Transhumanismo: ¿La tecnolgia puede y debe transformar al ser humano?


Transhumanismo: ¿La tecnolgia puede y debe transformar al ser humano?
Gustavo Gonzalez Urdaneta
Miami 7 de Julio 2020

El transhumanismo es uno de los movimientos filosóficos y culturales que más atención ha atraído en los últimos años. Está de moda, la utopía del momento. El Transhumanismo es un movimiento que se ha venido desarrollando en los últimos veinte años y que busca el mejoramiento del ser humano.  Preconiza el uso libre de la tecnología para el mejoramiento del ser humano, tanto en sus capacidades físicas, como en las mentales, emocionales y morales, trascendiendo todos sus límites actuales. Las tecnologías a las cuales acude son la ingeniería genética y el desarrollo de la inteligencia artificial (máquinas inteligentes). Según los defensores del transhumanismo, con la ayuda de estas tecnologías podremos acabar con el sufrimiento, con las limitaciones biológicas que lo producen, e incluso podremos vencer al envejecimiento y la muerte.

Aunque muchos transhumanistas no ven deseable llevar estas mejoras hasta un punto en que el individuo mejorado ya no perteneciera a la especie humana, otros, designados como 'posthumanistas', consideran que este es precisamente el objetivo final: la creación de una o varias especies nuevas a partir de la nuestra.

Por si lo anterior fuera poco, los posthumanistas, se posicionan en un estadio de la evolución más avanzado que el homo sapiens actual, y cuya puerta de acceso vendría justamente de la ciencia y la tecnología, mediante la cual lograr esa mejora personal además de más y mejor vida -algunos hablan de alcanzar la inmortalidad-, la colonización del espacio y la creación de máquinas inteligentes, entre otras facultades.

Podemos o no estar de acuerdo, posiciónese cada uno donde bien le parezca entre esas alternativas extremas, creo que el provecho es conocerlas e intercambiar opiniones y comentarios para formarnos un mejor juicio y dilucidar cuáles son sus pros y sus contras. Porque es un tema difícil y la información que muchas veces se proporciona deja mucho que desear. No todas las promesas realizadas están al mismo nivel ni merecen la misma consideración.

 Todo eso hace difícil discernir que discurso es digno de crédito y cual no pasa de la mera charlatanería tan común en la Red.

He de confesar, de entrada, que hasta hace unos meses, no sabía nada del movimiento “transhumanista”, que algunos denominan como lo humano “aumentado” y que, por lo poco que he alcanzado a leer, nace en 1998 como una Asociación transhumanista mundial fundada por un sueco, Nick Bostrom, junto a David Pearce. Que hoy es “Humanity Plus”, organización sin fines de lucro que trabaja para promover la discusión de las posibilidades de mejora radical de las capacidades humanas por medio de las tecnologías basadas en la nanotecnología, en la ingeniería genética y en la cibernética.

Yo, como seguramente la mayoría de ustedes, no tengo las competencias para valorar en su justa medida el alcance de determinados aspectos del movimiento transhumanista. Ahora bien, cuando leo que “el físico Stephen Hawking (qepd), el fundador de Microsoft, Bill Gates, y el físico Elon Musk se han inquietado recientemente de las amenazas que la inteligencia artificial hace pensar sobre la especie humana”, creo que todos debemos inquietarnos.

De las lecturas sobre el tema aparentemente estamos ante dos planteamientos: uno, el de los que, con seriedad y rigor, desean mejorar la especie humana pero sin perder su humanidad y el de otros, que abogan por la “tecnofabricación” de una posthumanidad de una especie radical y definitivamente diferente de la nuestra. Y en esto último no estamos solamente en cuestiones de tecnología, sino en una ideología que, más allá de toda ética, se pone de rodillas ante la tecnología.     

Las promesas que realizan los defensores del transhumanismo son muy ambiciosas, y no todas están justificadas. Pero por otro lado, la crítica de que modificar la naturaleza humana pone en peligro las bases de la vida moral, la dignidad y los derechos humanos, encierra supuestos filosóficos discutibles y sus consecuencias son excesivamente radicales. Es necesario conocer otros enfoques que permitan hacer una evaluación más equilibrada, sobre la que podría edificarse en el futuro (un largo futuro) como un mayor acuerdo social, buscando siempre, como en cualquier tecnología, que el reparto de sus beneficios sea justo y que no se produzcan daños a terceros.

