan establecer bases en la Luna y ya USA creo y no dudo que China también lo habrá hecho, una Fuerza Espacial cuya misión seria adelantar sus intereses particulares en el satélite común de la Tierra.
    Ante estas realidades aparece una nueva narrativa, nueva al menos en su alcance y penetración, que ha sido llamada Globalismo, concepto muy elástico y cuya definición academica pareciera que no abarca todo lo que sus detractores han incluido en ella.
    Entre muchas de las cosas que se atribuyen al globalismo y sin pretender agotar la lista, se encuentran la destrucción de la homogeneidad étnica y cultural de las naciones, en un mundo donde los ‘milenial’ escuchan la misma música, usan los mismos equipos de comunicación, enfrentan los mismos problemas y con un morral al hombro se lanzan a recorrer el mundo; la migración masiva se considera parte de la agenda de esta programada destrucción, como si los cristianos sirios que huyeron de su país, cuando este se convirtió en el patio trasero de las potencias, lo hicieron con esa intención, o los africanos famélicos que se arriesgan a morir ahogados al cruzar el Mediterráneo y muy cercano a nosotros, los cinco millones de venezolanos que abandonaron la tierra que los vio nacer, los centroamericanos y mexicanos buscando un mejor futuro en USA. Las poblaciones negras, hindúes, musulmanas, que habitan Europa vinieron de las tierras que la Europa imperial conquisto y colonizo. Las migraciones han sido una constante en la aventura humana.

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  3. 2 Tambien se incluyen problemas presentes, como la histórica minusvalia del genero femenino, que objetivamente se muestra en salarios inferiores, escalas jerárquicas menores tanto en las tres religiones monoteístas como en las corporaciones y en los gobiernos; la lucha por superar esas limitaciones se considera que no contribuye a la armonia social. A titulo anecdotico, las sufragistas eran consideradas radicales y en la Alemania de Goethe las mujeres estaban destinadas a la cocina, a los niños y a la escuela. Un refran popular alemán decía que las mujeres eran animales de ideas cortas y cabellos largos.
    En los márgenes mas radicales del Globalismo se presentan las elecciones de Noviembre en USA como una lucha entre el Bien y el Mal, la Luz y las Tinieblas. Aparte de darle demasiada trascendencia a un proceso que ocurre cada cuatro años en ese país y sin ignorar la presencia y poder del mismo y su incidencia en la geopolitica, cuesta creer que la posible victoria de Joe Biden y su entorno represente la victoria de las fuerzas demoniacas.
    Y aun hay mas, la actual Pandemia es parte de una conspiración que busca establecer un nuevo orden mundial, manejada esta conspiración por una nueva fuerza, el Estado Profundo, donde figuran personajes como Bill Gates, Soros, el Gran Capital y coincidencialmente, figuras del partido Democrata de USA como Barak Obama y los Clinton.
    Ante esta visión apocalíptica que presenta el Globalismo aparece el Nacionalismo como la alternativa salvadora y con audacia hipérbolica se plantea que lo que esta en juego es nada mas y nada menos que el destino de la Civilizacion Occidental.
    La aventura humana, narrada a través de la Historia, es un rio continuo con estadios emergentes de mayor complejidad producto de desarrollos filosóficos, éticos, tecnologicos y todas las civilizaciones que han nacido, desarrollado y desaparecido, se han nutrido de sus antecesores, lo cual no le da un carácter único a la civilización occidental. Esto es una muestra de etno-centrismo. Tal vez la cuna de las civilizaciones es el Creciente Fertil, ese espacio al Este del Nilo y del Mediterraneo que llegaría hasta el Tigris y el Eufrates por el Oeste, donde apareció la Agricultura, la escritura cuneiforme de los Sumerios, una sociedad jerarquica y compleja y sin embargo esta caracterización dejaría afuera vastísimas extensiones geográficas como las situadas en el lejano Oriente, en las márgenes del Rio Amarillo, donde grupos tribales se vieron obligados a dejar sus diferencias para poder enfrentar las amenazas producto de las inundaciones causadas por ese rio iniciando asi un largo proceso integrador que con el tiempo daría lugar a la aparición de la antigua China imperial.

    Lo que si amenaza, no la Civilizacion Occidental, sino a la Especie y a la Biosfera que nos sustenta, son el Cambio Climatico por causas antropogénicas y la amenaza de una guerra nuclear por dominio y control de territorios, caracteristica esta permanente en la Especie, tal vez fruto de sus instintos tribales, sublimados en nacionalismos. Y estos retos, asi como las disrupciones que causaría el avance tecnológico, solo pueden ser enfrentados a nivel global, pues todos somos habitantes del mismo planeta.

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