Los humanos efectivamente necesitamos mejorar con urgencia.  Cualquier especie que cause un daño semejante al medio ambiente, que no es capaz de repartir de forma equilibrada agua y alimentos a todos sus miembros, y que lucha en guerras y conflictos que cobran millones de vidas, seguramente se puede beneficiar de una actualización del sistema de inteligencia. ¿Cuáles son las principales ventajas esgrimidas desde el transhumanismo: Fin de enfermedades genéticas. criogenización, eliminación del sufrimiento, repensar al ser humano y explorar el posthumanismo.

Hace décadas que existen las prótesis, los lentes de contacto, audífonos o implantes cocleares y más recientemente ya se empieza a hablar de mejoras más allá del ámbito médico, por ejemplo, los microchips en la piel. Técnicas como la terapia genética y ARN (ácido ribonucleico) buscan la manipulación de nuestro propio código genético con fines de mejora y eliminación de enfermedades o mutaciones perjudiciales para la salud. Existe la criogenización asociada a partículas de nanotecnología, que evitan se rompan las células pero algunos especialistas consideran que en todo caso hasta 2080 no será posible.

En una reciente entrevista de Moisés Naim al Dr. Rafael Reif, venezolano, Presidente del MIT, quien nos contaba de resultados de investigaciones del instituto, por ejemplo, láminas solares transparentes que se pueden montar en las ventanas para captar energía solar y algunos logros médicos con un dispositivo, sin batería, para mejorar la audición y nanopartículas que se inyectan en el cuerpo humano y destruyen las células cancerígenas sin necesidad de radiación. Avances cuyos beneficios todos vemos con complaciencia.

Por otra parte hay especialistas que, en efecto plantean que abolir el sufrimiento sería el detonador de una nueva etapa en la evolución humana, y que esto es perfectamente posible con el apoyo de la medicina genética y el desarrollo de fármacos psicoactivos e inteligentes. Como mínimo, el transhumanismo nos permite volver a pensar en qué consiste la condición humana, qué es en esencia el ser humano, cómo entendemos su evolución biológica y cultural, el concepto de persona, animal, máquina o cosa, y nuestra misión de custodios de la biosfera y de la creación.    

Según los transhumanistas, el rango de pensamientos, sentimientos, experiencias y actividades de humanos constituyen una pequeña parte de lo que es posible para los posthumanos. No hay razón para pensar que el modo de ser humano esté más libre de limitaciones impuestas por nuestra naturaleza biológica que las formas de ser de otros animales. Del mismo modo que los chimpancés carecen de la capacidad intelectual para comprender lo que es ser humano, también nos falta la capacidad práctica de formar una comprensión realista e intuitiva de lo que sería ser posthumanos.

Frente a este optimismo cuyos límites parecen situarse en la imaginación misma, se sitúan opciones tecnoescépticas, uno de cuyos mayores exponentes es Nick Bostrom. Hoy dirige el Instituto para el Futuro de la Humanidad en la Universidad de Oxford, y se dedica a advertir sobre los “riesgos existenciales” de la tecnología. En especial los asociados a la inteligencia artificial y a posibles escenarios de futuro que supongan amenazas para el ser humano.

Ello coincide en el tiempo con el inicio de la Cuarta Revolución Industrial, una era caracterizada por la transformación digital que empieza a dejar sus primeros damnificados. Destrucción de puestos de trabajo, crisis migratorias, guerras, violencia, efectos en la salud por depresión y ansiedad y lucha de clases. En un mundo que avanza a diferentes velocidades, los hitos técnicos se superponen a la incertidumbre y la crisis y el repliegue hacia las viejas identidades de nación o grupos que están de actualidad. Parafraseando a un amigo “todo eso unido a una civilización cada día más compleja donde el desarrollo tecnológico vuela y el social se arrastra, produce planteamientos simplistas: estás conmigo o en contra”.

El científico y futurista Raymond Kurzweil, promotor y canciller de la Universidad de la Singularidad de Silicon Valley, cree que estamos acercándonos a lo que llama la "singularidad", el momento en el que las computadoras se vuelven lo suficientemente listas como para aprender solas. Kurzweil dice que la singularidad es inminente. El futuro le pertenece a la inteligencia artificial. La única vía que nos queda a los humanos para sobrevivir es acogerla y volvernos -nosotros mismos- en parte o completamente artificiales. La idea de ser reemplazados por una nueva forma de humanos es inquietante.

Entre las principales desventajas esgrimidas contra el transhumanismo estan: Falta de rigor científico, aumento de la desigualdad, degradación y violencia, solo para los ricos, valoración desmedida de la eficiencia lógico-racional, riesgos existenciales y superpoblación.    

Uno de los problemas del transhumanismo hoy es que la mayoría de las predicciones carecen de fundamento científico y se limitan a ser simples castillos en el aire y, en cuanto a la desigualdad, siempre han existido y existirán grandes diferencias entre los niveles de clases sociales, y en el caso de una dominada por la tecnología, no es previsible que las cosas vayan a ser muy diferentes. Sólo en el acceso a Internet, se calcula que el 45% de la población mundial no tiene acceso. Los posibles escenarios de enfrentamientos entre homo sapiens y posthumanos hacen que los experimentos que alteran las especies sean considerados potenciales fuentes de conflicto y violencia.

En cuanto a eficiencia lógica-racional tenemos muchos ejemplos en que lo aparentemente más lógico acaba siendo lo menos sensato. Tres de los riesgos existenciales más apremiantes para la humanidad son las pandemias, el cambio climático y la guerra nuclear. Muchos expertos añaden la inteligencia artificial fuerte, es decir, aquella que se independizará del control humano hasta adquirir, incluso, consciencia de sí misma. Algunos expertos lo pronostican para 2045. En cuanto a la superpoblación no se trataría sólo del trabajo, sino del reparto de recursos en un mundo de posthumanos donde llegaríamos a vivir cientos de años, con el consecuente crecimiento de la población. 

Adicionalmente al desbalance actual entre pros y contras, en cada uno de nosotros hay un tecnófilo (agradecemos que la técnica nos ayude en nuestra vida cotidiana) y un tecnófobo (renegamos de la esclavitud de las “maquinitas” en la que, a menudo, caemos). Como tecnófilos agradecemos, por ejemplo, que una prótesis nos ayude a poder andar sin dolor, que comunicarnos por correo electrónico nos facilite el intercambio de mensajes, rápida, cómoda y casi gratuitamente. Pero somos tecnófobos cuando vemos padecer a nuestros mayores por un encarnizamiento terapéutico que les impide salir de esta vida con dignidad.

Somos tecnófobos cuando constatamos que la gestión que antes no llevaba media hora, en la actualidad, con los protocolos que nos imponen las administraciones públicas o privadas, o los cambios que llevan a cabo las empresas informáticas para vender más, nos lleva medio día, si somos capaces de completarlas. 

El libro de David Graeber “La Utopía de las normas”, muestra la maraña en la que la burocracia y la tecnología informática nos han conducido. Seguro que cada uno de ustedes puede multiplicar los ejemplos.

En 2011 Nicholas Carr publica el libro “¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Superficiales” en el cual propone dos grandes tesis en presencia: los “instrumentalistas” versus los “deterministas”. Por un lado “los instrumentalistas” que sostienen que las herramientas tecnológicas son, en sí mismas consideradas, neutras. Los fines, los objetivos, los ponemos los humanos y las tecnologías no serían sino medios para lograr más fácilmente esos fines.

Pero Carr se aproxima a la tesis determinista al escribir que “los medios no son solamente canales de información. Proporcionan la materia del pensamiento y también modelan el proceso de pensamiento”, llegando a afirmar, más adelante, que pueden llegar a modificar el funcionamiento del cerebro humano, cuestión a la que dedica todo un capítulo.

Al final de su libro escribe que “programamos nuestros ordenadores y, posteriormente, ellos nos programan a nosotros”. Recibimos infinidad de informaciones, de forma casi instantánea, de fuentes que, a menudo no controlamos, informaciones que no sabemos (¿ni podemos?) priorizar de tal suerte que “más información puede significar menos conocimiento”.

Y va todavía más lejos cuando escribe que “para algunos tipos de pensamientos, especialmente la toma de decisiones morales sobre las situaciones sociales y psicológicas de otras personas es necesario dejar pasar el tiempo y la reflexión adecuadas. Si las cosas están sucediendo demasiado rápidamente, no siempre se pueden asimilar bien las emociones acerca de los estados psicológicos de otras personas”.

Sería temerario saltar a la conclusión de que Internet está minando nuestro sentido moral. Pero no sería aventurado sugerir que, a medida que la Red redibuja nuestro camino vital y disminuye nuestra capacidad para la contemplación, “está alterando la profundidad de nuestras emociones y nuestros pensamientos”. Pero, con el movimiento transhumanista, creo que la disputa ha dado un gran paso.

No se pretende llegar a una conclusión a favor o en contra sino aportar elementos que nos ayuden a conformar nuestro pensamiento sobre el tema. Nadie pone en duda la bondad de los progresos científicos en los campos de la sanidad, de la educación y de lo que se quiera. Pero aquí se pretende, incluso, cambiar la especie humana y del transhumanismo algunos ya piensan en el posthumanismo.

Los transhumanistas esperan ansiosamente el día en el que el Homo sapiens sea sustituido por un modelo mejor, más inteligente y en mejores condiciones. Los transhumanistas piensan que el envejecimiento podría detenerse e incluso revertirse. Algunas mejoras podrían elevar dramáticamente nuestro coeficiente intelectual y hacernos más fuertes. Nuestro cerebro puede mejorarse con dispositivos.... Recientemente un equipo chino ha logrado reparar el genoma de células humanas embrionarias. Esto es, ya las biotecnologías son capaces de modificar nuestra especie de manera potencialmente irreversible como desde hace años es una realidad en los OGM (organismos genéticamente modificados) vegetales.

A ese respecto la tecnología es la reforma de la naturaleza con miras al bienestar humano. En esa reforma cabe incluir al propio ser humano, puesto que este es autocreador y siempre lo ha sido. No posee una naturaleza que preservar a toda costa y, por lo tanto, no hay ninguna razón para condenar de antemano un uso meliorativo de las tecnologías. Siempre que este bienestar sea humano. Tampoco habría que objetar las tecnicas de ingeniería genética e intervenciones terapéuticas que no toquen la línea celular germinal e, incluso, la eliminación de cargas genéticas que generen graves enfermedades en sus portadores.

Un mejoramiento logrado a través de la tecnología es lo que el ser humano ha venido haciendo a lo largo de su historia, y no sólo con su entorno, sino también mediante prótesis, cuidados médicos y educación, con sus capacidades físicas y mentales. En cambio el mejoramiento radical conduce a la creación de seres posthumanos. Hay quienes piensan a raíz del coronavirus, y lo han dicho en los medios, que “debemos priorizar el mejoramiento de los seres humanos por encima de la preservación de la especie en su forma presente”. No hablan de preservación sino de eliminarlos. Se han referido explícitamente a los ancianos.

Queda mucho por considerar respecto a la pregunta inicial ¿Puede y debe la tecnología transformar al ser humano? Como escribía Ortega y Gasset en España invertebrada: “Seamos en perfección lo que imperfectamente somos por naturaleza”.

Comments

  1. El mundo de hoy ha desplazado el conocimiento como sentido o tema del acto de filosofar: El filósofo busca una esencia o persigue al hombre como ente que se halla en el mundo y allí existe: Esencia o existencia.
    Muchos filósofos han tratado de comprender el mundo. Con Aristóteles se hizo ciencia a partir de la reflexión que suscita el asombro.
    Otros, como Kierkegaard, han estudiado los sentimientos profundos que nos llevan a pensar: El miedo a la muerte, a la vida después de la vida. Kierkegaard mira hacia la angustia y el miedo a existir sin dolor. Pero la filosofía trata de la comprensión de la realidad y su conocimiento. Para él, la Fe es una relación personal el individuo y absoluto que lo interpela.
    El filósofo danés tuvo dos temas básicos: El individuo y su existencia concreta, y el vínculo con el que llamó “verdadero Cristianismo”.

    Analizar y describir lo que aparece (lo que surge ante mi consciencia) ante el hombre es una tarea continua de la filosofía a lo largo de los tiempos. La Fenomenología es lo que aparece en la tesis de Edmundo Husserl: La doctrina de la apariencia y del verdadero conocimiento sensible.
    La Fenomenología propone que solo existen como realidad los contenidos de la mente, para excluir todo lo demás: Es la reducción voluntaria hacia el objeto contemplado: “Époché”, con lo cual la mente puede dirigirse tanto hacia lo no existente (presente en la memoria) como a los objetos reales.
    La evolución de la tecnología es un plan o proyecto dirigido y diseñado por la razón, y su raíz es la subjetividad trascendental. En el fondo hallamos el acícate que es el mismo hombre: Su voluntad de dominio o poderío. Las religiones han aplazado la acción de conquista y hoy día actúan en nombre de los miembros de cada doctrina religiosa y hallan el espacio para no decaer ante el desorden social y las luchas raciales que siguen más activas y peligrosas. Recordar a Alemania es advertencia que enfrenta hoy lo que no hizo en la era del nazismo.

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  2. Los análisis que suelen realizarse, tanto en el campo de la ética como en el de la filosofía de la tecnología, acerca de las tecnologías emergentes se concentran en los previsibles efectos beneficiosos o perjudiciales de dichas tecnologías, y sólo en contadas ocasiones se ocupan de los deseos y los fines que alimentan su despliegue y su promoción. Parecería lógico que antes nos preguntemos por qué deseamos esas transformaciones, en qué sentido podrán realmente transformarnos, o por qué son deseables o si realmente vienen a cumplir nuestros deseos.
    Es desazonador que la filosofía de la tecnología elaborada por Jose Ortega y Gasset, fundamentalmente en su libro “Meditación de la técnica” haya recibido tan poco reconocimiento, incluso entre algunos estudiosos de su pensamiento.
    Ortega y Gasset rechaza cualquier tipo de concepto esencialista de lo humano e insiste en que la crisis de los deseos es una crisis en los fines buscados, fines que la tecnología no puede proporcionar por sí misma. Los fines han de ser puestos por nosotros y para considerar algo como una mejora hay que saber antes cual es el fin que se busca. Sobre todo en un mundo de escasos recursos y mal repartidos. Ciertamente hay transhumanistas y asociaciones que cumplen un papel relevante. dedicados a causas humanitarias. La pregunta seria como definir y priorizar lo que pueda y deba categorizarse como causa humanitaria para dirigir el desarrollo tecnológico en una dirección en lugar de otra.
    El filosofo de la tecnología Alfred Nordmann ha propugnado convertir la evaluación de la tecnología en una ciencia forense de los deseos expresándose en forma cercana a lo que empleó Ortega seis décadas antes. Nordmann propone que los deseos mismos son solo el producto del desarrollo tecnológico, sino también su guía. Una ciencia forense de los deseos definiría las agendas de investigación y conforman las ideas acerca de las soluciones tecnicas a problemas sociales. Tal vez se quiera ir a los posthumanos simplemente porque no se sabe a dónde ir.
    Por ejemplo, el argumento de Bernard Williams acerca del insoportable tedio de la inmortalidad ha sido un frecuente recurso de los que no ven con arrobamiento la idea de una vida interminable. La continua renovación de la vida la hace tediosa e insoportable y, es posible, que agotados por las repeticiones, al igual que Titón usted acabaría por anhelar recuperar la condición mortal humana.
    Valdría decir que si bien nadie, o casi nadie, desea morir en ningún momento determinado, eso no implica que no quiera morir nunca, que desee una vida interminable. Un periodo de vida acotado en el tiempo fomenta la elaboración de un plan de vida, de un proyecto vital y a hacer de nuestra vida algo con sentido. Borges lo expresa con maestría cuando escribe que entre los inmortales “nadie es alguien”, un solo hombre inmortal es todos los hombres. Yo también me encuentro entre los que no tienen ninguna prisa por morirme y que siga así por un tiempo más, hasta que el cuerpo aguante. No veo con claridad que sea tan deseable una vida interminable. Continuemos conversando…

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  3. 1 de 2
    El tema en cuestión, Transhumanismo, lo uno al tema de la Singularidad, entendiendo el primero como los posibles cambios en la naturaleza humana fruto de diversas tecnologías, bioingeniería, ingeniería genética, nanotecnología, sensores avanzados, que mejorarían las condiciones naturales de la Especie y el segundo, la posible adquisición de inteligencia igual o superior a la humana de entes no biológicos construidos por humanos y que superarían a sus creadores.
    Este tema ha sido abundantemente tratado en el genero de la Ciencia Ficcion y hago notar que muchos autores en este genero son científicos que recurren al mismo para desarrollar sus visiones que no tendrían cabida en la Academia.
    Como ha ocurrido, mas temprano que tarde, la realidad alcanza a la ficción y, como dijo un famoso autor de Ciencia Ficcion, creo que Arthur Clarke, cualquier tecnologia suficientemente avanzada es mágia. Bastaria mostrar a un abuelo de cualquiera de nosotros en su infancia, si fuese posible viajar en el tiempo, un celular de ultima generación.
    Lo cierto es que el mejoramiento de las condiciones naturales del ser humano es ya una realidad, en cosas tan obvias que tal vez no notamos: los anteojos, los implantes para mejorar la audición, la visión, los marcapasos, las protesis en rodillas, caderas, los implantes de órganos como el corazón, hígado, riñones. En el caso de la audición ya existen sensores que se comunican directamente con los nervios auditivos. La bioingeniería y la nanotecnología marcan el paso en estas áreas. Y en un área mas radical y controversial, la ingeniería genética que permitiría el diseño de seres humanos al gusto de sus progenitores o de algún ente central que aspirara a guerreros mas avezados para adelantar sus ambiciones imperiales, tan viejas estas como la Humanidad. Ciencia Ficcion diran algunos; sin embargo un soldado moderno cuenta con artilugios tecnológicos de increíble sofisticación y en lo personal no tengo duda alguna que cualquier mejoría en sus aptitudes físicas seria bienvenida en algunos oscuros circulos militares.
    No cabe duda que tales tecnologías pueden mejorar las condiciones naturales de la Especie, obviando claro esta las derivaciones militaristas, pero cabe la pregunta, quienes accederían a ellas ? Todos podrían acceder ? No produciría esto una mayor desigualdad ? Y en cuanto a la manipulación genética, no conduciría esta a diferencias raciales acusadas en busca de una mejoría en determinadas áreas, estatura, color de piel, inmunológia, mayor inteligencia, longevidad ?
    En cuanto a la Singularidad, la Inteligencia Artificial es una realidad. Existen algoritmos que aprenden por si solos y dotados del hardware adecuado, hasta donde podrían llegar para algunos es una peligrosa incognita.

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  4. 2 de 2
    James Lovelock, el padre de la teoría Gaia, la biosfera que se auto regula, en su ultimo libro, Novacene, escrito en el 2019, habla de maquinas inteligentes dotadas de sistemas computacionales adaptativos que sucederían al Hombre, los llama Cyborgs, compartiendo la biosfera y tal vez con objetivos propios diferentes a los de sus creadores.
    En Julio 2017 Elon Musk y ciento quince especialistas en IA escribieron una carta abierta a la ONU pidiéndole que se prohibieran los drones autónomos, en esencia robots dotados de IA con capacidad de decisión en cuanto a objetivos y acción letal; tal parece que la petición no tuvo éxito alguno pues las potencias mayores y otras entraron en una carrera frenética para desarrollarlos antes que sus posible rivales. Meses atrás en la revista Scientific American, un especialista ingles presento un escenario donde tales drones, dotados de algoritmos rivales, lucharian entre si con poca o ninguna capacidad de control por parte de los comandos respectivos.
    Recientemente la BBC publico un articulo sobre un laboratorio de la Universidad de Liverpool donde se desarrollo e instalo un robot dotado de IA, autonomo y con capacidad de aprender, que hace experimentos científicos supervisado a distancia. El comentarista menciono que tal robot trabaja 24 horas al dia, no necesita reposo y no pide aumento.
    Yuval Noah Harari seňala que los problemas mayores que enfrentara la Humanidad en los próximos decenios serán el Cambio Climatico, la posibilidad de una Guerra Nuclear y la disrupción causada por la IA. Considera que los gobiernos actuales tienen cierta capacidad, aunque no todos, de manejar el dia a dia, pero carecen de visiones a largo plazo para enfrentar los problemas mayores.
    La Tecnologia en si es ambigua. Sus consecuencias, sus resultados, dependerán de quien la use; con un martillo y un cincel se esculpio La Pieta; con esos mismos instrumentos se han matado innumerables seres humanos. Seremos capaces de manejar en beneficio de la Humanidad y de la Biosfera, de la cual somos parte y la cual nos sostiene, estas nuevas herramientas que nuestro ingenio nos dio ? La bola de cristal no nos lo dice, pero el Genio salió de la botella y no hay forma de regresarlo.

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